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Capítulo XII: La Prueba Mortal

Harry sintió su corazón acelerarse pero no un sentimiento bello como el amor sino por un sentimiento de miedo, miedo hacía su esposa. Harry no sabía en lo que se había metido y se arrepintió de tantas cosas.

- ¡Estoy esperando una respuesta! - Gritó Ahdylle.

- Madre tranquilízate, por favor. - Pidió Kalila.

- La verdad es que estaba dolido, recordarte no me permitía seguir, tenía que ser fuerte por Kalila y creí que sin ella no te recordaba, no le dolería lo que pasó.

- Harry, Harry, Harry. - Dijo Ahdylle sarcásticamente. - Digamos que yo nunca hubiera regresado, de ser ese el caso, mi hija jamás hubiera sabido de mi existencia. Ella tiene derecho de saber que tuvo una madre que la amó y muchísimo aún que eso te cueste y te duela mucho. ¿Entendiste, querido?

- Discúlpame, Ahdylle.

- Regresemos a casa, en cuanto antes nos vayamos de aquí mejor. - Ordenó Ahdylle y volvió a mirar la tumba de Penélope. - Lamento hacer una escena aquí. Te voy a extrañar mucho, Penélope. Vámonos ahora.

Los Deciva arribaron a su residencia a pocas horas del ocaso, una vez dentro, Ahdylle empezó a dar ordenes de que Kalila y Harry empacaran a la brevedad posible.

- Hogar, dulce hogar. Es bueno estar de regreso pero me temo que deben empaquer sus cosas, nos iremos de aquí

- Ahdylle, debo protestar por esto. - Dijo Harry.

- Deberías mantener la boca cerrada, no me tienes muy contenta. - Contesto Ahdylle bruscamente.

- ¿Irnos?, ¿por qué?, ¿dónde? - Cuestionaba Kalila.

Ahdylle se limitó enseñándole a Kalila su muñeca izquierda y la chica vio una extraña cicatriz en forma de "equis". La cicatriz parecía ser una extraña marca que parecía que nunca sanaría y que ya se había podrido hace tiempo, pues estaba muy oscura.

- ¿Qué es eso? - Inquirió Kalila preocupada.

En eso, tocaron la puerta de entrada pero el sonido era duro y pesado como si algo muy grande lo estuviera haciendo. Ahdylle recordó el momento de su exilio y reconoció ese sonido de inmediato.

- ¡No abras! - Exclamó Ahdylle cuando esta vio a Harry acercándose a la puerta, pero era muy tarde.

Del otro lado de la puerta se encontraba cinco Protecciors, Henry y Robert.

- Menos mal que están bien. - Dijo Robert. - Creímos que les había pasado algo.

- Cariño, ¿quiénes son ellos? - Preguntó Ahdylle metiéndose en la conversación.

Malos recuerdos se le vinieron a la cabeza a Ahdylle al ver a los Protecciors.

- No me van a alejar de mi familia otra vez.

Ahdylle iba a lanzar un conjuro a los inesperados invitados, pero Kalila intervino antes de que eso pasará. Con su inocente mirada le rogo que no les hiciera daño.

- No les hagas daño. Son mis amigos.

- Solo queremos hablar, señora Deciva. - Pidió cordialmente Henry.

- Está bien. - Accedió finalmente Ahdylle. - Solamente no quiero que ningún Proteccior entre a mi casa, no me traen buenos recuerdos.

Robert ordenó a los Protecciors que esperarán afuera mientras que él y Henry llegaban a un acuerdo con la señora Deciva. La conversación fue realizada en la sala de la residencia Deciva, estando Henry y Robert sentados en un sillón y los tres Deciva sentados en otro.

- Bien, señora Deciva. - Comenzó Henry. - Si no es mucha molestia, ¿podría destruir el hechizo que convirtió a casi todos en piedra?

- Tú eres Henry, ¿cierto?

- Sí, señora Deciva.

- Lamento lo de lo madre, era una maravillosa persona.

- ¿Gracias?

- Bueno, Henry, por supuesto que restauraré el hechizo, en cuanto mi familia y yo abandonemos el reino.

- Pero madre...

- Haz caso a tu madre, Kalila. - Interrumpió Ahdylle. - Lo siento, Henry. Volviendo al tema de las estatuas de piedra, hay una condición... o más bien una excepción.

- ¿A qué se refiere? - Preguntó Henry preocupado.

- Digamos que todo no estaría pasando de no ser por tu padre, El Rey Magnus.

- Lo que sea que le haya pasado a usted, le aseguro que mi padre no tiene nada que ver. - Henry comenzó a molestarlo.

- Ahdylle eso no es correcto. - Argumentó Harry.

- Sí, madre. No seas mala con el rey.

- ¡Tampoco fue correcto exiliarme!, y aún así Magnus lo hizo. Yo estuve veintiún años sin mi familia por su culpa, y ahora, le devolveré el favor.

- Lo siento, señora Deciva, pero, debo protestar por eso. - Dijo Henry molesto.

- ¿Y qué harás al respecto? solo yo puedo romper el hechizo. Pero si sigues molestándome, nadie volverá... ni siquiera ustedes.

- ¡Madre, no!

Harry no podría vivir sabiendo que por su culpa, Tirayan se quedara sin rey y Henry sin padre. No podría sabiendo que Kalila vería a sus amigos convertidos en piedra por siempre, tenía que actuar rápido.

- ¡Fuí yo! - Confesó Harry.

Todas las miradas se posaron en el consejero.

- Yo, le dije a Magnus la verdad. Yo soy la causa de que te exiliaran.

Kalila, Ahdylle y Harry desaparecieron de la vista de Henry y Robert, como si el viento se los hubiera llevado y la puerta principal de la residencia Deciva salió volando.

Rápidamente, los dos chicos salieron del lugar buscando con la mirada a los Deciva.

- Se los llevó al castillo. - Dijo uno de Los Protecciors.

Ahdylle llevó a su esposo y a su hija a la torre más alta del castillo de Tirayan, la imponente torre medía cien metros.

- ¡Madre, ¿qué estás haciendo?! - Gritó Kalila con pavor.

- Mostrándoles que nadie se mete conmigo.

Ahdylle hizo flotar a Harry y lo acercó al borde de la torre.

- ¿Unas últimas palabras, Harrison?

- ¡NOOOO, MADRE POR FAVOR, NO!

Harry miró a su hija desconsolada, a su esposa furiosa, los cien metros de caída libre que verían sus últimos instantes de vida antes de estamparse contra el suelo. En ese momento supo que ya no había escapatoria ni salvación.

En su mente se recriminó lo que había pasado y se arrepintió sinceramente de todo. Supo que se merecía ese castigo, por lo que solo suspiro, miro a los dos amores de su vida y dijo:

- Perdonenme, las dos.

- Madre no lo hagas. - Kalila rompió en llanto.

Pero Ahdylle no escuchaba en ese momento consejos ni razones, solo la maligna voz en su cabeza que le exigía, le exhortaba a que dejara caer a Harry.

Y así Harry empezó a caer para no volver a levantarse nunca más.

- ¡NOOOOOOOOOOOOOO! - Gritó Kalila.

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