Capítulo VII: Libertad
El helado e infinito espacio exterior almacena planetas, estrellas, lunas, soles y asteroides; aunque, los asteroides pueden ser desde simples rocas enormes hasta una manifestación inestable de poder destructivo. No hace mucho, uno de esos asteroides iba a acabar con la vida del planeta Tierra, afortunadamente, eso fue evitado.
Pero eso no significa que no existan más asteroides como ese. Por ejemplo, un asteroide de fuerza destructiva se acercaba rápida y peligrosamente como una estela de luz purpura que pasa frente a ti sin darte cuenta.
Sin nada ni nadie que evitará la trayectoria de aquel fenómeno del universo, inevitablemente el impacto sería en la prisión cósmica que albergaba entre sus muchas celdas, a la mujer de pelo naranja quien vio aquel meteoro como una nueva esperanza de vivir nuevamente. La resplandeciente luz morada que emitía el meteoro alertó a la mujer para idear un plan para regresar a su hogar junto a su amada familia.
Regresando a Tirayan, la luz del sol había dejado atrás el reino para iluminar y dar calor a otra parte del mundo. Para ese entonces, Magnus, Robert y Harry habían regresado al castillo y fueron recibidos con una deliciosa cena en el Gran Comedor donde Henry, William, Kalila y Zeus los esperaban.
- ¡Padre! - Exclamó Henry al ver a su padre arribar al Gran Comedor.
Henry corrió para darle un cálido a Magnus quien imitó el gesto para abrazar a su hijo con más fuerza. Fue entonces que El Consejero Harry apareció con un gesto cansado dibujado en su rostro.
- Me alegra que hayas llegado, padre. - Saludó Kalila.
- También es bueno verte, hija. - Replicó Harry sentándose enfrente de ella.
Henry y Magnus quebraron el abrazo y se sentaron para disfrutar de la cena que les esperaba. Mientras se sentaban, Kalila miraba hacía afuera del comedor buscando a su caballero de brillante armadura, Robert.
- Hija. - Llamó Harry. - Robert se fue a casa con su madre.
- ¿Cómo lo supiste? - Inquirió Kalila un tanto avergonzada.
- Tal vez sea viejo, pero no soy un tonto, recuerda que soy tu padre y te conozco muy bien... o bueno, eso creo yo. - Dijo Harry un tanto desconcertado poniendo algo de tensión en el ambiente. - Además, eres muy obvia.
Todos podían sentir una incomodes tremenda, nadie se atrevía a decir nada ya que no había palabras para aliviar la molestia del consejero. Esos segundos de silencio fueron muy largos, a nadie se le ocurría decir algo.
- Considerando que somos todos entonces, ¿cómo estuvo su día? - Inició Zeus.
- Muy bien, no pasó ninguna eventualidad. - Contestó el rey. - Afortunadamente, pudimos términos todos nuestros asunto, ¿verdad Harry?
- Sí, así es.
- ¿Pasó algo mientras no estábamos? - Continuó Magnus mirando a su hijo.
- No, ninguna novedad.
- ¿Tuvieron algún avance con las tareas que le deje?
- Bueno, Su Majestad... - Empezó William.
- Aguarda, William. Por favor, no me llames "Su Majestad", puedes llamarme por mi nombre o "Padre" o "Papá". - Insistió el rey interrumpiendo al rubio.
- Está bien... Magnus. En su ausencia, mi abuelo y yo tuvimos una charla y decidimos que vamos a buscar a alguien que merezca ser el siguiente Mago Real fuera de la dinastía Wizgrave, ya que consideramos que el único Wizgrave que puede con el cargo, no se lo merece.
- Ya veo, sabia decisión. ¿Y qué me dices tú, Henry?
- En realidad, Kalila me ayudó un poco y notamos que todas las ordenes de exilio que fueron ejecutadas, son porque esas personas cometieron los Crímenes Imperdonables.
- Muy bien.
- Sí me permiten intervenir. - Comenzó Kalila. - Henry y yo encontramos entre los tomos de ordenes de exilio hay una hoja arrancada y por lo que poco que quedó de la hoja, al parecer la orden de exilio fue ejecutada.
Harry empezó a sudar demasiado, los nervios lo atacaban porque sabía de que hablaba su hija y sabía que si alguien se enterara de la verdad, definitivamente él perdería todo lo que le importa. Para ocultar sus nervios, empezó a beber muy despacio del cáliz de oro que tenía a su izquierda.
- ¿De que año pertenecía es tomo, Henry? - Continuó Kalila.
- De hace veintiún años.
Harry no pudo contener más sus nervios y comenzó a ahogarse soltando el cáliz para comenzar a toser desesperadamente, mientras su cara se coloreaba de rojo.
- ¡Se está ahogando, ¿qué hacemos?! - Gritó Kalila.
- ¡Expullzot! - Conjuró Henry.
Entonces un chorro de agua salió disparado desde la garganta de Harry cayendo sobre la mesa haciendo un charco de agua. Todos se quedaron estáticos ante la situación tan rápida.
- Bien hecho, hijo. - Felicitó Magnus.
- Sí, gracias, Henry. - Agradeció Harry agitado.
- No fue nada, de verdad.
- La comida está lista. - Anunció un cocinero abriendo paso a sus compañeros que cargaban platos llenos de comida, jarras llenas de bebidas y demás cosas.
Cuando se retiraron los cocineros, Magnus volvió a retomar el tema de la hoja arrancada:
- Henry, Kalila, la hoja arrancada fue arrancada porque al final, se demostró que la persona que fue acusa era inocente y fue cancelada su orden de exilio.
La cena transcurrió tranquilamente y sin ningún contratiempo. Al final de la misma, William se ofreció a acompañar a su abuelo hasta su hogar, mientras que Magnus y Harry se retiraron, dejando a Henry y Kalila solos.
- Henry, presiento que algo no está bien. Algo me dice que nos están ocultando algo.
- Yo también lo pienso, tu padre estaba actuando muy raro.
- Tenemos que averiguar qué está sucediendo. No puedo creer que aún en este punto, no nos digan todo.
- Si nos ocultaron la existencia de la Piedra Protección y los meteoros destruye-planetas, quién sabe que más cosas nos estén ocultando.
En otra parte del castillo, en los solitarios pasillos iluminados por antorchas, Harry caminaba para llegar a su hogar, entonces el silencio de su soledad fue interrumpido por el sonido de pasos apresurados que provenía de sus espaldas. Suponiendo de quien se trataba, Harry decidió parar.
- Qué bueno que te encontré.
Harry sonrió y se dio la vuelta.
- ¿Pasó algo, Magnus?
- No, realmente. Solo quería saber si estas bien.
- No, no lo estoy, desde hace veintiún años no estoy bien.
- Creo que debes decirle la verdad. - Sugirió el rey.
- No lo sé, Magnus. Si se lo digo me odiará más de lo que ya lo hace.
- No creo que tu hija te odie.
- A veces pienso que sí. Pero, creo que voy a pensarlo seriamente si decirle la verdad o no. Gracias por el consejo y... por mentirles en la cena.
Magnus hizo un gesto con la cabeza en modo de respuesta y Harry continuó su camino con un pensando si decirle la verdad o no a Kalila.
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