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Capítulo IV: La Recepción

Ese maravilloso veintiséis de mayo, no solo se celebraba la boda Su Alteza Real, también se celebraba a William, quien ahora es un príncipe. Una ocasión así no se ve a diario, por lo que se llevó a cabo una gran celebración en los extensos jardines del castillo de Tirayan.

Hubo comida exquisita, postres sabrosos y bien decorados, bebidas extravagantes y alcohólicas y sobre todo felicidad y diversión. Desde las dos de la tarde que empezó oficialmente la recepción hasta quién sabe que horas, no hubo ningún contratiempo, todo estaba según Henry y William habían planeado.

Pasaron las horas y el sol finalmente se había ido al otro lado del mundo. La diversión prometía no terminar, pareciera como si solo hubieran un par de minutos desde que empezó la recepción. 

Eran las siete de la noche y los músicos hicieron un breve descanso, en ese momento, la pareja de recién casados decidieron decir unas palabras.

- Su atención todos, por favor. - Ordenó Henry.

Todos fijaron su vista hacia los recién casados y guardaron silencio.

- Gracias. - Retomó William. - Primero que nada, muchas gracias a todos ustedes por venir, es un maravilloso gesto, espero que se estén divirtiendo está noche.

- ¡Sí! - Exclamaron todos los invitado al unísono.

- Esta recepción no pudo haber sido posible de no ser por todos los trabajadores reales, ustedes les dieron vida a esta grandiosa recepción. Les pido un gran aplauso para todos ellos. - Concluyó Henry.

Todos complacieron la petición del príncipe aplaudiendo a los ayudantes tan trabajadores del castillo de Tirayan.

Cuando los músicos retomaron su labor, el jardín se convirtió en una pista de baile, desde Zeus que bailaba junto a la señor Goldstein hasta Kalila que bailaba junto a Robert y, obviamente, la parejita del día también se unió. 

Desde la distancia, Harry miraba con melancolía la felicidad de todos, extrañaba esos días en los que su vida estaba completa. Era tanta su pena que una lágrima corrió por su mejilla izquierda. Magnus observó a su apenado amigo y se acercó a él para hablar con él.

- Te noto algo extraño, Harry. 

- No es nada, Magnus. Es solo que estoy a reventar. - Mintió el consejero. 

- A mi no me engañas, amigo mío. ¿La extrañas mucho, no es así?

- Siempre. - Aceptó Harry finalmente derrumbándose en la tristeza. - Todo lo que hice, empiezo a pensar que realmente no fue lo correcto.

-  Fue lo correcto, Harry. Sé que es duro y, en cierto modo, te comprendo. Yo perdí a Penélope y ahora solo lo que tengo de ella son dulces recuerdos, pero, luego miro a Henry y veo como lo que construimos ella y yo juntos, ha crecido y se ha convertido en algo maravilloso. Debes ver que a pesar de todo, tu hija ha crecido y es una gran persona.

- Cada día que pasa, me recuerda más a su madre. Y me temo que tome el mismo camino que su madre tomó - Reconoció Harry afligido. 

- No pienses en eso, Harry. Kalila no será igual que su madre.

- A veces, siento que sí lo hará. No quiero perderla también.

Harry empezó a preocuparse, como siempre, pensando en un escenario en el que su hija tome el mismo camino que condujo a su madre por ese triste destino, entonces se imaginó estando solo. Sin Kalila. Sin Ahdylle.

- Me tengo que ir.

Y dicho y hecho, Harry se levantó de su asiento y se fue a su hogar.

Siete horas más tardes, Henry y William abandonaron la recepción y se retiraron a sus aposentos, dejando atrás la recepción que aún podía durar un buen rato más. William era el que más ansias tenía de llegar a la habitación porque avanzar con todo el peso de Henry en su hombro izquierdo era muy cansado, puesto que, Henry estaba muy ebrio como para caminar y recordar donde estaba su recamara.

- Ahora si que te luciste, Henry. - Decía William. - Nunca te había visto beber tanto, y luego dicen que yo bebo mucho.

- Pero...era una ocasión espacial. - Balbuceaba Henry mientras que William abría la puerta de su habitación. 

- Aquí estamos. Nuestra habitación.

- ¿Te debería cargar al umbral? - Preguntó Henry.

- No creo que estés capacitado para hacer algo siquiera. - Especuló William correctamente. 

En un intento de osadía, Henry tomó a William tomándolo de las piernas y por la espalda. Sin embargo, Henry estaba tan ebrio que sus pasos eran torpes y tambaleaba demasiado. Cuando se disponía a cruzar la puerta hizo que William se golpeara la cabeza.

- ¡Auuuu! - Exclamó William dolorosamente. - ¡Te dije que no lo hicieras!

Henry siguió cargando a William hasta soltarlo bruscamente sobre la cama. Fue entonces cuando William notó que habían listones colgados semitransparentes color azul, como los de la boda, y un gran trozo de tela que colgaba del techo que con pintura negra, se podía leer "recién casados".

Mientras William apreciaba ese gesto, Henry se recostó sobre la cama y empezó a quedarse profundamente dormido y, para cuando William se dio cuenta, Henry estaba en el séptimo sueño con un pequeña sonrisa lo miró y le hizo el favor de quitarle los zapatos, ya que ambos aún traían puesto su traje de la boda.

William soltó un largo bostezo, así que se encargó de apagar la única fuente de luz que había, el fuego de la chimenea. Los trabajadores del castillo tienen el trabajo de alumbrar las habitaciones del castillo que serán usadas después del ocaso. La mayoría de estas tienen una enorme chimenea que, si es encendida, ilumina bastante una habitación, además, dejan una cubeta llena agua para apagar la chimenea cuando ya no se requiera ser usada.

Cuando la chimenea fue apagada, William se quitó los zapatos y se recostó a escasos centímetros de su esposo para admirar su belleza que resaltaba por la luz de la luna que se filtraba a través de la ventana y, sin darse cuenta, se quedó dormido con una gran sonrisa dibujada en su rostro.





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