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Capítulo I: Latidos acelerados del Corazón

El sol alumbraba con sus últimos y agonizantes rayos de luz al reino de Tirayan, la oscuridad de la noche no tardaba en llegar. El tiempo vuela muy rápido, habían pasado un par se semanas desde la propuesta de matrimonio que le hizo Henry a William en aquel bello restaurante.

Los nervios de todos estaban a flor de piel provocando latidos acelerados del corazón de todos, ya que, solo faltaban unas horas para que se llevara a cabo la boda entre Henry y William, la segunda boda homosexual de Tirayan.

Por un lado, Henry ha dedicado su tiempo en preparar todos y cada uno de los detalles de la boda, hasta el más insignificante detalle ya que, por obvias razones, él quería que todo estuviera perfecto, sin ningún error, sin contratiempo alguno, vamos, la perfección.

Por otro lado, se encuentra William, quien decidió dejar todo en manos de Henry, todo y por el simple hecho de que William es más despreocupado y porque con tan solo casarse con Henry le era más que suficiente para hacerlo feliz. Polos medianamente opuestos.

En fin, Henry estaba en el Centro de Ceremonias junto con un montón de ayudantes decorando la estancia para el gran día observando cada detalle.

- Vamos. - Decía Henry. - Me voy a casar solamente una vez y quiero que salga todo perfecto.

Después de una hora de estar supervisando la decoración, Henry y los ayudantes salieron del Centro de Ceremonias cuando la noche estaba presente con un cielo despejado y estrellado.

- Muchas gracias a todos. - Agradeció Henry. - De no ser por su ayuda, nada de esto hubiera sido posible. Espero verlos mañana en mi boda.

Los ayudantes rieron y asintieron diciendo un “sí” al unísono.

- ¡Me voy a casar mañana! - Exclamó Henry con entusiasmo, anunciando lo que todo el mundo ya sabía a los cuatro vientos. - ¡Mañana me voy a casar con el amor de mi vida!

Henry se fue corriendo hacía la casa de William, anunciando con orgullo e ilusión su boda.

- ¡Me casaré la mañana!, ¡mañana será el mejor día de mi vida!, ¡qué el mundo lo sepa, mañana me voy a casar!

Y así estaba Henry de feliz, gritando por las calles de Tirayan. Su alboroto cesó cuando Henry quedó cara a cara con la casa de su prometido.

Tocó el timbre y esperó una respuesta. Quien lo recibió fue El Mago Zeus.

- Henry, qué grata sorpresa verte por aquí.

- ¿Qué tal, Mago Zeus?, ¿está William?

- Por supuesto, está en su habitación, pasa.

Henry subió al segundo piso y al acercarse a los aposentos de William, escuchaba como la voz de este daba indicaciones ya que la puerta estaba abierta.

- ... colocalo en el cofre de allá, por favor. 

Henry observó que algunos ayudantes ayudaban a William a poner cosas en cofres. Educadamente, llamó a la puerta girándose todos hacía donde él.

- Henry. - Dijo William dibujándose una enorme sonrisa en su blanco rostro. - Me alegra mucho verte. Pueden disculparnos, por favor.

Los ayudantes hicieron una ligera reverencia a William y fueron abandonando la habitación.

- Gracias. - Agradeció William.

Los ayudantes también le hacían reverencias a Henry cuando pasaban a su lado.

Cuando el último de los ayudantes se alejó lo suficiente, Henry entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí. En cuanto su mano dejó de tocar el pomo de la puerta, el príncipe se abalanzó sobre su amado en un cálido abrazo.

- ¿Qué te trae por aquí? - Preguntaba William devolviéndole el abrazo a Henry.

- Nada, solo quería venir a verte, futuro esposo. - Contestó Henry.

- Aún no puedo creer que nos vamos a casar mañana. Estoy tan emocionado. - Confesó William.

- Yo igual.

Ninguno de los dos quería romper el abrazo. Ambos se sumergieron en un absoluto silencio. El único sonido que solo podían oír ellos por la cercanía que tenían era los latidos acelerados de sus corazones.

- Sé lo que planeas. - Dijo William rompiendo el silencio.

- No sé de que hablas, futuro esposo. - Mintió Henry con voz infantil, él sabía perfectamente de lo que hablaba William.

- No creas que no lo siento. - Siguió William.

- Lo siento, pero, no me disculparé. - Afirmó el príncipe. 

Fue William quien finalmente rompió el abrazo y se dispuso a seguir empacando.

- ¿Sabes? yo te veía en alguna despedida de soltero. - Empezó a decir Henry dejando de hablar infantilmente.

- Amigo mío, ya sabes que no puedo con los eventos sociales, me hacen sentir algo incómodo. - Declaró William con un tono burlón sin apartar los ojos de Henry. - Además, las despedidas de soltero me parecen algo... pueblerino.

Henry casi caía al suelo en carcajadas, William le había robado sus palabras de más de un año.

- Bueno, a decir verdad. No veo porque debería despedirme de algo que no voy a extrañar. - Confesó William.

- ¿No extrañaras ser libre como el viento, tener una cama para ti solo, no tener que compartir el baño y demás cosas? - Preguntaba Henry sarcástico.

- Bien sabes que no. - Sonrió William.

Henry se iba a acercar a William con la intensión de besarlo pero fue frenado por su objetivo.

- No te me acerques hasta que eso se calme. - Ordenó William apuntando hacía la entrepierna de Henry.

- Ayer no dijiste eso. - Replicó Henry fingiendo sentirse ofendido. - ¿A quién engaño? no puedo enojarme contigo.

William empezó a reír y entre risas dijo:
- Yo tampoco podría enfadarme contigo, Henry. Simplemente, no puedo.

Esas palabras le llegaron a Henry al corazón mientras veía como la 
luz de la luna que se filtraba por la ventana hacía ver a William más hermoso de lo que ya era, lo hacía ver más adorable. Sus pelos rubios brillaban y sus ojos zafiro resaltaban más, a pesar de que haber luz en el interior de la habitación, la luz de la luna era más potente.

- William. Te amo.

- Y yo a ti, Henry.

Sin embargo, Henry y William no eran la única pareja que tenía un momento romántico. En la residencia de los consejeros reales, en esos momentos, se encontraban: Kalila, Robert y Harry.

Kalila, quien mantenía un relación estable con El Líder de la Guardia Real, Robert. Ambos se encontraban en la sala de estar charlando y riendo de las tonterías que decían.

- ... entonces, ¿el vestido rosa o café?

- Es difícil, ambos te quedan bien. - Meditaba Robert. - Supongo que... el rosa.

- Muy bien, el rosa será.

Tras liberar un ligero suspiro, Kalila se sentó a un lado de Robert.

- Tres horas para escoger un vestido, qué locura, ¿no? - Dijo Kalila.

- Totalmente. - Replicó Robert.

- ¿Sabes qué te vas a poner tú, Robert?

- ¿Quién dice que voy a llevar traje, Kalila?

- Pero es una boda, Robert. ¿En serio llevarás una armadura? - Argumentaba la chica entre risas.

- El líder de La Guardia Real, siempre debe estar preparado para cualquier eventualidad de carácter critico para su reino.

Eso es cierto, aunque, Robert lleva las reglas un poco más allá de lo que debería, considerando que es muy estricto consigo mismo. Pero, desde que Kalila le dio la oportunidad de entrar en su vida más allá de un simple amigo o un guerrero, Robert empezó a ser más flexible en sus tareas como líder.

- Debo irme. - Anunció Robert. - Mañana sera un largo día.

- No te vayas tan pronto. - Rogaba Kalila. -

- O sino, ¿qué? - Amenazó falsamente el joven guerrero.

- Te haré muchas cosquillas. - Respondió Kalila con una mirada maliciosa.

- Eso será muy difícil, tendrás que alcanzarme primero.

Robert echó a correr hacía la salida, obviamente, este se dejó atrapar, aunque no esperaba que literalmente Kalila se abalanzara sobre él, haciendo caer al suelo por el peso de ella encima de él.

- Te atrape.

- Llevó una armadura, ¿recuerdas?

- Te la puedo quitar.

El latido de ambos se acelero demasiado, como es natural, por tener sus cuerpos tan cerca.

Ese momento tan extraño, hubiera sido más extraño a no ser porque Harry, el consejero, interrumpió el momento carraspeando.

- ¡Padre! - Exclamó Kalila. - Creí que seguías trabajando en tu despacho.

Kalila se levantó y ayudó a Robert a reincorporarse mientras Harry:

- Así era, hija. Pero ya estoy cansado, además mañana tenemos que levantarnos temprano. Pero eso no significa que no este molesto por su comportamiento. De ti Kalila, ya nada me sorprende, pero de usted joven Robert, su inapropiado comportamiento me sorprende bastante.

- No es lo que usted piensa, consejero Harry.

- Entonces, ¿de qué se trata esto que se tienen ustedes dos?

- Solo jugábamos, padre. Todo esto no es más que un simple malentendido.

- Ya veo. Entonces los dejaré jugar. - Se despidió sarcástico. 

Harry subió escaleras arriba y entró a su habitación envuelta en oscura penumbras.

- Está creciendo muy rápido. - Dijo para sí mismo. - Espero que esto no la termine por llevarla al lado equivocado, ¿cierto, Ahdylle?

Un sentimiento de culpa y arrepentimiento invadió a Harry, acompañadas con las imágenes de una mujer de pelo naranja siendo tomada por la fuerza por dos Protecciors para llevarla a una jaula móvil con un cochero listo para partir.

Las lágrimas que salen cada noche de los ojos de Harry no tardaron en aparecer.

- No...yo soy el villano.

Lo que debería ser una tranquila noche, se convirtió en una noche de penas, pero no comparada con la que se avecinaba.

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