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Capítulo XVI: Cuatro Años Antes

Todo esto empezó antes incluso que el meteoro que traería el fin del mundo llegara. En ese tiempo, Edward seguía con vida y tenía La Piedra Protección destrozada aún en su poder, todos eran más jóvenes, Henry y William aún no eran novios ni siquiera estaban consientes que estaban enamorados del otro y, la madre de Henry seguía con vida.

En ese tiempo, Henry, William y Kalila tenían diecisiete y como siempre, salían de aventura cada día. Un día de esos, los tres jóvenes habían decidido ir a explorar el bosque, mucho más allá de lo que habían explorado.

- ¿Listos para partir? - Preguntó Henry emocionado.

- Por supuesto que sí. - Declararon William y Kalila al mismo tiempo.

Los tres se pusieron a correr por los pasillos del castillo para llegar a la salida, pero fueron interrumpidos por una voz femenina.

- ¿Adónde van esta vez? - Era la madre de Henry. - Estaría bien que nos avisaran donde van a estar.

- Lo siento, madre. - Se disculpó el príncipe muy avergonzado.

La reina se acercó a su hijo y lo abrazó.

- Descuida, hijo. - Dijo ella gentilmente. - Solo tenlo en cuenta la próxima vez, ¿está bien?

- Sí, madre. Hoy iremos al bosque. - Confesó Henry.

La reina soltó a su hijo.

- Está bien, ya no los retraso más, tengan cuidado. 

- Lo tendremos, Majestad. - Aseguró William.

La reina miró a los tres jóvenes alejarse por el pasillo y se giró para volver a hacer lo que estaba haciendo: buscar a su esposo. Finalmente, lo encuentra en la biblioteca leyendo mientras se paseaba por la amplia estancia.

- Magnus. 

- Mi reina, dichosos son los ojos que la miran. - Bromeó Magnus.

La reina sonrió.

- Muy gracioso como siempre. Magnus, hay algo que debemos hablar.

- Por supuesto. ¿De qué se trata?

- Es sobre Henry. - La reina empezó a ponerse seria.

- ¿Sucedió algo malo? - Se preocupó el rey.

- No, no es eso. Lo que sucede es que, percibo una chispa entre él y William.

- ¿Una chispa? ¿A qué te refieres? - Cuestionó Magnus muy confundido.

- Siento que entre ellos esta surgiendo una relación más allá de la amistad en un ámbito más romántico, si es que no ha surgido ya.

- ¿Estás diciendo que Henry es homosexual? - Magnus se alteró.

- ¿Qué tiene eso de malo? - Preguntó ofendida la reina. - Se trata de tu hijo, debemos quererlo y aceptarlo tal cual es, además te recuerdo que no es la primera que hay una un caso de homosexualidad en la familia real.

- Si es lo que lo hará feliz, supongo que no hay nada que podamos hacer más que aceptarlo. - Dijo Magnus.

- Así es. Aunque tal vez exista la posibilidad de que sean ideas mías y yo este equivocada, tal vez él decida ser heterosexual. - Predijo la reina. - Pero sea cual sea el caso, prometeme, que lo aceptaras. 

De repente, a la reina le dio una ataque de tos muy fuerte.

- ¡Otro ataque! - Exclamó El Rey Magnus.

- Promete...prometemelo, Magnus. - Insistió ella.

- Te lo prometo, ahora, vamos a llevarte a descansar.   

Volviendo con los Henry, William y Kalila, ellos estaban en el bosque caminando más allá de lo que habían recorrido. Después de muchos árboles, los tres chicos encontraron un pequeño claro y un gran precipicio.

- Cielos. - Proclamó Kalila. - ¿Qué tan profundo será ese precipicio?

- No lo sé, pero definitivamente debemos alejarnos para no morir. - Propuso Henry como el líder que era.

- ¿Dónde está su sentido de aventura? - Preguntó William acercándose más al borde.

- William no lo hagas. - Ordenó Henry. - Te puedes caer.

William estaba en el borde y, para alardear más, se puso a saltar. Desafortunadamente, se cayó el pedazo de suelo donde William estaba parado, haciendo que él cayera al vacío. Afortunadamente, William pudo sostenerse de una rama.

Henry, corrió al rescate de su amigo dándole una mano para que subiera. Entonces, mágicamente más ramas aparecieron y empujaron a William hacía arriba pero al soltarlo provocaron que William cayera encima de Henry, de ese modo sus labios se tocaron por unos breves instantes, tan breves que no se dieron cuenta.

William se quitó de encima de Henry y ambos se levantaron.

- Miren eso. - Dijo Kalila apuntando hacía el acantilado.

Las ramas que habían salvado a William, se habían trasformado en un puente de madera que daba hacía el otro lado del precipicio, además a uno de los árboles le había aparecido una especie de portal.

- Bueno, William, si querías aventura, aquí está. - Anunció Henry. - Tengo una corazonada de que esto será bueno.

Los tres chicos, cruzaron el puente y atravesaron el portal y los llevo al reino de Naterda, aunque ellos no lo sabían. Aparecieron el claro donde estaba la pared de roca con la reja cerrada y un joven Warron vigilando.

- No pueden pasar, son extraños. Regresen de donde vinieron y no regresen. - Dijo autoritariamente Warron al ver que se acercaban los tres tirayanos. - Esperen, creo que será mejor que se queden.

Los tres chicos estaban inmovilizados al ver una cosa tan sorprendente, jamás habían visto algo como Warron.

- Me presento, soy Warron. 

- Hola. - Saludó Henry. Soy El Príncipe Henry y ellos son William y Kalila.

- Fue un placer verlos. - Indicó Warron.

Warron sacó de su bolsillo un pequeño silbato de madera y lo sopló y, casi de inmediato aparecieron tres criaturas más.

- Sígannos. - Pidió una de ellas.

Los tres chicos se miraron y determinaron con su mirada que no tenían opción. Ellos fueron escoltados hasta la torre donde se encontraba la oficina de Polum. En el transcurso, los jóvenes pudieron apreciar muchas más criatura cada vez más exóticas, como si hubieran sido sacadas de un libro de fantasía. 

Una vez frente la oficina de Polum, una de las criaturas tocó la puerta.

- Adelante. - Se escuchó una voz profunda desde adentro.

Las criaturas entraron junto a los chicos.

- Humanos. - Dijeron Polum y Lidia al mismo tiempo.

Una de las criaturas les explicó a sus reyes la situación.

- Muy bien. - Mencionó. - Pueden retirarse, excepto los humanos.

La orden fue obedecida.

- Saludos, humanos. - Empezó a decir Lidia muy gentilmente. - Les damos la bienvenida al reino secreto de Naterda. Yo soy un hada, La Reina Lidia y este es mi esposo, El Rey Polum.

- Soy un pativón cornudo. - Agregó  Polum. - Sé que todo esto es difícil de digerir, pero se lo explicaremos. Pero antes, ¿Quiénes son ustedes y qué hacen en Naterda?

- Mi nombre es Henry y soy un príncipe del reino de Tirayan, ellos son mis amigos, William y Kalila.

- Un placer. - Saludó William.

- Y respondiendo a su pregunta. - Kalila tomó las riendas de la conversación. - Dimos a parar aquí, porque a los tres nos gusta mucho explorar, encontramos un precipicio y William se cayó pero unas ramas mágicas aparecieron y un portal también y lo atravesamos. Así que, fue por un accidente.

- De acuerdo. - Asimiló Polum. - Me alegro que hayan sido ustedes los que aparecieran aquí, no me imagino lo horrible que hubiera sido alguien con intensiones malévolas. 

- No claro que no, todos los seres humanos son gente de bien. - Aseguró William.

- Ojalá fuera así aquí también. - Se dijo Polum para si mismo.

- Creo que les debemos una explicación. - Recordó Lidia. - Será mejor que tomen asiento.

Entre Polum y Lidia contaron a los tres tirayanos la historia de Naterda.

- Por eso estamos ocultos bajo el mundo humano, todos aquí tuvimos un hogar y se nos fue arrebatado, no dejaremos que vuelva a pasar. - Concluyó Polum.

- Por eso, como protección, los tres se les deberá borrar sus recuerdos de Naterda. - Lamentó Lidia. - No recordarán nada de lo vivido aquí.

- ¿Pero por qué? - Preguntó William como un niño pequeño al que no le quieren comprar algo que él quiere.

- ¿No los escuchaste? - Reclamó Henry. - Es por protección. Rey Polum, reina Lidia, hagan lo que crean correcto para proteger su reino, como príncipe, entiendo los sacrificios que se deben de hacer para mantener a tu reino estable.

- Bien dicho, Henry. - Felicitó Polum. - Estoy seguro que algún día serás un excelente rey.

- Gracias.

Los tres chicos fueron regresados al acantilado acompañados está vez por los mismísimos reyes de Naterda. Una vez asegurándose de que no había nadie más por los alrededores, los tres chicos atravesaron el portal de regreso seguidos de Polum y Lidia. Se despidieron, cruzaron el puente y Lidia pronunció un hechizo:

- Remerdo borrace, Naterda de su vida jamás fue parte.

Los tres chicos se desmayaron y de sus cabezas salieron luces que se movían al soplo del viento, las luces se posaron en la mano de Lidia.

- Creo que debemos conservar sus recuerdos. - Dijo Polum.

- ¿Por qué, querido? - Preguntó Lidia confundida.

- Presiento que estos chicos los volveremos a ver y, ¿Quién sabe? tal vez necesitaremos su ayuda en un futuro. - Replicó Polum antes de que junto a su esposa atravesaran el portal que los lleva a su reino, Naterda.

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