8._Sueños
Cuando Mary abrió los ojos lo primero que vio fueron las vigas del techo y se les quedó mirando sin ninguna idea en mente. Por varios segundos permaneció totalmente en blanco, tranquila y callada; pero cuando sus recuerdos volvieron se sentó en la cama como si la hubieran empujado desde el colchón. Desconcertada miró a su alrededor viéndose en una alcoba muy fina. Las mantas eran de piel de oso y lobo, la chimenea era grande, las pinturas representaban gente noble ¿dónde estaba? Fue la pregunta que formuló en voz baja y con un ligero temblor en su cuerpo. Lo último que recordaba era estar caminando en el campo, bajo la nieve.
Se levantó con cuidado descubriendo tenía puesto un hermoso camisón de seda color blanco. Cuando iba a ir hacia la puerta descubrió había un sujeto sentado en una silla junto al ropero. El tipo dormía sosteniendo un libro entre las manos. Era un individuo de baja estatura, con cabello blanco y una piel azul que la hizo pensar en un glacial. Llevaba unas botas brillantes y un elegante atuendo de montar. Eso la hizo recordar que entre la nevada había visto unos jinetes en la distancia. Con desconfianza intentó apoderarse de un arma que había al costado del sujeto, pero cuando estuvo por alcanzarla él despertó haciéndola dar un paso atrás.
-Buenas noches- le dijo con una voz educada y los ojos vidriosos- ¿Cómo se siente?- le preguntó poniéndose de pie con lentitud.
Mary dio otro paso atrás sin quitarle los ojos de encima a ese sujeto que sonreía gentil mientras ponía sus manos tras su espalda.
-Soy Lord Daishinkan o Lord Dai para los amigos- le dijo al ver que ella no tenía intenciones de hablar.
-¿Un Lord?
-Sí...Fui enviado a estas tierras por su majestad. Se me encomendó la tarea de aniquilar a Lord Bills quien se apoderado de varias comarcas estos últimos años- le explico todavía medio dormido- También se me recomendó unir fuerzas con el líder de la resistencia. Una mujer de nombre Mary. Dicen que es pálida como un espectro de las nieves, con una cabellera larga y roja como la sangre. Sus ojos parecen los de una fiera y puede matar a cinco hombres con un movimiento de su espada ¿Le hace justicia esa discreción?
-Es un tanto exagerada- contestó la mujer con evidente recelo.
-Entonces estoy ante la persona indicada- exclamó Lord Dai inclinando un poco la cabeza- La estuve buscando, pero se me dijo que no había retornado de su último batalla. Sus hombres la daban por muerta.
Mary guardo silencio. Se miró la mano derecha descubriendo estaba vendada, lo mismo su frente y su hombro izquierdo.
-Me tome el atrevimiento de quitarle la ropa para limpiar su cuerpo y curar sus heridas- le explicó Dai al ver la expresión de la mujer.
Mary le miró con frialdad, pero no pareció ofenderse por lo que él le dijo. Asumiendo esto él continúo con su discurso en el que le hizo ver su fama había llegado a oídos del rey que estaba muy interesado en ella. La consideraban un paladín, pues su férrea resistencia era lo que mantenía a raya las huetes de Bills.
-Yo no soy ningún héroe- exclamó Mary- Si me enfrente a ese tirano es porque se llevó lo único que me importa en este mundo...mi hijo.
-Según tengo entendido su hijo tiene como padre a Lord Bills, aunque esto sucedió en trágicas circunstancias- manifestó Dai.
Mary bajo su mirada a la de él.
-¿Hace cuánto sucedió aquel incidente?
-Cinco años- contestó Mary- Hace cinco años que ese infeliz me quito a mi hijo. Las comarcas no me importan, ni los títulos o fama que pueda conseguir por enfrentarme a él. Mi único objetivo es rescatar a mi cachorro de las garras de su padre así tenga que hacer arder todo este reino...
Hacían cinco años que Mary no veía a su niño y no había un solo día que no pensará en él. Después de que Bills se lo llevará, Mary salió en su persecución montando un caballo que sucumbió al clima y la fatiga tras varios días de carrera por las montañas y los valles de aquella tierra. Por poco ella muere también sin haber logrado dar con Bills. Se vio obligada a volver a la villa pidiendo ayuda a sus viejos compañeros quienes no dudaron en ayudarla cuando se enteraron Bills seguís vivo, pero esa empresa tampoco dio frutos. Rumores de que el tirano Bills había regresado había en todas partes, pero nadie sabía dónde se ocultaba. Algunos hablaban de una guarida en las montañas otros de una mansión escondida en los bosques. Nadie sabía algo en realidad.
Fue la Navidad siguiente que todo el mundo se enteró de donde estaba Bills. Había un viejo castillo abandonado en el nacimiento del río. Era pequeño y antiguamente fue edificado allí para proteger las aguas que alimentaban aquella tierra. Por su inaccesible ubicación nadie iba ahí por lo que Bills pudo reconstruirlo sin llamar la atención. Desde ese lugar siguió impartiendo su ley de hierro. Se volvió más cruel y menos tolerante. Enviando a sus hombres a capturar los niños de las aldeas, villas y pueblos para después exigir por ellos un rescate. De no pagarlo los niños nunca volvían. Esa Navidad una villa recibió una carreta con ropa de niños ensangrentada que sembró terror en la tierra. Desde ese día una semana antes de Navidad los esbirros de Bills salían a llevarse a los niños para luego pedir su peso en riquezas, grano y mujeres. Aunque estás últimas eran para diversión del ejército de Bills. Él no volvió a involucrarse con ninguna. Decían que le había surgido un odio inconmensurable por ellas después de que por culpa de una mujer estuvo a punto de perderlo todo.
Cuando Mary supo de esto lideró una pequeña compañía para enfrentar a Bills, pero fracasó miserablemente. Sin embargo, eso no la derrotó. La tiranía de Bills crecía y con ella el descontento del pueblo que empezó a perder el miedo levantándose en protesta. La gente necesitaba un líder. Una persona que los guiara, que los hiciera sentirse protegidos y diera esperanzas. Goku y Vegeta eran fuertes guerreros que derrotaron a muchos de los esbirros de Bills, pero líderes no eran. Ese papel por un tiempo lo desarrollo Bulma, sin embargo, en el campo surgió un nombre con más fuerza: Mary.
Mary era la víctima. Era la mujer ultrajada que decidió parir el hijo de su agresor para criarlo con amor, pero a quien el malvado Bills le quitó al niño de las manos. Mary era el pueblo abusado, despojado y sediento de justicia. Era un emblema, un estandarte. Mientras Bulma era una guía o una estratega y Gokú y Vegeta eran guerreros, Mary era un héroe. Al menos así comenzó a verla la gente que empatizaba con su dolor y deseo de derrotar a Bills, terminando por seguirla. Se unían a ella ofreciendo su servicio a la causa. Bills hacia crecer su ejército pagando a los hombres que luchaban por él. Mary hacia crecer sus tropas sin esfuerzo y consiguiendo lealtad. Su ejército era pobre, pero sólido como la piedra más dura de la más dura montaña y a cada día a Bills se le hacia más difícil enfrentarla.
Los años hicieron de Mary una mujer curtida en la guerra. Su carácter cambio. Maduro desde la derrota, el dolor y la responsabilidad de la vida de quienes en ella creían. Pero a pesar de eso, su objetivo seguía siendo el mismo: recuperar a su hijo La guerra despertó a su alrededor y la abrazo. Ella decidió cargar con ese peso en su espalda, pero estaba cansada y a veces se preguntaba si valía o no la pena seguir con su empresa. Quizá a esas alturas su hijo había sido degenerado por Bills al punto de ser insalvable.
La muchacha había sufrido una gran derrota hacía muy poco. Contó gran parte de su historia a Lord Dai para desahogarse, pues hacía mucho no hablaba con alguien. Reservó sus emociones, pero algunas se manifestaron en su semblante. Por supuesto antes de sincerarse así con ese individuo le pidió una prueba de que era un hombre del rey y Dai le enseño el emblema en su cinturón. Solo los Lord podían usar ese escudo y lo llevaban precisamente en su cinturón.
-Así que eso fue lo que sucedió- comentó Dai después de oír la historia desde el principio. Desde el primer encuentro que Mary tuvo con Bills.
-Eso es todo. Lo demás son cosas que se inventó la gente- aclaro la mujer que permaneció de pie durante todo ese tiempo. Él hizo lo mismo.
Dai observó a la muchacha delante de él. Mary tenía las garras de Bills marcadas en su mejilla. Esa cicatriz era recuerdo del último encuentro que sostuvo con él. Cuando Bills se llevó a Bier.
-Esta usted en mi casa, le pido se sienta como en la suya.
-Gracias, pero prefiero marcharme y reunirme con mi gente- contestó la mujer.
-Pasa de media noche- le señaló Dai- Descanse y hablaremos mañana temprano ¿le parece?
Mary aceptó y una vez él se retiró ella volvió a la cama. Hacia mucho tiempo no dormía en una de esas. Cerró los ojos preguntándose si su hijo descansaría en un colchón como ese.
Bills descendió del trineo y avanzó al interior del castillo sin prisa. Su capa estaba cubierta de nieve que se sacudió de los hombros mientras avanzaba por el pasillo. De un corredor lateral, apareció un pequeño balón de color rojo seguido por un niño exactamente igual a él, pero con la piel más clara. El pequeño tomó la pelota al mismo tiempo que una mujer lo tomaba a él por la cintura, pero al ver a Bills lo soltó arrojándose al suelo de rodillas.
-Disculpame por favor. El niño Bier a estado muy inquieto y se ha escapado de su cuarto...no volverá a suceder- le dijo la muchacha con una voz temblorosa y casi sudando de terror.
Bills saco los ojos de la mujer y los puso en el niño que lo miró con una mezcla de vergüenza y temor.
-Perdon...padre- dijo en voz baja.
Bills tomó el balón de manos del pequeño y lo reventó usando su fuerza y garras. El niño apenas hizo un puchero, aunque sus ojos se llenaron de lágrimas que no dejó caer.
-La próxima vez que salgas de tu habitación sin mi permiso dormirás en el calabozo- le advertío Bills- Vuelve a tu cuarto.
-Sí, padre- musito el pequeño que ya no aguantaba las ganas de llorar y quedó aterrado cuando vio como Bills arrastraba a su cuidadora del cabello por el corredor.
Una segunda mujer salió del pasillo y lo tomó en brazos para llevarlo de regreso a la habitación. Bier se aferró a ella para intentar huir de los gritos de la desafortunada muchacha que pedía piedad. La suerte de la chica terminó esa noche. Después de unos cuantos azotes acabó trabajando en el exterior expuesta al frío y a una ración menos de alimento.
La segunda mujer acostó al niño en su cama. Lo arropó un poco nerviosa y le preguntó si quería le leyera un cuento.
-Puedo leer yo solito- le dijo frontando su nariz con el dorso de su mano. Todavía tenía los ojos húmedos.
-Eres un niño muy listo. Aprendiste a leer muy rápido y también sabes contar hasta cien- le dijo la mujer con una voz amorosa.
-Hoy llegué a ciento veinticinco- le dijo él con mucho entusiasmo.
-Listo en verdad- exclamó la muchacha.
-Dana ¿tú conoces a mi madre?
-No.
-Yo la he visto en sueños- le dijo Bier- Es muy pálida y tiene el cabello rojo. Siempre me está buscando, pero aunque yo la llamo, ella nunca me escucha o me ve. Y me sigue buscando ¿crees que realmente me esté buscando o que son solo sueños como dice mi padre?
-No lo sé Bier- le contestó la muchacha mientras el pequeño saco una piedra negra que llevaba colgando al cuello- Mi padre dice que ella me dio está piedra antes de irse y que se fue porque no me quiso, pero es papá quien no me quiere- agregó y llorando se dió la vuelta.
La muchacha le dió un beso y apagó las velas para que durmiera. No podía hacer más por él. Lo tenía prohibido. Cuando dejó la habitación salió por el pasillo a reunirse con Bills que estaba en el comedor.
-¿A soñado algo especial?- le pregunto él antes de morder una pieza de pollo.
-Con su madre otra vez. Dice que lo está buscando...como siempre.
-A soñado eso varias veces este mes. Bueno no importa. Avísame si ve otra cosa.
-Sí señor- exclamó Dana.
Bier nació con el don de la premiación y uno muy fuerte. Posiblemente heredado de él que también tenía esa habilidad, aunque las suyas fallaban con mucha frecuencia. Las de su hijo en cambio eran más acertadas y con la suerte de Whiss en su poder se cumplían en un cien por cierto de las veces. Ese niño era algo muy valioso para él.
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