5._Don
Bills apretó más la mano sobre el cuello de la mujer, limitando el paso de aire y consiguiendo que Mary aflojara su agarre sobre el collar. Con brusquedad la levantó un poco y se miró en esos ojos que no perdieron esa expresión lujuriosa, ni ladina. Era extraño. Ciertamente hace mucho no veía esos anhelos en las mujeres que tenía a su disposición. Lo habitual era la resignación, la indiferencia, el miedo o la exageración para conseguir su favor. Pero en los de Mary había hambre de él. Aquello le causó un gusto si, pero también recelo. Aunque ella no era como otras mujeres claro estaba y bien podía tener ideas más osadas y oscuras respecto a la cama.
Mary soltó el collar. No podía mostrar interés en esa piedra. No podía solo arrancarsela y correr. Tenía que esperar,
calcular y fingir. Sabía que a Bills le entró un ánimo suspicaz, pero también sabía que él seguía teniendo el control. La mano de su captor se aflojó un poco y después de un instante de meditación, aquellos dedos se deslizaron por entre sus desnudos pechos hasta su abdomen. La púrpura piel de Bills contrastaba con la lechosa dermis de la mujer, que miraba con inquietud como esa mano se abría sobre su ombligo. Las garras de ese sujeto le hacían cosquillas y causaban escalofríos desagradables. Bills dejó sus dedos reposaran allí un momento, mientras los otros se aferraban a ese blanco y duro muslo. Bills tiro de aquella pierna, pegandola más él y consiguiendo llegar más profundo arrancando un pequeño gemido a Mary.
-A ver que sabes hacer-le dijo y continúo sin prohibirle nada.
Bills no era un hombre. Lo parecía, como también parecía un gato. Era una criatura a medio paso entre esas dos formas, por lo tanto una noche en su cama era bastante diferente a lo que se podría esperar de un tipo común. Fue una experiencia exitante y curiosa para Mary que esa mañana miraba el fuego moribundo en la chimenea. Hacía frío. Su cuerpo estaba helado. La manta con la que se cubría no era suficiente para ampararse del helado clima. Al menos su espalda estaba pegada al cuerpo de Bills y él era bastante caluroso. No podía moverse debido a la forma en que él la abrazaba algo que la tenía bastante molesta.
Después de terminar Bills se mostró bastante satisfecho con ella, pero sobretodo con él mismo. No se fue como ella pensó y por un momento contempló la posibilidad de tomar el collar, pero no lo hizo. No era el momento. Las horas pasaban y Bills no daba señales de despertar. Al fin, más o menos a medio día, el señor del castillo se movió hundiendo la nariz en su cabello y apretando los brazos presionando sus pechos demasiado fuerte. Después de un rato la soltó y se apartó de ella sentandose en la cama asicalandose como un gato cualquiera. Mary solo cerró su postura, para darse calor y se quedó muy quieta hasta que Bills deslizó sus dedos por su espalda, causandole escalofríos.
-Resultaste un buen trofeo- le dijo- Seguro esos dos te extrañan...si siguen vivos- agregó con un tono burlón.
Mary no reaccionó y súbitamente fue levantada por un brazo que Bills tiro con brusquedad. Terminó sentada entre las piernas de él, con el collar en su cuello. Apretando la sábana contra ella, para cubrir su cuerpo desnudo, Mary observó como las marcas de las garras que él le dejó,
desaparecían.
-Así que tienes el poder de sanar- comentó Bills y le quitó el collar.
-¿Qué es eso?- preguntó Mary con un asombro nada fingido.
-Otro trofeo- le contestó y atandose la otra sábana a la cintura dejó la habitación.
Mary se quedó allí examinando su cuerpo y recordando lo que Whiss le dijo respecto a esa piedra. Aquel amuleto daba una habilidad especial a su portador. A él, Whiss, lo mantenía jóven y alargaba su vida. A Bills lo hacía invulnerable al daño físico y a ella, aparentemente, le brindaba la facultad de curar sus heridas. Sin duda era un objeto muy especial por el que valía la pena arriesgar la vida. Por otra parte, algo en ella se agitó después de esa noche con Bills. El tipo era cruel y déspota, pero algo tenía. Claro que Mary no iba a mezclar las cosas. Unas horas después las esclavas le llevaron ropa y algo de comida que ella aceptó.
Bills se retiró a su habitación,
que era más amplía y más cómoda que en la que encerró a Mary. Desde allí podía ver sus tierras que abarcaban un gran tramo entre las montañas y el océano. Parado en aquel balcón, cubierto de hielo y escarcha se quedó absorto en sus pensamientos. Más de cuarenta años llevaba gobernando aquel territorio con puño de hierro. Ser temido era algo que le encantaba. Disfruta el ver como ante su presencia las personas se apartaba mostrándole un respeto trémulo. Hacia su voluntad y tenía lo que quería sin mayor esfuerzo que ordenarlo. No era rey, pero no había diferencias entre él y uno de esos. Se aferraba a su posición con uñas y dientes. Estaba de buen humor aquella helada mañana. Estaba de muy buen humor y su ladina sonrisa no abandonó su cara hasta que Whiss le habló.
-¿Te divertiste anoche?- le preguntó y el señor del castillo volteó al interior vacío de su cuarto- No lo niegues. Lo oí todo...
-¿Qué quieres?-le cuestionó Bills bastante molesto.
-Pedirte que seas menos escandaloso. Es bastante molesto vivir entre las paredes de tu palacio para además tener que oír como cúpulas con tus mujeres- le dijo Whiss.
-Tú escogiste ese lugar entre las sombras- le dijo Bills, caminando hacia un retrato suyo de tamaño natural- Estabas harto de ayudar a esos mal agradecidos y me ofreciste un trato. Tu talismán a cambio de permitirte vivir aquí a salvó de los egoístas humanos ¡No me vengas con quejas ahora!
-Es cierto. Tendrías que haberlo vivido para entender como me sentía- exclamó Whiss y Bills apartó los ojos de la pintura para seguir a su interlocutor detrás de la pared, con su mirada. Su agudo oído le permitía saber dónde estaba- Whiss sana mi reumatismo, Whiss no puedo embarazar a mi esposa, Whiss el niño tiene cólicos,Whiss me muero de hambre. Whiss esto, Whiss aquello. Mis milagros se volvieron un vicio y monopolizaron mi poder. Solo esa villa tenía acceso a mí y no dejaban de exigir usará mis facultades para solucionar sus problemas. Al principio eran cosas como enfermedades o comida; prioridades, pero después se enfermaron de codicia. Una mujer me pidió ser jóven y bella para siempre...Que desproposito para un poder como el que cayó en mis manos.
-Sí, sí, sí...San Whiss el mártir- exclamo Bills viendo de reojo tras él- Es mejor ser temido que amado. Así nadie se intenta aprovechar de tí y recuerdan cual es su lugar.
-Supongo que tienes razón, pero ser temido también tiene sus consecuencias ¿no?
-Que intenten lo que quieran. No son más que unos estúpidos miedosos, escondidos detrás de un par de escorias sin cerebro- manifestó Bills sin ocultar su desprecio.
-Por cierto ¿Me devuelves mi suerte?
-No. Es mía ¿Lo olvidaste? Tú pusiste tu condición y yo he cumplido.
-Sí...veo lo mucho que disfrutas atormentar a esos pobres infelices- le dijo Whiss y Bills miró la pared desde la ventana hasta la pintura otra vez.
Whiss se alejó y Bills volvió a quedar solas en sus aposentos.
Esa noche disfruto de una buena y abundante comida al amparo de un árbol navideño decorado con decenas de velas encendidas. Algo de muérdago se colgó por ahí y por allá. Bills era un tipo algo supersticioso así que celebraba, muy a su manera, cualquier festividad. Los empleados estaban en fila a un costado de la mesa viendo como los jugos de las carnes escurrían por la barbilla de su señor y el vino se derramaba de su boca. El apetito de Bills no conocía saciedad. Lo que era extraño,
pues era alguien muy delgado. El festín que tenía por cena iba muy bien, hasta que probó el pavo. La sola mirada que recibió que el cocinero hizo diera un paso adelante.
-Prueba esto ¿quieres?-le dijo al pobre hombre que temblaba de miedo-Te daré una oportunidad. Si me dices cuál fue tu error, no te daré ningún castigo...¿Sabes cuál fue tu error?
-El p,p,pavo está...un poco...seco, señor- balbuceo el hombre después de morder la pierna de pavo que Bills le dió.
-¿El pavo está un poco seco,
dices?- le cuestionó Bills poniéndose de pie, para después tomar por el cabello, al cocinero,
y obligarlo a caminar hasta las establos donde lo arrojo sobre la mierda de los caballos-La respuesta correcta era la sal-le dijo inclinándose a él de forma burlona-Esta será tu cena ¿Qué esperas? ¡Empieza a comer!
Y si alguien hubiera pensado que comer mierda de caballo era un castigo cruel, es porqué no conocía a Bills. El cocinero tuvo suerte. Su señor estaba de muy buen humor.
Esa noche, después de castigar al inepto, Bills se dirigió a la habitación donde mantenía a Mary. La muchacha dormía tendida frente a la chimenea. Hacia frio y el vestido que le dieron era muy delgado. El abrigo también. Sus pies estaban helados. No le dieron zapatos. Todo estaba calculado para desmotivar cualquier intento de huída. El golpe de la puerta, al cerrarse, la despertó. Medio dormida vio a Bills sentarse en el borde de la cama. Despacio se giró a él.
-Ven aquí- le ordenó dejando, con su sonrisa, muy claras sus intenciones con la mujer que respondió con fingido entusiasmo.
Mary terminó sentada en la mesa de noche con Bills sobre ella. Dada la posición de ambos, la muchacha podía ver la ventana por encima del sudoroso hombro de Bills. Bajo la ventana había una empinada ladera cubierta de nieve. Era más baja que la de la primera ventana, pero una caída desde esa altura podía llegar a ser mortal. A raíz de una mordida que Bills le dio, la muchacha descanso un mano en la espalda de él. Todo su cuerpo estaba cubierto de sudor como el de ella. Sus sales se mezclaban. Otros fluidos se estaban mezclando también, mientras apretaba los tobillos tras la espalda de Bills y este ponía más fuerza en los embates entre sus piernas. No había otro sonido que el de sus calurosas respiraciones. No había para Mary otro propósito que aquella ventana, que desapareció de su vista cuando él la tomó por las caderas para levantarla y terminar. Sus ojos se encontraron súbitamente, aquello asustó un poco a la muchacha, pero Bills estaba centrado en lo que hacía nada más.
-Quiero escucharte- le ordenó, pero con un tono imperativo más sutil que de costumbre.
El ritmo de las entradas y salidas aumentaron de forma brusca, logrando que la muchacha derrapara la piel de la espalda de Bills, quién le exigió no contentar más esos gemidos retenidos tras sus dientes. Para complacerlo y con ello distraerlo Mary cedió, pero su mente estaba en la ventana. Solo abandonó ese pensamiento cuando ese evento, para ella táctico, terminó y su cuerpo quedó colgando del de él. Estaba agotada si, más reservo energía para cuando Bills la dejó caer en la cama. Al separarse, Mary sujeto el collar y rompió la cadena. Aprovechando su posición consiguió darle una patada en el mentón a Bills y sacudirle el cerebro, tumbadolo de espaldas. Desgraciadamente, Mary no tenía la suficiente fuerza y no logró aturdirlo demasiado, mas Bills cometió el error de pensar que ella iría hacia la puerta, cuando en realidad fue hacia la ventana. Saltó contra ella y envuelta en la cortina cayó treinta metros rodando después por la ladera.
Desde la ventana, Bills la vió entre la ventisca. Estaba viva. Estaba de pie y corrió hacia el bosque. En esa tierra nunca un nombre fue pronunciado con tanta rabia como en ese momento que la palabra Mary salida de la boca de Bills hizo temblar el palacio.
Bulma y Milk habían decidido escapar esa noche. Se llevaron con ellas a Maron y los dos hombres. Los harían pasar por sus esposos mientras encontraban un sitio seguro donde establecerse. Vegeta no estuvo de acuerdo, pero no le quedó de otra y Goku ni siquiera sabían si sobreviviría el viaje. Para su mala suerte quedaron en medio de una ventisca que obligó a las mujeres a buscar refugio en una vieja mina. Hasta allí, atraída por la luz de la fogata, llegó Mary. En la entrada se derrumbó inconsciente. Tenía el cabello cubierto de nieve, estaba envuelta en una cortina roja y sus pies descalzos estaban casi morados.
Bulma fue la primera en ir hacia la muchacha para ayudarla aunque al verla caer pensó que no había mucho que hacer.
-Vive- exclamó con asombro y la levantó un poco para apartarle ese cabello rojo y escarchado del rostro.
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