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10._Suplica


Bier tenía sus grandes ojos fijos en aquella mujer. Miraba a su padre y miraba a la muchacha frente a él terminando por sentir una mezcla de temor y felicidad que humedeció sus ojos.

Mary hizo un gran esfuerzo para sostenerse en pie lo más erguida posible no solo para disminuir la tensión entre su cabello y la mano de Bills, sino también por su hijo que la estaba viendo por primera vez. Ambos, Bier y Mary, imaginaron ese encuentro decenas de veces, sin embargo, el escenario en que sucedió nunca fue contemplado por ninguno. Cuando el niño intentó acercarse dejando caer el caballito de madera, Dana lo tomó en sus brazos para impedirlo. Bier se resistió violentamente y puso en apuros a su nana. Una exclamación de su padre fue suficiente para terminar con sus rabieta.

-Vuelve a tu habitación- le ordenó Bills- Tu madre y yo tenemos mucho de que hablar- agregó y obligó a la mujer a caminar por el pasillo.

Contra la voluntad de Bills, Mary volteo a ver al niño mientras avanzaba por el corredor y él la siguió con la mirada angustiada hasta que tuvo el valor de llamar a su padre, en voz alta, deteniendo el avance de este.

-No lastimes a mi mamá- le pidió el niño cuando su padre se giró a verlo.

Bills no respondió y retomo su marcha llevándose a Mary con él.

La mujer andaba apenas. Cuando él la empujó al interior de una habitación cayó violentamente sobre el piso. Soltó un agudo quejido y se quedó tumbada ahí sin poder evitar Bills pisará su muslo. Tenía una herida ahí y la presión le causó un terrible dolor.

-¡Quítate bastardo!- le gritó Mary dando un golpe a la pantorrilla de su captor consiguiendo que él pisará con más fuerza.

-Vaya que eres resistente- comentó Bills- Me recuerdas a las cucarachas. La única forma de terminar con ellas es aplastarlas- exclamó levantando su bota para dejarla caer de forma brutal sobre el muslo de la mujer, que rápidamente rodo hacia un costado para evitar ese impacto.

Mary se levantó como pudo y cuando vio que él iba hacia ella tomó la silla que había a su costado para golpearlo con ella. Pero estaba demasiado débil y su golpe no tuvo fuerza. Bills le arrebato la silla y cerró su mano sobre el cuello de la mujer. Que odiosa sonrisa tenía Bills en ese momento. Realmente disfrutaba de poder tenerla entre sus manos y desquitarse de todo lo que le había estado haciendo.

-Eres una auténtica piedra en mi zapato, pero nunca has sido más que eso- le dijo y apretó la mano un poco más- Jamás has hecho otra cosa que fastidiar mis planes, Mary. Primero por poco me haces perderlo todo, después partiste a ese mocoso inútil tan parecido a ti y luego montas una resistencia inútil para evitar el avance de mis tropas...

-Sí fuera inútil...ya te hubieras apoderado de todo... a estas alturas- le respondió Mary apenas y sonrió porque sabía tenía razón.

El rostro de Bills se oscureció y sin ninguna clemencia le hundió la rodilla en el abdomen. Mary no pudo emitir ni un solo ruido. Cayó de bruces e inconsciente sobre la alfombra. No volvió a levantarse de allí. Bills la miró con desdén llevándose la mano, con la que sostuvo a la mujer, sujetó a la nariz. El olor de Mary había cambiado bastante en esos cinco años, pero todavía conservaba esas notas dulces de la primera vez que la vio.

Bier estaba sentado en su cuarto cuando su padre abrió la puerta exigiendo a Dana dejara el lugar. Casi de inmediato el niño le preguntó a su padre por su mamá, pero él tardo en responder. Bills observó la habitación del niño y también a él con mucha atención. Bier era igual a él exteriormente, pero en lo que a personalidad se refiere no tenían tanto en común. El temple de ese niño era melancólico y sereno. Algunos podían decir que era así por la vida que llevaba, pero no. Bier tenía esa predisposición a la observación, al pensar. Cosas que Bills rápidamente relacionó a esa mujer, pues él no era así.

Cuando apartó al niño de Mary lo hizo para hacerla sufrir. La había estado observando por semanas. Incluso más de una vez entro en la casa de ella solo porque podía hacerlo. Mary se había encariñado con su cachorro y si él se lo llevaba con toda certeza le haría un daño enorme. Sin embargo, jamás reflexionó en que hacer con ese niño. Tenía solo tres meses cuando se lo quito a su madre y una de las cosas que paso por su cabeza fue deshacerse de él en un río a medio congelar por el que pasó. Pero cuando suspendió al niño sobre las aguas...lo pensó mejor. Era mucho más terrible para ella no saber si el niño estaba vivo o estaba muerto y si lo estaba en que condiciones seguía viviendo. Él tenía decenas de sirvientes. Podía encargarle el trabajo de cuidar a ese bebe a cualquiera. Conseguir una nodriza sería sencillo. Así fue como Bier terminó en manos de la servidumbre del palacio hasta que cumplió los dos años.

Si Bier llamó padre a Bills fue porque los empleados así se lo inculcaron. "Lord Bills es su padre, debe llamarlo padre"- le decían y el niño lo asimilo. Bills jamás le dirigió una palabra de afecto, lo cargo en sus brazos o le dedicó tiempo. Órdenes y escarmientos era todo lo que Bier recibía de ese terrible sujeto. A esto se debió que el niño idealizara la figura de su madre que nunca conoció. Aquella imagen femenina tenía que ser la ternura y el cuidado que su padre nunca le mostró y que él tanto deseaba tener.

-¿Quieres ver a esa mujer?- le preguntó Bills que con las manos en su espalda y esa mirada penetrante adquiría un estampa demasiado imponente para Bier.

-Sí, padre- respondió con timidez, bajando la cabeza, medio metiéndola entre los hombros.

Bills pasó caminando por el costado del niño, hacia la ventana para ver el valle bajando la empinada ladera, siguiendo el camino del río.

-¿Me dejaras verla?- se atrevió a preguntar y Bills se giro a él sonriendo con esa astucia oscura que tenía.

Mucho había cambiado en la villa de San Whiss. Un alto y grueso muro rodeaba el lugar cuyas casas eran barracas para los soldados y en cuyo centro se alzó una atalaya que era el lugar desde donde Mary enviaba sus órdenes con halcones a todos sus aliados. Allí también estaban sus principales colaboradores como Piccolo que esa tarde recibió en su brazo a una de las aves mensajeras. Aquel halcón no llevaba ninguna nota, pero si unos cabellos rojos entre sus patas. Piccolo se sonrió enormemente complacido, mas cuando iba a bajar para dar una orden un chico llegó corriendo a él anunciando que se acercaba una tropa de hombres del rey. Rápido Piccolo descendió para ir a recibir a esos sujetos, aunque no se veía nada feliz por la llegada de ellos. Eso le comentó Whiss cuando se unió a él para ir hacia la puerta.

-Esas sabandijas no podían haber llegado en peor momento- gruño Piccolo- ¿Crees que sepan algo de lo que estamos haciendo?

-No me extrañaría- le respondió Whiss que llevaba una túnica pesada con bordes de piel blanca- Es difícil eludir la vigilancia del rey. Y en estos desafortunados momentos han de estar bastante preocupados por su suerte.

-Hace tres años pedimos ayuda para abastecer a nuestro ejército. Comida y armas. Esos cretinos no nos dieron nada y ahora vienen para colgarse de nuestros planes- dijo Piccolo sin ocultar su desprecio por sus imprevistos invitados.

-Creo que será mejor sea yo quien hable con estos amables caballeros- le dijo Whiss- La diplomacia no es lo tuyo, querido- agregó logrando que Piccolo hiciera una mueca de desagrado.

-Tú encárgate de estos niños delicados, yo iré a las minas. Vegeta y el torpe de Goku están ahí y no confío en ninguno de esos dos para efectuar ese trabajo- manifestó Piccolo y dándose la vuelta fue hacia los establos agitando el pesado manto blanco que llevaba a cuestas.

Cuando Mary despertó, lo hizo en una postura bastante incómoda, pues tenía las muñecas rodeadas por dos pesados grilletes sujetos a la pared, teniendo que permanecer de rodillas y de costado a la puerta de la celda. Su cuerpo había sido limpiado y curado, pero dolía. Además ese tipo de atenciones de parte de Bills nunca eran buena señal. No teniendo nada que hacer buscó una postura más cómoda para esperar. Si Bills no la había matado y la había dejado allí tarde o temprano iría a verla. No se equivocó. Pasado las diez de la noche la puerta de su celda fue abierta y el señor del lugar entro allí sonriendo de manera verdaderamente detestable. La puerta se cerró a su espalda y quedaron solos a la luz de una antorcha que se agitaba con la corriente de aire, que se colaba entre las piedras que formaban los muros.

-Ese mocoso quiere verte- le dijo Bills logrando transformar la expresión de odio de Mary en una de expectativa- A pesar de todo lo que le he contado de ti ese chiquillo tiene la ilusa idea de que eres una buena mujer...

-¿Qué es lo que le has estado diciendo de mí?- inquirió Mary poniéndose de pie pese a que eso implicó un poco de dolor en sus muñecas.

-Que eras mi mujer, pero una vez el nació te fuiste con un pobre diablo porque aborreciste ser madre- le contestó Bills medio riendo.

-¡Maldito seas, Bills! ¡Bestia desprovista de alma! ¡No eres más que una...- gritaba Mary, pero se calló, pues sabía sus palabras no surtían ningún efecto en él. Pero tenía que desquitarse de alguna forma y no pudiendo alcanzarlo lo escupió.

La saliva de Mary se deslizó por su mejilla. Bills se la quitó con la palma de su mano, la misma con la que tomó el rostro de la mujer para hacerla quedar en una postura incómoda y que acentuaba su posición de poder.

-¿Sabes por qué no me deshice de ese niño hace cinco años? Para hacerte perder la cabeza cuando vinieras por él- le dijo Bills antes de lamer el rostro de la mujer- Quieres ver a ese niño ¿no? Suplica para que te lo permita...ruegame por un momento con ese mocoso que es lo único que te importa ¿A cuántos has conducido a la muerte solo para recuperar a tu cachorro, Mary? Me vez y crees soy el villano de esta historia, pero ¿qué hay de tí?...Vamos a vengar a todos los estúpidos que te siguieron al campo de batalla está noche...postrate a mis pies y súplica por un minuto con nuestro hijo...

La mano de Bills bajo al cuello de la mujer y la presión que este iba aplicando la fueron obligando a arrodillarse, sin que esa expresión de odio de sus ojos desapareciera.

Bier se puso la mejor ropa que tenía y sujetaba entre sus manos un chocolate que Dana tomo de la cocina para él. Su padre le dijo que podía hablar con su madre un momento si ella también quería hacerlo, por lo que el niño estaba muy nervioso esperando por ella. Una hora, luego dos. Cuando se cumplieron tres horas de espera y él estaba por dormirse la puerta de esa habitación se abrió dejando ante él a esa mujer con la que tanto tiempo soñó. Detrás de ella estaba su padre, pero Bier lo ignoró. Él solo la veía a ella. A ella que dió dos tímidos pasos al interior del cuarto antes de caer sobre sus rodillas extendiendo los brazos hacia él que corrió hacia ella olvidándose de la advertencia que le hizo Bills.

Fue un abrazo de esos que solo se pueden dar cuando se lleva mucho tiempo esperando por tocar a esa persona amada. De esos que no te permiten mirar el rostro de quien tienes entre tus brazos, pues lo único que quieras es sentir, sentir y respirar a esa otra persona. Convencerte de que es real ese contacto. Mary quería abarcar a Bier con sus manos, con su cuerpo entero. Pegaba su rostro al de él, le besaba, lo respiraba casi con locura; para al fin pegarlo a su pecho y retenerlo allí. Tanto tiempo, tantos sacrificios y esfuerzos solo para vivir ese momento.

Tener de nuevo a Bier junto a ella valía una guerra, valía todas las humillaciones que Bills le hiciera pasar...

Bills observó ese encuentro con un rostro inexpresivo. Acercó su mano a su nariz y respiro sobre ella antes de cerrar con llave esa puerta. No era un tonto. Las ventanas de esa habitación tenían barrotes y la suerte de Whiss la llevaba en su bolsillo. Esa mujer era peligrosa. Era un acto temerario tenerla viva en su morada. En las puertas de su palacio, en ese momento, Lord Dai pedía una audiencia con él.  Pero Bills tardaría un poco en enterarse de eso.

-¿Está seguro que ella todavía vive, mi señor?- le preguntó un soldado a caballo a Dai que estaba sentado en el trineo.

-Un hombre que ofrece el peso de una mujer en oro a quien se la lleve con vida, lo hace porque lo último que tiene contemplado hacer...es matarla- respondió Lord Dai sonriendo con astucia.

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