1._Villa
Las puertas y ventanas se estaban cerrando. Las luces se apagaban y la amplia calle cubierta de nieve quedó desierta bajo la luna llena. Las tres muchachas, atadas al poste, pedían entre gritos y lágrimas que no las dejarán allí, pero ni sus familias les prestaron oído a sus patéticas llamadas. Al fin el frío y el cansancio las silencio. En toda la aldea no había un sólo sonido que interrumpiera la helada quietud. Casi a media noche, más allá de la lúgubre hilera de abetos que cubrían con sus sombras la senda de acceso al lugar, ladridos de perros se comenzaron a oír entre el tropel de los caballos al galope. Pronto las luces de las antorchas anunciaron la proximidad de la temible procesión. Las muchachas gimotearon de miedo mientras al interior de sus casas, los aldeanos oraban porque todo terminara pronto.
Un trineo tirado por media docena de negros caballos apareció por la curva que rodeaba la colina sobre la que crecieron los encorvados abetos. Sobre aquel vehículo iba una figura envuelta en una capa negra que se abría cual alas de cuervo, mientras
despiadadamente dejaba caer el látigo sobre los corceles que tiraban a toda velocidad y con todas sus fuerzas. Tras él iba una docena de jinetes con antorchas,
lanzas y espadas. La luna le daba al acero una frialdad de muerte y a los jinetes los dotaba de una aura de espectros demoníacos,
que se habían fugado del infierno para atormentar a los vivos. El trineo se detuvo a pocos metros de las mujeres y los dos caballos a la cabeza se levantaron sobre sus patas traseras relinchando furiosos de dolor. Su lomos resentian el látigo de su amo, que descendió del trineo enrollando su flagelo en su antebrazo, para ponerlo a su espalda cuando estuvo frente a esas hermosas muchachas de cabellos claros y pieles blancas como la leche. La que estaba en medio fue la única que miró a ese sujeto a los ojos. A esas pupilas como oro que la veían con desdén. La enguantada mano de ese individuo fue directamente a su cuello, se cerró allí y la alzó sin ningún cuidado para acercarla a su rostro. El aliento de aquella alargada boca se condensó en una nube efímera entre los dos, mientras esos labios escasos dejaban ver un perlado y agudo colmillo que brillo al estar de cara a la luna. Los ojos de ese sujeto pasaron de la mujer y miraron detrás. Allí habían cestas con toda clase de alimentos, costales también y objetos valiosos como candelabros de plata, charolas del mismo material y semejantes. Las riquezas de toda la aldea fue depositada allí para complacer al señor de la región, que como si inspeccionara un animal metió los dedos en la boca de la muchacha, después de quitarse el guante. Tenía unas garras oscuras que lastimaron a la mujer que carecía de una buena dentadura. Como si arrojara basura, ese individuo de rasgos felinos tiró al suelo a la pobre infeliz, de cuyo cuello salió un chorro de sangre que salpicó a las otras que gritaron de horror. Ni siquiera vieron la rápida zarpada que degolló a su compañera que casi decapitada cayó sobre la nieve.
Sin inmutarse aquel sujeto examinó los costales, reviso los objetos para luego mirar las casas cerradas en cuyas puertas colgaban coronas de navidad y muérdago. Nadie se asomaba a las ventanas, nadie hacía ruido. Ni un panteón podía estar tan callado como lo estaba esa villa.
Los hombres que lo acompañaban bajaron de los caballos para ir por las mercancías.
-Señor Bills-lo llamó uno de aquellos sujetos y su amo lo miró por encima de su hombro-¿No le apetecen estás mujeres? ¿Qué hacemos con ellas?
-Pueden hacer lo que quieran, pero quiero ver este lugar convertido en cenizas-le respondió-Su tributo es un insulto a mi persona- agregó y se giró enérgicamente,agitando su capa, para volver al trineo.
Bills se fue mientras sus hombres quemaban las casas después de desvalijarlas. Gritos de niños aterrados rompieron la noche y los alaridos de las mujeres ultrajadas morían entre el fuego. Hombres mutilados quedaron tendidos en la nieve, mientras el señor de la región corría en su trineo sonriendo satisfecho.
Un año después.
Vegeta y Mary miraban a Goku con bastante envidia. El sujeto parecía impermeable a todas sus desgracias. El frío no lo desanimaba e iba tarareando una canción navideña después de sugerir tres veces que comieran nieve con azúcar para pasar el hambre. Los otros dos con lo que les quedaba de, paciencia, lo iban oyendo montados en sus cansados caballos. Llevaban tres días de marcha, tenían frío y no habían comido en dos días. Las ropas las tenían cubiertas de una capa blanca y los rostros parecían tener una máscara vidriosa gracias a sus alimentos que se condensaban en una nube de cristales que se les adhería a la piel. Parecían tres espectros del invierno que se arrastraban por los blancos suelos donde no surgía un sólo movimiento. Ni un conejo que pudieran cazar, ni siquiera una rata o ave. Nada.
-¿Vegeta cuando crees que lleguemos a San Whiss?-le preguntó Goku a su compañero mientras miraba la luna y se oían lobos acercándose desde atrás, por la izquierda. Todavía estaban lejos, pero sus aullidos el viento los azotaba contra ellos.
-A este paso llegaremos a media noche- contestó Vegeta con voz áspera y un poco cansada.
-¿Creen que ese tal Bills sea tan fuerte como dicen?- preguntó Goku bajando la mirada a la nuca del caballo alazán en que iba montado.
-Según se dice es un tipo capaz de cosas abominables, pero nadie a podido acercarse lo suficiente como para enfrentarlo directamente-le dijo Vegeta.
-Una vez alguien me contó que mató a diez hombres él solo y con sus manos desnudas- les dijo Mary que iba en medio de los dos.
-¿Quién te contó eso?-le cuestionó Vegeta.
-Hit...
-¿El asesino?- le preguntó Vegeta.
-Dijo que una vez le pagaron para que lo matará, pero lo que ofrecieron no era suficiente para correr ese riesgo.
-Sí ese sujeto dice algo como eso es porque el objetivo es de cuidado-vcomentó Vegeta con gravedad.
-Eso lo hace más emocionante ¿No lo crees Vegeta?
-Date prisa Kakaroto- le contestó sonriendo antes de espolear su caballo- Villa Whiss está allá adelante- agregó y los otros vieron al frente. A media milla, se podía ver las luces de las casas.
-¿Tu nombre es Goku o Kakaroto?- le preguntó Mary a su compañero que se le adelantó rápidamente.
Los tres parecían haber iniciado una carrera por quién llegaba más rápido a la villa que era un lugar muy bonito. Las casas eran de sólido ladrillo, con techumbres de tejas y grandes chimeneas que lanzaban largas columnas de humo al helado aire de la noche. Cuando los jinetes dejaron el bosque, la manada de lobos salió tras ellos. Los famélicos animales estaban desesperados por alimento y esos tres eran la primeras criaturas vivas que veían en semanas. No iban a renunciar a ellas fácilmente. Para su mala suerte esos sujetos no eran ovejas bobas sino bravos cazadores de recompensa.
Cuando notaron a los animales,
la primera en responder fue Mary que disparó una ballesta pequeña que llevaba al cinto, bajo la capa. Tenía buena puntería y la saeta dio en medio de la frente del lobo que cayó pesadamente sobre la nieve.
-Eso es un desperdicio. La carne de lobo es muy rica asada-le dijo Goku cuando vio al animal quedar atrás.
-Sí bueno ya nos harás asado de lobo en otra ocasión- le dijo Mary, pero su compañero giró caballo para volver por el animal.
-¿Qué demonios haces Kakaroto? Puedes comer en la villa...
-Pero no habrá carne de lobo ahí- le respondió Goku justo antes de que un lobo le saltará encima desde el costado. Se libró de la bestia de un puñetazo para después medio colgarse del caballo para poder levantar al lobo que Mary mato.
Los otros dos lo cubrieron. Mary con su ballesta y Vegeta con un mosquete adaptado que era más grande y capas de disparar más rápido. Al verse atacados tan ferozmente, los lobos desistieron y Goku se unió a sus camaradas con el que Mary derribó a cuestas.
-Es mío- les dijo orgulloso y sonriendo enseñando todos los dientes.
-Tecnicamente es mío ya que fui yo quien lo mató-le dijo Mary-Pero puedes quedarte con la carne si me das la piel.
Apuraron el paso y pronto alcanzaron la villa. Allí había un aire muy festivo. En una semana sería navidad. Las casas y calles estaban decoradas con todo tipo de artículos típicos de la época. No parecía ser un lugar bajo la terrible amenaza por las cual se les contacto. Goku, Vegeta y Mary eran cazadores de recompensa. Se hicieron socios sólo porqué el trabajo estaba siendo escaso y en lugar de pelearse entre ellos por un objeto era más fácil cobrar más y repartir las ganancias. Aquella idea fue de Mary quién vio en esos dos la oportunidad de conseguir dinero sin la necesidad de esforzarse o correr peligro. Eran muy fuertes y muy bien entrenados en combate. Para los otros dos tenerla a ella era cómodo. Se ocupaba de las cosas odiosas de la supervivencia y no tenían que preocuparse de defenderla. Ella sabía cómo hacerlo. Aquello hacia de su sociedad algo muy rentable para todos.
Unos días atrás mediante un halcón mensajero, habían sido contactados para ocuparse de un sujeto llamado Bills que tenía a la región del este aterrorizada. Cada noche del veinticuatro de Diciembre salía con sus hombres a cobrar un tributo por vivir en sus tierras. Lo mejor de las cosechas de los granjeros, sus pertenencias más valiosas y las mujeres más bellas eran parte de su botín. De no recibir ese pago incendiada las aldeas y asesinaba a todos los que no podían huir. Hasta ese entonces se había limitado a aldeas humildes, pero ese año exigió un tributo a Villa San Whiss, uno de los asentamiento más ricos de la región que no estaba dispuesta a pagar semejante barbaridad y menos a recibir las consecuencias, así que pagaron a los mejores cazadores de recompensa para lidiar con el asunto. En la villa los estaban esperando y fueron muy bien recibidos por los pobladores, que habían preparado una recepción para ellos. Una abundante cena y cómodas camas para un grato descansó. No era muy usual contar con tal bienvenida, pero tampoco algo que no ocurriera.
Que entrarán cargando un lobo de montaña muerto causó una buena impresión. Mientras disfrutaban de la comida, uno de los anfitriones les habló de Bills. Mientras oían aquello, Mary fijo su atención en un retrato que colgaba sobre la chimenea. En ella se mostraba a un hombre jóven de cabello blanco, ojos violeta y piel azul, cubierto por una piel de armiño. Sostenía un cetro de obispo lo que era extraño, pues aquello se había dejado de usar unos veinte años atrás y la pintura parecía reciente.
-Él es San Whiss- le dijo una mujer de cabello negro que hace rato sobre atendía a Goku-Era el único capaz de mantener a raya a Bills.
-¿Y qué le pasó?-preguntó Mary.
-Nadie lo sabe- le dijo otra mujer que llevaba comida a la mesa. Tenía el cabello azul- Hace unos veinte años que desapareció. Desde entonces ese monstruo atormenta a la región.
-Algunos piensan que Bills le tendió una trampa y lo mato, pero es difícil de creer ya que el señor Whiss era muy fuerte y contaba con la bendición de nuestro señor.
-¿Era un sacerdote?
-Clérigo-le respondió la mujer de cabello azul- Sin embargo,el pintor lo retrato así, para dar valor a su figura y nombre. No por nada la villa se llama como él.
No volvieron a hablar de ese asunto y no había algo más que aportar respecto al trabajo que tenían que hacer. Después de la generosa cena, los cazadores de recompensa se retiraron a descansar. A la mañana siguiente partieron rumbo a la montaña en que Bills tenía su castillo. Estaba a unos cinco kilómetros de la villa hacia el sur. No era lejos y si todo salía bien volverían por la tarde. Vegeta y Goku se veían muy seguros de lograr derrotar a aquel sujeto. Hasta prometieron llevar su cuerpo a la villa como prueba de que esté no volvería a atormentarlos.
Esa tarde, cuando el sol pintaba de fuego la nieve, un caballo apareció en la curva del camino que iba hacia el castillo de Bills. Un hombre cayó pesadamente al suelo haciendo que quienes lo vieron corrieran a ayudarlos. Se trataba de Goku que estaba muy mal herido, pero conciente. Vegeta, que estaba sobre la grupa como un bulto, había perdido la conciencia. Sangraba de forma abundante de una herida en el abdomen. De Mary no había huella...
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