Un estúpido más
— ¿Qué se va a servir esta tarde, señor? —Pregunta con una sonrisa socarrona mirando hacia su jefe que está distraído con las cuentas de la caja de cambio.
Observo el menú con atención ahora que está a mi lado sosteniendo la libreta. Quisiera tener el tiempo de poder hablar con ella toda la noche, pero no podría ir a trabajar, y tampoco quiero despertar sospechas en Esaú, porque luego tendría que mentirle...
—Quiero Tiramisú. —Digo cerrando el menú y viendo al jefe que nos mira de reojo— Y después a ti.
Helen se agacha para anotar con la libreta en la mesa y cuando lo está haciendo murmura:
—En quince minutos se van todos los trabajadores y me quedo a cargo de la cafetería por la noche. Podremos hablar tranquilos.
—Bueno... —Murmuro con una sonrisa boba que no comprendo.
Se aleja con su habitual "retintín" al caminar, ella no lo sabe, pero da saltitos bien camuflados que forman parte de las cosas que más me gustan después del tiramisú.
El lunes ha llegado y no encuentro el significado de salir hoy de casa. Me aterra que el mundo me vea la cara aun algo marcada por la histeria que me generó el episodio que sigue repitiéndose una y otra vez.
—Moisés, Soy yo. Esaú. —Dice este abriendo la puerta de la habitación— Ya estoy listo para que nos va... ¿Moisés? ¿Cómo puedes seguir acostado? Siempre eres el primero en estar listo, ¿Qué demonios te pasó?
Esaú se acerca y se siente al filo de la cama sin tocarme. Por supuesto que no se ha dado cuenta de nada, si para él fundirse en la droga significa perderse de este mundo y pasar a otro con tanta facilidad... ¿Y si yo lo pruebo? ¿Podría hacer como él? Pasar de mi mundo al de Helen tan solo para decirle que lo siento, que jamás debí de atreverme a cambiar nuestra amistad por el amor.
—Oye... Es que yo me voy a ir y te dejaré aquí, recuerda que en la universidad no son nada flexibles con nadie, y mamá me dijo que tenía que sí o sí ir a dejarte.
—Ve. —Sentencio viendo la ventana del otro lado. No me levantaré.
— ¿Te duele algo?
—Sí. —Respondo con mi mandíbula tan tensa al retener las lágrimas que no quiero tener. No quiero sentir las emociones otra vez.
—Le diré a Laura que compre analgésicos. —Esaú se levanta y rodea la cama— ¿Y esos rasguños? Parece que un gato te saltó a la cara.
Levanto la sábana y me cubro por completo. Obviar a Esaú es la mejor opción.
—Esaú —Dice Laura desde la puerta— Llevaré a Miguel a casa de mi familia. Por hoy quiero estar sola, lejos de ti y toda tu basura.
—No me hables así Laura —Dice Esaú acercándose a la puerta— Sabes que es realmente difícil para mí dejar la droga, lo he intentado, pero juro que haré algo, cambiaré... cree en mí Laura.
—Creer en ti es como creer en el horóscopo. —Sentencia— Que estupidez contigo Esaú. Volveré mañana, por hoy quiero tranquilidad, yo y mi hijo, solos.
—Está bien... —Al asomarme, veo a Esaú que la detiene con nostalgia del brazo libre, en el otro trae a mi sobrino Miguel durmiendo— Prométeme que volverás mañana con mi hijo.
Laura suspira, y asiente en silencio. Estoy seguro que Laura siente amor por Esaú, de otra forma no volvería jamás.
Cuando Laura desaparece, Esaú vuelve a mi habitación y por única vez en la vida lo veo quebrarse en llanto de rodillas y con la cara tumbada en mi cama. Quiero hacer algo por él, pero no sé... lo único que he entendido es que el amor es malo, acaba con las cosas tan rápido saben bien.
—No quiero perderla, Moisés —Murmura secándose el rostro con su antebrazo— Pero es tan difícil dejarlo todo atrás... Es como una maldita maldición que se repite una y otra vez, me la acabaré y ella se irá, se irá para dejarme sólo otra vez.
—No... Ella te quiere mucho —Es todo lo que sé decir al descubrirme y levantarme del otro lado— Pero... tienes que pensar en ellos antes de... cualquier cosa... —Las palabras de aquel Sacerdote aparecen en mi boca, una advertencia...
Diario Azul:
¿Cuántas advertencias te manda Dios antes de hacerte perder una prueba? ¿Somos capaces de amar en medio de una advertencia? ¿O debemos de abandonar? Tengo que pasar por la librería, necesito comprar un libro de estadísticas actualizado... no quiero dejar de entender todo lo que está ocurriendo y ser lo que no soy.
—Hermano... —Solloza Esaú— No te alejes nunca de mí, no sé qué he estado pensando todos estos años...
No le respondo, yo tampoco sé qué piensa, no sé ni qué pensar yo. Paso al cuarto de baño y tras lavarme el rostro comienzo a alistarme. ¿Qué le está ocurriendo a mi hipófisis? Ya no está generando nada. Si Helen era mi serotonina...
Puedo jurar que en este precioso instante, cuando Esaú me deja fuera de la preparatoria y se despide, el imponente edificio me quiere tragar. Un lugar nuevo, con personalidades nuevas, y con Helen en algún lugar...
Acomodo mi corbata un momento y comienzo a caminar por el campus que se extiende lleno de risas, música... y algunos grupos lejanos en los que se huele la marihuana. No creí que este lugar fuera así, se supone que nos prepararían para entrar al mundo laboral o a la universidad... Ahora me percato de que mi antigua escuela era una cuna que no nos advierte de todo esto.
Chequeo en la entrada una pizarra con todos los nombres de los nuevos ingresos y por supuesto con el salón que nos asignan.
"Moisés... Williams...Rivas..." El salón 38 A. Trago con pesar al leer en la lista los demás nombres, no está Helen en mi salón... tal parece que aquel hombre no estaba mintiendo con lo de su advertencia.
El día que debería ser el más feliz de mi vida, el día que escojo una especialidad para poder ser... es el día en que caminando por un pasillo gris a través de este edificio me cruzo con la mirada que enciende los colores a mi alrededor.
—Helen... —Murmuro a unos pasos de ella, que al verme su sonrisa desaparece.
Está en un grupo mixto charlando, por lo menos lo hacía hasta que nos hemos encontrado. Me pareció una vida el efímero segundo que me observó, pero tras eso ha retomado la conversación con aquellos nuevos como nosotros y no se ha movido ni un centímetro al verme pasar delante de sus ojos. ¿Cómo es que tanto se pudo acabar en un beso? Soy un estúpido que no entiende las cosas más importantes de la vida, lo he entendido ya...
Helen cierra la puerta del café con el aviso "Ya vuelvo" y se ha soltado el cabello que tenía atravesado con un lápiz. Su sonrisa está alumbrando el lugar pero aquel recuerdo me hizo sentir frágil, nervioso, temeroso de estar aquí.
—Al fin solos, que día... —Comenta estirándose sentada frente a mí.
—Veo que estás cansada. —Comento nervioso sin verla. Mis manos nerviosas juegan en la mesa— Podríamos dejarlo para otro día. —Digo levantándome.
—No, ¿Por qué?, ahora podemos estar tranquilos, además ahora no tenemos que pedirle permiso a nadie para estar hasta altas horas de la noche si deseamos. —Argumenta Helen volviendo a sentarme con delicadeza.
—Helen... es que todavía no puedo creer que estés aquí... —Digo apenado.
—Estoy aquí... —Dice ella desentendida secando con uno de sus pulgares las lágrimas que se me han escapado. Soy un llorón que la aburrirá... —Tranquilo, ¿Qué pasa?
Estoy sin palabras, pero me levanto y rodeo la mesa para levantarla a ella y abrazarla con fuerza. Son tantas las cosas que pasé con ella y sin ella que no sabría por dónde comenzar a hilar nuevamente este encuentro.
Sus manos me abrazan un poco, con desconfianza al comienzo y luego con la misma fuerza.
Separados otra vez puedo ver en sus ojos húmedos tantas cosas que no hemos podido vivir y que sé quisiéramos vivir hoy.
—Dime que nunca tuviste nada que ver con lo de Esaú... —Digo con temor de escuchar su respuesta— Dime que no eres una criminal, que puedo quedarme aquí, sólo contigo... y que no esperé en vano todos estos años.
Helen se cubre la boca con nostalgia y se deja caer en un taburete de la barra. Me observa, pero aun ahora no obtengo respuestas...
Me dejo caer en el taburete a su lado y juntos observamos a la carretera los automóviles pasar. La noche nos ofrece atmósfera que ciertamente nos está haciendo falta.
—Tengo que decirte algo Moisés... —Murmura apenada.
—Dímelo... —Digo sin verla.
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