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Parches


La campana fue tocada un minuto antes de lo que debería haber sido y eso me alegra muchísimo, tengo un minuto para hablar con Helen cuando lleguemos a su casa sin tener que temer por llegar tarde a la mía.

Helen salta de emoción tirando uno de sus cuadernos que rápidamente toma y mete en su morral.

—Moisés, ¿Te gustaría que hoy nos fuéramos por el espacio vacío?

—No, es peligroso —Le respondo sin verla.

—Pero es divertido caerse. No sé tú, pero ¡hala! Quiero probar mi súper salto triple agua boa serpiente y toro.

— ¿Qué dices? —Pregunto extrañado buscando mi chaqueta de lluvia que no está por ningún lado. Sé que la traje y que la colgué en mi silla, pero ya no está— Mi chaqueta no está.

Helen detiene su circo personal para prestarle atención a mi nerviosismo que otra vez se me escapa de las manos. Una de sus manos enguantadas detienen las mías y niega.

—Cálmate, la vamos a encontrar.

— ¡NO! ¡PERDERÉ EL MINUTO LIBRE BUSCANDO!

— ¿Qué minuto? —Indaga curiosa— Dime.

Me tenso al pensar en la respuesta. Miro la pulsera que la cubre levemente su mano enguantada y miro hacia mi morral.

—Tampoco están mis guantes.

—Haber, ¿y de qué color eran? Porque yo no te vi con guantes.

— ¡Atención niños y niñas! Mañana deben traer sin falta las firmas de sus padres para el paseo escolar de invierno. Y por favor, abríguense que hace mucho frío. Hasta mañana pequeños, tengan buena tarde.

Todos observamos con atención como la maestra sale del salón y enseguida todos comienzan a alistarse colocándose sus chaquetas y guantes. Ciertamente el invierno llegó anticipado este año también. Pero ahora lo único que me importa es la chaqueta los guantes, mi mamá me dijo que si los perdía me haría leerle en voz alta un cuento, y no, me rehusó, no quiero leerle nada si está Esaú. Además papá me dijo cuándo me los compró que no debía perderlos porque el dinero tampoco es como si estuviera tan fácil de ganar, sería una razón más para su separación si no los encuentro.

Helen está buscando en su morral por si los metí allí, aunque jamás metería algo mío entre sus cosas... pero bueno. Unas risas al final del salón nos hacen voltearnos y mis labios se tensan al ver a un grupo de nuestra clase con mi chaqueta y mis guantes entre sus manos.

Helen arquea una ceja y me pregunta:

— ¿Esas son tus cosas?

—Sí... —Respondo con temor.

Helen no se mueve, pero ellos sí. Veo cómo es que tiran la chaqueta al suelo y la pisotean entre todos, también veo como destrozan mis guantes con unas tijeras y vuelven a pisotearlo todo junto. ¿Por qué me hacen algo así?

— ¡Ya! —Grita Helen y yo me cubro los oídos— ¿¡Terminaron de hacerlo sentir mal!?

— ¿Qué te hizo el enfermo para que andes de Wonder woman todo el rato? No te atrevas a meterte en medio Helen, no llevas más de dos meses aquí, aún pueden devolverte.

Escucho la respuesta de Agustín, uno de nuestros compañeros y temo por Helen. Ella apenas lleva un mes y medio con nosotros, el invierno llegó y se ha peleado con medio mundo cada vez que me molestan, hubiese preferido poder defenderme solo...

— ¿Qué? Ustedes son de lo peor, no entiendo ¿Qué les hizo para que lo odien tanto? Me dan asco. —Responde Helen empujando a Agustín.

Entre todos rápidamente la toman y la pegan en la pared para darle trozos de guante. No puedo creer lo que estoy viendo, me siento realmente mal por Helen.

— ¡Ayúdame Moisés! —Grita asustada tirando pedazos de guante de la boca.

Agustín se gira a verme y yo no puedo articular una sola palabra.

—No te atrevas a moverte mongol. Vete a casa y no vuelvas a intentar encajar, porque no eres normal, eres un problema. —Dice Agustín.

Aquello me hace sentirme pequeño una vez más. Pero Helen me mira pidiendo ayuda a pesar de que intenta golpearlos con las piernas.

—No soy un problema —Murmuro— Soy un humano...

— ¡No me hagas reír Mongol! ¡Ya vete! ¡Vete! ¡VETE! —Me grita encima y caigo cubriéndome los oídos.

— ¡No le grites más! Él no puede resistir los ruidos fuertes... no lo hagas más —Suplica Helen apenada.

Ellos la terminan soltando, y para cuando se van Helen golpea una mesa.

—No puedo creerlo... quiero matarlos.

—Es malo, matar...es malo. —Respondo apenado recogiendo algunos de los trozos de mis guantes que tanto trabajo le costó conseguir a papá ahora que no estaba consiguiendo clientes en su despacho— Tendré que repararlos...

— ¿Estás loco? No puedes repararlos, hay un millón de pedacitos, encima no tienes máquina de coser. —Murmura Helen recogiendo la chaqueta y sacudiéndola— Se ha salvado, sólo debemos de lavarla...

Ambos giramos la mirada a la ventana, se ha puesto a llover torrencial y para cuando salimos del salón podemos ver como las gotas de lluvia rebotan en la cancha formando posas.

—Mal día... —Digo mirando mi chaqueta sucia.

— ¿Mal día? Son demasiado tontos, ellos no pueden entender que el agua limpia, debieron buscar otro momento para hacer esto, mira —Dice Helen tomando una de mis manos, rápidamente me tenso y camino a saltos con ella que casi corre a la cancha mojada.

—Helen, pescaremos un resfriado, es exponencialmente alta la probabilidad...

—Deja ya de hablar de números y siente esto. —Me dice girando bajo la lluvia torrencial.

Animado un poco por aquello, comienzo a girar lento. Ella levanta mi chaqueta y nos cubre.

—Ahora se limpiará. —Asegura con su sonrisa preciosa.

Diario Azul:

Jamás he observado ojos como los de Helen, que incluso entre tanta agua se convierten en un torrente mayor. ¿Cómo es que Helen ilumina cualquier cosa que desee? Hay una alta probabilidad de que sí, sea un ángel que Dios mandó en busca de mí.

Ya estando en casa, guardo mi diario bajo la cama y me seco el cabello con una toalla. Mamá está cocinando algo que me gusta mucho, es queque de limón. Bajo con la toalla en mi cabeza y me encuentro con ella de lleno en la cocina, está llorando en silencio mientras ve como el queque se infla en el horno.

Me siento en la mesa que está detrás de ella y la observo en silencio hasta que nota mi presencia.

—Hola hijo. ¿Quieres queque, cierto? Es tu favorito... como el de tu padre. —Comenta formando una fina línea con sus labios— ¿Él te ha llamado?

Niego sin tener que hablar y ella aprieta la cuchara entre sus manos.

—Sucede que hace unos días lo he visto. Me llamó para que nos juntásemos y ¿sabes lo que me dijo? Es increíble. —Comenta con sarcasmo— me dijo: "Es que tú no lo comprenderías por que no sabes querer de verdad" ¿Cómo no voy a saber querer de verdad? ¿No soy yo la que sigue aquí?

Sus palabras me hacen entender que soy su obligación, y por aquello me atrevo a decirle:

—No quiero obligarte a nada...

— ¿Cómo? ¿Moisés me estás hablando? —Pregunta extrañada acercándose a mí— ¿Desde cuándo has comenzado a hablar, hijo?

Yo me levanto y doy unos pasos atrás, ella prosigue:

—Moisés, ay hijo...

Sus lágrimas comienzan a desbordarse descontroladas y no sé qué hacer para calmarla, tan solo le doy unas palmadas en la espalda y es mucho, no me atrevo a tener más contacto.

—Yo no debería ser así... no debería hacer esto... tú y tu hermano son mis motores y lo he olvidado completamente, me enfrasqué en la botella creyendo que así me olvidaría de tu padre y mira... sigo haciendo lo que más le gusta.

Yo asiento.

—Perdóname, prometo ser una mejor madre... sé que me necesitas hijo... y yo a ti.

Mamá me da un abrazo rápido y vuelve a soltarme, lo agradezco internamente.

Esta noche comemos queque sin Esaú, él no ha querido salir de su habitación, y cuando yo subo para entrar a la mía, él sale viéndome enfadado. Rápidamente me meto y me encierro.

Diario Azul:

No hay dudas. Papá tuvo planes diferentes y no nos dijo nada, mamá llora pero es porque está enamorada, sé lo que es el amor, lo he visto muchas veces y lo considero lo más lindo de la existencia. Pero a veces toma tonalidades oscuras que seguro Helen podría teñir... tendré que preguntarle mañana. Por ahora solo quiero que mi hermano cambie, y me diga ¿cómo puedo ser un mejor hermano? Para él... Buenas noches diario, y buenas noches Helen.

A la mañana siguiente, cuando ya estoy en la parada con Esaú esperando el autobús intento verle, pero él se gira para que nadie nos vea juntos. Se esfuerza en alejarse...

El autobús llega y los amigos de Esaú están esperándole dentro, se saludan y comienzan a verme automáticamente.

—Moisés, ¡aquí! —Me señala Helen que está sentada al final.

Con pesar paso por el lado de ellos y mejor miro hacia otro lado. No quiero que Helen se percate.

— ¿Cómo estuvo la lluvia de anoche? Yo estuve viéndola caer mucho tiempo antes de dormir. —Comenta. Como siempre es la más parlanchina— Y además me dormí algo tarde—Bosteza— Estaba pensando.

Yo la miro un momento, y ella dice:

—Pensaba en si te enfermaste como dijiste ayer.

—No...—Aseguro con vergüenza— no me enfermé.

—Pero igual te puedes enfermar otro día. —Comenta ella con cierto aire de altanería— Por eso te traje esto. —De su morral saca mis guantes mal cocidos— me tardé como tres horas en cocer todos los pedacitos, y aunque faltaron algunos le pegué unos parches de tela que tenía de Minnie, espero que no te moleste...

Fue el mejor regalo de mi vida... el más fantástico.

Helen se marchó hace como media hora atrás con la idea de que nos veremos cuando salga, y como aquel día de lluvia hoy nos toca abrigarnos si no deseamos pescar un resfriado, o pescar más recuerdos que duelen, no lo sé... Quiero saber que ha sido de Helen todos estos años pero temo no tener nada que contarle de mí, mi vida no ha sido muy divertida, no tiene por qué serlo, pero quiero decirle algo que la mantenga un minuto más conmigo.

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