Los golpes en el alma
Quizá desde aquel momento en que todo pareció desmoronarse,perdí parte de la confianza que adquirí con Helen, y quizá también es por eso que hoy la veo y siento que tengo cosas que reparar, porque soy un envase a medio llenar. Quiero dejar de sentir miedo al verla, miedo absurdo de saber que he hecho algo malo, de saber que un día tendré que tocar la puerta de su casa y decirle a aquel hombre que no puedo ser feliz sin su mujer... Esas son las cosas que ya no me están dejando mirar con claridad... entre otras cosas, está lo que sucedió después de aquella noche de fiesta, cosas que sin duda te marcan como ser humano...
- ¿Ya ves?, este macho sigue a medias, no se toma una cerveza desde hace uuuufff -Comenta Camilo a Helen que está rellenando una jarra sólo para él.
-Cortesía de la casa -Menciona Helen dejando unos manís de colores en un pequeño platillo.
Estamos ignorándonos porque los dos sabemos que ahora hemos cometido un nuevo error, pero Camilo parece querer largar todo lo que tiene por la lengua, no deja de hablar, y en un momento dado mientras estoy probando mi leche con plátano comenta:
-Me dijeron que estás casada, ¿Cómo fue eso?, ¿No que te ibas a casar con Moisés?
Nervioso miro hacia otro lugar sin dejar de beber de mi vaso, pero por otro lado es Helen quien se ha molestado, su rostro lo ha demostrado y lo ha hecho saber al instante.
-Camilo, no digas algo como eso. Sabes bien como terminó todo y no quieras incomodar a Moisés o a mí con tus preguntas.
-Yo no quiero incomodar a nadie Helen -Dice alzando una ceja mi amigo que tiene temperamento al igual que Helen- Pero no tiene sentido que hallas aparecido justo aquí después de tanto tiempo. Si no querías hallar a Moisés, ¿Entonces a qué has venido? Y sobre todo, yo no te estoy criticando que hayas avanzado, te critico que te has adueñado de la tranquilidad de Moisés, él estaba estable hasta que de un día para otro ¡Paf! Nos cae Helen de nuevo y retrocedemos como treinta años al día que nadie quiere mencionar.
-Camilo -Murmura Helen- Este es mi lugar de trabajo. Y en todo caso si Moisés quisiera explicaciones me las pediría, y hasta donde los dos sabemos no las necesita. Yo no me he puesto a hurgar en lo que haya hecho o no después de mí, y aun casada sigo apreciando a Moisés, es por eso que no me he permitido alejarme de él, él más que nadie sabe que me tiene aquí para cualquier cosa y no dudaré en ir si él me llama a la hora que sea, Moisés sabe que...
- ¿Q-qué es lo que s-sé? -Interrumpo terriblemente dolido con mi voz temblorosa.
Helen me observa y Camilo también, me hacen sentir extraño, dejo de verlos por momentos.
-Moisés, nunca quise hacerte daño con la decisión que tomé... aun tienes que saber porqué lo hice yo...
La voz del jefe de Helen se ha alzado por encima de su voz y ella se ha marchado a atender, es cierto, no estamos en el lugar apropiado para hablar nada pero sí que me duele saber del presente. Camilo no hace caso a esta escena, o si lo hace pero intenta incomodarla, se ha bebido tan lentamente la cerveza con el fin de martirizarla con mi presencia, y a mí ponerme cada vez más triste.
-No quiero que al vuelvas a buscar amigo. Tú mereces más que una mujer que quiso enrostrar su hermoso presente, te lo dije antes y te lo digo ahora, vas a tener que mirar al frente.
-N-no hablemos más... de Helen. -Murmuro levantándome sin ver a nadie en especial. Estoy tan por debajo de todos que podría caerme al centro de la tierra y quizá a nadie le importaría...
-Cierto, mejor vámonos de aquí.
Camilo deja el dinero de lo consumido en la barra y sin despedirse de nada camina a la salida delante de mí y yo detrás.
-Moisés, espera -Dice Helen que aparece con una charola en la mano y en la otra que me sujeta del brazo- No pienses mal Moisés, mira ven a verme a casa, podemos hablarlo con calma...
Observo su mano en mi brazo y la intención de correr a ella me parece tan atractiva que me da miedo. Una vez corrí detrás de la peor emoción y mirando nuevamente es que debo elegir bien.
-D-después vemos -Le murmuro quitando mi brazo y siguiendo a Camilo que espera con el gesto torcido en la puerta.
Cuando tomamos el autobús de vuelta y nos sentamos es que Camilo suelta:
-Bien hecho amigo. No hay nada que valga más que tu propia vida, siempre piensa eso antes de decidir cualquier cosa.
Observo al cielo desde la ventana, ¿Dónde estás Dios? ¿Dónde te me has escondido cuando siento que todo se ha teñido oscuro otra vez? Quiero un abrazo, quiero sentir que no fracasé, que mi amor no fue nada, sino que en algún punto si fui valorado...
-Tranquilo Bro. Llora si tienes que llorar. -Dice apenado.
Han pasado ya dos días desde que no veo a Helen, no se ha presentado en la preparatoria, tampoco la he visto salir de su casa. El temor crece, la ansiedad crece y la culpa también. No he podido contarle a Esaú ni a mamá nada de lo que me pasa, aunque claramente ya se han cansado de averiguar qué sucede conmigo.
Esta tarde y como todas las que vengan por delante de mi existencia la paso en mi habitación sintiendo el terrible pavor de las palabras del padre de Helen. Tengo tanto miedo que he comenzado a temblar sin desearlo, he llorado, he vuelto a temblar y sigo esperando lo que sea que me haga por haber deshonrado a su hija y a su casa. Yo no, no deshonré a Helen, yo la quiero, es mi amiga y jamás le haría daño.
-Hola Bro -Dice Camilo asomándose por mi puerta- Tu madre me ha dejado entrar a verte, y mira, alguien más vino conmigo. -Al terminar de abrir la puerta veo a la amiga de Helen, Kiara.
-H-hola. -Murmura avergonzada.
Observo a Camilo un momento tratando de hilar qué tiene por cerebro, ¿Cómo se le ocurre traer a esta niña en este momento a mi habitación?
-Íbamos Kiara y yo a la cancha a jugar un poco de baloncesto, pero como nos queda de pasada tu casa decidimos pasar a saludar.
-Vale -Respondo sin ver a ninguno, me abrazo a mí mismo intentando no temblar en presencia de nadie, me dejo caer en mi cama y miro la ventana.
-Vale, estás ocupado. -Dice Camilo- Entonces te veo después. Vámonos Kiara, déjale allí en la mesita de noche el regalo.
¿Regalo? La puerta se cierra y me volteo a ver que me han dejado. ¿Qué es? Extrañado me acerco y tomo algo que está envuelto en papel prensado.
Un libro... ¿¡Un libro!?
Con temor lo tiro al suelo y vuelvo a tirarme en la cama con la esperanza de que todo desaparezca. No quiero leer nada que me haga pensar en lo que podría suceder, ya tengo demasiado. ¿Por qué me habrían traído un libro de Romance? Yo no quiero más...
Apenado vuelvo a levantarme y observo el libro desde mi posición. No encuentro razones o motivos. Vuelvo a tomarlo y con indecisión lo termino abriendo.
Mi presión de acelera al notar aquello, una nota de Helen en medio de las páginas. Rápidamente la tomo y comienzo a leerla:
Querido Moisés:
Papá está demasiado enojado conmigo, han sido días eternos. No quiero preocuparte más, pero él jamás me había golpeado hasta esa mañana... tengo miedo de lo que suceda contigo... al menos yo ya sé que será de mí, y he decidido escribirte para decirte que el viernes de la presente semana dejo Chile para volver a Alemania con papá y mamá. No quiero irme sin poder decirte que todo lo que sucedió es mi culpa, no quiero que te responsabilices por nada... y aun cuando ya no podré verte quizá nunca más, debes saber que eres todo para mí, y que no me olvidaré de nosotros, te prometo que serás mi corazón aun cuando no estés presente físicamente. Te prometo volver, no sé cómo, pero volveré por ti, y me quedaré por nosotros. Todo lo que sucedió es lo que más siento ahora conmigo y no dejaré que nadie me lo arrebate. Te amo, claro que te amo, porque nunca pensé encontrar a alguien que me entendiese tal como soy.
Con todo mi afecto, Helen.
Al final de su carta hay un corazón que encierra nuestros nombres. Hoy es jueves, mañana es el último día que estamos en el mismo continente y mis ojos se rehúsan a mirar otros ojos. No quiero que se vaya, no quiero que desaparezca de mi vida por tantos años, creo en ella y sé que volverá pero si no la veo una vez más no sé...
Tiemblo...
Tomo la chaqueta que Esaú me ha prestado y decido moverme en busca de Helen otra vez, pero en cuanto lo intento siento los golpes fuertes en la primera planta y me escondo detrás de la pared del segundo piso.
Me asomo y veo a Esaú que abre y tan rápido lo hace está forcejeando con dos cuatro hombres que lo tiran al suelo.
- ¿¡Qué demonios quieren!? ¿¡QUIÉNES SON USTEDES!? ¡JODER! ¡MOISÉS! ¡MOISÉS! -Me grita aterrado.
Estoy paralizado observando asomado la escena. Escucho el llanto de mi sobrino Miguel y a Laura ser arrastrada por el suelo.
- ¡Dejen a mi mujer! -Exige Esaú fuera de sí intentando liberarse del agarre de los otros dos que lo sostienen.
Ninguno de los hombros dice nada, pero se miran entre ellos y se sonríen con complicidad mientras uno de ellos se desabotona los pantalones y otro sujeta a Laura con fuerza.
Cierro los ojos con fuerza al oír los gritos de Laura y me escondo detrás de la pared por completo, me agacho y me abrazo sintiendo pavor. Mi hermano grita y llora, suplica mientras una horrible escena se puede ver a través de los gritos de dolor de mi cuñada.
El bebé Miguel llora con tanta fuerza que me cubro los oídos y comienzo a sentir convulsiones que no puedo soportar.
- ¡Aaah! -Grito entre todos los gritos pero nadie parece oírme.
Los gritos de auxilio de mi cuñada siguen, y Esaú está gritando entre llanto. La escena sigue y sigue, los sonidos me hacen entender de qué va todo. Y cuando creo que se ha acabado escucho como es que el llanto de mi sobrino se aleja. ¡Se lo están robando!
Esaú se levanta con todo lo que puede y corre detrás del que está cercano a la salida...
Aquel día fue el último que vimos a Miguel con vida... El último día que Esaú miró la droga... el último día para todos...
Desde la escalera veo como Esaú abraza a Laura que llora tan desgarradoramente que estoy llorando en la escalera también. Esaú me observa desde su posición y yo sollozo con fuerza.
El día en que Esaú entendió que es una familia, y el día en que yo comprendí en qué me había metido... por supuesto, ya era demasiado tarde para los dos...
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