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Incondicional

—Lo siento Moisés... —Repite Esaú sollozando en el sofá mientras Laura tristemente llora— A sido muy difícil para mí vivir en una casa en que ocurrió todo...

—Pero... —Observo delante de mí un montón de cartas, de Helen, quiero tomarlas, pero no puedo... Esaú me las ha enseñado porque siente dolor a cerca de lo que pasó con nuestro Miguel. Apenado me dejo caer en el sofá frente a ellos— No... no las leeré... no es necesario. —Menciono viendo las cartas aun.

—Moisés, perdóname... he sido egoísta contigo, pero yo sé tú me entiendes a mí... —Menciona Esaú abrazándose a Laura— Q...quiero pedirte que... vendamos la casa y nos cambiemos... —El silencio se apodera de la sala, no lo miro, pero sigo intentando descifrar ¿Qué habría en esas cartas? Esaú las escondió y lo comprendo... nadie quiere volver a temer por la vida de ningún hijo.

—Sí. —Respondo seco— Vámonos.

— ¿N-no estás molesto conmigo, Moisés? ¿En verdad no sientes rencor por haberlas escondido?

—No... —Murmuro levantándome— Tan solo... no vuelvas a enseñármelas.

—Moisés...

Me volteo y me marcho. Un solo segundo más en frente de aquellas cartas y no podré dormir todo lo que me resta de vida. ¿Y si estuvo mal y necesitó ayuda? ¿Y si quería decirme el lugar donde volveríamos a reencontrarnos?

Cuando amanece y veo el calendario que está frente a mí en la cama tuerzo el gesto agobiado por tener que asistir al día en que pierdo a mi amigo. Sigo asustado por lo ocurrió con esa mujer, he tirado el principito con mucha pena porque es un libro muy bueno, pero que me recordaba lo que me hizo, me siento aún muy mal, Esaú me dijo que me calmara que tan solo fue un beso de nada, que lo olvidara, pero no puedo olvidar. Me siento asqueroso, usado, esa mujer no me gusta y me provoca repulsión, pensaba que quizá podríamos hablar después de sus disculpas pero creo que eso no pasará.

Me levanto con pesar y me ducho algo maniaco al sentir nuevamente el beso, me hecho agua una y otra vez en la cara, me pongo jabón en los labios pero el asqueroso sabor sigue ahí.

Cuando estoy frente al espejo viendo mi rostro me percato de que me ha crecido bello y que no puedo parecer un vikingo en esta ocasión. Me paso la crema de afeitar por el rostro y comienzo a afeitarme pensando en Helen. ¿Cómo es que pasé de un horrible beso a Helen el ángel de mi vida? No lo comprendo, me siento otra persona.

De pronto siento que el calor me toma y me volteo apoyándome en el lavado a medio afeitar y me percato de que por alguna razón tengo una erección que no tiene sentido. Avergonzado me hato la toalla a la cintura y termino lo que comencé.

—Ya es la hora, infeliz. —Es Camilo que se ha tomado la libertad de pasar a mi habitación. Rápidamente termino con la barba y salgo a verlo— Estoy más ansioso que la vez que me tragué las treinta donas. ¿Sabes lo que es usar este tipo de traje y no sentirse asfixiado en el intento? ¿Y qué tal si no llega? ¿Y si me dice que no cuándo le pregunten si quiere casarse conmigo?

Se pasea de un lado a otro haciendo preguntas, me marea y me pone nervioso.

—Haber cállate —Le pido pasando hasta mi traje que tengo en el closet guardado en una gran bolsa— N- no deberías p...preocuparte

— ¿Cómo no? ¿Cómo qué no? ¿¡No te das cuenta!? —Me grita y yo sacudo la cabeza molesto— Perdona, es que ya no soy más con toda la presión, es como si fuera la primera vez que mezclaré en vivo.

—Recuerdo que fue todo un éxito. —Le comento abrochando mi camisa

—Pero en ese tiempo todos éramos uno adolescentes, ahora no tengo idea que música poner, allí sí sabía de artistas y ahora me he degrado a picar lomito en un restaurante por horas... Y lo peor es que no busqué artistas nuevos... —Murmura esto último mirando mi colección de música que me he dedicado a descargar por años. Yo no soy de usar el celular... entonces me he limitado a descargar y escuchar solo en casa— Oh no. Mi música sí que no, acabo de ordenarla por año.

—Por favor... —Murmura con los jodidos ojos de perro a medio morir que me causan más nerviosismo.

—Si Helen llega por alguna razón, tú tendrás que dejarla estar. —Sentencio colocándome los pantalones sin verlo.

— ¿Qué? —Camilo alza una ceja y comienza a saltar en su lugar mientras yo observo los discos para meterle presión— No puedes pedirme algo así Moisés, es injusto.

— ¿Por qué es injusto? —Respondo sin comprender. Claro que no lo es, ambos ganamos algo que deseamos.

— ¡Oh! —Frunce el entrecejo cruzándose de brazos— Tu ganas. Pero luego no me jodas con que no te advertí que saldrías lastimado.

—Yo... —Por un segundo dudo de mi petición y miro al suelo a mis pies descalzos. ¿Y si en realidad me estoy equivocando?

—Nada de yo, ya hicimos trato y el tipo que yo conozco no le tiene miedo a equivocarse. ¿Acaso no eres tú ese tipo? —Me pregunta agarrando mi antebrazo y viéndome fijamente— Avísame cuando dejes de ser ese tipo, porque entonces ya no serás mi amigo.

Abrumado por lo que acaba de decir levanto la mirada y siento debo obviar mis malos pensamientos o jamás avanzaré por lo que quiero.

—G-gracias... —Murmuro y él me sonríe.

—No te hagas el sentimental ahora que me voy a casar. Ya te dije que no me moriré ni te dejaré, eres como el hermano pequeño que no tuve... ya sabes... yo soy el más pequeño —Ríe y yo lo hago también.

Horas después, cuando me aseguro de despedirme de mi sobrina Romina y del bebé Jacob que está rompiendo el pan en migajas, arreglo mi corbata y con la mirada en alto camino hacia el automóvil de Esaú, me lo ha prestado para la ocasión. No observo a nadie más soy consciente de que me están viendo. No hay nada que temer... no hay nada que temer. Intento convencerme de que no hay nada que temer.

Al llegar a la boda me posiciono en los puestos de más adelante para llevarle los anillos con la mirada pegada en ellos. Mi terapeuta me dijo que si todos me miraban yo debía de pensar en blanco, una habitación blanca, y así lo hago.

Le entrego las argollas a mi amigo que irradia felicidad y ansiedad por besar a su ahora novia chocolate. Le digo novia chocolate porque al igual que camilo es de piel oscura.

Juntos se miran a los ojos y yo no puedo evitar imaginar que yo ocupo su lugar y que Helen me estira su hermosa sonrisa justo antes de tocar sus labios...

Despierto de mis sueños cuando Camilo y ella salen por el pasillo y están lanzando arroz, yo no quise hacerlo pues pienso es un desperdicio monumental y enseguida las palomas se morirían de tanto arroz que comerán. Berona lleva una cola tan larga que Camilo la enrolla en el descapotable que se han contratado para la ocasión y se han marchado a la dirección donde se realizará la fiesta.

Todos los invitados comienzan a tomar taxis o a irse en sus automóviles, así mismo lo hago yo cuando soy detenido por aquella mujer que me atormenta.

—Hola Moisés, ¿Me llevas? —Pregunta Selena de manera extraña. Está muy tranquila para ser ella.

—Hola, no. —Respondo apresurado sosteniendo las llaves con fuerza— V-voy apurado.

—Por eso, me llevas a mí y nos apresuramos ambos, yo también voy a la fiesta, estoy de paramédico con otros amigos de la ambulancia.

—N-no...

Justo cuando voy a articular una idea ella pasa delante de mí y se acerca demasiado, tanto que me molesta.

—No le dirás que no a una señorita. Dejar a una mujer en medio de la noche está muy feo ¿No crees?

Su rostro casi me consume, sus ojos son muy acaparadores. Con molestia aparto el rostro y ella termina subiendo sin nada más que decir. Obligado a llevarla porque no sé cómo bajarla después de lo que me ha dicho conduzco en silencio.

—Oye ¿Estás enfadado conmigo? —Pregunta mirándome pero yo no despego la mirada de la carretera.

—Tan solo me das asco. —Respondo en una sola frase sorprendiéndome. No iba a mentirle pero tampoco esperaba que fuera tan... así.

— ¿¡Cómo que te doy asco!? —Grita encolerizada.

—E...e...es v...verdad. —Murmuro dándole al acelerador. No doy un minuto más con ella aquí.

— ¡Eres un maldito enfermo! ¿¡Cómo me dices eso!?

Me grita y el sonido retumba en los cristales al detenerme en el estacionamiento de la fiesta. Me perturba todo en ella, no me gusta para nada.

—P...pensaba que...po...podíamos ser amigos... —Argumento apenado.

— ¿¡Qué!? ¡Eres un maricón! ¡Poco hombre! —Me grita otra vez y me cubro los oídos con temor.

— ¡Mírame! —Me exige al tiempo que se descubre de la parte delantera de su vestido. Comienzo a temblar al sentir repulsión, rápidamente llevo una de mis manos a mi boca— ¡Maricón! —Me vuelve a gritar y me suelta una bofetada antes de acomodarse su vestido y salir dando un portazo.

Me abrazo a mí mismo con total asco, nunca me habían hecho sentir un objeto de uso desechable, ¿Acaso así se sentirán las mujeres que son ultrajadas? ¿Acaso así se sintió Laura?

Apenado comienzo a llorar recordando las veces en que me robaban mis cosas de niños, y en cada recuerdo Helen salta con su capa y espada dando pelea para protegerme... Sollozo levantando la mirada y diviso un bonito vestido rojo liso que cae hasta el suelo de forma impoluta... es agradable...

Diario Azul:

¿Saben? Desde niño creía que los ángeles eran creaciones para guiarnos en cada paso de nuestras vidas, pero yo desconocía la parte en que ellos bajaban a la tierra y se mezclaban entre nosotros como simples seres aparentemente humanos...

He llegado a la conclusión que cuando un ángel se enamora le ofrece sus alas a Dios con el fin de demostrarle que se quedarán para siempre en la tierra viviendo la vida de un ser humano que morirá en algún momento... rechazan su lugar divino y su única forma de volver por el amor que llegan a sentir... Y ahora la veo a los ojos y no hay momento que no quisiera repetir a su lado...

Se voltea levemente y descubro los ojos de Helen viéndome, un efímero momento en el que quiero permanecer toda la noche...

Me bajo del automóvil aun con dolor en mi rostro y sigo el camino que ha tomado para encontrármela mucho más delante, en una mesa de aperitivos de la mano con su esposo y otros hombres de la policía que visten su uniforme.

Me detengo de golpe y Helen pasea la mirada hasta otra mesa que está algo lejana. Me acerco a la mesa que está mirando y de espaldas a ella tomo un aperitivo hasta que escucho:

—Sí, claro que Helen y yo hemos pensando en tener hijos. ¿No falta mucho para eso, o no amor?

Me volteo de golpe con el entrecejo fruncido, él aun no me nota pero es obvio que pronto me notará si sigo escuchando esa conversación. Molesto comienzo a pasearme con una copa de piña colada que es lo único con alcohol que bebo, estoy seguro que mi entrecejo no cederá ni un centímetro.

Helen está viéndome pasearme, me sigue con la mirada y a ratos deja de hacerlo para sonreír a su esposo y sus amigos.

Camilo está lejano, está bailando el Valls.

El alrededor se tiñe de blanco para mí, tan solo está su vestido rojo delante de mí, debo buscar la forma de hablar...

Helen me observa atenta cuando su esposo está bebiendo con sus amigos y le ha dejado un poco de lado. Ladeo la cabeza señalándole la cocina de la que salen todos los aperitivos que se están sirviendo. Primero se adelanta ella y cuando ya está dentro miro hacia todos lados asegurándome nadie nos haya visto y la sigo.

—Helen... Helen... —Murmuro agitado llegando a su lado y sosteniendo su precioso rostro en mis manos.

Ella hace lo mismo y comienza a acariciarlo con fuerza, estirando mi piel como si no creyese estamos frente a frente.

—Vámonos de aquí. —Le pido mirando hacia atrás— Ahora mismo.

Helen asiente y rápidamente me quito el saco para cubrirla, juntos salimos por en medio de la fiesta como si en realidad fuésemos invisibles. Aunque claro no lo somos. Su esposo nos ha visto y rápidamente ha apuntado hacia nosotros, así sus amigos que están de policía nos han seguido hasta el estacionamiento en una especie de persecución mientras nos vamos escondiendo detrás de cada automóvil al pasar.

Apresurados por el frío y por el corazón que nos une y nos late cerca de una desgracia nos subimos al automóvil de Esaú y arranco con prisa hasta la carretera dejando a tres hombres atrás y al esposo de Helen que aun sosteniendo la copa la deja caer.

—Te he robado... —Murmuro mirándola por un momento en el retrovisor a mi izquierda.

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