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El paraíso


—Tengo cuarenta y un años Helen... —Digo viendo a una mujer que reparte cosas mesa por mesa— Y... no encontré más Helen's que pudieran comprenderme... ¿Cómo no voy a odiar el amarillo? Si, la Helen que conocí me dijo que no le temiera no estaba más...

Helen observa a la mujer que deja una vela sobre nuestra mesa ahora que se ha despejado un poco el cielo.

— ¿Desea comprar una vela señora? No es nada cara, y es aromática. —Dice la mujer de ojeras que está vendiendo mesa a mesa.

Helen alza una ceja viendo el producto que es totalmente innecesario, sí.

— ¿Cuánto cuesta? —Pregunto viendo la vela más no a la mujer.

—Mil pesos...— (chilenos)

Del bolsillo saco un billete morado de dos mil pesos y se lo entrego.

—No tengo vuelto señor... yo...

—No importa.

Helen mira atenta mis acciones, la mujer me agradece dos veces, intenta tomarme la mano pero yo la aparto rápidamente.

—No existen personas como usted ya en este mundo... —Comenta la mujer, y mirando a Helen le dice— Tienes suerte de estar con un hombre tan guapo y generoso. Serás muy feliz.

Helen se colorea y parlotea algo en alemán que no entiendo. La mujer nos deja y Helen pregunta tomando un poco de helado, como siempre no le importa hablar con la boca llena.

— ¿Por qué la compraste? Se supone que tienes electricidad en casa ¿O no?

—Porque es otro día en el paraíso —Respondo tomando la vela.

— ¿Cómo en el paraíso? —Pregunta Helen extrañada.

—Ah... y dices que no me has olvidado... —Respondo sonriendo bajo.

Hoy es el gran día, debemos de ir al paseo escolar a la nieve. Tuve que ir con mamá a casa de la tía Menchi para conseguirme unos pantalones térmicos y una chaqueta más "adecuada" para el frío. Me quedan algo grandes, todos mis primos ya tienen la edad de Esaú... pero mamá dice que mejor así, ya que no sentiré nada de frío, y yo le creo.

—Gracias hermana —Dice mamá tomando la ropa que antes me ha probado— La verdad es que si no hubieses estado tú, Moisés tendría que habérselo perdido.

— ¡Ay tonta! No me agradezcas. ¿Cómo iba a dejar que mi sobrino predilecto se lo perdiera?

La tía Menchi me mira y me lanza un beso imaginario que me hace sentir muy bien. Ella siempre ha entendido que no me gusta la cercanía y aun así se ha buscado la forma de llegar a mí. Además, ella es la segunda persona con la que más hablo después de Helen.

— ¿Me esperas un momento hijo? Ve con tus primos.

Finjo ir con mis primos a la habitación que está aún lado de la sala de estar de la casa de la tía Menchi y me pongo a escuchar tras la puerta. Nunca me ha gustado estar tanto con mis primos, gritan mucho.

—Menchi, todos los días pienso en ¿Qué será de mi Moisés cuando sea un adulto?

—Nada, será un bonito hombre, trabajador y muy inteligente —Responde la tía Menchi alzando los hombros— Te preocupas por algo que no deberías.

Mamá toma aire y lo exhala con fuerza.

—Me preocupo porque si un día yo llego a faltarle él no tendrá a nadie en el mundo...

— ¿Cómo que no? Tendrá a su hermano, a su padre y a mí y todos sus primos.

—Pero ninguno de todos ustedes se preocupará de si tuvo para comer, o si no encuentra un trabajo que pueda realizar... tú sabes bien que Moisés tiene un sinfín de debilidades con su enfermerdad que en el mundo laboral no encajan... el mundo es egoísta Menchi.

—Primero —Dice la tía Menchi cortándola— No le veas como un inútil porque no lo es. Quizá ahora no hable con nadie pero ¿No es eso mejor? En el mundo laboral no buscan a alguien que esté sacando las vueltas gratis. Moisés es muy responsable, es limpio y nunca tiene problemas si le mandan a hacer algo. De seguro un día hayará a alguien que le saque la voz y le enseñe a vivir incluso bajo su síndrome.

—El doctor dice que quizá nunca logre superarlo... ¿Quién va a querer a un hombre que no te habla? —Mamá hace una pausa— Que no te habla cuando te pones un nuevo vestido... que no te habla cuando están juntos... ¿Tú sabes a lo que me refiero?

—Sí... pero...

—Pero nada Menchi, intentas tapar el sol con un dedo. Mi pobre hijo sufrirá las consecuencias de un mundo egoísta y estará condenado a estar sólo... —Oigo a mamá sollozar...

¿Sólo? Yo... estoy tranquilo en soledad pero si Helen se fuera un día... ¿En verdad me gustaría tanto mi soledad? Mamá, como quisiera contarte que hay alguien con quien hablo, a quien quisiera decirle más cosas... no tengas miedo, porque voy a lograrlo...

—Ya, tranquila —Mi tía Menchi le golpea levemente la espalda, lo veo mientras me asomo solo un poco— Ya veremos que se teje en el camino, además, apenas tiene once años, le falta un montón de cosas por aprender.

—Sí... sí —Mamá se levanta y le da un beso en la mejilla— Dile a los niños que vendré para el cumpleaños de la Gloria.

—Son ya tres meses desde que gloria llegó a este mundo, y no sé como decirte lo despierta que es... pero el problema es otro... y tú sabes bien.

— ¿Cuál? —Pregunta mamá confundida.

—Que tendré que invitar de todas formas a tu esposo. Él es el padrino de Gloria y no puede faltar.

— ¿¡Vas a invitarlo!? —El grito de mamá resuena en mis oídos y me molesta— No, ¿Cómo te atreves a hacerle esto a tu propia hermana?

—No te hago nada. Tan solo te estoy contando para que te prepares porque sé que no le quieres ver.

—Inaudito...

Mamá frunce el ceño y niega.

— Moisés ¡Moisés! —Me llama y yo tardo un poco en "llegar a la puerta"— Nos vamos, dile chao a la tía Menchi.

—Chao tía —Murmuro sin verla. Ella asiente y me lanza otro beso imaginario que recibo con una de mis manos.

Llegando a casa subo las escaleras con algo de dificultad, aun duelen algunos de los moratones después de la caída, pero lo cierto es que no dejo de pensar en mañana, tengo muchas ganas de ir a la nieve con Helen. Ella me dijo que ya la conocía pero que le hacía gracia enseñarme a lanzarme en un trineo.

Diario Azul:

La nieve tiene que ser la creación más estable, es fría y mantiene la temperatura para que podamos subsistir. ¿Las personas nos podemos transformar en nieve para poder subsistir en el egoísmo del que habla mamá? Si así fuera no tendría preocupaciones, y si supiese que al menos cinco horas al día soy feliz y hablo de lo que me gusta, ¿Le daría tranquilidad? Tengo que hablar con Helen y preguntarle si puede quedarse conmigo hasta ser adultos, así mamá no sufrirá.

A la mañana siguiente me visto con dificultad pero lo hago con la prisa necesaria. Bajo a tomar desayuno, Esaú está pero se limita a mirar mis acciones mientras bebe té.

—Buenos días mis amores —Dice mamá dejándole un beso a Esaú y luego un saludo lejano a mí. Asiento levemente— ¿No se ve bien tu hermano con los pantalones térmicos de tu primo Rick?

—Bastante cómico. —Comenta Esaú mirando ahora la televisión— Yo volveré después de media noche mamá, estaré en casa de Laura terminando un trabajo.

¿En casa de Laura? Pero si Laura ya no está en su plantel... se cambió de escuela hace dos meses... ¿Por qué le está mintiendo?

—Bueno, pero que luego te traigan sus padres al menos. Ya sabes que el barrio de Laura no es muy bueno.

—Bueno, lo que tú digas —Se levanta y recoge su taza.

Yo estoy en el fregadero lavando una manzana y cuando mamá no está viendo me hace a un lado.

—No te hagas el imbécil Moisés. Sé bien que andas en algo con la fea niña esa y aquí te haces el que no hablas nada, así que más te vale quedarte callado con respecto a lo de Laura, no busques problemas gratis.

Asiento a lo que dice aunque no entiendo que tiene de malo hablar con Helen.

Tomo desayuno con mamá que habla a cerca de todos los cuidados que debo tener en la nieve, me dice que no me despegue de la maestra y que si necesito de mi inhalador (Porque soy asmático) lo llevo en el bolsillo de afuera de mi morral.

Salgo cuando ya falta un minuto para el autobús y al sentarme junto a Helen ella ríe bajito.

— ¿Por qué no me dijiste que no tenías pantalones de tu talla? —Pregunta divertida.

— Estos están requeté bien. —Comento tocándolos— Son muy calentitos.

—Qué bueno que has traído tus guantes pero mira, yo traje otros que quizá te sirvan, mi mamá dijo que podía prestártelos ya que ella compró mucho para mí cuando vivíamos en Alemania, son térmicos, especiales para agarrar la nieve y no mojarse.

Recibo los guantes de Helen, son mitones. Yo los había visto alguna vez en las tiendas del centro pero la verdad es que no son nada baratos.

—Muy bien niños —Anuncia la maestra que lleva un gorro de mono de nieve. ¡Qué risa me da!

— ¿Estás riendo Moisés? —Pregunta la Maestra con una sonrisa— Ya era hora de que alguien me molestase —Comenta ella ahora con una sonrisa cálida— Bueno niños, retomando, nos bajaremos de a dos en dos y no olviden que si por alguna razón llegan a separarse del grupo deben bajar a la cabaña de los esquíes que está justo aquí donde nos hemos estacionado. Así podremos ubicarnos. Nos reuniremos justo a las cinco de la tarde pues a esa hora ya estará completamente el sol escondido y debemos de partir devuelta, si por alguna nueva razón llegan a retrasarse el segundo bus llega a las seis con la maestra del séptimo grado. Por favor, no salgan del perímetro indicado en los folletos que Marcelo les ha entregado, él es el guía de montaña.

El hombre de cabello rubio y ojos café oscuro saluda con una reverencia leve. Lleva en su espalda unos esquíes colgados y parece que tiene frío, pues sus dientes no dejan de temblar.

— ¡Genial! —Dice Helen abriendo el folleto.

— ¿Qué es?

—Hay una colina que está especial para lanzarse... pero oh... está fuera del perímetro... —Dice ahora apenada.

—No deberíamos ir allí. —Digo con seguridad.

— ¿No deberíamos? ¿O deberíamos pero no nos dejaron? —Pregunta ahora con una sonrisa que me asusta— ¡Anda vamos!

—No... —Digo bajándome y viendo como todos nuestros demás compañeros se van directo a la nieve— Es peligroso.

— ¡El peligro es diversión con precaución!

Aquella frase la analizo una y otra vez en mi cabeza, no tiene lógica, pero tampoco tengo algo que debatir ante aquello.

— ¿Dónde es? —Pregunto sin verla.

—La colina de la muerte —Dice animada— Por allá —Señala un bosque de pinos.

Con temor asiento y la sigo detrás de una larga y empinada colina que está de hecho detrás de la que hemos de visitar realmente. No está nada bien esto, pero si Helen dijo que se trataba de diversión...

Llevamos cerca de una hora y media subiendo y a veces hasta me falta el aire pero sigo queriendo llegar hasta donde lo desea, debe ser que le emociona, no sé... pero quiero llegar para que pueda enseñarme aquello de lanzarme por el trineo.

— ¡Anda Moisés!

Me cubro los oídos levemente, no la escucho tan cerca, pero me está quemando el hielo.

— ¡Voy! —Intento gritar. Pero el aire me sigue faltando.

De pronto caigo en la nieve y siento puro dolor. Helen se acerca con prisa bastante preocupada, mi error fue no decirle que soy asmático también.

— ¿Qué sucede Moisés?

—Mi... a...as..asma... B...bolsillo... —Extiendo mi mano al morral hacia el bolsilo exterior.

— ¡Dios! —Cierro los ojos molesto— No me dijiste eso... —Preocupada abre el bolsillo y saca el inhalador que bate rápidamente—¿Cuántos debo hacerte?

Levanto el mitón y murmuro:

—D...dos...

—Haber, yo... —Con temor lo pone en mi boca y jala del gatillo para inhalarme, pero descubro que mamá me envió el que estaba vacío— ¡No!

Niego con pesar, me falta el aire realmente. Helen nervios alanza el inhalador vacío hacia otro lado y me trata de enderezar pero no lo logra.

—No Moisés, no me hagas esto, ¿¡Cómo te vas a venir a morir aquí!? —Grita exasperada.

Yo abro los ojos y veo el sol que está demasiado fuerte, me quema incluso más que el mismo hielo bajo de nosotros.

—Estamos muy lejos para volver... —Dice apenada abrazándome. No puedo moverme, le quiero decir que me deje pero no puedo moverme.

Cierro los ojos nuevamente y la dejo hacer, de todos modos ya no puedo estar más molesto por haberle hecho caso.

El frío de los labios de Helen me queman los míos y despierto de golpe al sentir el aire que ha exhalado dentro de mi boca.

— ¿Qué me hiciste? —Pregunto asustado.

— ¡Te salvé la vida! —Se queja ella envalentonada con sus mejillas rojas— Se supone que debemos hacer buenas acciones para ganarnos un día más con Dios ¿O no? Bueno, eso hice. —Dice levantándose.

Aquel día, fue un mes más en el paraíso para mí...

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