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El extraño que odio

Diario Azul:

Hoy es el día de nuestra primera exposición al aire libre en la preparatoria. Vendrán jefes de empresa de todas las regiones, se supone que tendremos que hablarles a cerca de nuestras ideas y proyectos a ver si alguno se anima en apostar por nosotros y al salir, poder firmar con ellos contrato y las ideas... Camilo me dijo que como nuestro curso es el encargado de la psicología laboral podríamos proponer algo referente a nuestras aptitudes. En un principio no le encontré nada interesante, pero ahora que estoy averiguando más sobre los distintos trastornos que existen, los síndromes y toda la variedad de enfermedades mentales que existen tengo una hipótesis que me gustaría presentar...

—Ya, ¿Qué estás pensando ahora? —Pregunta Dj Ku, Camilo, el afro... en fin, todo eso en una sola persona. Demasiado para seguir pensando la verdad, jaja.

—Nada, nada —Digo sonriendo levemente antes de darle un mordisco a la hamburguesa.

Una hamburguesa... quizá no tan buena como la de aquella vez.

Suspiro mirando a mi alrededor. Hay tantos stand ya siendo montados, y nosotros seguimos vagando en el inmenso universo que representa una hamburguesa.

Me pongo de pié y estiro el papel que la envuelve, una y otra vez repito la acción.

—Ya lo tengo. —Le digo a Camilo sin verlo.

— ¿Qué es? —Dice jugando con sus manos, nervioso.

— ¿Cómo podrían descubrir una hamburguesa deliciosa si no la prueban? Todos tenemos el mismo envoltorio, y aunque lo arrugas vuelve a estirarse, este material es especial por supuesto, y ¿Por qué no proponerlo así?

— ¿Así cómo? —Pregunta mirando el envoltorio y dándole otra mordida a su hamburguesa.

— ¿No lo ves? —Pregunto extrañado— Tú y yo somos dos envoltorios que pueden volver a estirarse, podemos adaptarnos, los demás no se adaptan a nada porque ya están dentro de los envoltorios simples. Lo que quiero decir es que nosotros somos versátiles, tenemos lo que un jefe busca.

—Pero eso puede serlo cualquiera —Afirma poco convencido.

—Pero la idea es demostrar que podemos aun detrás de la máscara que nos cuelga el mundo. —Murmuro con seguridad.

—Me gusta eso de la máscara. Yo me encargo de la música entonces. —Dice con complicidad— Algo dinámico, no queremos apagar la feria. Pero tú te encargas de convencerlos, es todo lo que pido —Dice divertido quitándome el envoltorio— Moisés, el joven hamburguesa.

Sonrío sin verlo y con decisión me volteo para perder toda la cordura al fijarme en la chica de tacones azules y traje del mismo color. Trago con pesar. ¿Hay algo que Helen no haga bien? Está convenciendo a varios hombres y mujeres ya de que su propuesta es la mejor de nuestra preparatoria, y no lo dudo, ella tiene el potencial para referirse si quiere a un insecto, como si fuese una barra de oro.

Me encantaría poder acercarme a acariciar un solo momento su bonito rostro, o quizá sólo exhalar el aroma de su cabello lacio. ¿Por qué todo tiene que ser tan cruel? Había jurado que ella cayó del cielo para mí, y me la han arrebatado...

Camino hasta el lugar en que debiese estar nuestro stand y comienzo a armar las cosas según el manual que nos han entregado. Camilo está por otro lado comenzando a ordenar las telas que cubren el stand, pero no soy ningún mentiroso, cuando encuentro la oportunidad me giro a verla, y lo repito varias veces.

—Amigo —Menciona Camilo al poner su equipo de música y mezclador en la mesa— ¿Te gusta esta? —Pregunta enseñándome una canción que no conozco pero que rápidamente me trae una idea.

—Camilo —Me levanto y miro al filo de uno de los pilares que nos separan de los demás stand, por supuesto, estoy observando a Helen— ¿Tú me dejarías hacer algo que quizá nos arruine pero que me hará feliz la vida entera?

— ¿¡BROMEAS!?

Con molestia niego y  le hago la señal de que mis oídos se van a reventar si vuelve a hacerlo.

—Estás loco, ¿Cómo me preguntas eso? Me quedo si vas a reírte a lo burro, a mí me importa un comino si la directora nos suspende. Serían dos días para descansar y qué decir... —Se alza de hombros con una sonrisa— Tú dirás.

Definitivamente Camilo es mi amigo. Hemos pasado ya la mitad del año juntos, pero él me habla como un hermano y yo lo considero así, no sé en qué momento le he contado todo acerca de lo que viví con Helen, y él tampoco sabe por qué me ha contado todo lo que pasó su gran familia, pero bueno, hemos llegado a la conclusión que somos un enigma para resolver.

Han pasado quince minutos y cuando ya hemos repasado una y otra vez el plan nos hemos observado las manos con nerviosismo, entre los dos no hacemos uno pero no importa, se supone que es un mensaje indirecto para Helen, ella lo entenderá, claro que sí...

—Uno —Cuenta Camilo preparando la música y el botón de play.

—Dos. —Digo yo con los colores por el lóbulo parietal con el micrófono en la mano.

—Tres. —Sentencia dándole play a la canción "I just called to say i love you" de Stevie wonder.

Las miradas de varios de los asistentes se congelaron en nuestro stand al oír la melodía de aquella hermosa canción que se estrenó en 1984, y que para el año 2000 (nuestro presente) se vuelve algo clásica y aburrida. ¡Nada de eso! Para mí esto es música, no sé para los demás...

Camilo está riendo sin ver a nadie, la ansiedad se lo está comiendo, y a mí me están tragando los ojos de todos menos los de Helen. ¿¡Pero qué más debo hacer para que me vea un segundito!?

La directora nos ve desde las escaleras que colindan con nuestra feria de stands y rápidamente comienza a bajar los escalones, no importa, me tengo que convencer de que no importa. El coro ha llegado, estoy diciéndoselo, Helen mírame un momento.

— ¡Señor Williams! ¡Señor Rivas! —Se refiere a nosotros e intento obviar el dolor de cabeza que me está creciendo.

Todo el mundo está sonriendo, está aplaudiendo o están murmurando. Peor justo ahora, el tiempo se congela... las paredes dejan sus colores, los árboles dejan de tirar hojas y el cabello de Helen se mueve lento dejando ver su rostro iluminado por su infinita gracia divina. Sus tacones se giran en el mismo eje y sus labios se entre abren para murmurar "Moisés" y yo asiento, asiento porque se es mi nombre y soy su animal de carga, obediente, me da igual, ese soy yo.

— ¡Señor Williams y Rivas a la oficina ahora!

Los colores vuelven de una y el rollito se corta pero estoy con la sonrisa cruzada por haber logrado mi objetivo. No hay nada que no le haya dicho ahora, está enterada de que no seguiré sintiendo temor.

Arrastrados por la directora hasta la oficina no dejo de ver a Helen que evidentemente se ha sorprendido y lo ha comprendido.

—No, tú tienes que estar loco. —Dice Camilo mirando al techo mientras somos arrastrados del brazo por la mujer fortachona que tenemos por directora.

—En efecto —Digo con una sonrisa colosal.

— ¡Silencio! —Ordena la directora enfadada— ¿Ustedes no se dan por enterados que todos los asistentes a esta feria no son personas que buscan un show de circo?, son profesionales que buscan los mejores, con esto solo degradan nuestra institución, ¿Creen que les vamos a suspender por esto? Están realmente equivocados jovencitos, acaban de firmar su acuerdo, pero de salida.

La cara de Camilo se descompone por momentos mientras yo intento articular algo que nos salve, que ciertamente no sale en el momento adecuado.

—No puede hacernos esto —Dice Camilo— ¿Usted sabe todo lo que le costó a mi familia pagar este uniforme?

— ¿Usted sabe señor Rivas cuanto nos costó traer a estas personas para que se fijen en ustedes?

La pregunta de la directora me hace sentir efímeramente mal. Lo que realmente me trae triste es la cara de Camilo, le veo podrido por dentro, está a punto de convulsionar de rabia.

—No puede echarnos. —Vuelve a decir— Es una tontería de críos —Argumenta.

—Por lo mismo. Unos críos no pueden aspirar a nada, deben de volver al jardín de niños.

—No, yo tengo la culpa —Menciono con un hilo de voz mirando mis manos— Solo yo me voy.

—No señor Williams, usted pudo estar cantando o quitándose la ropa da igual. Pero el Señor Rivas se hacía cargo de la música. Trabajos de a dos se pagan de a dos.

—Al menos dejenos terminar el año e ir a casa en paz señorita directora —Dice apenado Camilo— Mamá se morirá del dolor si sabe que me expulsaron así...

—Debió pensar antes, para eso tiene raciocinio y muchas neuronas que de seguro las utilizó para decir "Sí" a esta locura. —Sentencia la directora— Van a recoger sus cosas y van a estar mañana aquí a primera hora con sus apoderados para hacer la expulsión efectiva.

—No, no puede —Vuelve a decir Camilo destrozado agarrándose del saco de la mujer mayor.

—Está en el reglamento interno Rivas, léalo, y dígame si yo soy la que está mal. Buenas tardes.

La directora deja a Camilo a medio morir y a mi colgado de un tendedero imaginario. ¿Cómo es que nos fuimos al traste tan rápido?

Camilo se pone de pié y escupe al suelo causándome repulsión.

—Basta ya, esta vieja tiene serios problemas al corazón. ¿Cómo va a ser que una simple canción le haya dolido tanto el culo? Una mierda.

—Lo s-s-siento... —Murmuro apenado— N-no pensé qu..que...

—Ah—Camilo se voltea a verme y niega— Ya estaba escrito que dos palitos de otro árbol tenían que salir de aquí. Ni te eches la culpa. ¿Sabes qué Moisés? Ojalá un día nos encontremos trabajando en el mismo lugar, aunque sea barriendo estará bien. Jamás quise estar detrás de un escritorio o inyectando personas.

Las palabras de Camilo me hacen sentir aliviado pero ciertamente la culpa no desaparece. He conocido a su mamá las pocas veces que ha venido a buscarlo para ir a las citas con su psicólogo, y la mujer haitiana parece ser una mujer de esfuerzo, cansada, está demacrada la verdad. Y aun así, me habló de lo mucho que esperaba ver a su hijo menor siendo el profesional que no pudieron ser sus anteriores catorce hijos a causa de la economía en Haití. Que decir... como diría Camilo.

—Amigo. —Le digo— Tú eres mi amigo.

—Claro que lo soy, ¿No vaya a ser que te siga en tus locuras por gusto? —Responde divertido mirando la gran salida— ¿Ya nos vamos?

—Sí... —Murmuro aun desecho por lo que acabamos de provocar.

Me volteo y dejo que Camilo pase su brazo por mi espalda, necesito eso o me caeré. En silencio caminamos a la salida vestidos de traje, como recién despedidos, aunque en efecto eso es.

—Moisés —Dice agitada la voz más hermosa de la existencia. Hace que me voltee sin decir nada más.

Camilo nos observa, y asiente.

—Ya, lo entiendo, quieren privacidad. ¿No quieren también un café?, yo me voy a casa amigo, te veo mañana cuando seamos unos flamantes buenos para nada.

— ¿Buenos para nada? —Pregunta extrañada Helen.

—Ya te explica aquí el machote este. —Dice Camilo dándome un golpe en el pecho y marchándose.

La mirada de Helen va preocupada a mis ojos y yo rápidamente le quito la mirada a riesgo de parecer estúpido.

—Nos expulsaron. —Menciono sin más.

— ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? Moisés... ¿Qué estabas pensando?

—En ti, todo este tiempo pensé en ti. —Murmuro sollozando— ¿Es un pecado amar? Helen...

Helen me aprieta la nariz y cuando creo que me tirará al suelo me besa. Me deja sin aliento, me roba todo en un beso que no alcanzo a dimensionar.

—Yo también, te amo Moisés —Dice al separarse con una cálida sonrisa tímida que me acelera los sentidos.

No sé a qué lugar observar exactamente, no sé si decir "Sí" o reírme. Es una euforia terrible la que está creciendo dentro de mí. Comienzo a moverme nervioso, pero Helen me detiene.

—Te amo, te amo, te amo. Quiero ser tu novia, ¿Tú quieres ser mi novio?

Mis cables se cruzan y colapsan buscando una respuesta, estoy riendo bajo como si no entendiera nada y rápidamente la abrazo y vuelvo a besarla sin medir mis propias acciones. No sé de otra forma para decir sí, aunque el intento de levantarla he fallado, la suelto y observo al cielo que está próximo a nosotros por la salida.

¿Gracias? ¡Gracias definitivamente Dios!

Volteo otra vez y Helen sonríe divertida.

—Dame otro —Le exijo sin tener que verla directamente.

—Otro más entonces. —Sentencia acortando la distancia y atrapándome en sus labios otra vez. Es lo más delicioso después de su hamburguesa.

La lluvia ha cesado y el amanecer ha sonreído gracias a Dios que se ha enterado de mi corazón congelado. Han pasado clientes toda la noche, y cuando Helen se marchó con su esposo sigo aquí observando la cafetería, buscando la forma de comprender, para poder actuar...

Por ahora debo marcharme o me resfriaré, ya estuve toda la noche a la intemperie y mis leucocitos deben estar por el suelo de tanta tristeza que siento.

Al llegar a casa a eso de las once de la mañana me encuentro con Esaú agarrándose el cabello preocupado y a Laura con Jacob en brazos mientras mi sobrina Romina sigue en pijama mirando televisión.

—Por Dios Moisés —Dice emocionado Esaú acercándose a mí con claras intenciones de abrazarme, pero lo detengo— ¿Dónde estabas? Pensábamos que te había ocurrido algo, tu jefe dijo que saliste del trabajo temprano que no hiciste horas extras...

Un hombre que está sentado de revés se pone de pié y mi sangre comienza a pasar con rapidez, como un torrente.

—Tuvimos que llamar a la policía, estábamos pensando lo peor —Dice Laura.

—Estuvimos juntos anoche... —Dice el hombre que se acerca. Es el esposo de Helen— Pero nunca imaginé que se tratase del mismo. Las fotos que tiene tu familia de ti están muy desactualizadas, pareces otra persona.

El hombre me extiende la mano y yo la observo para luego llevar mi mirada a la de él un momento.

—Comprendo... No hay saludos. —Dice apenado— No hay nada que investigar, concluyo que este hombre solo se ha divertido. No está mal divertirse alguna noche, ¿No? —Comenta aquel tipo con una sonrisa que no encaja con su personalidad.

—Gracias por venir Detective —Dice Esaú estrechando su mano— No sabíamos nada de verdad, de otra forma no le habríamos hecho perder el tiempo.

—Claro que no, no he perdido el tiempo. Cualquier cosa no duden en volver a llamar. —El hombre se despide de Laura y Esaú, por último vuelve a verme a mí— Nos vemos en otra ocasión Moisés. Mi mujer seguro te invita a nuestro hogar un día.

Aquello fue un balde de agua fría que hizo hervir en un segundo. Miro al suelo...

Esaú le mira desentendido pero rápidamente lo acompaña a la salida y tras cerrar la puerta otra vez me mira.

— ¿Qué fue eso? ¿Cómo que su mujer? ¿Es Helen su mujer? ¿Estuviste con ella anoche?

No le respondo, no quiero. Nadie se enterará...

—No puede ser... —Esaú sonríe con ironía al techo y me toma por la camisa estrellándome contra la pared—¿¡Cómo vas a buscarla después de lo que nos hizo como familia!? ¿¡Estás imbécil otra vez!? ¡Es la mujer de ese detective! ¡Te puede comer vivo y yo no tengo ni cómo defenderte! ¿¡No has visto mis papeles manchados gracias a esa mujerzuela!?

Mis oídos están reventados después de tantas preguntas, no sé cómo dejar de sentir toda la maldita mierda que me hizo hervir aquel hombre.

— ¡Responde! —Me grita Esaú en la cara.

Sin poder aguantar un segundo más le empujo haciéndolo caer y subo las escaleras con prisa. No hay nada más que decir, estoy en un mal sueño. No puedo cargar con las culpas de alguien más... ni con la decisión que Helen tomó en mi ausencia...

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