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Corazón afilado


Helen

Mis ojos fueron a parar con el temblor abatiendo cada músculo de mi cuerpo.

—Max...

Max estaba en el umbral de la puerta, medio de pié, medio en el suelo sosteniendo otro revolver que por supuesto es su arma de servicio. El cuerpo de Fred, el padre de Moisés está tendido a mis pies y puedo notar que justo ahora sus ojos sin vida me recuerdan a mi amor. Sus grises ojos ahora tendrían una explicación lógica, pero no sé si pueda contársela...

Max avanza como puede hasta mí y lo recibo en mis brazos recostándolo en la cama.

—Max, Max... ¿¡Me escuchas!?

—Llama —Murmura con los ojos cerrados.

Por mi cabeza pasan tantas ideas como dificultades, estoy segura que si la policía viene algo malo le sucederá a Max o a mí, pensarán muchas cosas de nosotros y estaría lejana a mis anhelos. Pero si Dios está con nosotros vamos a salir adelante...

Temblando marco el número de la policía y la ambulancia, doy nuestra dirección y comienzo a pasearme por el hogar manchado de sangre y verdades regadas por el suelo. Soy incapaz de tocar a mamá, me duele no haber podido decirle que yo la perdono, que no hay nada que pensar... Y aun cuando me cuesta pensarlo, estoy locamente enamorada de un hombre que nace de un real enfermo, un tipo que tuvo un trastorno emocional tan arraigado que hasta el último segundo me hizo sentir tan pequeña, tan enclenque... imagino que si Moisés supiese la verdad gran parte de su vida se desorganizaría y se sentiría ajeno a su hermano, a sus sobrinos... incluso a mí.

Otra vez estoy pensando en si es correcto hablarle de la verdad...

Minutos después los paramédicos comienzan a tomar signos vitales y es claro que aquí ya no hay nadie vivo a excepción de Max que fue asistido rápidamente. Los detectives que trabajan con él me hicieron las preguntas pertinentes e intente responder con claridad a la mayoría de ellas, intenté sentirme ajena a aquel hombre, pero aun ahora recuerdo todas las veces que llegó con ropa de niño en mis cumpleaños, o las veces en que me enseñó a montar la motocicleta en los veranos en Alemania. Finalmente creo siempre vivió con la conciencia sucia al dejar a su hijo abandonado y quiso remediarlo conmigo.

He cogido un sweater y me he ido con los detectives hasta la estación mientras están periciando la escena, tengo frío de mi verdad, tengo miedo de todo lo que viene ahora.

—Helen —Me llama un amigo que es amigo de Max y mío, detective también— Tomé el caso. ¿Quieres un café? En realidad hace frío aquí.

—Gracias —Respondo siguiéndolo hasta la máquina de café.

—Helen, quiero preguntarte una cosa —Me dice entregándome el café— Fuera de la investigación por supuesto, esto va como los amigos que somos. ¿Alguna vez Max te habló de Lucía?

— ¿Lucía? —Pregunto mirando el café entre mis manos— No... creo que no.

—Rayos... —Murmura— creo que ya no hay pié atrás para decírtelo.

— ¿Q-qué cosa? —Levanto la mirada realmente cansada de llorar.

—Lucía es la amante de Max, o no, no son amantes... son dos enamorados que se la han jugado en silencio.

Otra vez la pregunta de Moisés es una alarma en mis oídos. Río bajo, esta vez porque claro que era cierto, ¿Cómo iba a preguntarme algo así sin tener certeza de lo que decía? Moisés pensaba decírmelo...

—Siento ser yo el que te diga esto, pero la verdad es que quise hacerlo porque Max ya me había comentado que probablemente ustedes se separaran, y creo que Lucía es la excusa... no una excusa ¿Vale?, porque es más sano dejar ir antes que quedarse siendo el segundo de cualquiera. Además, Helen... soy testigo de cuanto se quieren.

—No lo sé —Murmuro— Pero agradezco que Max tenga a alguien a quien querer.

— ¿Cómo? —Nuestro amigo en común se sorprende alzando ambas cejas— ¿En realidad venían tan mal?

—Tan solo como tú dices, a veces es mejor dejar por la paz... —Levanto la mirada a él y le sonrío, sé que ahora no le debe hacer sentido.

—Espero que un día puedas perdonar mi silencio.

—No, no tengo nada que perdonar, finalmente en asuntos de parejas nadie debe entrar...

— ¿Quieres verlo, Helen? Tengo la posibilidad de que lo veas por unos minutos...

Asiento, quiero ver a Max para acabar con lo que sea que quede, y luego quiero un tiramisú para mí sola. No quiero saber nada más que el sabor del tiramisú y de Moisés, quiero que me abrace y se me olvide todo lo que he descubierto.

Junto con él nos hemos dirigido al hospital de Valparaíso donde he pasado por pasillos grises donde las miradas de los familiares que visitan a sus enfermos están cargadas de sueños pausados, justo ahora descubro que el hospitales el lugar donde los sueños se ponen en pausa hasta nuevo aviso, y quizá sin aviso al final.

—Aquí —Me dice tomando el pomo de la puerta.

Asiento y paso cerrando la misma. Max tiene su cabeza vendada y a su lado hay una joven de cabello rizado sosteniendo su mano mientras se observan. Un flechazo me atravesó, ¿Así se ve el amor? ¿Así nos vemos Moisés y yo?

La joven se sorprende al verme de pié cerca de ellos y se separa rápidamente secando sus lágrimas.

—Imagino que tú debes ser Lucía. —Le digo mirándole de ninguna forma en especial.

Ella alza su barbilla y asiente. Max por su parte le pide con la mirada que se retire, que es el momento de abandonar la habitación. Ella con pesar termina accediendo, mirándome de reojo al salir, pero no tiene nada que temer, yo no quiero observar a nadie más.

—Perdóname Helen. —Dice Max al momento en que la puerta vuelve a cerrarse— Te mentí todo el tiempo y no detuve a ese hombre. Nunca pensé llegaría tan lejos...

—Yo tampoco —Le comento acercándome para sentarme donde antes estaba Lucía— ¿Cómo es que accediste a su plan? ¿Por qué?

—Porque... cuando te recalcan que estás destinado a quedarte en la base de la pirámide una propuesta de tal calibre no te es tan indiferente Helen... además —Max suspira mirando al techo— Aquello me acercaría a Lucía.

— ¿Quién es Lucía? ¿Por qué nunca me hablaste de ella? Tú sabes que no te reprocharía... yo no podría...

Me interrumpe y yo me sorprendo al instante.

—Lucía es la hija del presidente.

—Pero Max... —Sorprendida observo a la ventana y me paseo alrededor de la camilla— ¿Cómo fuiste a enamorarte de la hija del presidente? ¡Es el presidente!

—Sí... —Sonríe levemente— Lucía vino a la viña un año con su padre y toda una comitiva a una cata de vinos. Ella era bastante menor sí, pero me encantó en cuanto descubrí la forma en que se refería a algunas cosas que para mí eran desconocidas, su forma de caminar... cada vez que le veía en la televisión mi cabeza se volaba en tres mil pedazos. Tu... bueno, Fred, me ofreció un alcance, una ficha para llegar a ella... si yo me convertía en detective probablemente un día podría acceder a convertirme en escolta de Lucía o de su padre, podría estar cerca de ella... Lamentablemente eso no ocurrió... por que los planes cambiaron y Fred ordenó mi vida de la forma que le convenía, y no me quedó más que aceptar... aceptar porque así pude apoyar a Selena con su carrera universitaria, pude darle a Lucía más que una simple tarde viendo el sol en una viña... ¿M-me comprendes? Siempre se quiere dar más... pero tuve que esconderme como tú, quizá la vida me cobró y tuve la misma suerte... nos escondimos con Lucía del mundo... ella usando disfraces y yo fingiendo ser un padre o un hermano mayor... hay tantas cosas que no deben de ser Helen, pero que son.

Apenada por todo lo que me ha dicho comienzo a maquinar, no puedo comprenderlo más porque en efecto siempre he pensado que Moisés quiso darme más pero no llegó a su límite gracias a mi partida.

Es cierto que el detonante de un ser humano es simplemente otro ser humano, y que tan solo una pequeña idea puede hacerte convertir en el Superman o Wonder Woman por la persona que te hace explotar.

Por Max no puedo sentir rencor, no me lo permito porque yo también habría jugado mis fichas para seguir con el amor de mi vida, pero aun ahora hay una cosa que me hace eco y que quiero saber.

—Max, respóndeme con la verdad —Le pido mirándole fijamente— No quiero sentir que eres una mala persona al salir de esta habitación, porque ahora serás libre, podrás estar con quien amas y ser valiente para demostrar que tú eres el que la va a proteger pero dime, dime ¿Cómo Fred se aseguró que Moisés es su hijo? ¿Cómo sabía él que no era otro niño? Porque Moisés no es el único que tiene estas características en el mundo...

—Yo... no estaba para ese tiempo pero me lo contó...me contó cómo fue todo.

Asiento preocupada.

—Él al llevarlas a vivir a Chile buscó tener comodidad, quería estar cerca de las viñas y encontrar a la mujer, la madre de Moisés, quería saber qué pasó con ella...

—Entonces mintió... No perdió tanto el norte como dijo. —Le interrumpo anonadada.

—Claro que sí... ¿Acaso alguna vez fue honesto con alguien? —Es cierto, Max tiene razón, ¿Cómo fui a creer todo lo que dijo?— Y se sintió ofendido, cuando la halló descubrió que ella había avanzado, avanzado con el hijo que ya tenía "Esaú" ¿Es ese su nombre cierto?

Asiento cada vez más desentendida pero intrigada, quiero entenderlo todo.

—Ana, la madre de Moisés tuvo a aquel hijo por fuera, mucho antes que Fred llegase a su vida, era madre soltera o así se lo pintó a Fred... pero mira yo me puse a pensar, y comprendí. La mujer tuvo a su primer hijo a muy temprana edad ya que entre él y Moisés hay una diferencia de edad que Fred me recalcó cuando comencé contigo.

Max mira a la ventana, hay algo que lo inquieta pero prosigue:

—Ese hijo, el primero, fue criado los primeros años de vida con su abuelo, el hombre que era dueño de las viñas. Fred vino a parar con Ana con una pequeña mentira, ella le dijo que Esaú era realmente un niño que adoptó. Y Fred le creyó, no le suponía ningún problema pues el niño pasaba más tiempo con el abuelo que con ellos. Pero el problema vino cuando las asentó a ustedes, a ti y a tu madre en Chile otra vez, se encontró con la sorpresa tras meses de búsqueda, de que otro hombre ocupaba su lugar, otro hombre salía de casa cada mañana y regresaba en la tarde. Él me contó que estuvo vigilándolos muchas veces, observó que aquel hombre que ocupaba su lugar le dijo en la puerta de aquella casa a Ana que aquel niño "el menor" no era su hijo, y que cumpliría con la manutención de todas formas porque en esa casa vivía su hijo mayor. Desconozco porque aquel hombre volvió años después de haberla dejado, pero imagino se reconciliaron cuando ella se vio sola con Moisés y Esaú en el mundo.

—No lo puedo creer... viví toda mi vida con un psicópata... —Me levanto cargada de emociones— Necesito que me aplaste un camión y me entierren por lo menos siete pies bajo tierra. Estoy tan confundida...

—No te confundas. Toda esa historia le perteneció a un hombre enfermo. Tú historia con Moisés no tiene por qué verse afectada justo ahora que podrán ser felices. ¿No vas a rendirte ahora o sí?

— ¿Y cómo le digo que es dueño de una viña con su medio hermano? ¿Acaso tengo que inventarme algo y mentirle? No, yo no le puedo mentir... no, no, no —Mis lágrimas se desbordan y yo me agarro el cabello histérica, han sido tantas emociones en tan poco tiempo.

—Helen —Max me detiene con la mano que está más cerca de mí y niega— ¿Te vas a poner en algo como eso antes de ser feliz? Luego vendrá el tiempo de arreglarlo, ahora deja de pensar que tienes mucho que enfrentar aun. No hagas tonterías, ¿Quieres?

Años antes

Madrugada de un viernes en la vida de Ana.

—Dios...

—Shhh, no digas nada Ana.

No puedo creer que él esté aquí con la misma cara de siempre, como si los años no le hubiesen pasado por encima. En pijama me jala a la calle y me hace entrar en un automóvil, intento gritar pero vuelve a advertirme que si grito todo acabará mal. Y le creo, el arma que sostiene y la proximidad con mi casa en donde duermen Esaú y Moisés es bastante peligrosa con él cerca.

— ¿Cómo es que te has atrevido a olvidar?

— ¿Acaso tú no lo hiciste con tu hijo y con todo lo que me robaste? Nos dejaste en la calle... —Respondo sin bajarle la mirada. Soy consciente de que por mucho que quiera no me hará nada, siempre he sido su maldita perdición y así me mantendré— Tan solo usé mis medios y logré alimentar a mis hijos. MIS hijos —Recalco— ¿A ti te ha ido mucho mejor, no? Si te quedaste con todo lo de mi familia infeliz.

Ofuscado aparta la mirada y de un momento a otro termina tomando mi rostro entre una de sus manos, apretando mis mejillas y acercándome hasta su rostro.

—Claro que me ha ido bien Ana, pero podría irme mucho mejor si me dices lo que quiero escuchar, no me interesa si tú decidiste quedarte pobre con tus hijos, sólo me interesa que digas que sigo siendo yo al que quieres, lo demás te lo puedo soportar... pero si veo a un hombre en tu casa no es muy agradable la verdad...

— ¿Qu-quieres escucharlo? —Pregunto soltándome de su agarre— Entonces vas a escucharlo.

— ¿Qué planeas mujer? ¿En verdad te vas a atrever a dejar desprotegidos a tus hijos estando yo aquí?

—No te temo Fred. —Le respondo acercándome a sus mejillas donde le dejo un beso en cada una— Es más, estoy dispuesta a decírtelo, pero tú vas a tener que decirme... ¿Por qué me buscaste? ¿Qué te ha traído de vuelta?

No soy ninguna tonta, no voy a desaprovechar la oportunidad de proteger a mis hijos. Con Fred cerca Moisés corre peligro y si tengo que hacer uso de mi persona para calmarlo lo haré, voy a detenerlo antes de que se involucre.

—Bueno, bueno. Ya que estás tan animada y que quieres saber qué pasó vamos a ir a otro lugar.

—Está bien... —Le respondo acariciando su muslo de forma sugerente. Es un maldito loco, pero yo también. Nadie va a amenazar la estabilidad que me ha costado lograr con Moisés, él está bien creyendo que el padre de Esaú es de él también. Así se mantendrá... 

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