Little letter
¿Qué bonito es el amor adolescente, no?
Te estaba gustando mucho alguien y no sabías cómo manejar aquellos manojos de sentimientos. Era confuso, porque a veces te quitaba el hambre o te hacía querer comer siempre; te robaba el sueño y en otras ocasiones solo querías dormir. Tratabas de disimular lo nerviosa que te ponías si te preguntaban por él. Al verlo no lograbas enfocar tu cerebro y coordinarlo con tus palabras. Te debías ver tonta y no sabías cómo decirle lo que sentías por él, tampoco sabías si debías decirle.
No le habías contado a nadie, ni siquiera a tus pequeños amigos.
Entraste a tu habitación, luego de un largo día de colegio. Soltaste la mochila en una esquina del suelo y te echaste sobre tu cama, resoplando. Cerraste los ojos, pensando qué tan malo resultaría para tu sueño en la noche si dormías ahora un poco. Pero unas vocecitas amortiguadas te hicieron abrirlos de nuevo y sentarte en la cama, apoyando tus manos atrás. Encarnaste las cejas, mirando por toda tu habitación de dónde venía el ruido. Entonces caíste en cuenta de algo. ¿Dónde estaban ellos? Rápidamente enfocaste tu mente en lo que oías.
—¡¿Hola?! ¡¿Estás ahí?!
Miraste a la cómoda al lado de tu cama y notaste cierto movimiento. Te apresuraste a abrir la gaveta, sin medir la fuerza, el impulso hizo que los siete chiquitines dentro cayeran unos sobre otros.
—¿Este es mi brazo?
—Todo me da vueltas.
—¡Auch! Mi pie.
—Siento que respiro.
—¡Me están aplastando!
—¡Veo la luz!
—Chicos, tranquilos, ya estamos fuera.
Se fueron incorporando y poniendo de pie. Tú negaste con la cabeza.
—¿Qué hacían ahí dentro? — preguntas.
—A Suga se le ocurrió que sería buena idea quedarnos oscuros allá adentro un rato para contar historias de terror, pero luego nos quedamos encerrados— te responde Namu.
—¡Odio las historias de terror! — chilla Hobi, cerrando los ojos y negando con la cabeza.
—Pero ninguno se opuso— se defiende Suga.
—Para la próxima me opondré— Jinie se cruza de brazos.
—¿Nos puedes ayudar a salir? — pidió TaeTae.
Accediste a su petición, poniendo tu mano con la palma hacia arriba frente a ellos. Se fueron subiendo y los dejaste sobre la superficie de la cómoda para luego cerrar la gaveta.
—Que bueno es estirarse así— dijo Kookie, haciendo estiramientos de pie.
—¿Cómo fue tu día en la escuela? — preguntó ChimChim, acercándose al borde más cerca a tí.
—Igual que siempre— te encogiste de hombros para volverte a echar sobre la cama.
Ellos se miraron entre sí y comenzaron a saltar hacia la cama. Tú estabas acostada de lado y ellos se amontonaron frente a tu cara.
—¿Qué es lo que sucede? — pregunta Kookie, sentándose.
—¿Acaso suspendiste una evaluación? — preguntó Suga, tú negaste.
—¿Te regañó un profesor? — esta vez fue Jinie.
—¿Por qué la regañaría un profesor? Tú no harías algo para que te regañen, ¿cierto? — Hobi te miraba, esperando una respuesta.
—No me regañaron— respondes bajito.
—¿Tienes fiebre? — ChimChim se acercó a tí para poner ambas manitos en tu frente.
—No te preocupes, no estoy enferma.
—¿Estás triste? — preguntaba ahora TaeTae.
—No, la verdad es que no estoy triste.
—¿Entonces por qué estás así? — preguntó Suga.
—No lo sé. No sé que tengo— dices, dándoles la espalda para girarte hacia el otro lado.
Les tomó unos segundos, pero dieron la vuelta corriendo para volver a quedar frente a tí. Namu estaba más cerca e inclinaba la cabeza hacia un lado, mirándote.
—¿Te gusta alguien? — pregunta.
—¡¿Te gusta alguien?! — chilla el resto.
Tú te quedaste en silencio unos segundos. Tu respuesta al final fue suspirar, antes de asentir con la cabeza. Eso fue suficiente para que volvieran todos a chillar, brincando y corriendo en el mismo pedacito de lugar, de aquí para allá.
—Pero eso es algo bueno— dice Kookie— ¿Por qué estás así?
—Pues... no sé— respondes, cambiando de posición, esta vez te pones boca abajo y quedas apoyada en tus antebrazos.
—¿Tú le gustas? — pregunta Jinie.
—¿Cómo se supone que lo sepa?
—Sería muy tonto si no le gustaras— dijo TaeTae.
—¿Cómo sabes que te gusta? — preguntó Hobi.
—¡Sí! Cuéntanos de él— pide Namu.
Los siete se sentaron frente a tí y te miraron expectantes. Tú suspiraste y miraste tus manos antes de empezar a hablar.
—Pues él... a mi lado es muy alto— dices, sin evitar una pequeña sonrisa— Cuando se ríe se ve tan inocente, aunque estando serio igual se ve muy lindo. Cuando habla, me erizo, podría reconocer su voz hasta con los ojos tapados y si me está mirando fijamente me paralizo. Su voz es... tan agradable a mis oídos, podría estar escuchándolo todo el día sin cansarme. Me gusta verlo cuando se concentra mucho en algo, tanto que se olvida del resto del mundo. Al ver sus manos, quisiera caminar sujetando una de ellas. Siempre está perfumado, el aroma se impregna de tal manera, que puede haberse ido y estar lejos y aún seguirás sintiendo su olor. Lo conozco tan bien, que podría mencionar también sus defectos, pero ninguno de ellos me importa realmente. Sencillamente, me gusta todo de él, su pelo, sus ojos, cuando habla o cuando grita, si camina, si corre o estando sentado. Cada gesto, cada costumbre, todo en él me tiene pensándolo constantemente.
Te habías desconectado un poco mientras hablabas de él. Tanto que ni recordabas bien qué dijiste, tu boca se quedó hablando y tu mente volando. Cuando regresaste la mirada a tus amigos, todos ellos estaban unos pegados a otros y sujetos de las manos, mirándote con ternura y pequeños pucheros. Te habían escuchado tan atentamente.
—Eso es muy lindo— dijo Hobi— Si que te debe gustar— ante eso, asentiste.
—¡Debes decirle! — Kookie se pone de pie de un salto.
—¡No! — niegas.
—¿Por qué no? Es hora de que la chica se confiese al chico— decía Suga, poniendo su índice en alto.
—P-Pero...
—Ah, no, pero nada— te interrumpe Jinie.
—No puedo decirle. No lo lograré, me pondré nerviosa y diré tonterías.
—Entonces no le digas.
—¿Cómo que no, Namu? — TaeTae puso su manos en sus caderas.
—Puede escribirle una carta.
—¿Una carta? — repites.
—¡Esa es una excelente idea! — brinca ChimChim.
—Una carta, eso es dulce— Hobi juntó sus manos.
—Bueno, vamos a escribir esa carta— decía Jinie, agarrando la tela de tu chaqueta de uniforme para subir hasta tu hombro— ¡Vámonos! — exclama, señalando al frente como si fuera un guerrero sobre su caballo a punto de ir a la guerra. Claro, el caballo eres tú.
Todos fueron subiendo a tus hombros, de un lado tenías a Jinie, Namu, Suga y Hobi y del otro a Kookie, TaeTae y ChimChim. Te pusiste de pie y fueron todos hacia la sala, estarías sola en casa por un rato más. Te sentaste frente a la pequeña mesa para el café frente al sofá, en el suelo. Hobi, ChimChim, Namu y Jinie bajaron hacia la mesa, mientras que Kookie, TaeTae y Suga se sentaron juntos en el borde del sofá. Habías traído tu mochila, así que sacaste tu lapicera y algunos cuadernos. Aprovecharías para hacer los deberes también.
—¿Cómo podría empezar? — pregunta Hobi, poniendo su índice en su boca.
—Querido... — empezaba a decir ChimChim.
—No, así no. Eso de “querido” ya suena pasado de moda— dijo Suga.
—De hecho, las cartas están pasadas de moda— añade Jinie.
—Eso lo hace mucho más original— opina Kookie.
—¿Por qué no solo pones lo que nos dijiste antes? — pregunta TaeTae.
—Parecería acosadora— vuelve a intervenir Suga.
—Pues escribe la carta tú, entonces— le dijo Jinie.
—Puedes hacerle una poesía— propone Namu, mirándote.
—No sé hacer poesías.
—Es fácil, te ayudamos.
—Bueno, si es así... — te callaste de golpe cuando escuchaste la puerta comenzando a abrirse.
Entraste en pánico en ese momento. Tus padres estaban llegando, fue más rápido de lo que pensabas. Abriste la mochila mientras y le hiciste gestos con una mano a tus amigos para que entraran.
—A la mochila. Ya, ya, ya— murmurabas.
Eso estuvo muy cerca.
Tuviste que esperar a que tus padres fueran a dormir para poder dedicarte exclusivamente al tema de la carta, esta vez en tu cuarto. Estabas sentada en el escritorio, con tus amigos en la superficie de este, pensando contigo.
—¿Entonces haremos la poesía? — pregunta TaeTae.
—No la hagamos tan directa— propone Kookie.
—Se la dará a un chico, si no le escribe las cosas claras, quizás no entienda lo que ella le quiere decir— dijo Jinie.
—¿Le escribirás con pluma o con lápiz? — pregunta ChimChim, desde adentro de la lapicera, para saber cuál de los dos sacar.
—Escribe con pluma, así no se podrá borrar jamás de los jamases— dice Hobi.
—Pero si se equivoca mientras escribe, ¿qué hará? — interviene Namu.
—Puede corregirlo con un corrector— respondió Jinie.
—Pero entonces se verá fea la carta— comenta Suga.
—Puedo hacer un borrador primero y luego lo paso en limpio— dices tú.
—¡Claro! ¡Eso suena bien! — salta Kookie.
—¿Entonces saco ambos? — vuelva a preguntar ChimChim, tú asientes. Él entró por completo a la lapicera y lanzó hacia afuera un lápiz y una pluma, para luego salir sujetando una goma de borrar que era casi de su tamaño. El pequeño se enredó mientras salía y cayó en el escritorio— Auch— murmuró.
—¿Estás bien? — Hobi se acercó a él para ayudarlo a levantarse.
—Debes tener cuidado— le dijiste.
—Estoy bien. Ya me he caído mucha veces— dice, sacudiéndose el polvo.
—Comencemos ya. Pronto habrá que ir a dormir— dijo Jinie.
Estuviste un buen rato escribiendo líneas, tachando y borrando, mientras ellos te daban ideas. Te empezaba a frustrar la situación, hasta el punto donde estallaste.
—¡No puedo! — exclamas, agarrando la hoja y arrugándola hasta hacerla una bola de papel— No estoy hecha para esto. Es una clara señal de que no debo confesarme. No sé en qué estaba pensando— decías, poniéndote de pie, apagando la luz y dejando el cuarto a oscuras, para girarte e irte a la cama— Olvídenlo, esto no sirve de nada— dices, debajo de tus colchas.
Te habías rendido.
Tiny Tan;
Los pequeños se quedaron viendo a su amiga cuando de acostó en su cama, dando la espalda al escritorio. Namu dio un brinquito para tomar el cordel de la lámpara del escritorio y encenderla. Se miraron unos a otros con tristeza.
—¿Qué haremos? Nunca podrán estar juntos si no le dice— lloriquea TaeTae, tapando sus ojos y negando con la cabeza.
—No te preocupes, TaeTae. Todo tiene solución— le dijo Hobi, poniendo una mano en su hombro.
—Debemos escribir la carta nosotros— dice Namu.
—Pero somos muy chiquitos, nos tomará una eternidad— habla Kookie, pateando sin éxito- porque no se movió- la bola de papel.
—Podríamos quedarnos despiertos toda la noche— propone Suga, sentado en un libro que estaba acostado en el escritorio.
—No nos importaría estar sin dormir si podemos ayudar a nuestra amiga— ChimChim aplaudió, estaba sentado en la goma de borrar.
—No lo sé... suena difícil para nosotros— Jinie rascó sus cabeza.
—Vamos, Tiny. Podemos hacerlo— dijo Namu— Somos siete, entre todos vamos a lograr terminar esa carta.
—Entonces empecemos ya— Suga, de un salto, bajó del libro.
—Saquemos otra hoja— dice Kookie.
Él, junto con ChimChim, TaeTae y Hobi, fueron hacia el- para ellos enorme- paquete de hojas blancas abierto en uno de los costados. Tomaron el borde y corrieron en dirección contraria al paquete para sacar la hoja. Entre todos la colocaron en medio del escritorio.
—¿Cómo haremos el borrador? — pregunta Jinie—Si difícilmente lograremos hacer una carta, haciendo un borrador estaríamos escribiendo dos veces la misma carta.
—Tenemos que buscar una manera de hacer el borrador más rápida y sencilla para nosotros— dijo ChimChim.
Los siete pequeñines se quedaron pensando en la mejor opción para aquel inconveniente. Fue Hobi quién sonrió y levantó sus cejas al tener una idea. Corrió hacia la laptop abierta en el escritorio. Se arrodilló frente al botón para encender el aparato y colocó ambas manos en él para presionar. La laptop se encendió y ellos entendieron su idea.
—Claro, escribimos el borrador aquí— dijo TaeTae.
—¿Cuál es su contraseña? — pregunta Hobi.
—Ahm, creo que es... — empezaba a decir ChimChim— era una fecha.
—La de este grupo famoso— añade Suga, con el índice en su labio inferior, también pensando.
—Trece... — comienza a decir Namu— Denme un segundo. Trece... — cerró sus ojos y puso cada índice en sus sienes para concentrarse— Trece... seis... ¡Trece! Trece, seis, trece. Trece de junio del dos mil trece.
—Veamos— dijo Hobi, yendo hacia el uno, dando un salto sobre la tecla— Tre... ce— luego fue al tres, haciendo lo mismo ahí con el resto de números que quedaban— seis... Trece. Y... Enter— dice, dando en ese último botón otro saltito.
La contraseña era correcta, así que ellos celebraron dando brincos y moviendo mucho los brazos.
—Hay que abrir el documento— dijo ChimChim.
—¡Yo lo hago! ¡Yo lo hago! — chilla TaeTae, echándose de un salto sobre el mouse, quedando boca abajo sobre este y aferrándose a él como si fuera una almohada.
—¿Puedo ayudarte? — pide Kookie acercándose a él.
Quedaron ambos a cada lado del mouse, con sus manos apoyadas en él. Suga se colocó frente a la pantalla y señaló a TaeTae y Kookie con un dedo.
—Hacia abajo. No tan rápido. Ahí, ahí. Ahora a la izquierda. Despacio... despacio... Ya. Doble click— los iba guiando, así hasta que tuvieron la hoja en blanco de Word abierta.
—¿Con qué fuente debemos escribir? — pregunta ChimChim.
—Eso no importa realmente, de igual manera lo pasaremos a una carta a mano, ChimChim— le dijo Jinie.
—Suga, Kookie y ChimChim, vayan al lado izquierdo del teclado. Hobi, Jinie y TaeTae al derecho. Yo me quedaré en el botón de espacio y atento a la pantalla— dijo Namu.
Todos asintieron y tomaron sus respectivos lugares. Namu iba dictando y tomando ideas de sus amigos, que daban saltos sobre las teclas indicadas. Así lograron tener toda la hoja llena en una carta que, para ellos, estaba más que perfecta.
—¡Lo hicimos! — saltó Hobi.
—Aún debemos pasarla en limpio— recordó Suga— Esto es lo difícil de verdad.
—Veamos, no debe ser tan complicado— decía Namu, agarrando la pluma y alzándola. Era mucho más alta que él. Trató de moverla, pero al final se le cayó— Ok, es difícil.
—Debemos hacerlo juntos— dice Jinie.
Entre todos tomaron la pluma y la volvieron a levantar. Esta vez era más fácil moverla, siempre y cuando se coordinaran.
—Nos tomará tiempo pasar toda la carta, pero podremos hacerlo— dijo Hobi.
—¡Vamos! — exclama Kookie.
A los pobres les costaba escribir una palabra. Les tomó una eternidad terminar la carta entera, pues iban muy lento para que saliera una buena caligrafía. Al poner el punto final, estaban tan agotados que no podían siquiera ponerse a chillar de felicidad. Cada uno cayó acostado, esparcidos por el escritorio, quedando dormidos casi al instante. Faltaba poco para el amanecer.
Tiny Tan;
Te despertabas por el sonido de la alarma a tu lado. Estiraste el brazo para apagarla y comenzar a removerte en la cama. Con pesar te levantaste, poniendo tus pies en tus pantuflas y tallando tus ojos. Te pusiste finalmente de pie e ibas a dirigirte al baño, pero al ver la luz de tu escritorio encendida, te acercaste allí. Encontraste a tus amigos dormidos, algo más también llamó tu atención. A su lado, había una hoja escrita. La tomaste en tus manos y descubriste de qué se trataba. Ellos habían hecho toda la carta por tí. El corazón se te estrujó por aquel gesto.
—Chicos. Vamos, despierten— dijiste. Poco a poco ellos fueron abriendo los ojos, bostezando y estirándose. Fueron ubicándose en tí y levantándose —Buenos días, pequeños— sonríes. Todos ellos respondieron.
—¿Te gustó la carta? — pregunta Jinie.
—Es preciosa, son los mejores— dices, poniendo tu puño frente a ellos, todos se acercaron para chocar los suyos a la vez.
—¿Podemos ir a la escuela contigo? — pregunta Suga— Queremos ver al chico que te gusta.
—Supongo que no habrá ningún problema. Iré a prepararme— dices, poniéndote de pie.
—Genial, en lo que vas, nosotros dormimos un poco más— dijo Kookie, volviendo a caer dormido.
—Buena idea— apoya ChimChim, quedando dormido también.
Todos al final volvieron a acostarse para seguir durmiendo más. Tú negaste, sonriente, antes de salir de la habitación directo al baño.
Te ponías algo ansiosa por llevarlos en un bolsillo exterior de la mochila. Caminabas con cuidado para que no se lastimaran dentro. Llegaste a tu casillero y miraste a los lados mientras lo abrías. Abriste tu mochila y los hiciste subir así, sacando luego la carta.
—¿Qué hago? ¿Voy y se la doy?
—Puedes dejarla en su casillero— propone Jinie.
—No, no es correcto abrir el casillero de alguien más sin su permiso— niega Hobi.
—Déjala en su mesa— dice Namu.
—Sí, creo que es lo más... ¡Oh, Santo cielo! ¡Ahí viene! — chillas, cerrando la puerta del casillero y escondiendo la carta detrás de su espalda.
Él se acercaba a tí, sonriente. Casi podías ver la luz blanca a su alrededor y jurabas que venía en cámara lenta. Si no apuraba, capaz y te derretías. Cuando estuvo frente a tí, rascó su nuca, sin borrar esa bella sonrisa.
—¿Cómo estás? — pregunta.
—Ahm, b-bien. ¡Bien! ¿Y tú? ¿Cómo estás?
—Bien... también. Yo... — carraspeó— te estaba buscando.
—¿A mí? — te señalas.
—Verás, yo... quería darte esto— dice, levantando una de sus manos, donde traía un sobre que extendía hacia tí. Era una carta. Te quería dar algo en ese preciso momento. La tomaste con delicadeza, sin saber qué debías responder y con tractores en tu estómago en lugar de mariposas—Léela más tarde por favor. Yo... yo me voy ya— dijo, dándose la vuelta para comenzar a alejarse.
—¡Espera! — lo llamas. Él se detuvo y se volteó hacia tí— Ten— dices, sacando tu carta.
El chico te observó con confusión antes de tomar el sobre. Te miró y sonrió.
—Nos vemos luego— dice al final, para desaparecer del pasillo.
Liberaste un largo suspiro y abriste la puerta del casillero, encontrando una imagen graciosa. Tus amigos estabas uno encima de la cabeza del otro. Suga estaba arriba de todos, justo desde allí alcanzaba la rendija de la puerta del casillero. Estaban enterándose de lo que pasaba fuera.
—No puedo más— dijo ChimChim, que estaba justo debajo de Suga sujetando sus pies.
—¿Qué me dices de mí? — pregunta Hobi justo debajo de él.
—Tengan cuidado— dices tú, justo antes de que Kookie, que era el último, flaqueara y cayera, haciendo que el resto se fuera abajo también— ¿Están bien? — preguntas.
—Sí, no te preocupes— responde Namu.
—¿Te dio una carta? — preguntó con emoción TaeTae.
—Eso parece— sonríes, mordiendo tu labio inferior y mirando la carta.
—¡Todo salió de maravilla! — salta Jinie.
—¿Ya la abrirás? — preguntaba esta vez Suga.
—Al llegar a casa lo haré— respondes.
—Yo ya quería saber qué decía— protesta Kookie.
—En casa. Ahora, suban a la mochila, si no quieren quedarse en el casillero— dices. Uno por uno fueron saltando hacia dentro y luego cerraste la puerta del casillero. Miraste la carta y sonreíste, dando un salto de felicidad, pero en seguida recibiste quejas desde el interior de la mochila— Lo siento— te disculpas, antes de dirigirte hacia el salón de clases.
Parece que lo de la carta valió la pena.
💜💜💜
Hola hola.
Jeje, bueno, no hay mucho que decir. Como podrán notar, esta es una historia diferente a lo que solemos encontrar, alguito más soft y fresita. Me encantaría saber qué opinan y qué les está pareciendo? 👀
Si tienen peticiones sobre otras aventuras que podrían tener nuestros pequeñines de Tiny Tan, les estaré leyendo, trataré de complacerles.
Sin más, me retiro.
Paece and love ✌
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro