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➤Uno.

Lauren rió.

Esa hadita era muy linda.

Su mamá frunció un poco el ceño, divertida. Últimamente veía a su hija de seis años reírse sola, como si estuviera loca, pero no le importaba. Era mejor ver a su hija reír de la nada que llorar por todo.

"Lauren, ya ven aquí." La llamó, intentando que se alejara de los columpios, aunque solo recibió un puchero a cambio.

"¡Pero, mamá!" Se quejó, abrazandose a una de las cuerdas. "No quiero dejar a Tink Tink aquí sola."

"¿Quién es Tink Tink, amor?" Preguntó. Solo esperaba que no fueran esos fantasmas o amigos imaginarios diabólicos que siguen a tus hijos y... lo siento, creo que ha visto muchas películas.

"Es mi hadita."

"¿Y por qué se llama Tink Tink?" Su cabeza se inclinó ligeramente al hacer la pregunta. Bueno, al menos era solo una hadita.

"Porque ese sonido hace cuando mueve las alitas." Dijo con una sonrisa.

"Si quieres, puedes invitarla a cenar. Ya es tarde y no creo que se quiera quedar sola aquí afuera." Lauren entrecerró sus ojos y miró a su lado, donde según su mamá, no había absolutamente nadie. La vio murmurarle unas cosas al soporte del columpio, su ceño fruncido como si no entendiera. Cómico.

"Dijo que sí." No era como si Lauren pudiera entenderle mucho a Tink Tink, después de todo, las hadas solo hacían señas, no hablaban. Lo hacían, pero eran muy pequeñas como para que un humano pudiera oírlas.

●●●

"Ya es tarde, cariño." Lauren asintió con un bostezo saliendo de ella. Miró a su hadita y pudo jurar que la vio sonreír, aunque no lo sabía con exactitud, pues tenía los ojos casi cerrados del sueño. "Debemos ir a dormir."

Lauren ya estaba acurrucada en su cama. Las sábanas le tapaban hasta la cabeza. Estaba sofocada, sí, pero sentía que debajo de esas cobijas era el lugar más seguro en una noche tan oscura y fría.

Sus ojos estaban abiertos a tope aunque no puediera ver nada, su respiración estaba acelerada, hasta creía que su piel estaba aún más pálida. Odiaba la oscuridad. De verdad lo hacía. Era un poco vergonzoso contar este miedo en su escuela, pues ya todos lo habían perdido... y también les gustó aprovecharse de eso.

Hace unos días, mandaron a Lauren a sacar un pequeño Ukelele en el auditorio de la escuela. Estaba muy feliz porque amaba ese instrumento y al fin podría tocarlo. Mientras iba bajando juntos a sus compañeros, se dio cuenta que el lugar era el doble de oscuro aún estando de día. Tragó pesado y se detuvo para mirar a la gente a su espalda, quienes se quejaban por haberse detenido. Creyendo que la maestra la ayudaría, se lo susurró en la oreja para que nadie más supiera... la vieja lo gritó para que los otros se adelantaran y prendieran la luz antes. Lauren se quedó esperando, moviendo sus pies inquita hasta que solo quedaban unos cuantos dentro. Entró con cautela y justo en el momento en que tomó el Ukelele, los demás apagaron la luz y salieron corriendo, dejandola sola. Se quedó ahí, de pie en todo el salón, apretando con fuerza el instrumento, llorando, congelada por la oscuridad mientras oía las risas de sus compañeros afuera.

Solo agradecíamos que Lauren no tuvo traumas con eso, solo un gran susto.

Un tintineo fuera de las sábanas la hizo temblar. Sabía que era ella, ¿pero si era un monstruo disfrazado de su hadita? Tenía miedo de solo pensarlo.

Un suave movimiento por el borde de la sábana la hizo ponerse en alerta. Su corazón latía rápido, era como si ese pequeño trozo de carne le fuera a explotar en cualquier momento... hasta que vio ese destello de luz que irradiaba. Su cuerpo reaccionó inmediatamente, relajandose.

"Tink Tink..." suspiró. La pequeña criatura movió sus alas con rapidez, haciendola sonreír y calmandola más de lo que pensaba. "Eres muy linda, hadita." Lauren puso su dedo índice y su amiga lo abrazó con sus pequeños brazos. Sonrió, no sabía por qué, pero las... uno, dos tres... ¡Cuatro! Cuatro semanas que llevaba con la hadita, le encantaba. Probablemente era porque era muy linda, tierna y dulce... o también porque era sueño de toda niña conocer a una. "Gracias por no dejarme solita hoy..." murmuró. La hada voló un poco hasta llegar a su mejilla y le plantó un dulce beso que Lauren no percibió, pero intuyó que eso fue.

"Te quiero..." murmuró la hada, solo haciendo sonidos de pequeñas campanillas para los oídos de Lauren. "Espero que lo sepas y no lo olvides."

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