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➤Siete.

10 años después.

Lauren se miró al espejo por última vez, arreglando los bordes su chaqueta de cuero negra. Sentía que se veía bien, la verdad era que siempre se veía poderosa y atractiva con sus atuendos oscuros. Respiró suavemente y acercó su cara al vidrio. Frunció su nariz con disgusto, sus pequeñas pecas aveces la incomodaban. Nunca se le hicieron lindas en ella, en su cara, pero intentaba aceptarlas.

"¿Ya estás lista?" Preguntó Normani, retocando el maquillaje de Alexa.

"Sí, negra." Se aclaró un poco la garganta antes de salir. ¿Quién diría que Normani y ella seguirían siendo amigas después de tantos años? No es como si pudieran alejarse tampoco; sus padres solían reunirse cada fin de semana.

Lauren salió del baño y rápidamente escuchó un silbido seductor proviniente de Alexa. Terminó por soltar una carcajada.

"Te ves más buena que comer helado mientras ves netflix." Halagó, Lauren le alzó la ceja, divertida.

"Mis piropos son más geniales." Se quejó Normani, tirándose en la cama pero sin despeinar su cabello. "Lauren, báñame con tu menstruación."

"Estás loca." Respondió, soltando esas tiernas carcajadas de bebé.

"Saben, ya es tarde." Alexa tosió un poco, mientras miraba su reloj. "Faltan menos de treinta minutos para que la fiesta empiece y ustedes ni siquiera han movido el trasero para levantarse." 

"Si quieres mueve el tuyo, yo todavía no me quiero mover de aquí." Normani parecía una sanguijuela retorciéndose en la aterciopelada sábana.

"Normani, sabes que te amo pero es cierto. Ahora levántate y tómame en brazos." La ojiverde le sonrió, inocente, queriendo jugar un rato con ella. Normani la miró de pies a cabeza, con asco.

"Vete a la verga." Fue lo único que se limitó a responder antes de levantarse para salir del cuarto a pasos lentos y seductores como la reina que era.

  ●●● 

Faltaban más de veinte metros para llegar a la fiesta y el sonido de parlantes retumbando ya podía oírse. Lauren odiaba las fiestas, odiaba beber hasta quedar inconsciente, odiaba la jaqueca que solía tener al día siguiente, odiaba ir a cosas como esas, pero era lo más divertido que podía hacer en la semana. Disfrutar con sus únicas amigas toda la noche, la hacía sentir viva.

"Ahora sí se viene lo chido." Dijo Normani, frotando sus manos entre sí de una forma maliciosa.

"Siento que la mesera será mi única compañía hoy." Murmuró la ojiverde, metiendo las manos dentro de sus pantalones.

"Tampoco exageres."

"No lo hago. Ustedes siempre consiguen parejas antes que yo." Admitió, suspirando con pesadez cuando sentía la música retumbando cada vez más fuerte. "Ay, ya no quiero ir. Prefiero quedarme en mi casa a comer como la cerda que soy." Alexa rió, negando con la cabeza. "Pero una cerda hermosa, preciosa, perfecta."

"Hoy será la mejor noche de tu vida, mi amor." jugueteó Normani, insinuando más de lo que debería. Probablemente tenía razón.

Apenas se toparon con las puertas de metal y un guardia parado frente a estas, se miraron una a la otra para comprobar que su maquillaje estaba intacto. Daba igual, de todas maneras se les correría con el pasar de la noche.

Se dirigieron al guardia para luego entrar rápidamente, sin tener que mostrar su identificación gracias a que él ya las conocía y sabía que todas eran completamente legales. Aunque había que admitir, él nunca podría rechazarle la entrada a ninguna de las tres ya que se acostó con Alexa a cambio de eso; no prohibirles el paso. Algo muy fácil a la vista de los demás, pero nadie se quejaba. Alexa se la pasó bien esa noche.

"SABES, YA QUIERO DEVOLVERME." Lauren tuvo que gritar para que sus amigas pudieran oírlas.

"¡¿QUÉ DIJISTE?!" Preguntó Normani, acercandose casi al punto de besarla.

 "¡¿QUÉ DIJISTE TÚ?!" Preguntó esta vez Alexa. No podían evitar no parecer ridículas gritando de un lado a otro. Los Dj's se habían sobrepasado mucho con el volumen.

"¡VÁYANSE A LA VERGA TODAS!" Gritó la morena, yéndose directamente hasta una alta rubia. Probablemente esa sería su nueva presa.

Ninguna de las dos que quedaban supieron cómo sucedió, pero ya estaban bailando con otros cuerpos aferrados a su cintura. Lauren estaba extasiada a este punto. Había bebido tanto que sentía un calor insoportable recorriendo su cuerpo y sobre todo, su parte más íntima. Su cuerpo se movía por sí solo, sus caderas se frotaban con las de su acompañante, sintiendo la dureza de lo que comenzaba a formarse dentro de ese pantalón. Ya nada le importaba, sólo quería bailar hasta que sus pies dolieran, o tener sexo hasta que su cuerpo estuviera agotado. Sentía adrenalina, mucha adrenalina. ¿Acaso alguien le había dado una pastilla? Recordó la primera vez que probó una, no podía mencionar el nombre con claridad dada a su condición actual, pero recordaba que jamás había estado tan hiperactiva como ese día. Tuvo relaciones toda la noche gracias a que no lograba cansarse, sentía que debía seguir con el ejercicio hasta botarlo todo a través de su sudor. Entonces pensó, la bebida que estaba tragando no la había traído ella ni sus amigas. La había traído el chico que estaba refregando la erección en su culo.

"No, espera." Dijo en susurro. Una pequeña parte de ella aún seguía consciente de lo que estaba pasando a su alrededor. Quería girarse, pero no podía. Esas manos que apretujaban su cintura eran muy grandes y fuertes, y sabía que si intentaba gritar, la música se encargaría de que nadie la oyera. "Ya, basta." Volvió a forcejear, pero a la vez, un repentino sueño la golpeó. ¿Que clase de pastilla le habían dado? ¿Al menos era una pastilla esa cosa? Apoyó su cabeza en el hombro del tipo, ahora sólo con las ganas de dormir.

Escuchó unos murmullos a su lado, cerca de su oreja. Hasta que la música se calló completamente para sus oídos y unos brazos la empujaron hasta el baño. ¿De verdad esta noche iba a terminar en una violación? Sintió que la recostaban sobre el tocador, mientras unas manos tocaban su cara con desesperación.

"Lauren." Sus ojos ya estaban pegados, pero pudo reconocer la voz. Era de una chica. "Lauren, despierta." Escuchó un gruñido, pero encontró que fue el gruñido más tierno que había oído. "¿Acaso esos idiotas te dieron algo?"

"Sífilis." Respondió como pudo. Su lengua trabándose un poco.

"¿Al menos sabes quién soy?" Preguntó de nuevo.

"Nofolos." Lauren rió de su propio chiste, intentando abrir sus ojos.

"Soy Ally." No podía mentir, a la pequeña mesera también le había causado un poco de gracia el comentario. "Te daré algo. No te va a gustar, pero debes tomarlo, es por tu bien." 

"Ajá." Ally la ayudó a levantarse, intentando que su cuerpo no cayera del tocador. Le entregó un frasco lleno de un líquido de algún color y sabor asqueroso. Tal vez la pequeña quería matarla, pero aún así se lo bebió completamente en unos pocos segundos. 

Sus ojos se abrieron grandemente y su estómago comenzó a dar vueltas como jamás había sentido en sus 21 años de vida. Se levantó y corrió hasta uno de los cubículos para botar todo lo que había comido durante la semana. Su garganta quemaba y el sabor a vómito estaba plasmado en su boca. Necesitaba una pastilla, pero de menta.

"Qué asco, por Dios." Se quejó Ally, tomando su cabello en una cola para que no se lo manchara.

"No sé qué era lo que me diste, pero tampoco quiero saberlo." Hablo, con lágrimas en los ojos por el esfuerzo. "Llévame a mi casa, por favor." Suplicó.

  ●●● 

Probablemente Lauren seguía con el alcohol dentro de su cuerpo, porque la dirección que le dio a Ally, no era el de su departamento.

Era la primera casa de sus padres. La casa en donde conoció a Tink Tink.

"Lauren, esta no es la dirección correct..."

"Tú sólo ve allí un ratito." Dijo, soltando un bostezo, mientras se removía en en el asiento de copiloto para acomodarse mejor. A Ally no le quedó más que asentir, no sin antes acariciar la fría pierna de Lauren, demostrando que la cuidaría a pesar de todo.

El camino fue tan silencioso que hasta era incómodo. Una Lauren borracha pero pensativa, no solía verse todos los días. Ally la miró, sólo para comprobar que ésta miraba el paisaje en la ventana del auto, sus ojos un poco cerrados mientras sus manos apretaban un poco su estómago, pero sin señales de que volvería a vomitar. Tal vez  podía ser porque no había comido nada después de botar todo.

"Lauren." Habló, mientras frenaba suavemente el auto. "Ya llegamos." Apagó el motor y sacó las llaves, escuchando las suaves quejas de su amiga, o mejor dicho, cliente.

"Déjame en la puerta solamente." Pidió, abriendo la puerta para bajar del auto. 

"¿Por qué quieres que..."

"Tú sólo hazme caso."

Ally asintió suavemente, saliendo del auto rápidamente para ayudarla a caminar. Lauren estaba tan pesada ese día o al menos borracha, que una pequeña no la podía tomar en brazos como si nada. Hasta era complicado para ella, pero lo ignoró, intentando que Lauren no diera ningún paso en falso. Sólo quería que llegara a salvo en la puerta, nada más.

"Llegamos." Celebró. Por primera vez se sentía orgullosa de hacer caminar a una borracha tres metros.

"Gracias, mi bebé." Comentó Lauren, apretando sus mejillas con ternura y un poco de diversión.

"Sí, sí, suéltame."

Luego de que se despidieran, aunque no fue para nada una despedida civilizada, Ally se subió a su auto, viendo desde lejos que su cliente se mantenía de pie en la puerta.

"Toc, toc." dijo la más pálida, golpeando la puerta con sus nudillos. Soltó una carcajada por su propia estupidez. Sabía que nadie le abriría, pero siempre quiso hacer eso. Miró hacia atrás para ver si la pequeña seguía ahí, y allí estaba dentro del auto. Su ceño se frunció, un poco confusa. "Ya vete, mierda." Le hizo un gesto con la mano por si es que no le había entendido.

Paseó su mirada por la pared, recordando que por allí había un pequeño ladrillo que podía sacarse. Ahí es donde guardaban sus llaves por si es que las originales se quedaban dentro de la casa.

lo encontró y no perdió el tiempo para incrustar sus cortas uñas, o al menos así se encontraban en los tres primeros dedos, sacando el ladrillo suelto rápidamente  y dejando caer unas llaves detrás de él. No se demoró mucho en abrir la puerta, aunque sí se demoró mucho en entrar, pues no había luz y ella jamás le había superado el miedo a la oscuridad.

Tragó sonoramente y se dijo a sí misma que era valiente, que podía hacerlo. 

Lauren ni siquiera pudo dar un paso dentro de la casa porque al final del pasillo, una luz morada flotante salió, moviéndose de arriba a abajo casi como si tuviera vida propia.

"¡ALÉJATE DE MÍ, SATÁN!" Gritó. No sabía si estaba muy borracha o el efecto alucinógeno que podía tener la pastilla no se había ido, o en definitiva, estaba loca, pero esto casi hace que sus pantalones se mojaran.

Como si su grito hubiera provocado algún efecto en la bola de luz flotante, esta dejó de moverse, su brillo también cambiando a uno rosado en el acto. Unas pequeñas campanillas volvieron a oírse, unas pequeñas campanillas volvieron a entrar en su cabeza como hace años atrás. Unas pequeñas campanillas la hicieron recordar lo poco que podía estando borracha. Aunque probablemente con el susto que pasó, la borrachera ya tuvo que haber desaparecido.

"Tus campanillas me recuerdan a..." Se calló inmediatamente, viendo como esa luz rosada comenzaba a acercarse aún más a ella. Hasta que distinguió unas pequeñas alas y un diminuto cuerpo flotante. Su corazón se detuvo momentáneamente. ¿Por qué ahora? Después de diez años, el señor todopoderoso quería hacerla tener un infarto en plena vida de joven. "¿Tink Tink?" Sí. Se esperaba de todo menos que esa bola de luz se le lanzara encima, removiéndose por toda su cara, mientras su brillo cambiaba a un amarillo. "Eh, espera, no." La hada rápidamente se alejó cuando percibió un fuerte olor a alcohol cerca de sus labios. Lauren estaba borracha. El color de la hadita cambió suavemente a uno azul pastel. ¿Quién diría que su pequeña niña ahora estaría bebiendo? "Estoy tan enojada contigo." Murmuró, su respiración resonando. "¿Sabes tú los putos años que pasé por culpa de que te fueras? ¿Al menos tienes en cuenta cuánto sufrí?"

"Sí, Lauren, pero..."

"No te oigo, deberías saberlo. Creo incluso que tú olvidaste más que yo." La hada volvió a callarse. No la culpaba, Lauren no sabía lo que había pasado ese día, no sabía por qué tuvo que irse. "Ahora quiero dormir. ¿Me podrías guiar hasta mi antiguo cuarto? ¿O también vas a irte antes de llegar?" Camila volvió a suspirar. Ella esperaba un reencuentro más feliz, pero no. Eso ya no ocurrió. 

Lauren comenzó a caminar detrás de la luz que irradiaba su hada. Estaba feliz, claro que lo estaba, pero su orgullo era el doble de fuerte. Pasó más de dos años como una depresiva por haberla dejado, ahora ni siquiera quería pensar en por qué Tink Tink y ella se encontraban en la casa de sus padres. No quería pensar en nada, sólo quería dormir.

"Lo siento." Se disculpó Camila, guiándola hasta la habitación. 

Lauren se lanzó sobre el gastado colchón sin importarle si pudieran salir arañas de ahí. Su cuerpo pedía descansar y ella lo complacería. Camila no sabía qué hacer ahora. Estaba indecisa en dónde quedarse o si sería mejor irse. No quería estar así con la única amiga que tuvo toda la vida. Lauren seguía teniendo un gran puesto dentro de su pequeño corazón. 

"Tink, no quiero dormir sola." Admitió, avergonzada. Podía estar borracha pero su miedo siempre era primero. Camila rió un poco y se acercó suavemente a ella, con cautela de no molestarla. "Acuéstate en mi pecho." Susurró, viendo a la pequeña hada colocarse de un color rosado nuevamente. ¿Qué significaba ese color? Lauren no podía recordarlo. Mañana por la mañana se tomaría el tiempo de descubrirlo. 

Sintió un pequeño peso en su pecho, sonrió inconscientemente y cerró sus ojos, queriendo descansar. Sabía que su hada no sería capaz de defenderla si algún monstruo lograba entrar en la habitación, pero esa pequeña hada seguía dándole la paz que le daba hace más de trece años atrás.






Sé perfectamente que el capítulo está escrito como el hoyo, pero SwxxtSxxySxvxgx96 no me dejó dormir, entonces ahora me voy a dormir :v♡

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