➤Once.
"No sé, aveces me dan ganas de abrazarla." Respondió Lauren mirando a Normani, quien arreglaba unos papeles de la oficina.
"A mí me dieron ganas de cortarle las alas." Admitió, sintiendo la mirada verde en ella, casi apunto de regañarla.
"Tampoco te pases." Suspiró, mientras seguía escribiendo unas cosas en su computador. "No te hizo nada. Tal vez fue tu culpa pedir un día de descanso, así yo no te hubiera pedido cuidarla."
"No. Mi culpa fue haber ido a tu casa." Declaró, terminando por sentarse en su silla y guardar los papeles en su escritorio.
"Sí, puede ser." Sonrió.
Ninguna volvió a hablar después de eso, sólo se dedicaron a su trabajo. Aveces tomaban sus deberes muy en serio, pero esta vez era por distracción; Normani tenía la imagen de la rubia en su cabeza, y Lauren no podía evitar pensar en que no había podido hablar con su hada durante toda la semana. Cada vez que se levantaba por la mañana, veía a Camila tan indefensa y en paz que simplemente era incapaz de despertarla. Lo mismo pasaba cuando llegaba en la noche, encontraba unas pequeñas notas escritas con brillo, diciendo que la estuvo esperando pero se había demorado mucho, así que se fue a dormir. Y era verdad. Lauren estaba llegando muy tarde por culpa del trabajo atrasado de Lucy, una compañera que había pedido una semana de descanso.
"Lauren." Verónica Iglesias, la secretaria, entró por la puerta. "Necesito que vayas donde el jefe, te está buscando."
"¿Por qué?" Normani soltó una risita con la pregunta. El jefe, Luis, nunca tuvo problemas con ninguna de ellas, menos cuando tuvo una noche con Lauren. Pero ya se estaban hartando de que él sólo la buscara para invitarla a salir en vez de comprobar los progresos de su trabajo.
"No me dijo." Respondió.
Lauren suspiró, levantandose con la mirada sugestiva de Normani. Sabían que se estaban aprovechando un poco por la confianza que les daba su jefe en trabajar juntas, salir a comer cuando quisieran, o incluso, tener su propia oficina para estar solas. Todo esto por tener sexo con él cada vez que lo pidiera. No estaba tan mal, pues él conocía los puntos perfectos de toda mujer.
"¿Me necesitaba?" Preguntó Lauren, entrando al despacho de su jefe y sintiendo inmediatamente unos labios deborarla.
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Lauren llegó a casa más temprano de lo usual. Agradecía a cualquier Dios por hoy ser viernes y saber que tendría varias horas para dormir en su fin de semana. Se sentía increíblemente bien.
"¡Llegaste antes!" Gritó Camila, emocionada. Lauren sonrió cuando ella se le lanzó encima. Podría acostumbrarse a esas bienvenidas.
"Sí, al menos lo notaste." Habló, rodando su cintura con su brazos para que no se cayera y cuidando de no chocar con sus alas. Nunca las había tocado por miedo, pero tenía curiosidad de conocer la textura. Mañana podría tener todo el día junto a ella para salir de todas sus dudas.
"Sí..." Camila se bajó y se alejó, arrugando su nariz. "Hueles extraño." Murmuró.
"Oh." Se limitó a responder. Acababa de tener sexo para salir temprano del trabajo y cenar con ella, probablemente tenía algún aroma diferente. "Me iré a bañar y volveré a tener mi olor normal, lo prometo." Camila sonrió. A ella le gustaba el olor dulce de Lauren.
"Está bien."
Lauren corrió hasta la ducha luego de dejar a su hada jugando en su celular. Al parecer, jamás había utilizado uno y cuando por fin aprendió a jugar Magikarp, un juego algo aburrido pero adictivo, se sintió emocionada, como si hubiera descubierto algo que nadie más haría.
Camila se sorprendió de verla bajando solo con un polerón (negro, obviamente) largo, tapando la parte de sus muslos y su torso. Nada más. Sus largas y pálidas piernas se veían suaves, delicadas, sin rastro de un mínimo vello. Se sintió extrañamente avergonzada de verla así.
"Cierra la boca." Dijo Lauren, divertida de ver a su hada casi babeando por sus piernas. "Te pueden entrar moscas."
"Lo siento." Se disculpó. Lauren vio sus uñas de color rosa esta vez. Al parecer, Normani tenía razón y Camila se pintaba las uñas durante la mitad del día.
"¿Quieres pizza?"
"¿Qué es eso?" Lauren la miró como si estuviera loca.
"¿Nunca has probado la pizza?" Ahora era el turno de Camila para mirarla como si fuera deforme.
"¿De dónde iba a probarla?"
"¿Yo nunca te di cuando era una niña?" Su voz sonaba impresionada. Tal vez tenía mala memoria, pero podía recordar que la pizza era una delicia en el mundo y que era su comida chatarra favorita desde toda la vida.
"Lauren, a ti lo único que te gustaba eran los pasteles, tortas, no sé, como quieras llamarlos." Lauren soltó una risita.
"Tal vez por eso me volví una."
"¿Qué?" Lauren volvió a reír con su inocencia. Y pensar que esa hada sabía de la vida el doble que yo, pensó.
"Nada, Tink." Camila rápidamente sonrió. "Lo siento, aún no me acostumbro con tu nombre. ¿Quieres pizza?"
"Por supuesto."
Fue una de las cenas más divertidas que tuvo Lauren en todos sus años. Camila no entendía ningún chiste en doble sentido, lo que hacía todo más gracioso. O más aún, cuando Camila llegaba a ahogarse por seguir comiendo pizzas sin pausa, hambrienta. Por su culpa tuvo que pedir dos cajas familiares más.
La noche ya podía palparse por las corrientes de aire heladas en el departamento. Camila suspiró, temblando y envolviendose a sí misma. Por un momento, el recuerdo de volver a despertarse en una piedra congelada ràpidamente la invadió, pero se fue igual de rápido cuando Lauren envolvió sus brazos en su cuerpo, intentando que dejara de temblar.
"¿Quieres ir a dormir?" Camila asintió, su mandíbula temblando. Lauren rió un poco. Ella amaba el frío y estas suaves corrientes eran lo meior que podía recibir su cuerpo, pero al parecer Camila era lo contrario. "¿Quieres que te lleve en brazos?" Sí. Aveces a Lauren le encantaba presumir la fuerza que poseía.
"S-sí." La hada tartamudeó, estirando sus brazos para aferrarse a su cuello como un bebé. Lauren la tomó de la cintura, alzandola para que envolviera sus piernas en su cadera y así, poder aferrarse a la parte trasera de sus muslos.
Lauren comenzó a subir, teniendo que apretar un poco sus muslos desnudos para sujetarla bien. Sonrió un poco. Pareciera que Camila solo amara llevar los shorts que casi nunca usaba en vez de usar sus pantalones cómodos. La otra semana iría al centro comercial con ella para comprarle ropa.
La depositó en la cama con cuidado, viendo como se tapaba bajo las sábanas como un gusano. Rió, acostandose a su lado para darle aún más calor. Se aferró a su cintura, sintiendo unas pequeñas manos ponerse sobre las suyas. No podía evitarlo; La cintura y los culos lograban enloquecerla, y ahora que podía sentir todo viniendo de Camila, no podía desaprovechar la oportunidad.
Y ella parecía no quejarse tampoco.
"¿Lauren?" Preguntó. Lauren murmuró cosas inentendibles, probablemente ya se estaba quedando dormida.
"Dime." Dijo al fin.
"¿Te puedo decir algo?" Su voz estaba temblorosa, pero ya no era por el frío. Ahora era de miedo.
"Ya lo hiciste." Dijo soltando una risita perezosa, comodandose en su cuello mientras la apretaba más contra ella. "Pero puedes decir todo lo que quieras."
"Te quiero." Fue algo que había decidido confesar cuando el día en que Lauren estaba borracha, la dejó dormir en su pecho, cuando despertaba a mitad de la noche y la veía aferrada a a su cuerpo, cuando ella la escuchó toda la noche mientras limpiaba sus lágrimas, cuando ella la llevó en sus brazos más de treinta minutos sólo para que no se cansara, cuando ella la trajo a su departamento e inmediatamente dejó que se encariñara con su cama, cuando ella le dejaba alimentos sin necesidad de calentarlos porque sabía que era muy torpe y podría cortar la luz, cuando hoy volvió a gastar su dinero compandole dos pizzas sólo para ella, cuando ella la abrazaba para darle calor. Y ni hablar de esos cuatro años que estuvieron juntas, sin separarse ni un solo día.
Sí, también sabía que hace una semana estaba llorando por sacarle en cara que ya no era la misma de antes, pero ahora, se sentía como una niña por decir eso. Pero también se sentía extremadamente bien sentir que Lauren comenzaba a entregarle más cariño. Cariño como el que le hubiera dado hace años.
Se entristeció cuando no oyó ninguna respuesta a cambio, pero intentó creer que estaba muy cansada y necesitaba dormir, o tal vez ya no sentía el mismo sentimiento y tenía que entenderla. Después de todo, es difícil volver a querer cuando a la única persona que quisiste te hizo daño.
Cerró sus ojos, acariciando la mano de Lauren con calma. Intentando formar miles de teorías del por qué no le contestó, pero todas esas teorías murieron cuando sintió un susurro en su cuello. Esas palabras que quería oír, lo que ansiaba escuchar desde que volvieron a encontrarse. Sus pequeños vellos se erizaron con esas simples palabras.
"También te quiero, Camila."
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