
➤Dos.
"¿Puedes creer que ha pasado más de un año y mi hija sigue con esa mierda de hada?" Comentó Mike. Clara la miró un poco enojada.
"¿Acaso te molesta?" Preguntó. ¿Cómo podía molestarle ver a su hija feliz? Independientemente si estuviera feliz por una hada, que probablemente sería su amigo imaginario, su hija estaba siendo feliz. Nada más importaba.
"Parece una..." Estúpida no era una buena palabra para una niña de siete años. "Demente llendo de acá para allá siguiendo a una puta hada inexistente."
"No es una puta." Murmuró Lauren. Jamás le hubiera respondido a su padre si no fuera porque su hadita estaba escuchando todo... ahora estaba irradiando un color azul; de tristeza exactamente. "Y también existe. No la trates así que le da penita." Clara sonrió con ternura. Veía a su hija acariciando un bulto de tela en el centro de su pecho, como si de verdad hubiera algo ahí.
"¿Por qué mi hija de siete años sabe lo que significa ser una puta?" Mike estaba confuso. Él no recordab-
"Lo repites siempre." Dijo su esposa con disgusto. "Mi hija ya debe de saber todos los apodos que utilizas para insultar. Y también, ya intuyó que significan algo malo." Lauren asintió de acuerdo, mientras besaba con cariño por sobre la tela donde estaba su hadita.
"Mami." La llamó Lauren. Clara la miró rápidamente, sonriendole. "¿Puedo ir a mi cuarto?"
"Pero tu papá acaba de llegar y no lo has visto en días..."
"¿Por favorcito?" Suplicó. Su mamá soltó un suspiro y asintió, casi derrotada por la ternura. Lauren sonrió feliz y se levantó del sofá para correr escaleras arriba.
Lauren abrió la puerta de su cuarto rápidamente y la cerró. Desenrrolló la tela que cubría a su hadita, mirandola con cuidado. Le sonrió un poco intentando hacerla sentir mejor, y la depositó suavemente sobre la cama. Su brillo seguía siendo azul, pero esta vez era un poco más claro.
"Eres muy cuidadosa para tener siete años." Dijo la hadita acomodandose en la cama, pero Lauren por obvias razones no le entendió. "Solo quiero que crezcas rápido a ver si no me dejas botada como los demás."
"¿Te sientes mejor?" Preguntó Lauren, recibiendo un suave aleteo. Sí. Ese movimiento significaba un sí. "¿Me puedo acostar contigo, Tink Tink?" La hadita rió. Ese no era su nombre real pero era creativo, había que admitirlo. Asintió, sintiendo las manos de la pequeña Lauren tomarla con suavidad. "Me voy a acostar y luego te acuestas en mi pecho. ¿Sí?" La hadita sonrió feliz, rápidamente cambiando su brillo por uno amarillo. Amaba sentir los latidos de Lauren en su pequeña oreja. Parecía enamorada, pero no podía estar enamorada de una niña de siete años, solamente le gustaba su calidez y el cariño con el que la trataba. Sus anteriores amigos jamás fueron así. A los meses de conocerse, ya la habían botado en una casa de jueguetes; Lauren en cambio, le dio una casa de jueguetes para que tuviera donde vivir dentro de su cuarto. "Ya puedes acostarte si quieres." La hada no perdió el tiempo y se recostó suavemente en el pecho de la pequeña, quien sin querer pasar mucho frío esa noche, las tapó con las sábanas. Luego, acarició un poco las alitas de su hada, sabiendo que eso la calmaba. "Buenas noches, Tink Tink."
"Buenas noches, Lauren."
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