Iridessa
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Iridessa
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En un rincón escondido del Bosque Encantado, donde los rayos de sol se filtraban entre las hojas formando pequeños prísmas dorados, Iridessa se encontraba trabajando diligentemente. Como hada de luz, su talento la convertía en una pieza fundamental para mantener el equilibrio del día. Hoy, estaba ajustando el resplandor de los rayos solares que iluminaban el enorme árbol del polvillo, asegurándose de que cada rayo cayera con la intensidad justa para nutrir las semillas brillantes que colgaban de sus ramas.
Concentrada, Iridessa repasaba su lista mental. "Ajustar intensidad del tercer rayo. Verificar reflejo en la charca cercana. Revisar brillo de las luciérnagas." Su rostro, sereno pero ligeramente tenso, mostraba su compromiso. Cada pequeño detalle importaba, y ella no permitía errores.
El aire dulce del bosque sopló con suavidad, pero un ligero crujido a sus espaldas interrumpió su concentración. Antes de que pudiera girarse, sintió un par de brazos rodear su cintura con ternura.
—¡Lucecita! —Susurró una voz melodiosa que reconoció al instante.
El contacto y el apodo arrancaron un suspiro de sorpresa de Iridessa. Su cuerpo se relajó mientras su novia, T/n, un hada del polvillo, apretaba suavemente su abrazo.
—¿T/n? —Preguntó Iridessa con una sonrisa que intentaba ocultar su sobresalto.
Giró levemente la cabeza para mirarla. T/n, con su característico brillo dorado y una travesura danzando en sus ojos, le devolvió la sonrisa antes de plantar un suave y cálido beso en sus labios. Fue un gesto casto, pero lleno de significado, como si el bosque entero hubiera contenido la respiración para no interrumpir ese instante.
—Sí, soy yo —Respondía T/n con voz suave, mientras se inclinaba para tomar un poco del polvillo brillante que caía en cascada desde las ramas superiores del árbol.
Con cuidado, sopló el polvillo sobre las alas de Iridessa, que brillaron con mayor intensidad al contacto. Luego, esparció un poco sobre su cabello, que reflejó destellos como si un millar de estrellas hubieran quedado atrapadas entre los rizos apretados de Iridessa
—No podía resistirme a hacerte un poco más brillante de lo que ya eres.
Iridessa la miró, intentando fingir una expresión seria, pero sus mejillas ya habían tomado un suave tono carmesí.
—Sabes que no puedes distraerme mientras trabajo —Dijo en un intento fallido de reproche. Sus ojos delataban su felicidad al verla.
—¿Distraerte? Yo creo que te ayudo a brillar mejor —Replicó T/n con una risita, dándole un leve golpecito en la nariz.
Iridessa suspiró, pero no pudo evitar reírse también. Se giró por completo para encarar a T/n, quien aún la miraba con ternura.
—Siempre haces esto —Dijo Iridessa, llevando sus manos a la cintura de su novia—Sabes que tengo una lista interminable de tareas y, aun así, llegas como si el tiempo no importara.
—Porque a veces, no importa —Respondía T/n, inclinándose un poco para tocar su frente con la de Iridessa—Al menos no cuando se trata de nosotras. Además, no me digas que no disfrutas estos pequeños descansos.
Iridessa abrió la boca para responder, pero se detuvo. Sabía que T/n tenía razón. Aunque su mente estaba llena de responsabilidades y posibilidades de error, estos momentos le recordaban que también necesitaba detenerse, respirar y disfrutar de lo que tenía frente a ella.
—Está bien, me rindo —Admitió con una sonrisa, dejando escapar una risita ligera—¿Qué haría sin ti?
—Espero que nunca lo descubras —Dijo T/n con un guiño, antes de besarla de nuevo, esta vez con un poco más de intensidad, mientras el polvillo continuaba cayendo a su alrededor como diminutas chispas de sol.
T/n tomó la mano de Iridessa y la guió hacia la base del árbol, donde los rayos de luz se entrelazaban con el polvillo creando un espectáculo mágico. Se sentaron juntas sobre la suave hierba, y T/n comenzó a hablarle sobre su día en el Árbol del Polvillo, narrando anécdotas llenas de humor que hicieron que Iridessa riera con ganas, dejando atrás su preocupación habitual.
—Sabes, siempre me sorprende cómo encuentras tiempo para venir aquí —Comentó Iridessa, acariciando los dedos de T/n—Pareces tan ocupada como yo.
—Lo estoy, pero para ti siempre puedo hacer espacio —Respondió T/n con una sonrisa sincera—Eres mi luz, Iridessa. Y aunque sé que tienes una lista interminable de cosas por hacer, quiero recordarte que también necesitas momentos para ti, para nosotras.
Iridessa sintió una calidez diferente en el pecho, no por los rayos de sol, sino por el amor que T/n le transmitía con cada palabra y gesto. Se recostó ligeramente contra el tronco del árbol, dejando que su novia la abrazara mientras ambas miraban cómo el brillo del polvillo bailaba en el aire.
—Eres imposible ¿Lo sabías? —Murmuró Iridessa, aunque sus palabras estaban llenas de cariño.
—Lo sé, pero es parte de mi encanto —Respondió T/n con un guiño. Luego, dejó un beso suave en la frente de Iridessa, sellando el momento.
Las dos permanecieron así durante un rato, envueltas en un silencio cómodo, disfrutando simplemente de estar juntas. El bosque parecía confabularse para preservar su intimidad, dejando que el tiempo se deslizara suavemente mientras ellas compartían un pequeño oasis de felicidad en medio de sus ocupadas vidas. Al final, Iridessa se dio cuenta de que, aunque el trabajo siempre la llamaría, momentos como este eran los que realmente la hacían brillar.
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