End
—Hay algo que quiero hacer —le susurré al oído, metiendo mis manos por debajo de su camisa de pijama hasta descender a la desnudez de sus muslos. Se tensó tanto que me sentí como un animal enjaulado contra su cuerpo.
—Tae... —gimió, cuando mi boca ya se acerca a su entrepierna—. Tae... No...
Tembló y, aun así, me aventuré a probarlo. Lo tomé como un dulce exótico y no lo dejé ir. A pesar de decirme que no lo hiciera, sabía bien que era mentira, que en realidad lo deseaba y le avergonzaba decirlo. Mi boca se movió por si sola, como si ya lo hubiera hecho antes, y ese mero pensamiento me hizo sentirme cohibido. No obstante, continué, porque sin darme cuenta, me había vuelto adicto a él. Le besé la punta, acaricié su...
—¡Taehyung!
—¡Ah! —grito, apenas conteniéndome. Me llevo la mano abierta al pecho, sintiendo mis propios latidos desembocados. Alrededor todos nos miran y sonrío apenas, volviendo la vista a Jimin—. ¿Podrías ser más sutil?
—No es como que fueras a morirte por un susto o algo así. —Frunzo el ceño, porque sabe es posible, pero hace un ademán y cambia ligeramente de tema—. ¿Por qué sonreías así? Das miedo, Taehyung.
—¿Sonreír cómo?
—Así, como... No sé, ¿sexi? Por un momento creí que estabas coqueteando con alguna persona aquí adelante, pero luego me di cuenta de que no había nadie. Bueno, solo tu reflejo. —De repente, cambia su expresión y suelta una carcajada mientras intento esconder el rubor de mis mejillas—. ¿Estabas practicando tus expresiones faciales? Déjame decirte que no es el mejor lugar para hacerlo, Kim. Si alguien te hubiera visto, te habría señalado como un pervertido y entonces te habrían echado a patadas de aquí.
—No estaba practicando ninguna expresión...
Se encoge hombros y doy un vistazo a mi alrededor por segunda vez. Había estado tan sumergido en mis pensamientos... recuerdos, que ni siquiera había notado la forma que había tomado en mi rostro. Las personas ya no nos miran y me aliviano un poco.
—¿Y Jungkook? Creí que iba a venir también.
—Su mamá... —Jimin no sabe lo que pasó, así que evito contarle de más—. Tenía una cita hoy y Jungkook quiso acompañarla.
—¿Está bien?
Asiento y Jimin extiende la carta de la cafetería bajo su nariz, como si no pudiera leer bien. Entonces, caigo en la cuenta de que no lleva gafas.
—¿Cómo es que olvidaste tus gafas?
Baja la carta y me mira con los ojos entornados.
—Sin gafas no podría ni salir a la esquina de mi casa.
—¿Entonces?
—Estoy usando lentes de contacto. En serio que eres un poquito lento, Taehyung —agrega, levantándose casi con disgusto para ir a hacer su orden.
—Tus ojos se ven más grandes. De hecho... —Espera que lo diga, preparándose para golpearme—. Es la primera vez que veo tus oj... ¡Ay!
Me ha pegado con la carta y se ha marchado antes de que replique. Pongo los ojos en blanco y me echo hacia atrás en el sillón, sintiendo aún el golpe en mi cabeza. Y, como siempre, no puedo evitar pensar en Jungkook... Ayer volvió su mamá y yo, por inercia, volví a casa, aunque no es como que no hubiera vuelto antes, pero volvía a ser definitivo y ya me estaba acostumbrando a dormirme después de un orgasmo... Aún no hacemos algo diferente de besarnos, abrazarnos y masturbarnos en la noche con el pretexto de que no podemos dormir, pero estoy bien con eso, me gusta que nos descubramos poco a poco, porque, al fin y al cabo, es mi primera vez también.
—¿Harás el examen de admisión? —me pregunta Jimin, volviendo a su asiento.
—Eso fue el año pasado.
—Ah... ¿Sí? Creí que era este año.
—Hay una nueva inscripción a mitad de este año.
—¿Ves? No estoy tan perdido —observa—. ¿Qué quieres estudiar?
—No lo sé.
Jimin parece decepcionado de mi respuesta y respira hondo. Envidio a Jimin por tener su vida casi resuelta, sus padres pagarán su universidad y, sobre todo, está seguro de eso que quiere estudiar, de eso a lo que se quiere dedicar el resto de su vida. Jungkook y yo tenemos muchas cosas en común, y la más certera ahora, es que ambos estamos perdidos en el mundo.
—Arquitecto... —Hace una mueca rara y me inclino un poco más sobre la mesa, pareciendo más interesado—. Quieres ser arquitecto, ¿no?
—Claro que sí. —Entonces, se acerca más, con sus ojos brillando—. ¿Sabes? Quisiera construir rascacielos tan altos como...
Y se desborda, emocionado hasta los huesos. Se ve tan feliz que, sin querer, sonrío también. Tal vez en el futuro, en algunos años, si Jungkook y yo seguimos juntos, él pueda construirnos nuestra casa frente a un lago, o frente a la playa. O en cualquier otro lugar, pero seguiría siendo eso... Nuestro hogar, e imaginarlo me motiva.
Mientras camino a casa, me desvío para visitar a Jungkook. Para este momento ya deberían de haber vuelto. Jungkook dijo que habían programado una serie de citas con una psicóloga para darle seguimiento a la señora Gyuri, también porque querían involucrarlo a él. Espero que eso le dé paz, al menos en parte, porque sé que sigue sintiéndose angustiado por su madre, porque teme que, en cualquier momento, ella simplemente decida marcharse...
Toco dos veces y espero. Para mi sorpresa, es la señora Gyuri quién me abre, luciendo tan... distinta. Parece que se cortó el cabello y lo lleva muchísimo más corto que antes.
—Taehyung... Pasa, Jungkook está arriba —dice, casi ocultándose detrás de la puerta. Se parece a Jungkook y sonrío con ternura. Es obvio que está avergonzada por lo que pasó y lo que sé, pero se esfuerza para no darle mayor importancia—. Te gusta la pizza con champiñones, ¿verdad? ¡Jungkook, Taehyung ya está aquí!
—¿Sabías que venía? —curioseo, extrañado.
—Compramos pizza y él dijo que te invitaría. —Camina hacia la cocina y se detiene, girándose en punto—. Si no sabías, supongo que ustedes dos tienen una conexión muy extraña —señala, pasando el umbral de la cocina.
Demasiado extraña, me digo mientras voy a buscarlo.
Abro la puerta de su habitación y lo encuentro terminándose de poner una camiseta blanca. Su cabello está despeinado y me mira sorprendido.
—Iba a enviarte un mensaje.
—¿Por qué no lo hiciste antes?
—Estaba cambiándome... —refunfuña—. ¿En dónde estabas?
—Con Jimin.
—Jimin —repite distraído, buscando algo sobre su cama—. Ah, hoy íbamos a salir con él, ¿verdad?
—Sí... ¿Qué estás buscando?
Cuando parece encontrarlo, exhala lento y lo deja donde está: en una bolsa blanca cuyo contenido es más bien reservado.
—Nada, ya lo encontré.
Cierro la puerta y avanzo un poco más. Lo abrazo por la cintura y beso su mejilla tibia, lo que me hace pensar que llegaron hace poco. Se tensa poquito, pero no me aparta.
—¿Puedo dormir contigo hoy? —le pregunto a modo de juego y él ríe—. No haremos ruido.
—La cama hace ruido.
—Entonces lo hacemos en el suelo.
Me mira horrorizado y me reprendo a mi mismo, porque incluso yo lo sentí extraño en mi boca. Se pone extremadamente rojo y se cubre la cara con las manos.
—Dios, no puedo creerlo.
—Lo siento.
Pero él suelta una risotada y entonces me siento menos culpable. Le beso detrás de la oreja y nos quedamos en silencio, como si estuviéramos bailando, solo que nuestros cuerpos no se mueven y, en cambio, lo hacen nuestros corazones. Inesperadamente, se deshace de mi abrazo y se inclina sobre la cama, tomando la bolsa blanca. De ahí extrae otra, esta vez más bonita y finita, una bolsa de regalo. Me la extiende y me quedo lelo, alternando la mirada de aquel detalle al rostro de quién me lo está regalando, que luciendo apenado.
No es la primera vez que me regala algo y, sin embargo, esta vez se siente diferente.
Empuja su muñeca y parpadeo, volviendo en sí. Tomo la bolsa y la abro un poco. Adentro hay una bola de cristal, esas que —usualmente— te dan en navidad, solo que esta es diferente y, al sacarla, confirmo que no puede haber dos como esta en el mundo. Sobre una manta de nieve y unos pequeños copos que caen apenas, hay una imagen de él y yo el primer día que nos conocimos. Jungkook pequeño tiene una cura sobre su ceja y a mí yo pequeño le falta un diente de arriba.
»Ese día estábamos corriendo después del recreo, ni siquiera estábamos en la misma clase, íbamos tarde y, entonces, chocamos. No fue romántico, en absoluto. Mi diente —que ya estaba flojo— terminó rompiendo la ceja de Jungkook en la parte de arriba. Hubo mucha sangre y, aunque yo estaba histérico, él lucia imperturbable... O eso creía, hasta que después me confesó que quería llorar, pero no pudo hacerlo. Eventualmente, llamaron a nuestras madres y poco a poco, entre todos, nos acercamos. Esa foto la tomaron mientras los adultos se aguantaban la risa.
—¿En serio estás llorando?
Miro mis manos, cayendo en la cuenta de que estoy temblando y de mis ojos salen lágrimas a borbotones. Desde que éramos niños, es posible que sintiera algo por él sin darme cuenta, algo más que solo la necia necesidad de estar a su lado con el particular deseo de mantenerlo a salvo de todo y de todos.
—Taehyung... —susurra y, por primera vez, es él quién me abraza, prestándose para desahogarme.
Normalmente, me daría palmaditas en la cabeza y en la espalda, tal vez me diría algo y eso sería todo, no obstante, ahora él está abrazándome y besándome el cogote tan naturalmente que una sonrisa se me escapa.
—Taehyung. —Sorbo por la nariz y lo abrazo de vuelta, sin soltar la bola de cristal todavía, ni siquiera la bolsa—. Taehyung... —Me sostiene con más fuerza, casi lastimándome con sus uñas—. Tae, te amo.
Y el pensamiento de que su abrazo puede estar lastimándome se desvanece, me quedo estoico, como si el mundo se hubiera detenido, excepto que sé que no es así porque sigo pegado al suelo, abrazado a él. Jungkook se ha encargado de decirlo tan cerca de mi oído, que aún siento su aliento allí, haciéndome cosquillas. Me suelta poquito, recarga la frente sobre mi hombro y exhaló, tembloroso.
—¿Cómo se llama el psicólogo que estás viendo?
Ríe casi decepcionado y se aleja, dejándome ver el color carmesí de su piel y una capa de sudor bajando por su sien.
—No fue él. No hablamos de nada en particular —dice, bajando la mirada—. Yo... Tal vez quería decírtelo hace mucho tiempo. En serio me gustaría no tener que esforzarme tanto para hacerlo... En mi mente es mucho más sencillo, ¿sabes?
—No quiero que te obligues a hacer algo que no quieres —digo con cuidado.
—Pero esto es algo que quiero —exclama, mirándome iracundo—. Es que... No es que no quiera, sabes eso, es que no puedo, yo... Me cuesta mucho.
—Y aun así lo dijiste. —Mis lagrimas comienzan a secarse sobre mis mejillas y doy un paso hacia él—. Yo también te amo, Jungkook. Si me dices un "te amo" de vez en cuando, está bien, porque a veces demostrarlo es mejor que decirlo, y tú me lo demuestras siempre... —suelto, peinando un mechón húmedo de su frente—. Igual, por si no te has dado cuenta, soy muy paciente.
—Es que... No es eso... —Hay angustia en su rostro y tomo aire.
—Si te sirve de algo, prometo no mostrarme sorprendido cuando me declares tu amor —agrego—. Sé que te molestó hace un rato.
—Gracias —suspira aliviado.
Me muerdo los labios y bajo la mirada, escudriñando la bola de cristal.
—Esto tuviste que mandarlo a hacer al menos hace unos días.
—Lo hice —admite—. Fue días antes de lo de mamá... Fueron muy amables al guardármelo hasta hoy.
Sacudo la bola de cristal y la nieve cae como estrellas fugaces, estremeciéndome e hipnotizándome.
—Gracias. Y lamento lo de tu ceja, otra vez.
—Está bien. Aún tengo la cicatriz, parece que es tu mejor regalo o me marcaste, más bien.
—¿Cómo...?
—Solo se ve si hago así. —Alza las cejas, haciéndose una hendidura en forma de arco sobre una de ellas. Es algo pequeño y profundo —. ¿Ves? Creí que ya lo habías notado.
—Es que tus ojos me distraen, pero si, ahí está —confieso, medio sorprendido—. Jungkook, lo que pasa es que también mantienes con el ceño fruncido y casi no se not... ¡Ay!
—Iré por un trozo de pizza. —Me pasa de largo y se detiene en la puerta—. Mamá también compró una para tu mamá y Sihyeon así que no tardes. Comer pizza fría no es apetecible y recalentada menos.
Cierra la puerta atrás de sí y vuelvo la mirada a su regalo. Jungkook y yo. La bola de cristal casi parece una simulación de nuestro hogar, de nuestra vida juntos, y no puedo evitar sonreír.
Como un deseo impulsivo, dejo la bola de cristal sobre el nochero y salgo de prisa de la habitación, encontrándome a Jungkook afuera.
—¿Estabas esperándome?
—Me dije que si no salías en diez segundos iba a sacarte de las orejas. Faltaba uno.
Ignoro su advertencia y me acerco a zancadas, deteniéndome a un milímetro de sus labios.
—Por eso salí un segundo antes.
Abre la boca para replicar y lo callo con un beso. Tomo sus labios con necesidad y abrazo su cintura con desesperación. Sus manos también me toman y me absorben como una esponja. Esta vez su tacto no duele, sino que quema como una llamarada que solo se extingue con la desnudez de nuestros corazones... y tal vez de nuestros cuerpos en una misma sincronía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro