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006: sick

Jungkook enfermó hace tres días y recién comienza a recuperar sus fuerzas. Yo digo que cuidarlo ha sido una bonita forma de aprovechar los días perdidos, días en los que ambos estuvimos separados. Su madre regresó esta mañana e hizo el almuerzo, luego se fue, aclarando que volvería más tarde.

La luz de sol se filtra a través de la ventana y pega directamente al cuerpo adormilado de Jungkook. Su piel pálida aún contiene un leve sonrojo, y bajo sus parpados cerrados comienzan a desvenarse las bolsas oscuras que le ha dejado el trasnocho. Aún moquea un poco, pero al menos ya no siente dolor en los huesos.

La puerta principal se cierra muy fuerte e intuyo que la señora Gyuri ha regresado. Salgo de la habitación —procurando no hacer mucho ruido— y voy rápidamente a la sala. Ella tiene las manos atestadas de bolsas y me sonríe.

—¿Desperté a Jungkook?

—No, sigue profundamente dormido.

Tomo la mitad de sus bolsas y nos desplazamos a la cocina, descargándolos sobre las encimeras.

—Hace mucho que no se enfermaba. Fui a la farmacia y compré más medicamentos. Si se hubiera puesto una inyección antes, se sentiría mucho mejor ahora —reniega, negando con la cabeza. Mira a su alrededor y suspira—. Hice un caldo de pollo, hay arroz hecho y dejé guarniciones en la nevera.

Frunzo el ceño y ella evita mirarme, sacando un sobre del bolsillo de atrás de su pantalón.

—Señora Jeon...

—Gyuri —me corrige con severidad—. Ahora soy la señora Gyuri. Ayer firmé los papeles del divorcio.

Asiento, sintiéndome avergonzado. El dato extra que me ha dado es claro que Jungkook no lo sabe aún.

—¿Va a irse otra vez? ­—le pregunto dubitativo, esperando que sea un malentendido de mi parte—. Jungkook la necesita, aunque parezca que no. Sé que necesita tiempo, pero...

—Ustedes ya salieron a vacaciones, ¿cierto? El receso de una semana. —Mira el sobre, sosteniéndolo con fuerza para evitar temblar. El flequillo no me permite ver sus ojos ahora porque esta levemente inclinada, quizás más apenada que yo—. ¿Podrías cuidar de él por esta semana, Taehyung? Solo será esta semana, lo prometo.

La molestia forma un nudo en mi estómago que crece tan rápido que me sorprendo.

—Dijo que volvería el lunes, después el sábado, y ahora ¿una semana? Por favor discúlpeme si soy grosero, pero está dejando de lado la responsabilidad que tiene con su hijo. Sabe que para mí no supone un esfuerzo estar con Jungkook, no obstante, entre estar con su madre y un amigo, hay una gran diferencia.

Se queda en silencio y comienzo a hacer candados con mis manos. Nunca he sudado por el solo hecho de estar de pie hablando y, sin embargo, es justamente lo que pasa conmigo en este momento.

—No espero que lo entiendas, Taehyung. Entre estar aquí o en otro lugar, prefiero lo segundo, porque prefiero que Jungkook crea que estoy afuera para sanar y no aquí para verme destrozada. Nadie quiere ver a su madre así, y ninguna madre quiere que su hijo sufra por ello. —Toma aire y, cuando alza la cabeza, noto que tiene los ojos lagrimosos, esforzándose para no llorar—. Decir que en una o dos semanas estaré estupendamente es en realidad una mentira, pero es un buen tiempo para desahogarse y pensar. O no pensar, en todo caso.

—Lo siento.

—No, está bien. Aunque suene descarado de mi parte, me alegra que Jungkook tenga a alguien como tú. Siempre estás a su lado y cuidas muy bien de él. En serio me da mucho alivio.

—Nos conocemos desde hace muchos años, ¿cómo no podría tratarlo bien?

La señora Gyuri sonríe y asiente, sus mejillas sonrojándose y, por ende, las mías también, quizás porque ella me da la idea de que tiene un pensamiento más profundo sobre nuestra relación, al menos de mis sentimientos hacia él.

—Compré mucha comida y hay un sobre con dinero por si se le antoja comprarse algo más. Subiré a despedirme. Gracias, Taehyung.

Ella me entrega el sobre de textura lisa y sube a la segunda planta. Tal vez Jungkook sigue dormido y por eso no  tarda en salir, volviendo a agradecerme en el camino. No puedo evitar sentirme mal por Jungkook y toda esta situación. A veces, incluso, me entran las ganas de llamar al señor Jeon para que se responsabilice de su hijo, para que no esté tan solo, pero Jungkook me odiaría si hiciera eso. Además, estar o no con su padre, es lo mismo para él. No, mucho peor con él aquí.

Suelto un suspiro cansino y guardo las compras que ha hecho la señora Gyuri. Las verduras se ven frescas, hay carne y algunos granos, también bombones de chocolate y frutas; sus favoritos.

Al finalizar, tomo el sobre y entro a la habitación de Jungkook. Sorpresivamente, él está sentado en el borde de la cama con su pecho desnudo siendo iluminado por el sol. Si dibujaran un manga sobre este momento, el fondo estaría lleno de brillos y él resaltaría como un ser superior. Al verme, se ruboriza —al igual que yo— y se cubre rápidamente con el edredón. Intento no reírme, reprimiéndolo en mi mente.

—¿Qué? —cuestiona, bajando la cabeza.

Meneo la cabeza para volver en sí y camino hasta detenerme frente a él, extendiéndole el sobre.

—Tu mamá vino hace un rato y te dejó este dinero.

Lo recibe y mira el interior, soltando un suspiro cargado de morriña.

—No se quedará, ¿cierto? —cuestiona en voz baja, hueca.

—No, se tomará una semana más —le confirmo, sintiendo que me pica el interior del pecho.

Juguetea con los bordes del sobre y suelta una risa amarga.

—¿Crees que me parezco a papá? Ella siempre dice que me parezco mucho a él. —Hace una pausa y me mira, destrozándome con sus ojos llenos de lágrimas—. ¿Lo crees? Para ella seguramente es doloroso verme, ¿no?

Al carajo la distancia, al carajo la fuerza de voluntad para no acercarme. Él me necesita. Me siento a su lado y lo atraigo a mi pecho. Se estremece al tacto e intenta apartarme, pero no puedo soltarlo.

—N-No —gime tembloroso y me muerdo el labio mientras me quedo inmóvil, dejando que se aleje. Se cubre más con el edredón y exhala lento—. Estoy bien.

Nos quedamos de nuevo en un silencio incómodo, hasta que se levanta y se acerca al armario por una toalla, perdiéndose luego en el umbral de la puerta. Me llevo las manos a la cara y contengo un grito. Sé que no me odia, que es inevitable para él no querer el contacto físico, pero, aun así, duele.

Más tarde, tirado en el sofá, Jungkook aparece con mejor apariencia y vemos una película en silencio. Odio el silencio. Y solo se rompe cuando suena mi móvil. Gruño porque no se detiene y me obliga a estirarme para tomarlo de una mesita. Es Eunwoo, mi primo. Y parece que está divirtiéndose por la música de fondo.

—Hey! Taehyung.

—Eunwoo, hace mucho que no llamabas.

—¿Acaso soy el único que tiene que hacerlo? —se queja.

—¿Bromeas? Te mando mensajes, pero nunca contestas.

—¿En serio? Estaré más pendiente.

—Siempre dices lo mismo.

Jungkook hace una mueca extraña y se levanta del sillón, yendo a la cocina. Creo que hago demasiado ruido.

—Hablé con mi tía está mañana y me dijo que andabas ocupado. ¿En qué estás metido Kim?

—Algo... No importa.

—Bueno, como sea, solo quería invitarte a mi fiesta de cumpleaños el próximo sábado. Ya tengo el permiso de tu madre para que vengas desde el lunes, será divertido. Encima te tengo una sorpresa.

—¿Una sorpresa? ¿Quién cumpleaños, tú o yo?

Se ríe y observo por el rabillo del ojo a Jungkook, volviendo al sillón con dos bombones de chocolate, uno me lo da a mí y el otro se lo come al instante.

—Lo siento. No creo que pueda ir.

—Oh, vamos. Trae a tu amigo, en verdad quiero que vengas, hace mucho no hablamos. ¿Ya se te olvidó nuestras travesuras de cuando éramos pequeños?

Seguramente mamá le habló de Jungkook y no puedo evitar irritarme un poco. Sin embargo, la idea no suena mal, no si pongo a Jungkook en este plan.

—Está bien. Iré.

—Ok. Adióóós ­—se despide con voz cantarina.

Cuelgo y dejó el móvil donde estaba. Jungkook sigue con la mirada al frente, concentrado en todo menos en mí.

—Jungkook.

—Mmm...

—¿Quieres acompañarme a un lugar un poquito lejos de aquí?

—¿Qué tan poquito?

—Bastante, en realidad. Cuatro o cinco horas. Es a las afueras de la ciudad, hay un gran bosque y las personas son muy amables. Te gustará.

—No tengo dinero.

—Yo lo pagaré.

—No, no lo harás.

—Si lo haré, ¿vamos? —insisto.

Se muerde el carrillo, seguro de que insistiré todo el día.

—¿Para volver cuándo?

—El próximo domingo. —Hace una mueca rara y se retrepa en el sillón—. Irás, ¿cierto?

—Le diré a mamá.

Sonrío y asiento con la cabeza. Permanece serio, aunque minutos más tarde nos encontramos sacando teorías sobre una película llamada Matrix. 

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