005: sorry
De pie frente a la casa de Jungkook, me tomo cerca de cinco minutos para esperarlo e irnos a la escuela. Aun cuando no hemos hablado del tema, estoy dispuesto a seguir a su lado. Pero parecer ser que él no quiere eso. Es decir, fue mi culpa después de todo... Suspiro, dándome cuenta de que, quizás, él ya se adelantó para no verme.
El retraso me pasa factura y corro lo más rápido que puedo. Jimin está más adelante y se me relaja los músculos al notarlo tan tranquilo mientras lee un comic.
—¿Entrabamos más tarde? —le pregunto confundido, intentando regular mi respiración.
—¿De qué hablas?
—Faltan como dos minutos antes de que nos pongan una falta.
Me mira con el ceño fruncido, revisa el reloj en su muñeca y me jala del brazo.
—¡Corre! ¿Por qué siempre hablas tanto? —refunfuña y suelto una carcajada—. ¡Taehyung!
Se queja porque mis piernas no reaccionan y lo obligo a jalarme. Jimin parece un tierno pollito, especialmente cuando se enoja y corre a regañadientes, como ahora. Afuera del salón, nos detenemos y él guarda el comic en su mochila.
—¿Para qué lo guardas si ya no nos van a abrir la puerta? —le pregunto con jovialidad, pero él se peina las cejas y el cabello encerado.
—No voy a perderme la clase.
Toca dos veces y la profesora de física nos abre. Primero me mira a mí, quizás porque soy más alta y voluptuoso, luego a Jimin. No sé con exactitud que le dice, pero la profesora nos deja entrar con una advertencia que prometemos no pasar por alto.
Extrañamente, mi lugar está vacío y puedo sentarme atrás de Jungkook. Yoongi no está por ningún lado.
Jimin me da palmaditas en el hombro y me adelanto a tomar asiento. Ha pasado un tiempo desde la última vez que pude sentarme atrás de Jungkook y me encanta. Es una pena que la profesora me obligue a permanecer quietecito y callado, de lo contrario, le lanzaría al menos un saludo.
La mañana transcurre muy calmada, demasiado para un tipo tan hiperactivo como yo. Por supuesto, no pude concentrarme en ninguna clase y, en cambio, garabateé en la última hoja de mis cuadernos. De cuando en cuando, me hacía el tonto fingiendo que se me caía el lápiz nada más para ver la expresión serena y a veces tensa de Jungkook.
Más tarde, suena el timbre y nuestra hora de receso comienza oficialmente. Jungkook sale tan de prisa que me quedo con la boca abierta y el cuerpo inclinado en un intento de saludo. Es obvio que todavía no quiere hablar conmigo y eso me parte el corazón.
Inexpertamente, Jimin arrastra una silla y se sienta a mi lado.
—La cosa pinta mal. ¿Quieres sándwich de pollo o de jamón y queso? —me pregunta, alzando dos sándwiches frente a mi cara.
—Pollo.
—¿De jamón y queso? Bueno, toma —dice, dejándome el contrario al que pedí sobre mi pupitre. Jimin es tan gracioso que casi puedo llorar de la risa—. Comételo con confianza.
—Podría llevarle un pedazo a Jungkook. —Jimin menea la cabeza y yo arrugo el entrecejo—. ¿Qué?
—Tengo uno para él. —Mis ojos se agrandan y casi babeo por la idea que tengo, pero Jimin sigue negándose—. Se lo llevaré yo porque lo hice especialmente para él, además, si vas tú se enojará conmigo.
—Jimin...
—No. Mejor busca la forma de arreglar esto. Es que dos días sin hablarse ya es demasiado tiempo, ¿no crees? —razona, levantándose—. Iré a llevarle el sándwich.
Saca una bolsa plástica de su bolso y se retira del salón. Aquí solo quedamos el profesor, tres compañeros y yo. Creo que es la primera vez que estoy solo, porque a estas personas casi ni las conozco.
¿Qué tal si lo hago a la antigua? Nada más espero que no se lo tome mal.
Mientras me como el sándwich arranco una hoja de mi cuaderno, notando que el profesor me corta con la mirada. Tal vez es ambientalista y yo estoy aquí, haciéndolo difícil para el mundo. Como sea, esto es importante también. Jungkook ignoró mis mensajes de textos y mis llamadas, pero no podrá ignorar un papel sobre su pupitre con letras grandes.
Uso una de las banditas circulares que aún conservo en mi mochila, la doblo por la mitad para que quede ambos lados con pega, y fijo el papel sobre la tabla. El profesor vuelve a mirarme, esta vez como advertencia. Es nuevo en la escuela, así que no sabe cuan relacionado estoy con Jungkook y tampoco es que quiera decírselo.
Vuelvo a mi silla y espero mientras lleno mi estómago. Espero que Jungkook se coma el sándwich. Si arreglamos esto le traeré uno mañana, uno hecho por mí. Es decir, no hay nada más delicioso que una comida echa con amor, ¿verdad?
Espero Jimin se asegure de que se lo coma todo. A veces Jungkook dice que lo hará más tarde solamente porque le avergüenza recibir cosas de los demás. Así es él. Y no puedo evitar preocuparme.
Jimin vuelve cinco minutos antes de que suene el timbre y se acerca a mí.
—¿Ya pensaste en algo?
—Tal vez. ¿Se comió el sándwich?
—La mitad. Dijo que estaba lleno.
—¿Y llevó frutas? ¿Qué bebió?
Jimin rueda los ojos y me sacude. Aunque sus manos son pequeñas, tiene una fuerza impresionante.
—¡Cálmate que me enloqueces! ¿Cómo te aguanta Jungkook? —chilla, fingiendo lástima—. Déjame respirar. Él está bien, aunque un poco triste.
—¿Te lo dijo?
—¿Crees que iba a hacerlo?
Inspiro hondo y cierro los ojos. Mi cabeza cae hacia adelante y Jimin me acaricia la raíz de mi cabello, sintiéndose confortable. Podría quedarme dormido si sigue tocándome así. Además, no he podido conciliar muy bien el sueño estos días.
—Ahí viene Jungkook —me avisa Jimin, alejándose rápidamente.
Jungkook no me mira, pareciendo que algo le ha molestado recientemente. Y, sin embargo, cuando va a sentarse, una muy pequeña curva en sus labios me hace tener esperanzas de que todo podría salir bien.
Las últimas tres horas se convierten para mí en una eternidad. Un ciclo sin fin. Ahora soy un fantasma para él y eso me duele. Quiero que esto termine, y pronto. No me importa si no puedo volver a tomar su mano, con que me deje quedarme a su lado, estaré feliz. Quiero asegurarme de que todo está bien entre nosotros.
Al finalizar, ni siquiera tengo que llamar su atención, él se levanta y se queda ahí, mirándome.
—Creí que no tendrías la necesidad de disculparte conmigo —dice.
—¿A qué te refieres?
—Estos días... —Se pone tan rojo y tan tenso que la voz le baja de tono—. Jimin es tan increíble.
—¿Jimin? —cuestiono, ladeando inocentemente la cabeza—. No entiendo.
—No importa. Te perdono. Pero solo por ese signo que pusiste mal —agrega, riéndose con nerviosismo. Es como si intentara decirme algo más, aunque no puede. Y, a pesar de eso, saber que me ha perdonado, me es suficiente. Él me lo dirá a su tiempo.
—Gracias.
Asiente, los colores de su rostro poco a poco volviendo a la normalidad. ¿Y nosotros? Espero que también.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro