002: together
Mi madre desliza su palma abierta por el cuello de mi camisa mientras frunce el ceño y niega con la cabeza. Hace dos años éramos del mismo tamaño, ahora la he superado por unos seis o siete centímetros y me provoca apapacharla entre mis brazos como un pequeño minion.
—No creo que sea una buena idea que vayas. Gyuri debe estar abatida por la ruptura de su matrimonio —dice, mirándome con ojos dulces y sonriendo suavemente—. ¿Por qué no te quedas aquí y hacemos jumokbab juntos?
—Me encantaría, pero... ¿Qué tal si lo haces tú y me llamas cuando esté listo? Así les llevo un poco y les levanto el ánimo —propongo con descaro.
—Dios... —suspira—. Qué niño tan considerado tengo. —Se aleja, yendo a la cocina por una bolsa que, posteriormente, me entrega—. Llévale estas frutas a Jungkook y tráelo para la cena. Haré sopa de cerdo con arroz.
—¿Vas a prepararle su comida favorita?
Se abraza a sí misma, arreglándose su cárdigan de lana.
—Debe de estar pasándola mal con la separación de sus padres, aunque no lo demuestre. Dicen que, barriga llena, corazón contento. Además de ti, estoy segura de que la comida le subirá el ánimo.
—Eres increíble, mamá —vitoreo con una enorme sonrisa. Ella se encoge de hombros y me da palmaditas en el brazo.
—Ve. No hagas que Gyuri tenga que servir el almuerzo dos veces.
—Jungkook no comería sin mí —le digo, poniéndome los zapatos. Ella se ríe y salgo rápidamente de la casa.
Echando un vistazo rápido en el interior de la bolsa, noto que le ha empacado todo lo que a Jungkook le gusta. Desde sus bananos, hasta los duraznos. Seis años es suficiente tiempo para conocerlo todo él.
Frente a la puerta de Jungkook, me arreglo disimuladamente el cabello y toco el timbre. Espero que me abra su madre y, en cambio, es el propio Jungkook quién lo hace, luciendo cansado y desaliñado.
—¿Te levantaste temprano hoy? —le pregunto con tono jovial, adentrándome a la casa—. Es sábado, deberías de haber dormido hasta más tarde. —Mientras me quito los zapatos y los reemplazo por unas pantuflas, me doy cuenta de que no hay nadie más en casa—. ¿Y tu mamá?
—Está en casa de mi tía —informa, cruzando el vestíbulo hasta la sala—. No volverá hasta el lunes.
Arrugo el entrecejo y lo sigo, sentándome junto a él al mismo tiempo que interpongo la bolsa entre nosotros.
—¿Por qué no fuiste con ella?
Tuerce el gesto y se pasa perezosamente la mano por el cuello.
—Quería un tiempo para sí misma —dice en voz baja—. No lo dijo directamente, pero fue lo que me dio a entender.
Inspiro hondo y me dejo caer en el sillón.
—¿No te preocupa quedarte aquí solo? ¿Qué pasa con tu alimentación? —Se ríe e inevitablemente me irrito un poco—. Hablo en serio, Jungkook. Sé que podrías meterte a la cocina para intentar hacer algo por tu cuenta, pero... No eres muy bueno que digamos.
Entrecierra los ojos y me encojo de hombros. Sabe que tengo razón.
—Puedo buscar las recetas por internet —refunfuña—. Ya no soy un niño, Tae.
—Entonces, ¿qué receta viste que me invitaste a almorzar? —le reto y se sonroja hasta el nacimiento de su cabello—. ¿No querías cocinar tú solo?
—Puedo cocinar por mi cuenta —dice entre dientes, evadiendo mi mirada.
Una sonrisa se me escapa de los labios y muevo su cabello desmarañado con un rápido movimiento al levantarme del sofá.
—De acuerdo, vayamos a cocinar algo. Mamá también te mandó unas frutas y te invitó a cenar. No puedes negarte —le aviso, señalando la bolsa.
Jungkook toma las frutas y me sigue a la cocina. Para mi sorpresa, el lugar está impecable. Me froto las manos con algo de aspereza y volteo a observarlo. Tiene el celular a la altura de su pecho mientras frunce los labios y el ceño. Al acercarme, noto que tiene consejos sobre cómo preparar arroz.
—Mamá me enseñó a hacerlo, no es tan difícil. —Hace un pequeño mohín y me obligo a hacerme el tonto, acercándome al lavaplatos para lavarme las manos. Su ternura desemboca los latidos de mi corazón y no doy para tanto—. Por cada taza de arroz se deben echar dos tazas de agua.
Jungkook asiente y saca de los cajones una taza para medir los ingredientes. Yo, por mi parte, busco vegetales en la nevera para sofreír y acompañarlo luego.
—¿Puedes echarle la sal? No sé cuanto debo usar.
Meneo la cabeza, acercándome a la olla rocera.
—Debo hablar seriamente con tu mamá. No puede ser que no te permita acercarte a la cocina.
—¡Lo hago! —exclama—. ¿Olvidas que mi mamá también trabaja?
—Solamente tienes que recalentar la comida que ella te deja.
—Valora mis esfuerzos —bufa, cruzándose de brazos.
—Lo hago, pero debes tener más cuidado. La última vez hiciste palomitas en una olla y la quemaste completamente. Si lo pienso bien... Si yo fuera tu mamá, tampoco te dejaría tocar la cocina.
—En lugar de regañarme, deberías de enseñarme.
—Bien, voy a enseñarte —respondo con voz dura—. Primero toma el cuchillo y corta esas zanahorias. No olvides pelarlas.
Frunce el ceño, tomando un cuchillo enorme que me acelera el corazón.
—Sé que se deben pelar primero —dice para sí mismo, olvidando que, en realidad, hay muy poco espacio como para no ser escuchado.
—Ten cuidado —le digo, acercándome por detrás para vigilarlo.
—¿Por qué tienes que estar tan cerca? —masculla—. Tenme un poquito de paciencia, ¿quieres?
—Tengo paciencia.
—¿No hay algo más que quieras hacer? Creo que hay carne en el congelador.
—Ya que voy a prepararte la comida, ¿cómo piensas pagar por mi trabajo? —pregunto escuetamente.
—También vas a comértelo.
—También tengo comida en casa.
Se gira en punto, logrando sorprenderme por la cercanía de nuestros rostros.
—Entonces ve y atragántate con tu comida, idiota —suelta, volviendo a voltearse. ¿Al menos se dio cuenta de que, mientras hablaba, podía sentir su aliento sobre mi boca?
A veces olvido lo temperamental que es.
—Tampoco te enojes.
—No estoy enojado —replica, manteniendo la concentración en la zanahoria. Nunca admitirá que lo está y eso me molesta a veces. Tanto sus sentimientos como emociones los reprime con una cortina de "paz" que, creo, lo asfixia por dentro.
—Prepararé la carne —le aviso, poniéndome en ello.
Si mi madre se enterara de que recién estamos haciendo el almuerzo, podría regañarme por horas mientras nos prepara un manjar. Ahora mismo debe estar comiendo mientras nosotros alcanzamos la mitad de nuestras preparaciones. No obstante, tampoco debería quejarme mucho. Ver a Jungkook concentrado en la cocina es sumamente importante. Quiero que cuide más de sí mismo y que se pueda distraer en otra cosa cuando esté solo. Lo único malo de cocinar es la pila de trastes sucios que acumulas, pero él ya lo tiene bastante resuelto. A pesar de todo, es bueno manteniendo el orden donde hay caos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro