001: we
Me gusta todo de Jungkook, especialmente su cabello negro y corto que siempre huele bien, los ojos grandes que se asemejan a los de un cervatillo, la nariz redonda y sus labios delgados con un ligero dulzor a cereza. La primera y última vez que los probé fue cuando él estaba dormido. Y sí, sé que estuvo mal, me recrimino todo el tiempo por eso, pero ¿qué podía hacer? Mis hormonas enloquecidas y la situación dada me empujaron a hacerlo. No me arrepiento. Y ese es mi pecado.
—¿Vamos? —me pregunta mi adonis, sacándome de mi ensimismamiento. Paso saliva y me muevo un poco, lo suficiente para percibir su perfume cuando pasa por mi lado—. Eres tan raro.
Sonrío mientras lo alcanzo, empujándolo un poco para disimular mis nervios. Jungkook me mira un microsegundo, frunciendo el ceño antes de suspirar y bajar la cabeza. La sonrisa se me borra al instante y me acerco con más cuidado.
—¿Tus padres discutieron otra vez? —pregunto en voz baja.
Se muerde el carrillo y vuelve a alzar la vista, sin mirarme todavía.
—Algo así... —suelta dubitativo, metiéndose las manos a los bolsillos de su chaqueta—. Al parecer mi papá sale con otra persona, así que las cosas no van bien.
—Jungkook...
—Pero estoy bien, no me afecta mucho, lo sabes —agrega, mirándome con ojos dulces y tristes.
Decido mantenerme en silencio hasta llegar a la escuela, a sabiendas de que, en el receso, él me hablará más sobre el tema y, si me lo permite, podré solventar un poco aquel dolor que dice no sentir. Jungkook y su padre nunca han tenido una buena relación, no obstante, eso no ha impedido que se preocupen el uno por el otro. Siempre, sin importar lo que pase, seguirán siendo padre e hijo.
—Parece que llegamos un poco tarde —menciona Jungkook al llegar al salón. Al seguir su mirada, noto que Yoongi —el chico con el que nadie quiere meterse— está en mi puesto—. ¿Vas a decirle que se vaya a otro lado?
Gruño mientras Jungkook se sienta delante de él. Si bien podría decirle que se mueva un puesto más atrás, porque quiero verle el cuello desnudo a mi chico, no me animo. Pueden llamarme cobarde o muy inteligente de mi parte dejar las cosas como están, pero si voy a hacerle el reclamo es muy posible que resulte en la enfermería.
Jimin —quién está en la primera silla de nuestra fila— se ríe de mi patética situación. Le bajo las gafas hasta la punta de su nariz y lo escucho refunfuñar mientras me voy a la última silla. Jungkook también se burla de mí, pero en lugar de irritarme me saca una sonrisa que, a su vez, le produce una carcajada.
El año pasado Yoongi tuvo un altercado con otro compañero de nuestra clase al final de la jornada. Nunca conocí el motivo, pero el pobre chico resultó muy malherido, con una nariz rota y, por poco, un esguince de muñeca. Milagrosamente, a Yoongi lo suspendieron en lugar de expulsarlo, objetando la directora que era un estudiante ejemplar y, además, tenía un historial impecable. Por supuesto, porque no están enterados del resto de peleas afuera de la escuela. Si lo supieran, me ahorrarían las ganas de abalanzarme sobre él nada más para que dejara de entrometerse entre Jungkook y yo.
Suelto un bufido, seguido de un chasquido de mi lengua contra el paladar. Yoongi ladea la cabeza y, como un buen cobarde, abro mi mochila y casi que meto mi cabeza en ella. La primera clase es ciencias políticas, perfecto para dormir un poco.
Tres horas más tarde, Jungkook y yo salimos juntos para ir a nuestro lugar secreto que, en realidad, no es tan secreto. Se trata de un piso completamente deshabitado en el bloque B. Las paredes tienen humedad y el suelo está hueco y descolorido. En los pasillos hay algunos estudiantes, al igual que en los salones. Nuestro lugar es una vieja oficina que, a diferencia de todo lo demás, sigue amueblada. Y repito: es nuestra. Y de Jimin también, cuando decide que no quiere estar con sus inteligentísimos amigos. No es que Jungkook y yo no lo seamos, pero hablando con sinceridad, si sabemos un poquito menos que ellos.
—Listo —anuncia Jungkook después de limpiar una banca desvencijada que dejaron improvisadamente aquí hace un año. Es de madera y tiene algunos rayones. Secretamente, tallé un "TH X JK" en una de las patas delanteras. Él ya la vio, pero como es tan tímido, decidió fingir no haberlo visto.
Jungkook saca un recipiente de vidrio con frutas frescas adentro. Le encantan, especialmente la banana que, por obvias razones, la tiene aparte. Hoy no traje nada para mí. Usé el dinero de mi refrigerio para comprarle una caja de bombones de chocolate, otra cosa que le gusta.
—Taehyung... —me llama con voz suave y exigente, obligándome salir de mis cavilaciones—. No pasa nada.
Arrugo el entrecejo, cayendo en la cuenta de que no me he sentado y sigo mirándolo fijamente. Cree que intento persuadirlo para hablar cuando, maquinalmente, me he quedado lelo otra vez por culpa de mi enamoramiento. Si se lo confesara ahora mismo, se sonrojaría y me evitaría por unos minutos antes de cambiar de tema. Además, no es algo que él no sepa ya.
Me siento a su lado y meto la mano a mi mochila. Me debato entre darle los chocolates ahora o más tarde, cuando se desahogue. Creo que sería una buena ofrenda después de la tormenta, así que me espero.
De cuando en cuando él me ofrece de sus frutas y, aunque deseo que me las dé él mismo, me da el contenedor para sacarlas. Más tarde, cuando termina y nos sumergimos en un silencio incómodo, Jungkook suspira y habla.
—Mi papá se irá de la casa. Tú sabes que nunca fui cercano a él, así que no me duele, más bien es como un alivio para mí no tenerlo en casa —suelta, riendo un poco. Sus mejillas están sonrojadas y el deseo de acariciarlas pica en mis manos—. Lo que pasa es que mamá lo sigue amando y eso la destruye. Nunca la había visto llorar tanto, sabes que ella es muy fría con sus sentimientos. —«Como tú», pienso inevitablemente—. Sin embargo, no aguantó más y ayer se descompuso, la hubieras visto. Creo que estaba tan avergonzada que hoy en la mañana ni siquiera se despidió de mí.
Juega con sus manos y, por inercia, le toco el cabello, deleitándome con su suavidad. El deseo de hundir mis dedos y seguir tocando esa fibra tan espesa y delicada dentro del puño de mi mano me acelera el corazón. No obstante, me veo en la obligación de rendirme cuando noto su incomodidad.
Echó la cabeza hacia atrás y cavilo un poco. No sé qué decirle, cualquier cosa que pueda escapar de mi boca para animarlo —después de todo— no servirá de mucho. Más, si Jungkook es como su madre, solamente hay una forma de tratar la situación.
—Tal vez lo mejor sea actuar como si no hubiera pasado nada. Tu madre te lo agradecerá.
Me mira un segundo, antes de volver la vista a sus manos y sonreír un poco.
—Creo que será lo mejor. Lo cierto es que tampoco quiero hablar sobre eso.
Asiento y me paso el dorso por la frente, limpiando un poco de sudor. A pesar de que hay ventanas rotas, el calor sigue filtrándose hasta casi ahogarnos, no obstante, eso no es suficiente para rendirnos con este lugar.
—Por cierto... —exclamó excitado, metiendo mi mano en la mochila—. Te compré chocolates.
Más que sus mejillas, todo su rostro se enrojece. Me mira asombrado y con una pequeñísima sonrisa en los labios que intenta evitar hacer más grande.
—Gracias.
Puede negarse a todo, menos a la comida. Abre la caja y extrae un chocolate que, posteriormente, me ofrece.
—Son para ti —aclaro y él insiste.
—Apuesto que no trajiste nada por comprarme esto. Tómalo.
—¿Puedes ponerlo en mi boca? —Se le tuerce el gesto y reprimo una risotada mientras hago pinza para tomar el chocolate—. Era una broma.
Mientras me como el bombón observo a Jungkook por el rabillo del ojo. La expresión que hace mientras se saborea el chocolate me resulta agradable y tierno. Asimismo, no puedo evitar en lo eufórico que resultaría besarlo ahora mismo con ese dulzor en su boca.
Meneo la cabeza y me concentro en mi chocolate. Está delicioso, como se esperaba. Si bien me gasté el dinero de mi comida en esto, me alegra que valiera la pena. Jungkook tampoco me dejaría morir de hambre. Y su sonrisa, sencillamente no tiene precio.
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