Capítulo 6: A la deriva
A diferencia de un "río que fluye", el tiempo no se comporta como lo percibimos.
Si el pasado, el presente y el futuro se transforman entre sí, existen simultáneamente pero en diferentes dimensiones.
La teoría del universo de bloques dice que nos esparcimos a través del tiempo,
al igual que nos esparcimos a través del espacio.
En otras palabras, no estamos ubicados en un solo momento.
La distinción entre pasado, presente y futuro es solo una ilusión.
-CONCEPTOS BÁSICOS DE LA TEORÍA DEL “BLOQUE UNIVERSAL”,
POSTULADO POR LA CORRIENTE FILOSÓFICA DEL ETERNALISMO
QUE SE BASA EN LAS IDEAS DE EINSTEIN Y LA FÍSICA CUÁNTICA-
HOSEOK
Fecha: 1 de marzo de 2018
—El paciente se negó a recibir visitas... Otra vez.— Le comentó la enfermera a la jovencita pasante que la acompañaba en su guardia de recorrido.
Hablaba con un dejo de lástima en su tono, mientras acomodaba el almohadón donde reposaba la cabeza de un muchacho que dormía profundamente.
Ella no tenía hijos, pero le era imposible no sentir empatía por aquel adolescente de cabello castaño natural y corto. Había estado de turno el día en que él llegó, y aún podía recordar a la perfección la escena.
—¿Puede recibir visitas?—preguntó la joven interna a su supervisora con confusión.— ¿En los casos de psiquiatría no debería aislarse?
La mujer chasqueó la lengua en desaprobación mientras le subía la sábana hasta el cuello para taparlo correctamente.
—Según el psicólogo los ataques de pánico suyos son debidos al stress.. No está designado al área de psiquiatría.
—¿Pero al ingresar no había él mismo descrito una especie de delirio psicótico?—insistió la joven poco convencida observando con desconfianza al castaño y su angular perfil.
—Bueno, esa fue la razón por la que su madre lo trajo inicialmente...— admitió la supervisora acomodando el cabello de la frente del joven con delicadeza antes de dirigirse hacia los pies de la cama para asegurarse que estén cubiertos. —Pero el psicólogo cree que fue todo parte de lo mismo: Stress por irse a vivir sólo por primera vez, sumado a empezar la facultad.
La mujer dio un paso hacia atrás y observó su trabajo en la camilla del chico. Debería dejar de sentir apego por sus pacientes, pero era algo que le costaba incluso con los años de experiencia.
—Entonces si se aclara que es stress... Volver a la tutela de los padres sería suficiente para ser dado de alta. ¿Es correcto?— inquirió la chica tratando de recordar las normativas del hospital.
La mujer suspiró mientras comenzaba a recoger los cubiertos sucios del almuerzo hospitalario.
—No es tan sencillo. — Dijo metiendo el plato en la cesta que llevaba en sus manos la interna pasante.—Si él no se abre con el psicólogo ni acepta ver su familia, se lo declarará psiquiátrico de todas formas.
Con un gesto de cabeza le indicó a la chica que ya había terminado su recorrido allí, e inició su retirada de la habitación seguida de cerca por su compañera.
—Si se sostiene que es psicosis, el panorama es oscuro—continuó explicándole la mayor a medida que se alejaban.
La puerta se cerró y las voces de las dos mujeres se fueron apagando a medida que se alejaban por el pasillo. Hoseok abrió sus ojos con rostro inexpresivo sólo cuando no fue capaz de oírlas más.
Una lágrima bajó sin permiso hasta su almohada recién acomodada.
“Pensé que acá me sentiría seguro. Que encontrarían qué está mal en mi cabeza.”
Un espasmo causado por el llanto contenido lo tensó en su sitio. Había ingresado él mismo, acompañado de su madre hacía 5 días. Había sufrido su primer quiebre, solo que él no tenía idea de qué era o cómo llamarlo. Estaba solo, afrontando algo que no comprendía.
Se creyó loco.
Ahogo sus sollozos apretando con fuerza su cara con las manos.
“¡No lo entiendo! Insisten en que no estoy demente... ¡Que nada sale mal en los estudios...!”
No quería ver a su familia, no quería ser dado de alta.
Tenía miedo de que vuelva a pasarle. La simple idea de volver a vivir un momento como aquél le aterrorizaba.
HOSEOK
Fecha: 29 de Marzo 2020
Acababa de pasar la medianoche. Lo sabía porque anunciaron en la barra del bar que quedaba sólo una hora para la happy-hour de bebidas alcohólicas.
Ya era 29 de marzo. El aniversario de la muerte de su amigo había finalmente terminado.
Suspiró. El olor a Soju le hizo picar los ojos, irritados de tanto llorar. Su día se había basado el lamentarse y sollozar confundido, luego de huir como un desesperado de la clase de esa mañana que había compartido con Namjoon.
“Hay otro más….” Se lamentaba en silencio mientras se servía la última botella que se podía permitir pagar. “Jeon, maldito bastardo, ¿me lo enviaste vos? ¿Huh? ¿Para reírte de mi desgracia?”
Su vista estaba difusa desde hacía ya un tiempo largo, pero no por ello bebió con menos prisa.
Necesitaba dejar de pensar. Aún podía ver en sus recuerdos a su vecino en shock, buscando explicaciones y un soporte que no quería darle. No quería un amigo. No quería abrirse a alguien otra vez.
“No puedo pasar por eso de nuevo..” pensó apretando sus labios en una fina línea recta intentando contener un nuevo brote de lágrimas.
Los susurros de los demás comensales del bar lo sacaron por un instante de sus oscuros pensamientos, solo para hundirlo en unos nuevos al notar cómo la gente lo observaba: con una mezcla entre reproche y lástima.
Avergonzado, solo agachó su cabeza y deseó con fuerza que ningún conocido del local de medio tiempo donde trabajaba lo viera.
No solía beber fuera de las paredes seguras de su casa. Allí en su privacidad nadie lo juzgaba. Y si llegara a ocurrirle un quiebre sólo se echaba a dormir en el primer sitio donde su ebrio cuerpo se rendía y dejaba de luchar por mantenerse en pie.
Sin embargo en aquel momento, rodeado de personas que desaprobaban su tambaleo mareado sobre la silla, se sentía juzgado.
—¡Es fácil para ustedes que están dormidos...!— gritó a una familia en la mesa contigua a la suya.
Y lo siguiente que supo, luego de un zamarreo que casi lo hace vomitar, es que lo habían hechado del bar.
NAMJOON
Fecha: 29 de Marzo 2020
Namjoon recibió el inicio de la nueva fecha saliendo apresurado de su departamento a las 00:01 en busca de respuestas. Desalineado, con la mirada desorbitada y manos temblorosas, se encontró a sí mismo yendo a largas zancadas hacia un destino claro: a casa de su vecino Hoseok.
No era un apartamento como el suyo, quedaba cruzando la calle en un complejo de varias habitaciones como si se tratara de pequeñas casas en un mismo terreno. Bajó las escaleras tan apurado que casi cae en dos ocasiones, más no detuvo sus pasos ni un momento.
Los hechos del día anterior habían sido confusos. Desde su despertar con el reloj averiado, hasta la desaparición del joven pálido frente a sus ojos.
Había enloquecido, estaba seguro de ello. Una voz en su mente le repetía insistente que busque un médico que lo trate contra la psicosis.. pero no se animaba a hacerle caso. Mientras cruzaba el umbral exterior, se esforzó por silenciar ese pensamiento. Un dejo de esperanza seguía firmemente afirmado a su corazón. Quería creer que era posible que haya una explicación lógica, que no implicara una realidad donde él estaba delirando incoherencias.
Joon se detuvo frente a la casa donde Hoseok se hospedaba con el pulso tan acelerado que podía sentir su corazón haciendo vibrar su pecho. Todo estaba apagado.
Ni la luces del exterior habían sido encendidas, por lo que el morocho dudó que Jung haya regresado en algún momento a la casa.
“¡Maldición...!”
Unas ganas de gritar de frustración le picaron en la garganta, pero se contuvo. En su lugar, refregó su rostro, notando sus dedos congelados. Hacía frío esa noche, y no lo había notado hasta entonces. Vahos pequeños salían de su boca, y sus brazos cubiertos por un simple buzo fino se empezaron a resentir ante la temperatura.
—No estoy pensando bien las cosas…— murmuró al aire mientras observaba las ventanas cerradas.
Y era cierto. Pero habían sido muchas conmociones para un único día.
Desde el instante en que el joven que decía llamarse Yoongi se evaporó dejándolo solo en la mesa del comedor de la universidad, se creyó demente. A su alrededor la gente había nuevamente quedado tildada, y su presión se disparó de tal manera que se desmayó.
No tenía idea de cuánto duró aquello a lo que llamaban “quiebre”, solo sabía que de un momento a otro una mesera lo estaba tratando de incorporar porque estaba tirado en el suelo.
Quiso huir, por supuesto, pero terminó en la enfermería el resto de la tarde en observación: ser un estudiante estrella tenía a las autoridades más preocupadas por su salud que él mismo. Claro que su palabra no tuvo ningún peso, y no importó cuántas veces insistiera en que se quería ir a su hogar.
Debido a sus reiterados intentos de escapar le habían dado un relajante que lo ayudó a calmar su alterado cerebro, pero que no sirvió para calmar las pesadillas y el sudor frío con el que despertó en varias ocasiones.
Finalmente, lo liberaron poco antes de que empiece a caer la noche.
Pero lejos de sentirse tranquilo, dentro de las cuatro paredes de su departamento parecía asfixiarse. La preocupación de haber perdido la cordura le carcomía la cabeza dolorosamente y le revolvía algo espeso en el estómago.
No pudo aguantar el silencio de la casa, pero tampoco pudo tolerar el sonido de la tele cuando la prendió. Sencillamente no podía tolerarse a sí mismo y sus ideas, que se agolpaban en su cerebro generando migraña. Nada le resultaba familiar ni relajante de estar en su habitación. Ni él mismo se sentía como tal. Era un extraño en su cuerpo, en un mundo que ya no comprendía. Y lo asustaba. Diablos que lo asustaba.
Agobiado, luego de dar vueltas a la sala e incluso considerar la idea de tomar un trago, se decantó por la opción de ir a ver a su vecino.
Y eso lo había llevado a aquel momento: él parado a las afueras de una casa claramente vacía, con frío y sin ningún plan B.
“¿Debería irme?” dudó el pelinegro luego de largos minutos tiritando y observando a su alrededor sin ver a nadie.
Los segundos pasaban y su nariz goteaba. Los dedos de la manos se entumecian.
“Sí, debería irme.. No vendrá..” se lamentaba mirando las ventanas oscuras como si fuese a ver algo distinto.
Pero sus pies no se movían.
Y no era debido a la helada. No. Él quería aferrarse a la posibilidad de hablar con el pelirrojo de sonrisa amena y saberse cuerdo.
Lo necesitaba tanto como respirar.
No quería estar demente.
Ignoraría todas las señales de ser necesario. Sólo necesitaba una explicación. Sólo una.
Cerró sus ojos ansioso.
Lo iba a esperar. Lo sabía aunque no se atrevía a admitirlo por completo, porque sería admitir también lo desesperado que estaba.
Jung Hoseok era un salvavidas dentro del turbulento mar de inseguridad y miedo que ahogaba a Namjoon. El único que parecía tener algo de conocimiento sobre lo que pasaba, un relámpago de cordura que alumbraba su tormentosa mente. Ese breve lapso de luz, que se imponía encima de los pensamientos que resonaban insistentemente como truenos no tan lejanos.
« —Sabes? Si piensas en lo que te hace feliz, el tiempo pasa más rápido. » la voz de su madre, en un recuerdo antiguo de sabor agridulce le vinieron mientras seguía con los parpados bajos. Su cuerpo se tensó, aunque está vez no podía asegurar que fuera por la helada brisa que se colaba en su ropa.
« Su madre estaba sentada a su lado, se veía enorme e imponente, probablemente porque en ese momento Namjoon no debía superar los 6 años.
Ella le servía un vaso de leche con chocolate, a escondidas de su padre. Una vez a la semana, tenía ese pequeño permitido a manos de la complicidad de su mamá. No, él no estaba enfermo, pero las cantidades grandes azúcar supuestamente interferirían con su desarrollo cognitivo y su padre pretendía que su hijo fuera el genio que debía ser sin ninguna clase de limitación que los dulces puedan producirle.
El niño no lo comprendía, como tampoco comprendía por qué sus turnos escolares tomaban todo el día, no tenía video juegos como el resto de sus compañeros ni por qué se le seguían sumando actividades extracurriculares. Eso lo llevaba a ese momento, en que con la inocencia de su edad y alejado de la mirada severa de su padre, le preguntaba eso mismo a su madre.
—No me gustan las clases de matemáticas de la tarde…— murmuraba haciendo un mohin con sus labios manchados de chocolate— ¿Por qué papá me hace ir?
—Sabes que es bueno para vos— le decía ella, con una sonrisa reconfortante— quizás no ahora, pero sí cuando seas grande.
—No quiero ser grande. No me gustan las matemáticas.—repetía mirando el contenido de su taza, pensativo y apagado en iguales proporciones.
Él era un niño por fuera, pero lo estaban obligando a ser grande desde el instante en que demostró tener un alto IQ.
Su padre habría enloquecido de la rabia si lo hubiera visto en aquel momento, bebiendo del oscuro líquido delicioso que se le preparaba a escondidas.
Su madre acarició su cabello con calma, como una caricia que pretendía decirle más de lo que las palabras podían expresar. Se quedó en silencio un momento, donde sólo los sorbos de su hijo era lo que se oía.
—¿Sabes?— dijo finalmente ella inclinándose hasta dejar su cara cercana a la de su pequeño, como si fuera a contarle un secreto. Él giró su rostro, curioso como cualquier otra criatura de su edad, y la inspeccionó expectante. —Si piensas en lo que te hace feliz, el tiempo pasa más rápido—le susurró entregándole una galleta con chispas de chocolate con complicidad.—Piensa en estos momentos cuando estés en clases, ¿Qué te parece? »
Un sonido estruendoso, como de metales y objetos cayendo al suelo, seguido de un quejido lastimero lo sacaron de sus recuerdos.
Abrió sus ojos asustado y alerta, agudizando su oído hasta que reconoció la voz quebrada de Hoseok no tan distante.
Asustado, pero movido por sus impulsos, corrió hacia el pequeño callejón trasero al complejo de las pequeñas casas estudiantiles, de donde parecía venir el alboroto.
Se trataba de un pequeño callejón formado por el espacio entre las últimas de las casas, contra la parte posterior de unos departamentos no muy altos. No había allí más que puertas traseras por las que la gente solía dejar tachos con basura que luego de acumularse en cantidad considerable era llevada a los contenedores que daban a la calle principal. No había tampoco más luz que la de un pequeña lámpara de un poste viejo que es probable que haya quedado de cuando allí no estaban las habitaciones estudiantiles.
Entre la oscuridad, fue divisando a su vecino en el suelo, maldiciendo sonoramente y rodeado de cajas y basura que supuso que volcó al no verlas. Parecía no haberlo notado, de hecho parecía no haber notado nada a su alrededor ni lo fuerte que estaba hablando a pesar de ser un horario de desanso.
Se acercó, dudoso y conteniendo la respiración por la ansiedad, hasta quedar a unos pocos pasos.
—Maldita mierda... Maldito todo…
Pudo oír entonces con claridad que quien hablaba era el pelirrojo, quejándose en voz alta. Estaba aún en cuatro patas como si no pudiera o quisiera levantarse, con las rodillas raspadas contra el suelo y sus palmas en incluso peores condiciones. Al parecer, había caído de una forma estrepitosa.
—¿Estás bien?— se animó a preguntar entonces el moreno, acortando la poca distancia que quedaba y agachandose a su lado para ayudarlo.
—¿Namjoon…?—murmuró el muchacho girando su vista hacia él, sus ojos estaban desorbitados y claramente le costaba enfocarlos en el pelinegro a pesar de estar a escasos centímetros de él. El aroma a alcohol y vómito de su aliento superaron el de la basura esparcida a su alrededor.
Estaba borracho.
Jodidamente borracho.
No era el muchacho de sonrisa con forma de corazón que creía conocer. El mar turbulento de su interior se agitó revolviendo sus entrañas, y supo que no era debido a la mezcla de olores desagrables que entraban por sus fosas nasales, era debido a la tormenta de sus pensamientos que volvían a atacarlo.
El joven pudo sentir como toda la esperanza que seguía firmemente afirmada a su corazón se empezaba a disolver en la nada, al igual que los vahos que salían de su boca.
No conocía a ese hombre ebrio. Cómo confiar su estabilodad en él? Las palabras de Yoongi de pronto tomaron consistencia.
« —Ese chico parece ocultar muchas cosas… ¿Cómo confiar en alguien que no es honesto?»
Tragó el nudo en su garganta, viendo a su vecino inestable.
¿Quién era su vecino en realidad?
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