Capítulo 22: Efecto Mariposa (parte 2)
El efecto mariposa es una metáfora utilizada para explicar la teoría del caos, expuesta por Lorenz. Según dicha teoría, en el universo existen sistemas altamente susceptibles a la presencia de variaciones, las cuales pueden generar resultados muy diversos (aunque limitados) de manera caótica e imprevisible.
El modelo principal de la teoría del caos propone que si imaginamos dos mundos idénticos, donde lo único que los diferencia es el acontecimiento de una variable (que podemos creer casi insignificante), con el paso del tiempo esta pequeña diferencia puede provocar que ambos mundos se diferencien cada vez más y más… Hasta resultar prácticamente imposible determinar que una vez fueron el mismo.
PARK JIMIN
10 de Abril del 2020
La alarma sonaba y quien pedía por altoparlante la evacuación del personal había dejado de hablar tras un grito desgarrador que le heló la sangre.
Debía huir de ahí, no cabía dudas. Pero no podía ir a buscar a Vante hasta no haber hecho aquello que venía analizando en su mente desde hacía días. No se iría de ese jodido y caótico plano temporal poniendo en riesgo su vida sin antes redimirse al menos un poco de las atrocidades de las que había sido parte.
Corrió por los pasillos deseando con todas sus fuerzas no encontrarse con ningún alborotador armado ni ningún colega que lo detenga, jadeando por la falta de estado físico y el stress que se cargaba. Los gritos y los disparos se oían cada vez más cerca, retumbando por las paredes. La muerte parecía estar a la vuelta de cada esquina que tomaba, pero afortunadamente para el hombre de lentes, parecía ser que por primera vez en muchos tiempo el mundo parecía estar de su lado y todo el trayecto estaba liberado.
Abrió la primera de las habitaciones que marcaban un “uno” en letras romanas y se acercó a la camilla con celeridad mientras sacaba de su bata médica una de las jeringas de adrenalina.
—Son mi única esperanza.— le murmuró al muchacho moreno acostado que aún yacía inconsciente a la vez que leía la ficha que estaba colgada a los pies de la cama.—Kim Namjoon, es momento que salgas de este sitio de mierda.
MIN JUNG-SU (Padre de Yoongi)
Fecha: 23 de Diciembre 2018
—No lo he notado bien estos días, Min.— dijo una voz femenina a sus espaldas.
El médico —quien hasta aquel entonces estaba bebiendo café en la sala de descanso mientras miraba absorto por la ventana— se giró hacia su ayudante quirúrgica intentando esbozar una sonrisa que pareciera sincera.
—Sólo estoy algo cansado, Lee. Necesito vacaciones.— dijo a la mujer de unos 40 años, contextura pequeña y cabello corto castaño que sostenía en ese momento una infusión como la suya en las manos. Notó en ellas un ligero temblor y la palidez evidente en la piel gracias al contraste las uñas con manicura rosada, más no acotó nada al respecto porque no se sentía en posición de poder hacerlo: él estaba mucho peor después de todo.
—¿Por eso no está queriendo operar?— Nuevamente volvió a ser receptor de otro comentario de ella, que parecía no querer irse de su lado. La sentencia fue corta, dicha en voz lo suficientemente baja como para no ser oída por otro colega pero sí para que él la escuche a la perfección.
Los ojos de JungSu se abrieron en sorpresa, antes de recorrer rápidamente con ellos la habitación comprobando que nadie más estaba al tanto de la conversación. La taza que sostenía de pronto se sintió pesada, como si sus fuerzas se hubiesen consumido.
—Yo no---— El médico chasqueó la lengua al verse atrapado por su subordinada, quien entrecerraba sus orbes con desconfianza en una silenciosa advertencia que pedía que no se atreviera a mentirle.—Señorita Lee, ¿Por qué dice eso?
La señora caminó hasta colocarse a su lado, de cara a la ventana también, como si estuviera apreciando el exterior del hospital.
—Conozco como trabaja hace años.—murmuró dirigiéndose al vidrio, pareciendo que hablaba consigo misma.—Usted actúa con prudencia pero jamás espera a último momento.
Min tragó duro volviéndose hacia la luna una vez más, sin poder emitir palabra al igual que un chiquillo descubierto tras romper algo sin querer. Lo que le decía era absolutamente cierto. No era partidario de darle ventaja al cáncer y toda su vida había optado por otra forma de ataque pero, lamentablemente para él, algo había cambiado en el último tiempo.
—Los últimos 3 pacientes están para operar, pero se niega a hacerlo buscando excusas que jamás antes le había visto usar.— continuó ella luego de una breve pausa.
Un largo suspiro salió de los labios finos del oncólogo. Realmente estaba agotado de luchar completamente solo contra lo que le venía sucediendo.
—Quizás tengo miedo…— contestó finalmente con voz cansada, consiguiendo que Lee gire su rostro hacia él con expresión neutra.
—Sus operaciones rara vez van mal.
—No. Pero…—Min mordió el interior de sus mejillas con fuerza, debatiéndose por dentro en si era prudente hablar sobre su más reciente y espantoso terror.—Algo no está bien, ¿sí? No puedo explicarle, señorita Lee, pero no tengo confianza de-
—Vi sus estudios por casualidad en su escritorio.—interrumpió, logrando que el hombre se calle con el pánico en su rostro y la mire nuevamente.
—Puedo explicarlo, yo-
—¿Le pasa a usted también?— volvió a interrumpir con seriedad y los ojos brillantes, acercándose más a él.
—¿De…? ¿De qué habla?— murmuró Min dando un paso tentativo hacia atrás manteniendo la distancia, seguro de que estaba mal interpretando a la mujer.
Y es que debía de serlo, debía ser una jugada de su propia cabeza tratando de encontrar una compañera de desgracias, porque era imposible que esté hablando de lo mismo que le atormentaba a él. Ella no podía estar viviendo esa misma pesadilla. ¿O sí? ¿Cuáles eran las posibilidades?
—Lo del tiempo. ¿Le pasa a usted también?
Los pocos colores de la piel pálida del doctor se fueron de su rostro a la vez que desencajaba la mandíbula, totalmente incrédulo.
“¿No soy el único?” pensó. Y aquella sentencia empezó a tomar fuerza y repetirse en su interior dando la ligera calidez de la calma que hacía meses no sentía. Tuvo que contenerse con toda su voluntad para no abrazar allí mismo a su ayudante.
—También creí que había algún desorden o incluso algún tumor. Me hice los mismos chequeos que usted.— continuó en un susurro ella, quien probablemente entendió que su superior era incapaz de responderle nada en aquel momento.
Ambos quedaron en absoluto silencio, mirándose fijamente sin decir más. Escaneándose mutuamente, con tanta duda como esperanza reflejada en sus facciones.
—Venga conmigo.— Dijo finalmente JingSu con firmeza tomando de la muñeca a la mujer y arrastrándola a paso decidido hacia el único sitio seguro que vino a su mente: su propio auto.
Por supuesto que no era de las mejores opciones, pero…¿Acaso había una opción correcta? Mientras daba zancadas por los pasillos hospitalarios llevando a la instrumentista con la que había hecho equipo por la ultima década, devolvió varias reverencias cortas con sonrisa incómoda a otros trabajadores curiosos. Más no por ello detuvo su andar: de ninguna manera volvería a sentirse solo contra el universo, no ahora que sabía que alguien más estaba padeciendo lo mismo que él.
Al llegar al estacionamiento no emitió ningún sonido, simplemente abrió la puerta de copiloto en una silenciosa invitación que fue rápidamente aceptada. No era necesario decir algo. En parte porque ambos sabían que no era prudente hacerlo hasta no estar solos, por supuesto. Pero también porque sentían terror de exteriorizar las experiencias que venían sufriendo y que les hacía replantearse su propia estabilidad mental.
—Vamos a la tienda de conveniencia por algo, será la coartada para esto. No quiero rumores. ¿Te parece bien?
La mujer asintió con la cabeza ligeramente, y él giró la llave para iniciar el trayecto a la vez que trataba de aclarar su mente. No sabía por dónde iniciar, a pesar de haber sido él mismo quien en un ataque de impulsividad los llevó allí. Sentía las manos sudorosas y la garganta seca, mientras movía los dedos sobre el volante ansiosamente sin ser consciente de ello.
—¿Desde cuando?— inquirió ella luego de la primer cuadra.
—Hace medio año.—confesó lamiendo sus labios a forma de tic.—Al inicio quise convencerme de que yo no--… —Min hizo una pausa, buscando como expresarse sin sentirse un delirante.— Quise pensar que era un ataque de pánico.
Desde aquel episodio que había sido incapaz de confiarle lo que sucedía a su propia esposa. ¿Cómo podría haberlo hecho, si de todos modos no lo entendería? Ya bastante complicado era el panorama con su hijo bipolar, para sumar psicosis a la lista de posibles cargas hereditarias sobre el adolescente y a la tensa relación matrimonial que venía desgastándose a causa de eso.
—Al menos usted no pensó que estaba psicótico— suspiró Lee con la vista hacia el frente. A pesar de mirarla de soslayo, JungSu notó sus ojos cristalizados
Al parecer no era el único que sufría en silencio.
—Me gusta esta canción— oyó decir a la instrumentista a su lado en voz baja, que le hizo notar que los sonidos se estaban escuchando extrañamente lejanos.
Un pitido intenso en su oreja fue el primer aviso de que algo no estaba bien, y luego el timbre se hizo tan intenso que casi consiguió que pierda el control del volante por doblarse sobre sí mismo en plena avenida. Incluso mantener los ojos abiertos le era difícil, a causa del malestar que llegó de forma repentina como una descarga eléctrica que le impedía pensar claramente más que una simple sentencia: debía estacionar.
Para cuando el hombre pudo enderezarse e intentar moverse de carril, el motor empezó a ahogarse como si el combustible no llegara correctamente a destino, haciendo que el auto finalmente se detenga en mitad de un cruce. La radio que pasaba música quedó en loop tambien, repitiendo la misma palabra del estribillo una y otra vez.
—No— murmuró con un hilo de voz.
Había sucedido nuevamente.
Su primer impulso fue querer re-encender el auto, seguido de intentar abrir la puerta: ninguna de las dos cosas tuvieron éxito.
—Mierda, mierda ¡Mierda!— gritó con exasperación estirando su mano hacia la perilla del volumen del estéreo, incapaz de soportar ni un segundo más del sonido de disco rallado. Sus dedos, sin embargo terminaron sobre otros que no eran los suyos, haciendo que los retire dando un respingo del susto. Su mirada fue desde aquellas uñas color rosa, hasta el rostro de su compañera quien había tratado de hacer lo mismo con la radio, sin éxito por supuesto.
—No estamos locos, ¿cierto?— susurró la muchacha con cautela, como si le costara creer lo que sus propios ojos estaban presenciando.
—No lo sé — dijo con voz quebrada.—Ya no sé nada.
—Yo lo estoy viendo a usted y usted me está viendo a mí. No podemos estar delirando lo mismo, ¿verdad?— insistió ella tomando su hombro. Se veía calmada, pero la voz dejaba entrever un temblor inestable en su tono que delataba lo mucho que le costaba sobrellevar el momento.
—Es… Es poco probable… Sí.
—Por esto no quiere operar, ¿Verdad? —se atrevió a preguntar la castaña, apretando aún el brazo de su superior como si temiera soltarlo y caerse a agujero profundo a pesar de estar sentada.
—Es que si sucede.. Si “esto” pasa en medio de una intervención yo--— los espasmos por intentar contener las lágrimas evitaron que puede completar la frase correctamente. —No puedo permitir que alguien muera así. No puedo. Ni siquiera sé qué es real.
Llorando sobre el volante, al lado de su colega quien comenzaba a sollozar también, el médico jamás prestó atención al pésimo sitio donde el auto había detenido su andar.
KIM SEOK JIN
Julio de 2017
Bzzzzz Bzzzzz Bzzzzz
Jin tardó en comprender que aquello que acababa de sacarlo de los cálidos brazos de Morfeo era su celular vibrando sobre su mesa de luz mientras alumbraba la oscura habitación de forma molesta con la pantalla que marcaba una llamada entrante. No tenía idea del horario, pero suponía que eran las 4 o 5 de la mañana ya que aún no había rastros del sol por la ventana. En un principio se tardo adrede unos segundos más en decidirse a contestar, deseando que quien tratara de molestarlo a esas horas de la madrugada desista de comunicarse con él… más eso no sucedió.
Estirando su brazo mientras que murmuraba un cansado insulto que murió ahogado por la almohada, tomó el bendito aparato casi pudiendo asegurar que se trataba de JiMin con alguna idea sobre el proyecto que finalmente conduciría a otro callejón sin salida.
—¿Señor Kim Seok Jin?
Aquella voz no era de su compañero de investigación, sino que se trataba de alguien a quien no podía ubicar de ningún sitio, por lo que se sintió despabilar con rapidez.
En un rápido vistazo vio que el número de identificador mostraba que se trataba de alguien no agendado, lo cual le dio una extraña sensación de ansiedad en la boca del estómago que no pudo ignorar.
—¿Sí…?— contestó confundido, sentándose sobre el colchón con el ceño fruncido y un desvelo asegurado que lo ponía de mal humor.
—Sepa disculpar el horario— dijo aquel hombre del otro lado de la línea con un tono tan formal como neutro, que lo hizo pensar en algún vendedor de productos por teléfono.
—¿Quién es usted? ¿Cómo tiene mi número?— escupió con enojo el científico a pocos segundos de cortar definitivamente el llamado y apagar el móvil.
—Llamamos de la estación de policía. ¿Es usted familiar de Kim Yong Sun?
A pesar de ser veloz con las palabras —como solía decirle su compañero de investigación antes de lanzarlo al frente de probables inversores—, Jin en aquel instante no supo qué responder. Un llamado de la policía en plena madrugada era desconcertante para un hombre que a penas pisaba el exterior del laboratorio experimental, pero era aún más extraño que le mencione a su hermana, siendo que con esa mujer se había reencontrado hacía menos de 24 horas luego de años sin tener contacto.
—¿Señor Kim?— insistió la voz por el parlante del aparato.
—Ella es mi hermana.—logró articular con la garganta repentinamente seca.
—Bien…— Un corto silencio se hizo presente, como si el hombre no quisiera o pudiera continuar a pesar de haber sido quien había realizado el llamado.— Bien...—repitió tosiendo ligeramente — Verá, no hay forma menos dolorosa de comunicarle esto señor, pero necesitamos de su colaboración para dictaminar de forma concluyente que el cadáver encontrado en su domicilio sea efectivamente de ella.
La sentencia tardó en cobrar sentido en su cabeza, como si su cerebro se negara a procesar el significado de las palabras. Como si “cadáver” y todas las conjugaciones correspondientes hubiesen sido eliminadas de su vocabulario.
—No.— Fue lo único que supo decir, a pesar de que no tenía forma de comprobar que se trate de una mentira. —No, usted está equivocado, yo la vi por la tarde en la plaza.—Aseguró con voz ahogada. Se sentía sofocado y el aire parecía no llenar sus pulmones.
—Entiendo, señor. Pero me temo que-
—No. Ella estaba bien. Estaba sana.— repitió absolutamente negado a oír lo que el hombre decía.
—Hubo un incendio, esto no tiene que ver con salud. —La persona parecía estar empezando a molestarse de las irrupciones.—Entiendo su dificultad de aceptar la situación pero necesitamos una muestra para cotejar adn, porque no hay ficha dental o radiografías ante-mortem de ella. Su madre, como bien entenderá por su enfermedad, no está en condiciones de-
— Necesito verla.— Exigió entonces, interrumpiendo una vez más al tipo del otro lado de la línea. Su voz había salido aguda como un chillido bajo y casi desquiciado que no podía reconocer como propia.
—No es recomendable que-
—¡NECESITO VERLA!— gritó perdiendo por completo el control de sí mismo, sintiendo la garganta arder y su cuerpo tener espasmos propios del llanto pero sin que caiga ninguna lágrima de sus ojos.—Por favor…— agregó en un susurro que parecía una súplica inestable.
Hubo unos instantes donde no recibió de respuesta más que un suspiro cansado, mientras sus latidos retumbaban en sus oídos.
—Si va a la forense, ¿Nos dará la muestra?
Kim Yong Sun (hermana de Jin)
Julio de 2008
La maleta que había armado de forma improvisada en medio de su arrebato de ira en medio de la cena familiar no era grande. De hecho, era probable que tenga la mitad de las cosas que debería haber puesto porque la sentía absurdamente liviana para tratarse de su única posesión en aquel momento. Bueno, en realidad, esa maleta y la vida en su vientre que estaba dispuesta a llevar hasta el final de las consecuencias.
Su frente estaba perlada de sudor frío por la conmoción y el revoltijo de sentimientos encontrados que se arremolinaban en su pecho, pero se repetía a cada zancada que no tenía nada de lo que avergonzarse. Era joven, y por supuesto que lo sabía... Pero también sabía que aquel futuro niño había sido producto de la unión entre ella y el dueño de su corazón, y no quería borrar de la faz de la tierra a la prueba de su primer y único amor adolescente.
Caminó a paso decidido, con las ruedas de su valija haciendo estruendo por las veredas como sonido de compañía y con un único destino en mente: la casa de él. El sitio que había conocido hacía menos de un mes atrás, testigo silencioso del inicio oficial de una relación escondida luego de una confesión romántica de amor prohibido que le quitó el aliento y cuyo recuerdo aún aceleraba su pulso, tiñendo sus mejillas.
Al llegar vio las luces encendidas e incluso se oía la televisión desde el umbral de entrada donde estaba parada, mordiendo el interior de su mejilla y tratando de acompasar su respiración antes de tocar el timbre. Dando una última inspiración profunda y sin tener todavía organizado como decir lo que pasaba, pulsó el botón.
El sonido de la TV disminuyó de forma evidente, y unos pasos se dirigieron hacia la puerta. La joven Yong Sun fue incapaz de inflar sus pulmones hasta que no vio a su amado exprofesor de ciencias asomarse confundido por el horario en que estaba recibiendo visitas que claramente no esperaba tener. Sus ojos se encontraron con los suyos, pero lejos de mostrar felicidad o sorpresa todas sus facciones mostraron pánico, consiguiendo anclar en su sitio a la adolescente quien en un inicio pensaba lanzarse a sus brazos.
—¿Qué haces acá?— susurró saliendo presuroso y cerrando tras de sí con sumo cuidado como si no quisiera ser oído.
—Yo-Yo vine a verte — balbuceó ella, confundida por el recibimiento. ¿Había actuado mal? Quería cerrar la brecha entre ambos, pero por alguna razón que no comprendía, parecía haber una pared enorme que los separaba en vez de unos simples pasos.
—No puedes venir a verme. ¿No te das cuenta de la hora?— la hostilidad de su profesor la hería como una daga clavándose en su pecho, haciendo que se encoja en su sitio sintiéndose pequeña y fuera de lugar.—No te mostré esta dirección para que te aparezcas cada vez que se te ocurra. ¿Acaso estás loca?
—Lo siento. Quise llamarte.— Trató de explicarse ella.
—Tampoco lo hagas. No me llames ni vengas.—escupió con severidad antes de girarse para volver a ingresar a su casa.— Estoy ocupado ahora.
—¡No, espera!— Yong Sun respiró hondo antes de soltar su verdad, con el estómago hecho un nudo por los nervios.—Estoy embarazada.
Por unos segundos solo pudo ver la espalda del hombre que se quedó tenso en su sitio tomando aún con sus manos el picaporte. El tiempo parecía haberse congelado de forma desesperante.
—Abortalo.— Finalmente dijo él, sin voltearse.
Sus dedos perdieron la fuerza y la manija de su bolso resbaló entre ellos hasta caer sonoramente en el asfalto.
—¿Qué?— susurró con un hilo de voz la muchachita, sintiendo su pecho oprimido y sus ojos inundarse de lágrimas en cuestión de un segundo. No podía entender. Se negaba a entender. ¿Dónde habían ido a parar todas las promesas de amor verdadero que antes habían salido de esos mismos labios que en ese momento pedían que elimine la prueba de sus encuentros?
—¡Que lo abortes, maldición, Kim!— repitió él enfrentándola en un giro brusco, encolerizado pero sin subir la voz, mirando repetidamente hacia la puerta de entrada de su hogar con notable nerviosismo.— Mi mujer está dentro.
—Pe-pero… Dijiste que se habían separado… Que la dejaste por mí…— murmuró ella conteniendo el llanto que le cerraba la garganta.
—Mentí, ¿ok? — Dijo entre dientes mirando nuevamente hacia atrás, prestando más atención a los movimientos dentro de su hogar que a la chica frente a él que hipaba dolida y desamparada.— Ella se había ido de viaje de negocios, por eso la ultima vez viniste acá. Ahora vete.
—Pero--
—¡Vete! ¡Vete y no se te ocurra volver!
KIM TAEHYUNG
27 de noviembrr del 2018
Siempre le habían dicho que él tenía una forma extraña de ver la vida. Un “extraterrestre en la tierra” solía decirle su padre desde pequeño robándole una sonrisa cuadrada y alimentando el anhelo secreto de realmente ser alguien extraordinario.
Por supuesto que aquel pensamiento infantil había quedado atrás para ser reemplazado por un golpe de realidad: ser muy diferente, genera rechazo. No tenía muchos amigos, a pesar de ser la representación de la extroversión en su máxima expresión, probablemente porque la cultura en la que vivía chocaba contra ese modo de acercarse a los otros. Pero a pesar de no lograr conectar con los chicos y chicas de su edad, se le daba muy bien el trato con los niños más pequeños, quienes solían adorarlo solo en cuestión de minutos.
Era justamente por ello, que su trabajo de medio tiempo cuidando a su pequeño vecino había sido ideal para él. No sólo por el ingreso extra de dinero sin interferir en sus estudios, sino también porque realmente la pasaba genial con ese chiquillo que parecía estar siempre alegre y enérgico.
Había ya pasado ya medio año desde la primera vez que esos ojos grandes y sonrisa de paletas amplias se habían cruzado en su vida. Sus tiempos juntos habían ido en aumento desde entonces, debido a la condición de su tutor.
Como esa cálida tarde mientras estaban dando un paseo por el parque.
—¡Teté!— De pronto le había chillado al oído mientras estaba sentado en un banco de la plaza viendo un mensaje del celular, consiguiendo que su cuerpo se despegue del asiento varios centímetros debido al salto que dio del susto.
—Estoy al lado tuyo, ¿Por qué gritas?— Se quejó sobando su oreja.
—Estabas muy callado y quería saber si te habías quedado quieto.
—¿Quieto?— dijo entre risas.— ¿Cómo una piedra? Oh vamos, J, no me quedé tan duro. Solo estaba pensando.
—No lo hagas.
—¿Qué no piense?— preguntó aguantando una carcajada ante la ocurrencia.
—Que no te quedes callado y me dejes hablando solo.
—¿Otra vez estas con eso?—suspiró, borrando su sonrisa. No entendía muy bien de qué momento hablaba el chico, pero era un tema recurrente creer que se lo ignoraba. Ya le había advertido el señor Kim sobre ese trauma que al parecer venía arrastrando desde el fatídico accidente de los padres del niño.—No te habré oído, es que no escucho bien a veces.
—No es así. Me ignoras. Todos. El tío Jin también lo hace.
El cejo el muchacho se contrajo por debajo de los rizos largos que tapaban ligeramente sus ojos. No entendía el planteo, porque estaba seguro de que su padrastro a pesar de su enfermedad trataba de estar siempre para el niño, incluso luego de sus sesiones fuertes de quimioterapia.
—Mira, J— le dijo con tranquilidad tomando uno de sus hombros con un suave apretón cálido.— Tu tío es totalmente incapaz de hacer eso. Te ama.
—Pero me dejan hablando solo. Todos lo hacen.—Sé quejó el niñito con tono lastimero.
—No exageres, J.— comentó al pasar como si le restará importancia, a pesar de que su pecho se estrujó en compasión: ¿Cuánto había sufrido el niño para que crea semejante cosa? No pudo evitar preguntarse qué perspectiva desdibujada tenía, para estar convencido de que no se le prestaba atención.
—¿Crees que me lo estoy inventando?
—¿Me estas haciendo tu primer berrinche en público?— se rio en jovencito, viendo como el pequeño cruzaba sus brazos y miraba ofendido hacia otro punto de la plaza. Era gracioso verlo intentar parecer maleducado cuando claramente no lo era ni un ápice.— Está bien — concedió finalmente. — Tener imaginación es algo bueno.
—¡Que no lo imaginé!— volvió a chillar haciendo puchero.— No me gusta que hagan eso. Me da miedo.— confesó en un murmullo el niño con la nariz aguada.
Una sensación extraña se plantó en el cuerpo del adolescente niñero, una pesadez que identifico como preocupación por el menor.
—Tranquilo, no estás solo. No hay razón para tener miedo, ¿si?—consoló acariciándole las mejillas de forma paternal.
—Pero-
—No vas a estar solo tampoco.—le interrumpió con firmeza, decidido a erradicar esos pensamientos oscuros.— Soy tu vecino y tu niñero, pero también soy tu amigo. Somos un equipo.
—¿Un equipo?
—Claro. Como...—Tae se rascó la barbilla pensativo hasta que una idea vino a su mente e iluminó su rostro.— Como los hombres X o la liga de la justicia. Estamos juntos.
El niño pareció evaluar sus palabras y reflexionar un momento sobre ellas, como si hubiese dicho algo de un peso significativo en vez de una comparación friki basada en su pasión por los cómics.
—Por eso pasamos tanto tiempo juntos.— Concluyó en voz alta. Parecía haber encontrado una respuesta que había tiempo buscaba.
—Claro. Tenemos que estar juntos porque juntos somos más poderosos.— explicó inflando el pecho de forma graciosa y sintiéndose aliviado al verlo a Jeon suavizar su rostro preocupado de una buena vez.
El ligero zumbido de sus oídos pasó, una vez más, desapercibido por el joven que sonreía a la par del niño.
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