Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20: Por un bien mayor

Uno de los primeros precedentes en la experimentación humana fue durante la Segunda Guerra Mundial, en los campos de concentración de Auschwitz. Mengele o “Ángel de la muerte” era famoso por hacer experimentos con los prisioneros en el campo de concentración. La investigación médica sobre hipotermia, hipoxia, deshidratación y más, fueron todos producidos a partir de experimentos con humanos realizados en campos de concentración.

Durante 40 años, a partir de 1932, investigadores de la Universidad de Tuskegee en Alabama rastrearon el progreso de la sífilis en cientos de hombres negros pobres, ninguno de los cuales había recibido jamás un diagnóstico o tratamiento, pese a que el antibiótico de la penicilina que podría curar la enfermedad estaba ya disponible en aquel momento.

En un estudio relacionado, médicos estadounidenses en la década de 1940 infectaron intencionalmente a pacientes con infecciones de transmisión sexual para estudiar estas enfermedades. Conscientes del escándalo que esto podría provocar, los experimentos se realizaron en Guatemala.

De 1955 a 1976, en lo que se conoció como "El desafortunado experimento", cientos de mujeres con lesiones precancerosas fueron dejadas sin tratamiento para ver si desarrollaban cáncer cervical. Los detalles del estudio solo salieron a la luz tras una denuncia de dos defensoras de la salud de las mujeres.

La vacuna contra la polio, además de muchos otros avances médicos, debe su existencia a las células humanas que fueron tomadas de Henrietta Lacks sin contar con su conocimiento o consentimiento. Ella nunca recibió ninguna compensación. La línea celular cultivada a partir de esas muestras iniciales se ha utilizado en innumerables investigaciones sobre drogas, toxinas, virus y también para estudiar el genoma humano.

En la década de 1950, Robert G Heath fue pionero en el uso de electrodos implantados en el cerebro en un intento por cambiar la orientación sexual. Hoy en día, una tecnología similar es utilizada como tratamiento para la epilepsia, la enfermedad de Parkinson y el cordón neuronal anunciado recientemente por Elon Musk.

No es controversial afirmar que estos experimentos jamás debieron haber ocurrido. Pero ahora que sucedieron, ¿qué debe hacerse con la información obtenida?

¿Cómo deberíamos sentirnos haciendo uso de ese conocimiento, especialmente cuando podría ser de gran ayuda para la civilización e incluso salvar vidas?

JUNG HOSEOK
Fecha: 3 de abril 2020

Una sola vez lo habían sedado durante su estadía en el hospital, y de eso habían pasado dos largos años. Esa vez comprobó, para su desgracia, que era de aquellas pocas personas que no caían en la inconsciencia definitivamente y que mantenían su lucidez, por lo que todo el tiempo supo lo que pasaba a su alrededor.

Al igual que ese lejano día, Hoseok era perfectamente capaz de comprender lo que lo rodeaba pero sin ser capaz de moverse. En aquel instante, de hecho, podía oír la sirena de ambulancia sonando sobre él y sentir la vibración del vehículo sobre su cuerpo, atado firmemente a una camilla que rechinaba con cada sacudón que daba como consecuencia de lo que parecía ser un manejo acelerado.

Todo había sucedido demasiado rápido.

Había dejado de hablar con Namjoon, había visto la televisión con los ojos desorbitados mientras abría una botella de Soju… Y luego sólo supo que la puerta de entrada se abrió con fuerza y que un pinchazo en su cuello fue su sentencia final: había sido capturado.

¿Por quienes? ¿Para qué? ¿Por qué?

No tenía la menor idea.

Sentía su pulso disparado por el pánico, no sólo por su retumbe en los oídos sino que también por el pitido incesante de la máquina conectada a sus signos vitales.
Estaba claro que era un secuestro pero… los secuestradores no llevan a la gente en ambulancias. ¿O sí?

—¿No eran dos?— oyó a un tipo cerca suyo.

—No entendiste nada de la puta charla, Jay. No podemos juntarlos entre sí a estos fenómenos.

Quería abrir los ojos y ver a esos hombres, pero era imposible. A pesar de estar lúcido no tenía control sobre sí mismo, estaba absolutamente vulnerable.

—No comprendo por qué los dejan con vida.

—La verdad, yo tampoco.

El sonido de la máquina marcando sus latidos parecía taladrar sus tímpanos, pero podía aún así escuchar perfectamente a sus captores mientras luchaba por qué sus extremidades respondan y se muevan.

—Se necesita más mano dura aquí, Han, te lo aseguro. Si estas escorias son el problema, la solución es bastante simple.

—Exacto. Deberíamos matarlos para evitar que se expanda.

Hoseok no sabía rezar. Nunca lo había hecho.

Durante el trayecto al  hospital de reclusión, sin embargo, pidió misericordia en silencio.

PARK JIMIN
4 de Abril del 2020

Hasta ese día, todo lo que JiMin había visto en aquellos secuestrados por el gobierno bajo la extremista política amparada en “la seguridad de la vida humana” habían sido personas en camillas, normalmente tan drogadas como era posible para que permanezcan inconscientes. Quizás era gracias a esa inconciencia de sus pacientes forzados que había sido mas fácil sobrellevar el rol que se le había asignado en esa locura, donde lamentablemente el “científico loco malvado” era él mismo.
Bajo esa normalidad espantosa —que le carcomía la consciencia—, el hombre había presenciado gente que no había vuelto a despertar jamás, como consecuencia del coma inducido y los intentos de des-ionizar un organismo vivo que se autodestruía a sí mismo y destruía en el proceso a todo lo que lo rodeaba.

La sociedad, por supuesto, sólo creía que el aislamiento y las defunciones se trataba de una alta mortalidad de una pandemia terrible y trágica, por lo que sufría las pérdidas sin ver más que un número en la pantalla de la televisión. Sin embargo él era consciente (al igual que todos allí) de que toda esa tranquilidad iba a irse a la mierda en donde se sepa tan solo una porción de la verdad.

Aunque ni quería pensar en ello. Ya tenía mucho en qué pensar.

Jamás la vocación de Park había sido del tipo experimental con seres vivos, porque lo suyo eran los números y la materia no visible. Inyectar en humanos cosas basadas en sus propias investigaciones, era un destino para sus años de estudio que no esperaba ni quería, pero no se veía en la posibilidad de negarse cuando el destino de la humanidad era aquello que estaba en juego.

O, al menos, eso se repetía cada noche para poder conciliar el sueño.

Para contrarrestar aquellos pensamientos que lo atormentaban, Park estaba dispuesto a llevar a su manera los casos asignados a él, luego de pedir explícitamente que le permitan supervisar algunos atemporales. Dicha maniobra desesperada de un tipo culpable, le dio al menos la posibilidad de devolverles un poco de derechos a aquellas personas inocentes que eran tratadas como simples ratas. Claro que en el fondo él sabía que aquello no era más que una patética forma de sentirse menos monstruoso, pero le servía para poder descansar más fácilmente.
Joder, el día anterior a ese había evitado que mutilaran a dos chicos que no llegaban ni a los 30 años, era algo bueno.

Eso quería pensar.

Pero incluso habiendo encontrado esa especie de equilibrio entre sus prácticas y el trato humano, no estaba listo para la escena que se topó luego de entrar por aquella puerta con la letra V estampada.

No había camillas allí. De hecho, no había nada igual a las demás habitaciones. El sitio había sido vaciado por completo de instrumentos normales, y en su lugar habían monitores y aparatos que median ondas electromagnéticas aglomerados en el centro del cuarto, alrededor de un compartimento vidriado.

La sola imagen de aquel chico dentro de lo que parecía una jaula transparente y pequeña como si fuese un animal en exhibición, lo hizo sentir enfermo.

—¿Quién es él?— preguntó sin dejar de mirar fijamente a los ojos vacíos detrás de un vidrio que supuso que estaba espejado del otro lado.

—Por cuestiones obvias, lo llamamos V. De todas formas no recuerda su nombre real— comentó con simplicidad la mujer que los había guiado hasta allí.

—V…— repitió, recorriendo con los ojos el semblante demacrado de aquel joven que parecía tan perdido y enfermo como un vagabundo desvariando de aquellos que había visto en las calles del Estados Unidos donde había estudiado sus últimos años de universidad.

—Estamos ante algo grande, Park— susurró la mujer, quien perturbadoramente se notaba emocionada.— Él es diferente.

SEOK JIN
Fecha: 4 de Abril del 2020

Su boca estaba desencajada y la voz no salía de sus cuerda vocales.

No entendía qué estaba pasando allí, realmente no sabía cómo siquiera sentirse al respecto, parado frente a esa caja de vidrio enorme con una figura conocida dentro.

Ese muchacho encerrado era idéntico a Kim Taehyung, pero no tenía ni el más mínimo rastro de su sonrisa cuadrada, la chispa de sus ojos o su semblante alegre cuando cuidaba a Jungkook. Era un envoltorio sin nada dentro, el rostro de su vecino pegado en un completo extraño de ojos desorbitados y balbuceos inentendibles.

Los otros dos presentes en la habitación hablaban entre sí sobre la condición del muchacho pero no podía más que retener palabras sueltas que se quedaban retumbando en su cerebro como una pelota saltarina que chocaba contra cada rincón de su cráneo: “pérdida de memoria”, “desorientado”, “daños cerebrales”, “capacidad distinta”.

Su mente corría en preguntas que se agolpaban hasta ser un barullo poco entendible, abrumándolo.

¿Qué demonios había pasado con él?
O, peor incluso, ¿Qué hacía dentro de ese hospital? 

Su cabeza zumbaba y se sintió sudar frío, mientras las miles de interrogantes le revolvían el estómago violentamente hasta el punto de darle náuseas y aflojar sus rodillas.

Por más que se esforzaba, no podía recordar cuando él dejó de cuidar a Jeon. ¿O acaso nunca lo había dejado de hacer hasta el día del accidente? ¿Estaba él en el velorio? Parecía como si de pronto, la información sobre ese chico que veía todos los días, de pronto estuviera difusa, poco concisa.

¿Cómo podía estar olvidando algo tan importante?

—¡JIN!

El grito histérico de JiMin lo hizo por fin apartar su atención del muchacho que parecía un pez en exhibición dentro de una pecera, boqueando palabras inconexas y golpeando de vez en cuando su peculiar prisión.

—¿NO VAS A DECIR NADA SOBRE ESTO?

Parpadeó tratando de despejar sus enmarañados pensamientos. Estaba claro que se acababa de perder algo importante allí porque Park estaba con el rostro bordó y la representante del gobierno tenía la mandíbula tan apretada que le marcaba los tendones del cuello.

—Yo…— Tan rápido como había abierto su boca  volvió a cerrarla dudoso. No tenía la menor idea de lo que habían discutido, y si era honesto no le interesaba tampoco porque tenía algo (o mejor dicho, alguien) de carácter más urgente en lo que pensar.

—¡NOSOTROS NO VAMOS A ABRIRLE LA PUTA CABEZA A UN ADOLESCENTE, NO ME DEJES SOLO EN ESTO JIN!

¿Abrir la-...? Diablos. Sí se había perdido algo importante al parecer.

Sin embargo  una nueva ola de terror lo invadió volviendo a dejarlo mudo antes de llegar a negarse a esa atrocidad: no era seguro decir que conocía a Taehyung. Las sospechas de que él tenía que ver con lo que estaba pasando, se hacían cada vez más consistentes, oprimiendo su pecho.

Ya no podía tratarse de casualidad que esté Hoseok en ese mismo hospital, definitivamente debería mirar con atención el resto de pacientes allí.

¿Cuánto tardaría el gobierno en encontrar el nexo entre ellos? ¿Sabrían ya el nombre de su vecino por las huellas digitales?

Por supuesto que no era una idea descabellada la teoría de un punto en común entre atemporales como quiso hacerle creer a su compañero de equipo. Y seguramente no debía ser el único en pensar en esa posibilidad.

Mierda.

Las palmas le sudaban mientras abría y cerraba la boca frente a los ojos inquisidores de las otras dos personas allí .

No le quedaba tiempo. Gente con la que no tenía injerencia en sus acciones llevarían a cabo una investigación y no podría siquiera retrasar el desenlace que se venía encima de forma aplastante.
Eso lo ponía en peligro a Jin mismo. O peor, ponía en peligro su plan de volver a intentarlo.

De volver a salvarlo.

No quería siquiera pensar en esa posibilidad. Debía ir a ver los malditos registros.

Debía comprobar sus sospechas.

Debía-…

—Señor Kim, ¿se encuentra usted bien?

—Estoy algo mareado— murmuró huyendo de allí a grandes zancadas, dejando dentro de la habitación al muchacho bajo investigación, la mujer de ceño fruncido y a JiMin apretando sus puños en silencio.

No abandonaría sus planes. No hasta estar seguro.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro