Capítulo 18: La calma antes de la tormenta
En el contexto de la religión y la espiritualidad, una “señal” es un signo tangible que se atribuye a la voluntad divina o bien del deseo del universo.
Por lo tanto, una señal actúa a modo de una pista orientadora y un mensaje codificado a la vez.
26 de Febrero del 2018
JUNG HOSEOK
La noticia de que se había alquilado la casa que pertenecía a su abuela le cambió drásticamente todos los planes que tenía de mudanza, modificando también cómo se había imaginado a él mismo en el futuro próximo.
Muy a su pesar, su madre había aceptado rápidamente el trato que le ofreció un padre soltero para un alquiler inmediato y pagado en efectivo, que por supuesto había sido mucho más tentador que el plan inicial de la familia de dejarle esa propiedad a su hijo para que vaya a vivir allí cuando inicie la universidad.
Si bien nunca los Jung habían sacado la publicación que ponía en alquiler aquel sitio que había quedado vacío con la muerte de sus abuelos maternos, no había habido éxito en ese negocio porque era demasiado caro el terreno y la ubicación para quienes buscaban hospedaje momentáneo. Al adolescente le había enamorado la idea de un amplio espacio en un buen barrio, rodeado de gente mayor sin hijos y de recuerdos de su infancia, por lo que la noticia del cambio le había caído como un balde de agua helada que no tomó muy bien.
« —De todas formas no quedaba tan cerca de la institución, cariño.
Le había dicho su madre en un intento de apaciguar las aguas luego de comunicarle la novedad esa misma mañana durante el desayuno.
—Con parte de ese dinero alquilaremos una habitación en un edificio que quede a pocas cuadras.
Y dando el tema por zanjado, sus padres le dijeron que ya habían iniciado la búsqueda de precios y que irían ese día a ver lo que prometía ser un buen lugar, dejando de lado todo tipo de queja u opinión que el muchacho tenía sobre esa decisión.»
Suspirando con el recuerdo, el joven sentado en el piso de su cuarto siguió doblando prolijamente la ropa de su armario para llevársela definitivamente, mientras mordía sus labios repetidamente con claro nerviosismo. La idea de mudarse cerca o lejos no era en realidad lo que preocupaba al muchacho que empezaba a abrir sus alas para adentrarse en la vida adulta, sino la incertidumbre de irse a un sitio que no tenía absolutamente nada de familiar. En su mente, irse de su abuela era más tranquilizador y hogareño que iniciar un alquiler en un sitio donde nada le resultaría conocido. Era un chico alegre, claro, pero le costaba un poco adaptarse a sitios nuevos.
Con una sensación hormigueante en el cuerpo, que por supuesto atribuyó a la ansiedad, siguió armando su bolso de viaje para efectuar la mudanza al día siguiente.
12 de Mayo del 2018
KIM TAEHYUNG
Cuando fue a abrir la puerta, el picaporte le devolvió un golpe de estática que lo hizo insultar en voz baja a las alfombras de su madre y a su propia costumbre de andar con medias por la casa.
En el umbral estaba parado un hombre de hombros anchos con un niño de ojos grandes firmemente sujeto de su mano derecha.
—¡Teté!— chilló el pequeño con emoción al verlo, soltándose en un rápido movimiento del protector agarre de su tutor para abalanzarse sobre él.
—Hola, JK— contestó con una amplia sonrisa cuadrada mientras que acariciaba el cabello del chiquillo que lo abrazaba con fuerza a la altura de su cintura.
—Te agradezco muchísimo por esto— dijo su nuevo vecino con una sonrisa algo apenada, haciendo que aparte su vista de la cabellera castaña clara que estaba revolviendo —Sé que fue medio improvisto coordinar esto ayer mismo cuando vine a buscarlo, pero el médico insistió en--
—No se preocupe señor Kim, esto para mí es un ingreso muy útil también.—Zanjó con rapidez Taehyung, incapaz de reclamarle a ese pobre tipo absolutamente nada.
El jovencito había hablado muy poco sobre detalles personales con aquel señor de porte imponente y ojeras visiblemente violáceas, pero como en todo barrio lleno de señoras metiches las noticias sobre su desgraciada vida habían llegado a sus oídos de todos modos. Tae lamentaba la suerte que aquellos dos habían sufrido, porque Jin realmente le había parecido una buena persona. Por supuesto que no lo conocía en profundidad pero, vamos, no cualquier persona era capaz de tomar como su propio hijo a un pequeño de tan solo unos 9 años.
Cuidar al pequeño JK mientras que su vecino iba a hacerse unas muy necesarias sesiones de quimioterapia fuertes y por una paga más que generosa, era algo a lo que no sé hubiera podido negar ni aunque el monto hubiese sido menor. El niño, además, era una dulzura que no paraba de hablar. Quizás demasiado imaginativo y algo extraño por momentos, pero se portaba maravillosamente, algo que de hecho le sorprendía mucho por el terrible historial de vida que tenía a tan corta edad.
—Cuando esté regresando te avisaré por teléfono, ¿si?
La voz del científico lo hizo volver de sus pensamientos, y se obligó a sonreír con confianza para no dejar ver que sabía más de lo que le había contado el propio Jin. No quería parecer grosero ni verlo con pena en el rostro, supuso que ya bastante de eso tendría en el hospital.
—No se preocupe y vaya, se le hará tarde. Yo alcanzaré a Jeon cuando usted se sienta en condiciones.
Un agradecimiento murmurado con orejas rojas y una amplia reverencia de noventa grados fue lo último que vio antes de cerrar la puerta y ser arrastrado por el niño hacia dentro para jugar, no sin antes recibir otra descarga del maldito picaporte.
“Debería decirle a mamá que saque estas alfombras” pensó mientras era llevado por la muñeca con firmeza.
KIM NAMJOON
01 de Mayo 2018
Su terapeuta le venía insistiendo en las últimas sesiones que re-piense qué es lo que el verdadero Namjoon quería hacer con su vida, y no lo que sus padres querían que él haga.
Cuando la mujer le había dicho eso la primera vez que hablaron al respecto sobre el tema, Joon recuerda haber mirado a la profesional como si de pronto le hubiese crecido a la señora una segunda cabeza en el hombro: ¿No seguir las aspiraciones que su padre inculcó? ¿No ser el soporte emocional de su madre? Había crecido bajo una crianza casi dictatorial por parte de su papá desde que tiene memoria, viéndolo consumir con su temperamento y egoísmo a su propia familia para que se amolde a sus estándares, avalado por la sumisión de una esposa de carácter frágil y depresión jamás diagnosticada debidamente.
Por supuesto que el planteo de romper semejante estructura de crianza para el muchacho se trataba de algo tan descabellado como si se le hubiera propuesto irse levitando rumbo a la universidad de derecho donde había sido admitido como alumno estrella, volando con el aleteo de sus propios brazos.
Su débil y alcohólica madre, escondida siempre detrás de un vaso de vino tinto y con rimmel en las mejillas era con quien más se sentía en falta si intentaba tener metas propias. ¿Quién mantendría a la familia unida si no era él?
Pero sus ataques de ansiedad venían en aumento, sin mencionar sus noches recurrentes de insomnio que empezaban a complicarle su intachable rendimiento académico: incluso los genios deben dormir.
Su progenitora, estaba tan sumida en sus adicciones que prácticamente necesitaba de vigilancia las veinticuatro horas lo cual no era viable con su agenda, por lo que sólo podía limitarse a verla consumirse lentamente mientras intentaba limpiar los estragos del hogar antes de la llegada de la cabeza de la familia.
Era una realidad innegable. No estaba cumpliendo las expectativas de nadie, ni siquiera renunciando a buscar las suyas.
Para colmo de males, los planteos de la profesional a la que había acudido en un intento de poder poner su cabeza en orden, parecían sacudirlo desde los cimientos en los cuales había construido su vida y que actualmente veía derrumbarse. ¿Llegaría a algún sitio si seguía transitando aquel camino?
—¿Vienes a ver al señor gordo?
La voz de un niño lo hizo volver de sus turbulentos pensamientos, notando recién entonces que ya estaba frente al despacho de su padre, sitio al que él lo había llamado a que se presente a dar un reporte general de sus notas como si de su jefe laboral se tratase. Allí sentado en el pasillo como si esperara a alguien que se encontraba dentro estaba un chiquillo que no debía llegar a los 10 años de edad. Se veía delgado, con su cabellos en una especie de intento fallido de peinado de alguien notablemente inexperto y con unos llamativos dientes delanteros que le recordaron a un conejo.
—No es prudente ni educado decirle gordo a alguien—observó con tranquilidad y una ligera sonrisa el joven moreno, tratando de no reír con esa descripción que reconoció rápidamente como una de su propio padre.
—Tío Jin está ocupado con el señor gordo…—explicó el pequeño quien parecía haber decidido ignorar abiertamente su comentario sobre modales, pintando en su rostro un enorme puchero que mostraba su desacuerdo con los planes de ese tal “Jin”.—Me estoy aburriendo.
Namjoon sabía bien que su progenitor no era de irse por la tangente al momento de hablar porque lo consideraba una pérdida de tiempo, cosa que jamás se permitiría desperdiciar. Dedujo por lo tanto, que aquella reunión debía de ser larga por complicada o por importante, (o quizás ambas) y que la irrupción del niño sólo haría cabrear al hombre. Eso último nunca era bueno para nadie de su entorno cercano, por lo que decidió intervenir rápidamente antes de que el chico se aventurara a tocar la puerta del despacho o quisiera ingresar.
—¿No es incómodo estar en el piso?— consultó agachándose para estar a la misma altura que el pequeño. Su habilidades sociales nunca habían sido muy pulidas que digamos, pero sí sabía de educación y era educado ver a la gente a la cara, por lo que a pesar de la queja de sus rodillas por la posición, se mantuvo allí frente a los ojos grandes y brillantes que lo miraban curiosamente.— Seguramente está hablando con mi papá, deberé esperarlo también. El bufet está a unos pasos de aquí, mejor sentémonos allá.
—¿Hay chocolate ahí?
—Seguramente podemos pedir.
Y aún antes de llegar a completar la oración, de un salto el chiquillo se levantó con sus brillantes orbes negras destellando felicidad y luciendo una sonrisa tan grande que dejaba sus paletas completas expuestas.
—¡Me llamo Jeon Jungkook!— exclamó extasiado, como si recién con la promesa del dulce hubiera sido correcto dar esa información.
—Mi nombre es Kim Namjoon.
Su cabeza se mareó y sus oídos zumbaron un momento breve al incorporarse, y pensó inocentemente que fue por haber hecho el movimiento demasiado rápido.
La máquina expendedora debía de tener una mala conexión a tierra, porque sacar su maldita coca-cola sin azúcar le costó 3 golpes de electricidad en la mano que no pudo exteriorizar en insultos debido a la presencia del menor de edad a su lado.
—¿Por qué no bebes chocolate?— le preguntó el niño de ojos grandes mientras se sentaban en una de las mesas vacías, mirando con curiosidad la bebida que Joon tenía en sus manos como si no entendiera su elección en vez de una chocolatada caliente como la que bebía en ese momento, manchando en el proceso las comisuras de la boca.
Namjoon no se sintió capaz de hablar con un menor inocente y alegre de lo desagradable que resultaba para él los recuerdos asociados a ese líquido dulce que su madre le daba de pequeño a escondidas de su padre cuando aún tenía tardes completas de sobriedad. Joon abrió su gaseosa con lentitud, sopesando las posibles respuestas y pensando en ella. Ver a su madre desintoxicada era algo que hacía ya mucho tiempo no sucedía, y el chocolate era un agrio recuerdo de un pasado malo pero mejor que el presente que vivía en aquel entonces.
—No tengo permitido comer azúcar, una gaseosa libre de azúcar es mi permiso semanal. Papá me deja solamente una.— contó con honestidad el moreno, evitando entrar en los detalle emocionales.— Así que por hoy, está bien.
El niño pareció quedarse unos momentos analizando lo que acababa de contarle, bebiendo sonoramente lo que quedaba del vaso descartable.
—Tu papá parece más exigente que el tío Jin— concluyó finalmente, una vez terminado todo el contenido.
—Dudo que alguien sea más exigente que papá—murmuró en un hilo de voz que esperó que no haya llegado hasta los oídos del chico.—Si querés otro vaso, puedo traerte más—agregó con una sonrisa.
Jeon lo miró con demasiado detenimiento en absoluto silencio, sin responder su pregunta, como si notara en él algo realmente llamativo. Su atención lo hizo tragar nervioso, incluso hasta pensó que debía de tener algo en su cara.
—Sonreís pero no estás contento.— Determinó finalmente, dejando al estudiante de abogacía tan sorprendido que ni siquiera notó que el gesto amable y sus hoyuelos habían desaparecido de su rostro.—Es porque no te dejan comer chocolate, ¿Cierto?
La boca de Namjoon se abrió con un ligero temblor de labios, más no supo que decir, por lo que volvió a cerrarla.
—Mi mamá y el tío Jin también sonríen cuando no están contentos.— Soltó Jungkook.
Joon sintió su pecho comprimirse, viéndose a sí mismo en el niño que miraba entonces fijamente el fondo del vaso de cartón vacío con fijeza, perdido en sus propios pensamientos. Se vio al infantil Namjoon, tratando de ser grande mientras bebía la taza de su mamá, en aquella cocina demasiado blanca donde el vino tinto se notaba demasiado cuando caía.
—Creo que…—Su voz salió tan ahogada que debió detenerse a carraspear un momento, para evitar sonar conmovido.—Creo que es algo que hace la gente cuando crece. Supongo que es solo que estoy creciendo.
—No parecés tan grande como mamá o Jin—observó el niño volviendo a concentrarse en su rostro.
—No importa cuanto tenga, mis padres necesitan alguien mayor…—La lata en su mano cedió ligeramente ante la presión que sus dedos hicieron de forma involuntaria.— A veces creo que por eso se alegran cada vez que adelanto años de estudio.
—¿Tus papás también te ignoran?
—¿Ignorar? Quizás, algo así.— Namjoon no supo entender el extraño énfasis en la última palabra de Jeon, por lo que tampoco comprendió el verdadero significado ni hubiera sido capaz de entenderlo en aquel momento.—Mamá siempre dijo que mantengo a la familia unida. Es mi responsabilidad con ella. Papá quiere que siga su negocio, por lo que debo ser inteligente también.
—Parece complicado.
Incapaz de agregar más, el morocho trató de pasar el nudo de su garganta con un trago de gaseosa. No se sentía bien. Sus oídos estaban algo tapados y la cabeza la dolía ligeramente. Necesitaría hablar con la psicóloga sobre eso.
—Mamá se fue.—Confesó de pronto el chiquillo.—Tío Jin me ignora. Todos lo hacen, pero no quiero que pase con el tío Jin. No con él. ¿Significa que va a irse? ¿Debería ser inteligente también?
Aún sin llegar a entender realmente lo que le contaba Jungkook, se sintió realmente dolido, poniendo en aquel pequeño sus propias experiencias de vida.
Por supuesto que no había forma de que entienda que Jeon le relataba un “quiebre”, ni tampoco podía siquiera sospechar lo que la presencia del niño en esa línea temporal implicaba. Allí, delante de él, lo único que había para el muchacho era un menor de edad en el que se vio reflejado.
—Ya sos inteligente. Los vas a mantener unidos a todos, como yo a mis padres.
El pequeño pareció reflexionar unos momentos sobre lo que le dijo, girando el envase de cartón con sus deditos.
—¿Debo mantenerlos juntos?—preguntó finalmente.
—Si hacés las cosas bien, vas a ser el pegamento que mantenga unido a tus seres queridos. ¿Entiendes? Hay personas, como vos y yo, que somos eso.
—Pegamento…— murmuró para sí Jeon, como si acabara de entender algo en su cabecita infantil.
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