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Capítulo 12: Los que son dejados atrás

Trauma proviene de un

concepto griego

que significa “herida”.

NAMJOON
Fecha: 19 de Julio 2004

Al abrir la puerta luego de una de sus (muchas) clases extracurriculares, lo primero que encontró Joon fue a su madre en el suelo de la cocina recogiendo los trozos de una copa de vidrio partida.

El olor a vino era intenso, y las franjas del líquido bordó iban extendiéndose por las uniones del carísimo porcelanato del piso. El contraste de colores era dramático, sobre el blanco inmaculado que había elegido su padre para ese sector de la casa.

Conocía esa escena más de lo que un niño de su edad debería. También la comprendía, porque su cabecita había sido programada para pensar como un muchacho de más edad: su madre había bebido de más porque estaba triste, otra vez.

—Mamá, te ayudo— murmuró el niño agachándose a su lado luego de tomar en silencio unos guantes para no cortarse. Esa situación se había repetido cada vez con más frecuencia conforme pasaban los años, y ya sabía qué hacer. Como el niño-adulto que era, se puso a hacer su trabajo sin preguntar.

—Mi amor... llegaste— dijo la mujer algo desorientada buscando su mirada cuando notó su presencia. Tenía los ojos rojos y el rimmel de sus pestañas le había caído por las mejillas con las lágrimas ahora secas, dejando marcas oscuras hasta su mentón.

—Sí— le respondió con neutralidad, sin preguntar por su estado. Había aprendido también a no preguntar de más. Los adultos no deben meterse en lo que no les incumbe, y tenía que respetar los márgenes.—Yo me encargo, ve a lavarte—dijo deteniendo las manos de su madre tomando sus muñecas con una delicadeza que su padre jamás mostraba.

La joven mujer lo observó en silencio unos segundos, antes de acariciar su mejilla con la mano apestada de olor a alcohol. No retiró su rostro a pesar de que le asqueaba ese intenso aroma: porque hubiera sido lo correcto, y él siempre debía hacer lo correcto. Independientemente de sí quería o no.

—Eres tan maduro...— le susurró con una sonrisa.— El orgullo de Mamá.

—Lo sé...— respondió apartando la mirada de las orbes vacías y drenadas de vitalidad de su progenitora. Le dolía verla así, pero no podía ser débil, no le habían enseñado eso. Él debía ser fuerte, inteligente y capaz.

—Tu mantienes a esta familia unida, Namjoon— siguió diciendo ella, arrastrando las últimas sílabas de las palabras, acariciando su cabello con ternura y sin medir el horrible peso de lo que decía en el pequeño que aún no llegaba a los 10 años.—No dejes de esforzarte nunca, cariño. Mamá te ama.

—Yo a ti, mamá.



HOSEOK

Fecha: 28 de marzo 2019

Sus ojos no se movían de la puerta de emergencias frente a él. No podía ni quería hacerlo.

Sus orbes dolían, fijos en el cartel luminoso que citaba “en cirugía” y que se veía algo borroso.

No, no sólo difuso, se veía irreal.

Tal vez por no parpadear. No podía asegurar haberlo hecho. No podía siquiera recordar cómo se hacía un movimiento tan natural... ¿Acaso estaba respirando? Porque se sentía falto de oxígeno. Desde que Jeon ingresó en la camilla tras un séquito de médicos, se sentía ahogado y pesado como si estuviera a miles de metros bajo el agua. Se sentía incluso peor que en un quiebre, los segundos se estiraban de igual manera mientras la muerte inundaba todo su alrededor.

No. Más doloroso que un quiebre.

Estaba seguro de que no habría podido irse, aunque lo hubiera intentado. Sus músculos ya no parecían suyos. Nada parecía suyo, como la sangre en sus ropas y manos, el recordatorio de por qué estaba allí. No era justo. No podía dejar de pensar en ello. Era él quien fantaseaba con irse de ese mundo enloquecido y de tiempo roto, pero no tenía el valor. Él no era el fuerte de los dos, ¿no se suponía que los fuertes son los que sobreviven? ¿Por qué entonces quien estaba en el pasillo no era Jeon?

No debía ser el niño quien esté muriendo, debía haber sido él.

Ni siquiera sabía a ciencia cierta a qué distancia estaba del umbral, lo sentía lejano, con un pasillo kilométrico . Estaba en una jodida pesadilla. No tenía las fuerzas para irse pero tampoco para ingresar.

Cobarde.

Los espasmos y los temblores no cesaban, pero los sentía lejanos, sobre un músculo entumecido que ya no le pertenecía. Él ya no pertenecía a ningún sitio.

Estaba solo otra vez.

—¡ME NECESITA CARAJO! ¡ME NECESITA!

Abriendo paso entre el pitido de sus oídos, como un eco distante y ahogado, oyó que alguien gritaba allí dentro. A pesar de la distorsión de sus propios sentidos reconoció la voz de inmediato.

Jin.

Sus oídos zumbaron con tanta fuerza que le costó mantener el equilibrio. Algo estaba mal. Algo allí estaba muy mal, y no era solamente el cuerpo desangrándose de su único amigo. Se sentía enfermo. Su cabeza latía con el galope de su corazón y la sensación de hormigueo en todo su cuerpo le quería advertir algo que no podía comprender.

¿Pero acaso algo de ese momento estaba bien? Su amigo moriría allí. Y eso no podía estar bien.

—Niño?—Una voz femenina sonó a su lado.—No deberías estar acá.

No pudo responder.

No pudo tampoco desviar su vista del cartel borroso ni cuando la médica empezó a arrastrarlo fuera del pasillo al notar sobre él las manchas de rojo oscuro empezando a secarse.

Quiso protestar pero no halló su voz, ni la fuerza para luchar y quedarse en su sitio. Era una carcaza vacía.

El envase de lo que cierta vez fue un joven llamado Jung Hoseok.

¿Cuanto tiempo había gritado por ayuda?

¿Horas?

¿Días?


Quería a su amigo.. pero estaba seguro que no volvería a verlo salir por esa maldita puerta.


No debieron intentar cambiar nada.


NAMJOON

02 de Abril del 2020

—¡Namjoon! ¡28 de marzo 2020, clase optativa IV de la mañana, Universidad de Seúl!— gritó con fuerza mientras corría, sintiendo que a cada movimiento su cuerpo reaccionaba con una dolorosa lentitud.

El aire parecía pesado y sus oídos estaban zumbando cuando vio esfumarse en el aire al adolescente que se doblaba de dolor a pocos pasos suyos. Ahogó un grito deteniéndose abruptamente en su sitio, con la mirada fija en aquel espacio ahora vacío.

Se había ido.

En la vereda Yoongi ya no estaba, como si nunca lo hubiera estado. Sus piernas temblaron y casi cae de bruces al suelo, incapaces de sostener su propio peso.

Como respuesta lógica, lo primero que razonó su mente fue que era miedo por lo surrealista de la situación, hasta que algo en su cabeza unió los cabos sueltos y lo relacionó con los otros quiebres que había experimentado.

—Son síntomas.—entendió entonces, dejándose caer arrodillado, conmocionado por su propio descubrimiento y rendido ante sus malestares.

No podía ser casualidad.

Namjoon observó sus temblorosas manos mientras su corazón galopaba con fuerza en su pecho. La fina capa de sudor y el timbre constante de sus oídos había sido confundido previamente por un ataque de pánico por el moreno, quizás, hasta habían sido desencadenantes de unos ataques reales en sus otras dos veces.

Recordó los dolores en el salón de clases y en la cafetería, notando que se habían dado del mismo modo.

Demasiado iguales para ser casualidad. No podían serlo.

Tratando de recomponerse para pararse, buscó con la mirada a Hoseok, quien segundos atrás había estado junto a ellos. Justo antes del quiebre. Él debía saber, estaba seguro de que había dado a entenderlo entre líneas en su charla en el salón, y sólo en aquel momento pudo comprender.

Sus ojos barrieron sus alrededores con ansiedad, buscando al mesero mientras sus tímpanos zumbaban. Una vez más, el pelirrojo parecía ser el único con las respuestas a sus preguntas... y una vez más parecía haber huido de él. Las agrias palabras que había dicho hacía tan solo unos minutos resonaron en un rincón de su mente.

« —No se puede reparar.. No hay nada que reparar.. Hay que seguir nuestras vidas. »

Sacudió su cabeza con una reprobación que surgió desde lo más profundo de su alma, espantado de tan solo pensar continuar su existencia así.

Para el moreno ya era obvio que Jung no querría ayudarlo, pero a su parecer no era justo que guarde sus conocimientos y lo deje absolutamente solo. Recordó entonces que ésa fue la razón inicial por la que había terminado allí después de todo, y se incorporó para dirigirse al café, seguro de que era el lugar donde el joven se había ocultado.

Si lo pensaba con lógica era una simple corazonada que le indicaba el sitio más probable. Pero Namjoon no por nada había tenido una infancia deplorable llena de exigencias: era muy rápido para entender. Y allí había algo más, podía sentirlo. Era una sensación que le hacía hormiguear las puntas de sus dedos como si estuviera con las manos dormidas. Se dirigió hacia la puerta de ingreso casi hipnotizado, como movido por una fuerza invisible. Se sintió similar cuando estuvo con Yoongi en la cafetería de su universidad, como si estar junto a él fuese lo correcto.

“¿Electricidad...? ¿Estática...?” pensó evaluando sus sensaciones y tratando de ignorar esa parte de su mente que le decía que estaba enloquecido buscando razones donde no las había. “Hay algo físico,estoy seguro.”

La puerta estaba extrañamente entreabierta, como si se hubiera frenado a mitad de camino al estar cerrándose. Sus yemas recorrieron el borde del metal, sorprendido de la posición anormal en la que había quedado. Estaba detenida sin haber finalizado su recorrido, como si hubiesen entrado o salido segundos antes de que el quiebre dé su inicio. Namjoon alzó su vista para tratar de ver a Hoseok dentro del local, ya que a su parecer no hacía falta pensar mucho que él había sido quien entró desesperado allí.

—Sal un momento, necesito que hablemos—habló dirigiéndose al aire en voz alta, seguro de que el joven podía oírlo desde donde sea que esté escondido. Asomó parte de su cabeza, incapaz de mover la puerta como si se hubiese anclado al piso.

La única pareja sentada en una mesa dentro repetía una charla sobre trabajo en voz neutral y la compañera de trabajo de su vecino limpiaba afanosamente una copa con la vista perdida en algún recuerdo o pensamiento que seguramente repetía en loop al igual que el resto. El pitido en sus oídos era constante y el conjunto de ruidos empezaba a descomponerlo.

—¡Hoseok! ¡Por favor!—pidió un poco más alto que la primera vez.

Nadie respondía a su llamado.

Con determinación volvió a intentar hacer espacio suficiente para pasar por la abertura pero estaba ridículamente pesada.

Forcejeo unos momentos, consiguiendo únicamente cansarse y aumentar su malestar.

—¡¡HOSEOK!!—insistió gritando hacia dentro del local.

Nada. Sólo la conversación repetida y el sonido del cristal siendo frotado.

—¡Joder…!—bufó refregando su cara con desesperación.

Con una nueva ola de energía, empezó a meter parte de su cuerpo por la estrecha abertura, intentando pasar ejerciendo presión. Estaba harto de que su vecino huya de él como si algo de todo lo que pasaba fuera realmente su culpa.

Una pierna y parte de su torso cruzaron el umbral.

“¿Acaso puede este tipo culparme por querer entender? ¿Tan difícil es compartir sus conocimientos? ¡Estoy en una maldita escena en que se repite como un gif! “.

Namjoon tenía el pecho aprisionado entre el marco y la increíblemente pesada puerta. Le costaba respirar mientras con ambas manos trataba de moverla. Sus pies resbalaban en el suelo, como si estuviera intentando empujar una jodida pared de concreto.

He tenido una infancia horrenda, si, pero al menos hasta hace una semana atrás ¡¡El tiempo iba en una única dirección!!”

La mente nublada del moreno estaba demasiado ahogada en sus propios pensamientos como para notar lo imprudente de sus acciones. Sólo cuando su agotamiento físico fue suficiente para hacerlo frenar por aire, fue que notó que no sólo no logró que la dichosa puerta se mueva ni un milímetro, sino que además había quedado atascado. Su pecho se había movido hasta meter la mitad del mismo, y ahora no podía conseguir llevarlo hacia ninguno de los lados sin generarse dolor. Tampoco tenía idea de cómo consiguió meter su cabeza, pero no había forma de retirarla. Sencillamente no encajaba. Luego de varios intentos dolorosos en diferentes ángulos llegó a pensar que su cabeza había crecido o antes se había achicado.

Se sentía como un niño con el rostro atrapado entre las barandillas de una reja, al cual la madre debe quitarlo de allí con jabón o aceite.


Pero no estaba su madre, claramente.

Tampoco era un niño.

Y estaba solo.


La había cagado.


HOSEOK

02 de Abril del 2020

Lo había estado observando en silencio desde aquel punto ciego para el moreno. Hoseok se esforzaba por no ceder ante un llanto que delatara su posición, con los ojos cristalizado y la nariz enrojecida. Estaba a pocos pasos de Namjoon (a sus espaldas para ser exactos), y si bien su vista estaba dirigida al muchacho que forcejeaba contra un imposible, no lo veía realmente por estar perdido en sus propios recuerdos.

Su garganta picaba. No estaba seguro si por la ansiedad de beber o por las repentinas ganas de largarse a llorar como un chiquillo.

"¿Cambiar las cosas?"

Esos dos idiotas hablaban igual que Jeon. E incluso peor, el adolescente de pelo cereza aseguró que lo había conocido. Sentía que había perdido por completo la cordura que le quedaba. Estaba batallando contra lo imposible: jamás tendría una vida normal otra vez.

Joon se estaba haciendo daño, trataba de regresar hacia fuera nuevamente pero estaba atascado. Podía oírlo quejarse del dolor mientras luchaba por zafarse y no pudo evitar sentirse mal por él.

Era terco, pero no era idiota, había sentido la conexión con el moreno aunque quiso negarla. La sensación de unión, que en su momento había sido la razón por la que le había creído a Jeon absolutamente todo lo que le dijo el día que lo fue a buscar al hospital hablando sobre “quiebres” y tiempos “estirándose”. La vez que el niño lo convenció de que no estaba loco.

Había sido pura casualidad que lo encuentre allí? No pudo evitar pensar que tendría que haberle preguntado demasiadas cosas que ya no podía.

Ya no.

Él se había ido antes de juntar valor para querer saber.

“¿Algún día lo habría juntado?“ se preguntó a si mismo mientras observaba el joven fornido de cabellos negros tratando de liberarse. “No. No creo.” Confesó para sus adentros. Él no era parecido en absoluto a ese primer compañero, lo veía más similar a sí mismo.

¿Eso lo haría más fácil?.. Por supuesto que no.

La tortuosa voz imaginaria del niño que había sido su único compañero era suficiente prueba de que era incapaz de soltar su recuerdo.. Pero mientras veía a Namjoon y se mordía el labio con ansiedad se preguntó: ¿Estaba dispuesto a permitir que aquel joven repita la misma historia? ¿Luchar contra lo desconocido y ser castigado por ello?

Hoseok negó con la cabeza lentamente, tratando de disipar esas imágenes del pasado. Hacía tiempo que había entendido que las fuerzas que se atraen no siempre generan equilibrio. Pero no por ello quería dejarlo solo.

Suspiró rendido. No podía seguir luchando contra su lado amable. Ya no quería ver sufrir al muchacho de hoyuelos, no tenía la culpa. Hablaría con él, y luego se iría. Luego, ya no debería sentirse responsable por sus decisiones.

¿A donde iría? No tenía idea. Pero ya nada bueno le quedaba en esa ciudad, no con dos despiertos en una misma zona.

—Te lastimarás.—dijo en un tono bajo pero audible para el estudiante de abogacía, quien dejó abruptamente de lloriquear entre forcejeos y se quedó estático en su sitio.

—¿Hoseok? ¿ Sos vos?—murmuró incapaz de girarse a verlo.

—Realmente eres una máquina para tomar pésimas decisiones— respondió avanzando hasta quedar en la visual del joven.

—¡Ayúdame!—pidió con un tono lastimero.

—No se puede. Intenta no moverte.

—¿Cómo que no se puede?

—Es imposible mover lo que ya no tenía contacto con vos en el momento del quiebre.. Es como si estuviese anclado.

Recordó en su mente el ascensor donde quedó la primera vez con un escalofrío que le recorrió la espina dorsal. Nunca más pudo subir a uno luego de ello.

—¿Estás diciéndome que me quedaré aquí hasta que el quiebre termine?— dijo con un dejo de espanto en el tono de voz.

—Hablando crudamente... sí. Es imposible mover las cosas. Lo he intentado la primera vez. Ahí lo supe.

Namjoon se quedó en silencio mirándolo. Quizás dudaba de su palabra. O tal vez estaba realmente sorprendido de que se muestre con intenciones de hablar.

Jung suspiró, intentando soltar junto con el aire todas las inseguridades que le provocaba el hecho de abrirse nuevamente a alguien. Joder, se sentía tan complicado. No sabía por dónde iniciar.

—¿Cuando fue tu primera vez?— preguntó finalmente el moreno, generando que se remueva incómodo en su sitio ante la claridad del recuerdo.

—Hace dos años. Cuando me mudé solo por primera vez.— Hoseok se mordió tan fuertemente la mejilla interna que sintió el sabor metálico de la sangre. No quería pensar en ese día, pero se había dicho a sí mismo que hablaría con honestidad.—Inicialmente iba a ir a la casa que era de mi abuela, pero la alquilaron a último momento... Así que fui a un departamento. En ese primer día sucedió. Pensé que...—hizo una ligera pausa para tragar duro—que había enloquecido...—confesó.

El muchacho atrapado asintió en silencio.

Se sintió comprendido. Aunque si lo pensaba, por supuesto que lo entendía. Estaban en la misma situación de mierda.

Podía notarlo ansioso en su sitio, quizás intentando procesar sus palabras... o tal vez...

—¿Namjoon?— notó que estaba hiperventilando.

—No puedo quedarme aquí— sentenció.

Hoseok lo miró sorprendido, mientras el joven empezaba a moverse con brusquedad intentando zafar. ¿Había enloquecido?

—¿Qué? ¡No! Espera... ¿¿Qué haces?? ¿¿No me oíste?? ¡Te vas a hacer daño!

Namjoon parecía no poder razonar lo que le decía, estaba frenético. Era como restregar su cuerpo en una maldita pared, acaso no entendía?

Tiene miedo dijo la voz imaginaria de su mente.

Avanzó acortando la escasa distancia, y cuando se colocó de frente a él pudo comprobar que sus ojos estaban desorbitados: otro ataque de ansiedad.

—¡Ya basta! ¡Te estás lastimando!— insistió buscando que conecten miradas. Las venas se marcaban en los brazos y cara de su vecino, mientras forcejeaba contra un peso inhumano. El movimiento y la fuerza que hinchaba sus músculos sólo lo hacía apretarse a sí mismo con más fuerza, cortándole el aire.

—¡Namjoon!

Preocupado, veía el sudor y las lágrimas del moreno caer por su rostro. Estaba cegado por la desesperación como un animal atrapado.

—¡POR DIOS DEJA DE MOVERTE!— gritó exasperado tomando con una mano su hombro y con la otra el borde de la puerta para poder inmovilizarlo.

Todo sucedió demasiado rápido luego de su inocente accionar.

Ambos estaban en el piso al segundo siguiente.


NAMJOON

02 de Abril del 2020

Una vez que el shock inicial se disipó, pudo comprender lo que había sucedido. Ambos habían caído de bruces. La puerta de ingreso al pequeño café estaba abierta de par en par, nuevamente inmóvil.

—Me mentiste.— dijo finalmente cuando halló su voz, algo agitado luego del golpe seco en el pecho que se dio contra el suelo. O tal vez producto de la adrenalina. No podía estar seguro, pero se sentía eufórico.

Hoseok, por su parte, parecía seguir shockeado, con los ojos tan abiertos que daba impresión verlo. A diferencia suya, que se había al menos arrodillado, su compañero estaba en la misma posición en la que había caído, respirando irregularmente. No decía nada. Ni siquiera daba indicios de haberlo escuchado

—¡Me dijiste que no se podía mover! — repitió enfadado, tomándolo del hombro para girarlo con cierta brusquedad, y haciendo que lo mire a la cara.

No le respondió. Abría y cerraba su boca sin voz, asustado.

Joon dudó un momento con el ceño fruncido, desconfiado de su actitud. Parecía realmente que no se esperaba que la puerta ceda con absoluta facilidad de un momento a otro, como si segundos atrás no hubiese estado ridículamente pesada.

¿Podía confiar en él o Yoongi tenía razón? ¿Realmente nunca había movido cosas en un quiebre?

—¿Qué hemos hecho?—preguntó finalmente en voz quebrada el pelirrojo aún con auténtico terror en todas sus facciones.

—Movimos la puerta. Creo que juntos podemos hacerlo.

—No...No puede ser...— dijo finalmente sentándose en el suelo, abrazando sus rodillas.

—Hoseok, ¿Nunca habías…?

—¡NO!— chilló. Parecía estar en medio de una crisis nerviosa.— Nunca... No debimos... No...

—¿Por qué no?

—¡No sé que consecuencias tendrá esto!

—¿Por qué habría consecuencias?

—¡Todo tiene consecuencias, Namjoon...! ¡No existen acciones sin consecuencias...!— Tomó su cabeza entre sus manos.— Estar juntos en un mismo espacio también las tiene, genera inevitablemente un quiebre... ¡Por eso no quería que nos veamos! ¡No puede haber dos despiertos en un mismo lugar!

Observó al mesero en silencio unos momentos. Aún sentía su propio corazón sobresaltado por el casi ataque frenético de ansiedad de segundos antes.

—¿Quien es Jeon?

La pregunta salió de su boca sin previo aviso, sorprendiendo al pelirrojo y dejándolo con la respiración atascada en el pecho.

—No—pidió suplicante alzando con lentitud su rostro, buscando su mirada.

—¿Quien es, Hoseok? ¿Por qué me ocultaste que hay más como nosotros?

Él cerró sus ojos, abrumado. Era evidente que estaba conteniendo sus ganas de sollozar nuevamente. Refregó sus manos entre sí, tratando de calmarse y haciéndolo parecer un pequeño asustado.

El pelirrojo no quería hablar de él. Y si bien lo sabía, no podía irse sin las explicaciones que buscaba. No de nuevo, no podía seguir en esa realidad espantosa sin tener información.

—Él no está más, Namjoon...—dijo finalmente, luego de la espera paciente del mayor.

—¿Él está...?

—Murió. Sí. — completó coz la voz apagada.—Por eso me mudé de aquella ciudad. Yo... Yo no podía seguir allí... Necesitaba irme.

—¿Fue hace un año, cuando viniste a los departamentos estudiantiles que están en la manzana de enfrente?—Se atrevió a conjeturar.

—Sí.

Su vecino se veía como un pequeño niño traumado, mirando a la nada mientras se abrazaba a sí mismo. Se veía débil, tembloroso y frágil.

—¿Cómo?

—Un accidente.— El labio inferior del joven tembló.

Notándolo, Joon decidió ahondar en eso luego, y prefirió cambiar el rumbo de sus preguntas. —Dijo Yoongi que Jeon quería arreglar el tiempo. ¿Cómo?

—Yo... No lo sé. Creo que él tampoco tenía claro eso. Pensaba que la solución vendría si juntaba a los despiertos como una especie de hombres X. Era un niño.. Y yo un cobarde, no quería saber nada, solo no sentirme loco.

Una sonrisa llena de auto desprecio se asomó por sus mordisqueados labios.

—¿Qué relación tenias con Jeon?

—Era un compañero... No, un hermano menor, mi único amigo. Él me convenció de que yo no había perdido la cabeza, que no era un demente.

—No lo estás. Yo tampoco.— sentenció con el cuerpo tenso. No quería más sentirse así.

—No creer que lo estamos seria ser verdaderos locos. Todo es muy surrealista para creerlo a la primera, ¿no crees?

—Y él... ¿Qué sabía?— tenía la boca seca. Había deseado hacer esa pregunta desde que salió de su departamento.

—Algo... Y nada.

—No comprendo.

—Vivió los quiebres con tanta naturalidad que los quería enfrentar en vez de entrar en pánico. Creo que él había buscado su propia forma de explicar lo que pasaba. ¿Eso hacen los niños no? Buscar sus propias teorías de cómo funcionan las cosas. Su tutor era investigador, quizás lo sacó de él.

—Sigues diciéndole niño… ¿Qué edad tenía?

—Diez.

Fueron los labios del estudiante de abogacía los que temblaron esa vez. La realidad le cayó como un balde de agua helada: Había confiado encontrar respuestas en un pequeño que probablemente acababa de aprender a atar sus propias zapatillas.

—No suena como algo que pueda procesar un niño...—murmuró, sintiendo un nudo en la garganta.

—No. Yo tampoco puedo. Nunca pude.

—Pero... ¿Los términos? —insistió no queriendo darse por vencido.—¿Despiertos y dormidos? ¿Quiebres?

Hoseok lo observó unos momentos con algo similar a la lástima en la mirada.

—¿No te parecen palabras muy infantiles?... Digo, no parece algo que dijera un científico…—terminó por decirle con calma.

Joon se mordió el pulgar con nerviosismo. Eso significaba que en realidad no tenía nada concreto? Estaba como al comienzo?

No. Peor. Al comienzo no tenía tantas ideas inconclusas. Se sentía más perdido.

—¿Entonces no sabes de dónde sacó los términos, ni cómo planeaba arreglar el tiempo?—Estaba empezando a alterarse— ¿Siquiera sabes si es realmente el tiempo lo que está dañado?

—No, Namjoon. No tengo forma de asegurarte qué es lo que pasa. Él inventó esos términos, o al menos eso creo. —Lágrimas empezaron a caer de los ojos de Hoseok mientras chillaba.— ¡Nunca pregunté, solo buscaba no estar solo! ¡Te dije que era cobarde! ¡Sigo siéndolo!

Secando su cara con algo de brusquedad y respirando entrecortadamente, lo miró a Namjoon angustiado y molesto.

—Lo lamento pero sigo igual de gallina. Por eso bebo.

Cerró sus ojos con una decepción indescriptible. No tenía nada nuevo. Sólo el nombre de un niño muerto y más preguntas sin respuesta. ¿Qué se suponía que debía hacer? Él no era un científico, no tenía ninguna mínima hipótesis de lo que pasaba. Estaba tan desorientado como al inicio, al lado de alguien que le dejó claro que no quiere estar cerca suyo.

Miró a su vecino, quien seguía con un aspecto lastimero perdido en sus pensamientos. Namjoon no pudo evitar recordar el olor a vómito y alcohol que emanaba aquella vez que lo encontró en el callejón entre la basura.

Inevitablemente , recordó a su madre.

—¿Siempre terminas como la otra vez con la bebida? ¿Es así de grave?

—Estoy intentando dejarlo.

—¿Sueles terminar en callejones?— insistió.

Hoseok volvió su vista hacia él con lentitud, nuevamente con ese vacío y dolor en el los ojos que le estrujaba el pecho.

—Si te dijera que no suelo terminar en los callejones estaría jugando con mis palabras. Yo suelo tomar hasta quedar inconsciente, pero dentro de mi propia casa...— dijo bajando su tono de voz hasta que sus últimas palabras fueron casi un susurro avergonzado.

—¿Es por los quiebres?...¿O es por la muerte del niño?

Un silencio prolongado se hizo entre ambos, mientras se sostenían la mirada. Cada quien en su propia miseria. Joon sentía una genuina consternación tanto por su vecino como por el hecho de no haber encontrado ninguna respuesta a sus dudas. Hoseok estaba una vez más en una lucha interna contra sus fantasmas personales.

Los sacó de su trance la campanilla de entrada y la disminución del timbre en los oídos. La conversación de la pareja había cambiado y miraba a ambos chicos en el piso con extrañeza. La compañera de Hoseok no se veía más limpiando la copa en la barra.

Había terminado el quiebre.

—Deberías irte— murmuró el pelirrojo levantándose con lentitud.

No tuvo nada que objetar. Si lo del riesgo de estar en un mismo espacio era real, entonces marcharse era prioridad.

—Bien. Pero antes... —Namjoon al incorporarse extendió su mano hacia el joven.—Dame tu teléfono. Se que no quieres verme pero... quizás sea de ayuda algún día. Te dejaré mi celular.

El mesero dudó, volviendo a lastimarse los belfos con los dientes mientras miraba poco convencido la mano del moreno.

—¿Por favor?— repitió, logrando que Hoseok lo mire a la cara finalmente.

—Bien.— accedió.—Si alguna vez lo necesito te llamaré.

 
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Cuando Joon entró a su departamento estaba iniciando el atardecer y el frío empezaba a levantarse. Agradeció saber que no quedaban muchos días de corta duración, porque no le gustaba la época.

Haber caído en esa locura del tiempo dañado tampoco colaboraba con su poco aprecio a esas fechas.

El regreso a su hogar fue rápido. O quizás fue su sensación por estar sumido en sus pensamientos. Estaba tan absorto en sus divagaciones no sólo no notó el pasar de las cuadras, sino que tampoco advirtió el hecho de que lo estaban siguiendo.

A una prudente distancia de una cuadra, un adolescente de cabello cereza algo desteñido, tan delgado que daba aspecto de enfermo y vestido de ropas harapientas veía a Namjoon ingresar por la entrada principal del edificio.

—Aún no te encontraron...—murmuró aliviado.

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