🌙Capítulo único: Old
Cada palabra que escribía en su cuaderno de tapa gruesa, cada una de esas palabras atropelladas por un temblor de su mano derecha le generaba una sensación de vacío y, al mismo tiempo, lo llenaba.
Todo para el Min Yoon Gi de ahora setenta y dos años era como parte de un cuento. Vivir en la lejanía, rodeado de silencio y frescas brisas en verano era lo que soñó. Y sin embargo ahí estaba, escribiendo mientras se mecía y el cuaderno se apoyaba sobre sus rodillas, sujetando una vieja pluma que una de sus nietas le había regalado. Era de color negra, su favorita. La había estado usando sólo para momentos especiales en los que sus pensamientos se desencadenaban en significativas palabras o frases que debía transcribir al papel.
Eran las siete de la tarde y el sol estaba a punto de esconderse, dando paso al espectáculo degradado de colores en el cielo. Los naranjas se mezclaban con los celestes y marrones hasta desaparecer en el horizonte y pintar todo de un color más oscuro. Eso era uno de los muchos paisajes que disfrutaba siempre junto a él. Y era una lástima que en ese momento no estuviera. En realidad, siempre lo extrañaba.
Para Yoon Gi, la vida no era más que una especie de cinta transportadora que te guiaba al mismo destino. Ese lugar que estaba alejado, que nunca se espera pero llega cuando menos lo piensas. La muerte era sinónimo de misterio y sí, también de ausencia.
Escribir sus vivencias fue algo que comenzó a hacer cuando cumplió los veinte. Era ya considerado adulto en ese momento y creía que desenvolver sus pensamientos en un cuaderno podía ser algo infantil. Pero igual siguió haciéndolo. No paró de contar sus malas y buenas experiencias con todo aquello que lo rodeaba.
Recordaba que en invierno la mayor parte del tiempo, salia junto a Jung Kook al parque más cercano, se reunían con otros chicos y comenzaban la guerra. Bolas de nieve, unas más perfectas que otras, volanban de allá para acá. Aun escuchaba los gritos y risas en su cabeza haciéndolo curvar sus labios hacia arriba. Esos eran buenos tiempos, parte de las mejores memorias que tenía.
También estaban las malas, esas tampoco podía olvidarlas por mucho que lo intentara. Era algo duro volver a leer esas experiencias, pero lo hacia para recordar los errores que cometió y cómo les había dado solución.
Más de doscientas hojas eran pocas en el pasado y se convirtieron en muchas en el presente. En aquellos tiempos compartía el cuaderno con Jung Kook, pero éste sólo lo llenaba de dibujitos.
Su nieta más pequeña también participó del cuaderno de los recuerdos, pegando fotos de su cumpleaños número trece cuando tenía ya unos veinte. Él adoraba a su familia y le gustaba verlos felices y juntos, apoyándose. Y aunque él era un poco solitario, nunca demostró frialdad o indiferencia.
Aveces Jung Kook era parte de esos días en los que se alejaba de todo sólo para disfrutar de un paisaje magnifico. Ambos eran unidos, mucho más que eso. Se consideraban como hermanos. Toda relación que comienza de esa manera se vuelve como un escudo inquebrantable donde nada ni nadie puede hacer algún daño. Yoon Gi fue su apoyo y viceversa.
La adultez, a pesar de ser una etapa de cambios drásticos, fue la mejor según él. Allí se dieron cuenta de lo que en realidad callaban y escondían por miedo a ser juzgado por el otro. Ahí fue cuando se miraron de otro modo y se confesaron que la relación ya no era amistosa.
"De verdad, te amo, Yoon Gi."
Esa era la frase que siempre recordaba, grabada de por vida, Yoon Gi la repetía en su cabeza varias veces al día. Y lo duro, a pesar de lo bello que le parecía, era que esa voz no se escuchaba a su alrededor hacia unos diez años. Porque él se había ido demasiado pronto.
Recordaba su sonrisa aniñada y sus frases despreocupadas diciéndole que todo estaba bien. Su fuerte tos y los dolores de pecho que sufría en cada resfriado eran fuera de lo común. Jung Kook era despreocupado si de salud se trataba, era muy cabeza dura. Su hija le había dicho tantas veces que lo debía llevar a un hospital para ser revisado y él sin embargo se quejaba e interpretaba su mejor papel de sordo.
Cuando su neumonía empeoró, Jung Kook tenía unos cincuenta y ocho, casi llegando a los sesenta. Aquello acabó con su vida, dejando a un Yoon Gi sólo, dejando a su hija y a sus nietas.
La última vez que Yoon Gi lo miró a los ojos, él le dedicó una sonrisa. Una de esas despreocupadas como diciéndole que ya era su hora de partir y que en realidad eso no le asustaba. Eso era lo malo de envejecer, suponía. La piel se arruga, el cuerpo se vuelve mucho más vulnerable y si se tiene alguna enfermedad todo empeora. La juventud fue una buena época, pero no por eso quería decir que el haber crecido dejándola atrás fuera una lástima. Yoon Gi aprendió, con el pasar de los años, que en algún momento todo llegaba. Sabía que no iba a ser joven por toda la vida, y ya aceptaba el hecho de que quizás no vería a sus nietas casándose.
El tiempo era curioso, y la edad también.
Recordaba el día en que él a sus treinta, junto a Kook, decidieron adoptar una niña. Los primeros meses siendo padres fue emocionante y también algo estresante; aquellas miradas llenas de prejuicios y malintencionadas, sobretodo en la pequeña, los hacía sentirse mal. No querían que en la escuela su hija fuera la excluida del grupo por el simple hecho de tener dos padres. Los niños que eran influenciados tan fácilmente en sus casas podían llegar a ser lo más cruel del mundo. Tuvieron varias discusiones en su momento, pero por suerte aquella niña creció siendo bien educada, cuidada y amada por ambos. Después, las lágrimas no tardaron en salir en cuanto la vieron subir al altar con un hermoso vestido blanco con piedras bordadas; ese era el sueño y pesadilla de todo padre.
Yoon Gi sonreía recordando todo lo que quedaba en su memoria. Había alguna que otra telaraña en ella, a veces le fallaba, otras no.
La vejez es una etapa de la vida a la que mucha gente teme. Yoon Gi no estaba preocupado por ser viejo, aceptó el verse cada día más arrugado, más canoso... Lo que no aceptaba era verse tan delgado, pero suponía que sus pequeños momentos de depresión lo llevaron a no querer comer. Sin decirle nada más a su hija que un invento sobre que la gente cuando envejece se vuelve más flaca porque desaparecerá, Yoon Gi lo hacía para no preocuparla. Y quizás estaba enfermo, no lo sabía. En realidad le daba igual.
Setenta y dos años de vida se le hicieron cortos y muy largos cuando Jung Kook se fue. Esperó que cuando fuera su hora pudiera encontrarlo aunque fuese una sola vez. Pero quién sabía qué era lo que había después de la muerte. ¿Nada? ¿Volver a nacer? ¿Vivir en paz en un lugar que sólo los muertos conocían?
Rió solo por pensar tantas cosas que no tenían respuesta. La última página del diario tenía una nota escrita por Jung Kook hacía unos años, específicamente cuando estuvo internado. Yoon Gi leyó aquellos lineas para así después cerrarlo y dejarlo guardado en una caja de metal que pensaba enterrar junto a la lápida de Kook.
"Puede que leas esto con desgana, sé que eres un vago incluso para seguir las letras con tus ojos.
Hoy es ese día que cada vez que toso siento que escupiré mis pulmones. ¡O puede que hasta los riñones! No te enfades, pero quiero hacer esto divertido aunque sea doloroso. No seas cascarrabias Yoon Gi...
Siento que no podamos ver juntos nuestras horribles arrugas de pasas cuando tengamos cien años... Sabes que me burlaría de ti. Pero he aceptado mi destino y sabes también que no pienso vivir enfermo, prefiero que sea así. He pasado los mejores años de mi vida contigo, con nuestra hija y nietas. No puedo pedir más. Sólo pido que sonrías al recordarme y que no llores como una nena.
Espera tu día y nos veremos de nuevo. ¡Pero que no sea tan pronto!
Te ama tu querido esposo"
Aquellas palabras lo hacían reír pero también, aunque no quisiera, llorar. Las lágrimas eran como grandes gotas de un día húmedo y caluroso de verano. No derramarlas era imposible. La persona más importante de su vida no estaba, la extrañaba de manera inexplicable y aveces deseaba poder volver el tiempo atrás para cambiar de lugar. Pero ya están hecho, la vida continúa y deja a otros atrás mientras que los que quedan no tienen más opción que afrontar lo que les espera, disfrutar y proyectar un futuro.
Y así como el sol salia todos los días y se volvía a ocultar, generando un ciclo repetitivo, el tiempo también.
Yoon Gi esperó a que el sol se fuera para darle la bienvenida a la noche, una más en la que cenaría en soledad en su silla mecedora, observando las estrellas y pensando en cuándo las agujas de su reloj se detendrían.
Fin
Gracias por leer.
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