Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5

Caroline llegó al hotel Ritz donde se alojaba. Al avanzar unos pasos, una figura la interceptó. Por la colonia supo de inmediato de quién se trataba: era Franz. Llevaba su cabello dorado perfectamente peinado y vestía de traje, como era habitual en él. Carol estaba cansada y no se esperaba esa visita. Sin embargo, el corazón le dio un vuelco cuando lo vio. Todavía lo quería y mucho.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―No pudo evitar que su voz sonara áspera.

―Creo que debemos hablar. ―Franz le sostuvo la mirada.

―¿Cómo sabías que estaba aquí?

―Lo deduje. Conozco tus gustos ―respondió―. ¿Puedo subir para conversar un poco?

Ella asintió y juntos tomaron el ascensor hasta la suite. Una vez dentro, Caroline se libró de las botas que llevaba. Tomó un poco de agua y se sentó en el sofá.

―Tú dirás.

―Te marchaste sin decirme a dónde ―le reclamó―. No contestas mis llamadas. Estaba preocupado.

―No entiendo la razón. Creía que todo ya estaba dicho entre nosotros, Franz. Te vas a Sudáfrica sin mí. No quieres casarte conmigo... ―añadió.

―Por supuesto que quiero casarme contigo. ―Él se puso en cuclillas frente a ella. La posición tensaba sus caros pantalones, pero eso no le importó―. Te quiero, Carol, y sí quiero casarme contigo, pero este no es el mejor momento.

Por un instante logró conmoverla, pero la última frase rompió una vez más su ilusión.

―¿Y por qué?

Franz suspiró y se sentó frente a ella en una silla.

―Eres de la familia real de un Estado europeo, no puedes ser la esposa de un diplomático en el extranjero ―reflexionó―. Además, tu familia siempre interferiría, y eso sería perjudicial para mí. Quiero crecer por mis propios méritos.

Caroline asintió. Lo comprendía hasta cierto punto, pero sus palabras continuaban pareciéndole excusas.

―Te prometo que cuando termine me misión en Sudáfrica nos casaremos ―continuó el hombre―. Dentro de unos tres años. Hasta entonces podremos vernos con cierta regularidad, algunas veces en el año. No tenemos que terminar una relación tan bonita solo por un trabajo. ―Él se inclinó y le acarició la mejilla.

Caroline aún no quería contarle su resolución acerca de Timbavati, puesto que debía asegurarse muy bien de coordinar todos los detalles primero con su familia y con el propio Justin. Sin embargo, quería decirle que ella podía vivir en la ciudad y mudarse por él.

―Franz, puedo mudarme a Sudáfrica ―dijo al fin―. Puedo rentar un lugar donde vivir, para no interferir en las cuestiones diplomáticas. No obstante, soy libre de fijar mi domicilio donde me plazca, y si vamos a estar juntos, quiero estar cerca de ti.

―Carol, yo quiero estar contigo ―le repitió―, pero sí hicieses esos tu familia no lo permitiría y terminarías perjudicándome a mí...

Caroline, indignada, se levantó como un resorte del asiento.

―¡No puedo creer que digas eso, Franz! ―exclamó.

―Ya te lo expliqué, cariño: no tardarían que moverme de puesto para que su hija regrese a casa. Algo como eso me avergonzaría muchísimo...

―Creo que lo único que estás haciendo es poner excusas para que no te acompañe ―recalcó―, aunque no te resulte del todo conveniente separarte de mí.

―¿Dices que persigo algún tipo de interés? ―tronó―. Si así fuese me serviría de las influencias de tu padre para obtener un puesto más cómodo y me casaría contigo de inmediato... Creo que te he probado que no estoy a tu lado por interés alguno.

―Tal vez ―reconoció―, pero tampoco me has probado que me amas ni que soy lo más importante para ti. Tu trabajo va primero, y prefieres que esté bien lejos de ti. Eso una mujer enamorada no puede entenderlo. Yo no puedo. Te pido que te marches de aquí, Franz.

Él asintió, un poco ofendido y salió de la habitación. Caroline cerró la puerta y se derrumbó. Por un momento pensó que podrían arreglar las cosas, pero parecía imposible. Franz continuaba creyendo que no sabría vivir en Sudáfrica, y ella se encargaría de probarle lo contrario. Estaba tan alterada que, luego de tomar un baño, se decidió a salir. Necesitaba un poco de compañía y una vez más, el hotel le hacía sentir demasiado sola.

Luan salió de tomar una larga ducha. Todo había salido de maravillas en el Sikypark, pero no había dejado de pensar en Caroline, incluso en contra de su voluntad. "¿Por qué pensaba en ella de esa forma?" Se dejó caer en la cama y rememoró las últimas horas que pasaron juntos: la princesa estuvo algo distante de él luego de haber compartido una conversación algo peculiar. El trayecto de regreso lo hicieron en absoluto silencio, y solo se despidieron con cordialidad cuando Carol lo dejó en el Hotel Astoria.

El joven sudafricano estaba sin duda bastante inquieto, ni siquiera se sentía cansado. Se vistió de inmediato y decidió salir a dar un paseo. Sus pasos lo llevarían a Plain Palais, con el objetivo de conversar un poco con Justin. No imaginó que Caroline continuara allí, pues creyó que estaría en casa de su novio. Sin embargo, cuando se encontró con su equipo de seguridad, supo que tendría una nueva oportunidad de conversar con ella.

La joven fue quien atendió a la puerta, una vez que le permitieron subir.

―¿Otra vez tú? ―saludó.

―Lo siento, debes estar harta de mi presencia ―bromeó―. En mi defensa diré que no sabía que continuaras aquí.

―Por favor, pasa. ―Caroline cerró la puerta―. Me aburría en el hotel ―confesó sin medir sus palabras.

―¿Y qué haces viviendo en un hotel? Pensé que tendrías un hogar...

―No quiero hablar de eso. ―Caroline se llevó una copa de vino a los labios―. ¿Gustas?

―No, gracias. ―Prefería no sucumbir a los encantos del alcohol y que la situación se le fuera de las manos―. ¿Dónde está Justin?

―Ha ido a cenar a casa de sus padres. No debe tardar.

―Te ha dejado sola ―observó.

―No sabía que regresaría y ya había quedado con ellos ―respondió―. Incluso me invitó, pero preferí quedarme aquí. No tengo deseos de hablar con nadie.

―En ese caso me marcho. ―Luan tomó su abrigo para retirarse, sin pisca de ofensa, pero la princesa lo retuvo. Rozó su antebrazo por un instante y sus miradas se cruzaron. Ella le soltó rápidamente y miró al suelo.

―Por favor, quédate. No tengo derecho a ahuyentar a un amigo de Justin. Por otra parte, me gustaría comentarte algo...

Luan asintió y la siguió hasta el sofá. Se sentaron uno junto al otro como si se tratasen de viejos amigos.

―¿Qué querías decirme?

―Le he pedido a Justin formar parte de su equipo. Quiero hacer la fotografía del documental e ir a Sudáfrica con ellos ―le contó.

―Eso sería estupendo. ―Volvió a sonreír.

―¿Lo dices en serio? ―Caroline esperaba una reacción distinta. Tal vez pensó que él se opondría o le objetaría algo del mismo modo que Franz lo había hecho.

―Muy en serio. Me alegraría muchísimo que fueses ―afirmó―. Timbavati es un sitio maravilloso, es mi hogar. Me encantaría que lo conocieses, Caroline. Estoy convencido de que lo amarás y que harás un excelente trabajo para el documental.

La princesa estaba en extremo agradecida con sus palabras, así que sonrió.

―Creí que solo verías inconvenientes en ello ―reconoció―. Es probable que me acompañen varias personas. Será un requerimiento de mis padres que me será muy difícil obviar. No sé si eso suponga algún problema para la reserva.

―Ninguno. Solo deben ponerse en contacto con el hotel y hacer las reservas. Cualquier otro requerimiento adicional podrán verlo con ellos también. Estoy seguro de que tendrán el mejor ánimo de ayudarte.

―Gracias por tu disposición, Luan. ―Carol se llevó la copa de nuevo a los labios. Estaba más relajada de lo que debería con un casi desconocido biólogo, pero no le importó―. Me encantará conocer Timbavati y aprender más acerca de tu trabajo.

―Es apasionante. Aún no hemos logrado una gestación viable, pero sé que estamos bien cerca.

Carol permaneció pensativa.

―Tengo duda sobre algo ―susurró con las mejillas enrojecidas―. ¿Cómo se obtiene el semen de un león?

Luan soltó una carcajada. Caroline lo había dicho con tanta seriedad que resultaba divertido para él.

―Lo lamento ―se disculpó―, es que para nosotros es habitual, tanto que no me pareció oportuno detallar el procedimiento.

―Créeme, no todo tu auditorio tiene el conocimiento sobre ello. Esta mañana me lo pregunté varias veces mientras te escuchaba ―repuso ella todavía sonrojada―. Ya sabemos cómo es el procedimiento en los seres humanos, pero en un león es... Es difícil de imaginar.

―Por supuesto. En este caso no les damos revistas eróticas ni videos de una guapa leona para que hagan su trabajo ―bromeó Luan, quien disfrutaba del sonrojo de la princesa―. Es algo menos placentero ―concluyó.

―¿Y cómo es?

―Se realiza por electroestimulación una vez sedado el ejemplar ―explicó―. Es procedimiento sencillo que no compromete su integridad ni le causa secuela alguna.

―Comprendo ―asintió Caroline―. Gracias por responder a mi pregunta.

―Es un placer. Estoy dispuesto a responder todas las que tengas.

―Tengo otra, pero no guarda relación alguna con tu trabajo... ―No podía creer que fuera a preguntarle aquello.

―Adelante. ―Luan la instó a saciar su curiosidad.

―¿Por qué me buscaste en Google?

El biólogo se encogió de hombros y sonrió.

―Interés en ti ―confesó―, y me llevé una buena sorpresa cuando descubrí quién eras.

―Mi título no me define. ―Caroline bebió otro sorbo de su copa.

―Ya lo sé.

―Te confieso que me ha traído bastante más problemas que beneficios. No todo el mundo puede llevar ese peso...

―¿Lo dices por tu novio?

―¿Justin te ha contado algo? ―Caroline se horrorizó, pero él negó con la cabeza de inmediato para tranquilizarla.

―Es demasiado buen amigo tuyo como para traicionar tu confianza. La web también aludía a que tenías un novio. A juzgar por tu estado de ánimo, no estás pasando por un buen momento y no creo que haya sido solo por las críticas. Estás viviendo en un hotel ―señaló―, y te sientes sola. Es evidente que te has separado de él...

Caroline se quedó sorprendida ante tu sagacidad y se terminó la copa de vino.

―Excelente deducción ―susurró.

―¿Es aquel hombre que fue a buscarte a la terraza la noche que nos conocimos?

Caroline recordó el momento en cuestión y negó con la cabeza.

―Ese es mi hermano Maximilien. Nos queremos mucho y fue el único de mi familia que pudo acudir a la exposición. Mi novio asistió también, pero llegó tarde ―añadió con pesar.

―Dices "novio", por lo que interpreto que aún continúan juntos...

―Es la costumbre. ―Se encogió de hombros―. Y hace muy poco que nos separamos. No quiero hablar de ello, Luan. Apenas te conozco. ―Caroline rellenó su copa.

―¿No crees que ya has bebido suficiente? ―Él la miró con sus profundos ojos verdes y la paralizó de inmediato.

―¡Vaya! ―Rio―. Me riñes si bebo o fumo. Te pareces a mi hermano.

―No soy tu hermano ―le recordó él con una sonrisa seductora, pero se contuvo―. Y no quiero que te sientas mal mañana. Además, puedes decirme bajo los efectos del alcohol, algo de lo que te arrepientas después.

―No te preocupes, aún conservo el completo control de mis facultades mentales y no te diría nada de lo que pueda arrepentirme. Si estás coqueteando conmigo, pierdes tu tiempo ―le advirtió.

Luan soltó otra carcajada y se lo tomó con humor.

―Estoy a salvo de todo eso ―mintió, pero sobre todo a sí mismo―. Si algún día coqueteara contigo, te darías cuenta, aunque no creo que lo haga.

―¿Por qué? ―Había herido, inexplicablemente, su amor propio. Y Caroline no era una mujer demasiado vanidosa.

―Venimos de mundos distintos, Caroline ―reflexionó con pesar―. Perteneces a una Casa Real y has nacido con todos los privilegios. Yo, en cambio, provengo de una familia multirracial que aún sufre los vestigios del Apartheid.

―Lo siento. Si deseas saberlo, mi vida tampoco ha sido color de rosa.

―Estoy convencido de ello. Ninguna vida puede ser de color rosa, ni siquiera la de una princesa; pero no has sufrido de discriminación y has crecido con más oportunidades que las de la mayoría de las personas en el planeta.

―Simplificas mi vida, Luan ―le dijo algo molesta―. Tener dinero no te garantiza la felicidad. Mi trabajo en el arte muchas veces no es juzgado con imparcialidad, justamente por mi título. A ello súmale que me he separado de mi pareja por los inconvenientes de ser quien soy. Y, por si quieres saberlo, he sufrido de discriminación desde el justo momento de mi nacimiento por el solo hecho de ser mujer. En Liechtenstein no puedes gobernar si no eres hombre. Así que, a pesar de ser la mayor de mis hermanos, es Maximilien quien sucederá a mi padre como Jefe de Estado. No me hablas de discriminación ―apuntó―, al menos el Apartheid ya no es legal, pero la Constitución de mi país sí.

Luan se había quedado asombrado con todo lo que ella le había dicho, y justo cuando iba a replicar y a ofrecer una disculpa, la charla se interrumpió con la llegada de Justin. El chico quedó sorprendido al verlos tan cerca en el sofá, conversando, y en compañía de una botella de vino casi vacía. Lo que parecía una cita había terminado casi como una contienda, y Caroline juzgó oportuno retirarse del terreno. A fin de cuentas, estaba algo cansada y el vino comenzaba, al fin, a nublarle el juicio. Después de un escueto "buenas noches", la princesa se marchó y dejó a ambos amigos en la mayor perplejidad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro