Capítulo 46
Pretoria, Sudáfrica, semanas después.
Luan salió temprano de su pequeño departamento en Pretoria, para recoger a sus padres en casa del tío Bill. Había llegado al fin el día de constituir la ONG. Luan continuaba sin tener muchos detalles, por lo que antes de la constitución, tendrían una reunión con los fundadores y explicarían con más precisión el objeto social y las tareas que, a futuro, debía realizar la organización.
Su padre era uno de los fundadores, pero él y Kande irían también para informarse acerca del proyecto, ya que Luan, de alguna forma, se beneficiaría con el trabajo de la ONG. No podía negar que estaba nervioso, por varios motivos: el primero, por la reunión misma. Por lo que había podido escuchar se trataba de algo importante, pero, ¿y si no le convenía? ¿Y si tenían otra visión acerca de su trabajo investigativo y él tuviera que plegarse a ellos por carecer de financiamiento? ¿Y si lo obligaban a seguir alguna línea que no lo satisfacía?
Quentin le aseguraba que todo estaría bien, pues había mirado los estatutos de la organización, al menos una primera versión y la idea era buena. Por otra parte, su tutor de la Universidad, quien también estaba involucrado en el asunto, le aseguraba que la ONG solo brindaría el financiamiento, y que ellos se encargarían de diseñar el proyecto científico.
El otro asunto que lo tenía inquieto era Caroline. La princesa le había prometido que volvería, pero no lo había hecho aún. Aunque mantenían comunicación constante, ni una palabra le había dicho acerca de regresar. Para rematar, hacía dos días que apenas le escribía. Algo estaba mal, y él lo percibía. ¿Se habría arrepentido?
Luan llegó a casa del tío Bill con cara de pocos amigos. Había dormido muy mal, y eso se notaba en su demacrado rostro. Saludó a la familia, pero se negó a desayunar. Sentía un sobresalto en el estómago y no podía…
―Todo estará bien ―le dijo su padre para tranquilizarlo―. El proyecto es conveniente, y estoy seguro de que te sorprenderá en más de un sentido.
―¿Sabes algo que yo no sepa? ―preguntó Luan frunciendo el ceño.
―Puede ser ―respondió el hombre antes de terminarse su café―, por eso te pido que no te dejes guiar por las emociones, y que escuches atentamente con el corazón y no solamente con la cabeza.
―Y no seas orgulloso, Luan ―le recomendó su madre nerviosa―. No hay nada peor que desechar las oportunidades por innecesario orgullo.
―Tú me enseñaste a ser orgulloso, mamá. Por otra parte, no entiendo a qué te refieres…
―Orgullo de ti, de tus raíces, pero no ese orgullo que te nubla la mirada y te hace reaccionar como no debe ser. Ese que te priva de aceptar una ayuda, un proyecto, una oportunidad para el futuro. Escucha a tu padre, ve a la reunión con la mente y el corazón abiertos.
Luan seguía sin comprender. Ni por un momento podía asociar a Caroline con aquellas recomendaciones. Ella ni siquiera escribía ya. Estaba en Europa y nada tenía que ver con aquel proyecto. A Luan le faltaba ese sentido tan útil que permite percatarse de las cosas, así que, a pesar de las palabras de sus padres, estaba completamente ajeno.
En un importante edificio de la ciudad, se dieron cita varios científicos de su Universidad, su tutor, algunos ambientalistas, propietarios de Timbavati, y algunas personas que no conocía. Estaban tomando café, antes de entrar a la reunión. Ellos, al parecer, estaban más tranquilos que él. ¿Acaso sabían de qué iba aquel proyecto?
Iba a acercarse a preguntarle a alguien, cuando les indicaron que pasaran al salón de juntas. Su padre se sentó en la inmensa mesa de madera que llenaba el salón, junto al resto de los fundadores. Su madre y él se sentaron detrás, expectantes. Fue entonces que los presentes se pusieron de pie y Luan la vio entrar, con un hermoso conjunto sastre de color blanco.
―¡Caroline! ―exclamó. Se volteó a ver a su madre y al toparse con su rostro comprendió que ella lo sabía todo. Kande le sonrió y le pidió que se sentara, tranquilo, a escucharla.
Caroline estaba muy nerviosa. Llevaba dos días en Pretoria, preparándose para el gran momento, pero temía que las cosas salieran mal. Tal vez debió haber hablado con Luan antes, pero sus padres y Max habían insistido en que le diera la sorpresa. Y allí estaba ella, muerta de miedo por su reacción, luego de apenas hablarle en los últimos días pues no quería mentirle y decirle que estaba en Ginebra, cuando en realidad se encontraba muy cerca de él. ¡Qué deseos había tenido de ir a Timbavati a abrazarlo!
―Su Alteza, ya es la hora. ―El futuro secretario de la ONG interrumpió sus pensamientos.
―Caroline, puedes llamarme Caroline ―respondió ella―. ¿Los Edwards ya llegaron?
―Ahora mismo lo hicieron. Todos aguardan por usted.
La princesa asintió, miró sus notas por una última vez, y salió de su oficina hacia el salón de reuniones. Todos se pusieron de pie, y en ese instante su mirada se cruzó con la de Luan. Aquellos ojos verdes que amaba la miraron confundidos… Ella intentó sonreírle, pero Luan se volteó hacia su madre y ella debió continuar su camino hacia el estrado. Una presentación acompañaría sus palabras, mostrando los puntos centrales que abordaría.
―Buenos días a todos. ―La voz le tembló un poco, pero fue solo un instante―. Bienvenidos a la constitución de BioGenetic Nature, una organización no gubernamental que tiene como propósito el financiamiento de estudios genéticos y de reproducción asistida en poblaciones de Timbavati Game Reserve y el Parque Kruger. Durante la presentación, intentaré responder a las preguntas: ¿Quiénes somos? ¿Cómo surge la idea? ¿Cómo la desarrollaremos? ¿Cuáles serán los próximos pasos? ¿Qué maneras encontraremos de financiar estos proyectos?
Caroline respiró por un momento. Miró a Luan, y no sabía que leer en sus ojos. Estaba tranquilo y le prestaba atención. ¿Eso era bueno?
―Encima de la mesa encontrarán un plegable con algo de información. En primer lugar, la fundación está compuesta por propietarios, científicos, ambientalistas y otras personas, unidas por el objetivo de ayudar a preservar la biodiversidad. La idea surgió luego de una visita a la clínica de Timbavati, donde se estaba realizando el proyecto de inseminación de leones por primera vez en el mundo. ―Aunque Caroline no quería hablar en primera persona, era obvio para Luan que aquella idea había nacido de ella―. Tras el sabotaje, comprendimos que esta era una misión que no podía demorar por más tiempo, por su necesidad e importancia.
Luan se estremeció al recordar el sabotaje, y entonces comprendió que Caroline había hecho todo eso por ayudarlo. La princesa, por su parte, proyectó una diapositiva con los siguientes pasos a seguir.
―¿Cómo desarrollaremos el proyecto? Bien, BioGenetic no toma decisiones a nivel científico, no es nuestro propósito. De ahí que es muy importante que los equipos de Timbavati y el Parque Kruger desarrollen en las próximas semanas un proyecto para ser presentado a la organización. Una vez evaluado, trabajaremos en función de ese proyecto inicial. A medida que el trabajo crezca, se visualice más y se obtengan más recursos, estos proyectos podrán ser ampliados cada vez más y contar con mayor personal.
Caroline volvió a hacer una pausa. Luan continuaba prestándole atención. ¿Qué estaría pensando de todo aquello?
―Un punto importante dentro de todo esto, son las vías de financiamiento. BioGenetic cuenta con un capital inicial importante, gracias al aporte de sus fundadores y de otras donaciones que se han venido recibiendo. Sin embargo, el proceso es complejo, así que es importante planear estrategias que permitan captar recursos. Lo primero es que hemos diseñado una página web para la organización. ―Caroline mostró una imagen de la misma en pantalla―. A partir de la página, se podrán realizar donaciones y adoptar virtualmente a diversos animales, comprar libros, materiales audiovisuales, fotos…. Asimismo, BioGenetic tendrá un canal de YouTube que permitirá visualizar el trabajo de la organización y de los equipos científicos. De igual manera, un porcentaje de los ingresos del documental de Justin Samuels, irá a parar a la organización, y todos los ingresos que obtenga yo, por mi libro de fotografías, también engrosarán los fondos de la fundación. Si alguien tiene alguna pregunta…
Un hombre alto, de camisa de cuadros, levantó la mano. Caroline le dio la palabra.
―Quería preguntar por el trabajo comunitario y educativo…
―Gracias por hablar de ello ―respondió Caroline―. Otro punto relevante para la organización será trabajar a nivel de las comunidades y escuelas para inculcar la importancia de la ciencia y de los estudios genéticos. No queremos que los sectores reaccionarios se aprovechen de la desinformación para captar personas a sus filas. Una población instruida en temas científicos será una población que ayude, y no que reste. Es a eso a lo que aspiramos.
El hombre quedó satisfecho, y solo asintió. Un propietario de Timbavati también levantó la mano para preguntar sobre la estructura de la organización.
―Yo seré la Presidenta ―afirmó Caroline―, salvo que exista alguna otra propuesta… ―Nadie dijo nada―. El señor Quentin Edwards está propuesto como vicepresidente, por parte de la Asociación de propietarios.
El silencio reinante y las cabezas asintiendo, le indicaron que todo estaba en orden. Caroline suspiró.
―Si todo ya está aclarado, los invito a tomar afuera un refrigerio, hasta que pasemos a constituir a la organización dentro de unos minutos.
Todos se fueron levantando de sus respectivos puestos. Quentin y Kande se acercaron a darle un abrazo. No se habían vuelto a ver desde hacía meses, y ella se alegró muchísimo de recibir su cariño.
―¡Has estado espléndida! ―le dijo Quentin.
―Todo saldrá bien ―le aseguró Kande.
Ella les agradeció, pero su desbocado corazón le indicaba que estaba en extremo nerviosa. Cuando levantó la mirada, solo Luan quedaba sentado en su sitio.
Aquello había sido una total sorpresa para él. ¡No tenía palabras mientras la escuchaba hablar sobre el proyecto! Caroline había desarrollado la idea, y verla exponer lo hacía sentir demasiadas cosas… Al parecer, sus padres, los dos, estaban más que enterados. Solo él había estado excluido, hasta ahora.
Caroline terminó de hablar. Los presentes se fueron retirando para tomar algo, y él observó desde la distancia cómo sus padres la abrazaban. ¡Qué deseos tenía de hacer lo mismo! Sin embargo, permaneció en su puesto hasta que todos los demás se marcharon. Caroline y él se quedaron solos. Vio la duda en sus ojos, el temblor de sus manos cuando tomó sus notas y bajó del estrado, indecisa, acercándose a él.
Luan se puso de pie al fin y acortó la distancia. La miró a los ojos, no sabía que decirle, pero una frase suya lo sacó por completo de la inacción…
―Por favor, dime que no estás molesto… ―La voz de Caroline, antes decidida y enérgica, durante la mayor parte del discurso, se quebró ante él.
Luan no tuvo corazón para mantenerla así, en ascuas, aunque tuviese tantas dudas... ¡Caroline estaba al fin en Sudáfrica! ¡La tenía frente a frente dirigiendo un proyecto nacido de su amor por él! Si aquella no era la definición más perfecta del verdadero amor, ignoraba qué lo sería. El biólogo le sonrió y la estrechó en sus brazos, con cierta brusquedad dado el impulso que lo dominó.
―Dios mío, ¡has estado maravillosa! ―le dijo. Las lágrimas de Caroline mojaron su chaqueta, había estado demasiado nerviosa.
―Queríamos darte una sorpresa ―susurró ella―, pero tenía miedo de que lo tomaras a mal…
Luan la separó un poco y enmarcó su rostro con las manos, mirándola con sus ojos verdes.
―¿Tomarlo a mal? ―repitió―. Me has dado una prueba de amor, Caroline. No solo hacia mí, sino hacia Timbavati. Las pruebas de amor no se toman a mal, nos llenan el corazón de una sensación demasiado hermosa de agradecimiento infinito y de felicidad. Si a eso le sumas que has regresado al fin, pues mi dicha es, en estos momentos, inmedible.
―Ay, Luan… ―Caroline no pudo hablar más pues él la besó al fin, apasionadamente, intentando decirle con sus besos que todo estaba bien, y que la amaba cada día más, con más fuerzas, con más ansias…
―Estoy orgulloso de ti, Caroline ―le dijo él cuando se separaron un poco―. ¡Esto que has ideado es asombroso! Puede que yo tenga el conocimiento científico, pero jamás hubiese concebido un proyecto así… Has pensado en cada detalle, y mientras te escuchaba atentamente, me preguntaba: ¿cómo has tenido la fortuna, Luan Edwards, de que esta mujer increíble te ame tanto así?
Ella sonrió al escucharlo.
―De no haber sido por ti, amor mío, no hubiese encontrado jamás este camino. ¡Te agradezco tanto el abrirme los ojos hacia Sudáfrica! Me siento realizada con este proyecto, es demasiado mío ya…
―¿Y por qué no me dijiste nada? ―repuso él.
―No fue solo por darte la sorpresa, temía que no aceptaras… ―reconoció ella.
―Has puesto mucho dinero en esto, ¿verdad? ―El rostro de Luan se ensombreció un poco.
―Hemos puesto mucho dinero ―le respondió―, pero no he sido solo yo. Todos los fundadores lo han hecho, incluso tu padre que confía en ti, y otros amigos que hemos encontrado por el camino y que respaldan la organización. ¡Por favor, no te sientas mal a causa del dinero! ―suplicó―. ¡El trabajo lo vale!
―De acuerdo, intentaré no pensar en eso. ―Luan sonrió.
―Mi padre también ha ayudado, y Max. Ellos tienen muchos amigos que han hecho donaciones ―le explicó.
―Me sigue sorprendiendo, y para bien, el apoyo que nos ha dado tu familia.
Caroline se quedó en silencio por un instante, dispuesta a contarle ya, toda la verdad.
―Cuando sucedió el sabotaje, yo no quería irme de tu lado ―le contó―. Mis padres me presionaron, pero yo les aseguré que no me iría. Ellos ya sabían que yo tenía la idea de fundar una organización, pues Max se los había contado. Finalmente llegamos al acuerdo de que yo me fuera estos seis meses para fundar la organización, y que ellos me darían todo el apoyo si lo hacía de esa manera. Yo cumplí con mi palabra, y ellos con la suya…
Luan se llevó las manos a la cabeza, ahora veía todo con claridad.
―¡Dios mío! ―exclamó―. ¿Por qué no me di cuenta antes?
―No tenías cómo saberlo, Luan ―continuó ella―. Fue un acuerdo. En su momento no te lo dije porque estabas tan ofuscado que no lo entenderías y terminarías por no aceptarlo. Y era necesario, mi amor… ¡Fue por eso que me fui!
Luan volvió a abrazarla.
―¡Te debo tanto, Caroline! ―exclamó.
―No, no me debes nada, Luan ―respondió ella dándole un beso en su mejilla. Él también se había emocionado a juzgar por el sabor salado de su piel―. Para el amor no hay deudas. Este proyecto es de los dos.
―¿Y por qué no me lo contaste en Vaduz? ―Él le besó sus párpados, la punta de la nariz y el mentón.
―Porque no quería que nuestra reconciliación se viese mezclada con el trabajo. Tu amor no podía cobijarse bajo el agradecimiento, ni la ONG presionar en ningún sentido. Si no me hubieses aceptado de nuevo, el proyecto habría seguido adelante, solo que no lo hubiese presidido yo…
―¡Carol! ¡Estoy tan feliz de que lo presidas tú! ―afirmó orgulloso―. Nadie podría hacerlo mejor que tú, mi amor.
―Hay personas más capacitadas, pero yo quiero aprender. Al menos tengo el mérito de amarte y amar a Timbavati como si hubiese nacido allí, y eso me impulsará cada día a hacerlo mejor.
El secretario los interrumpió para decirles que ya todo estaba listo para la constitución. La pareja se miró y sonrió. ¡Su primer proyecto, su primer “hijo”! Estaban seguros de que el futuro solo les depararía lo mejor.
Timbavati
“¡Llegar a casa!” Eso fue lo que sintió cuando entraron a la reserva al caer de la tarde. Hacía frío, el cielo estaba gris, pero Caroline estaba feliz por estar allí de regreso. Le parecía que todo había sido un sueño. Luan tomó su mano y la llevó a los labios, él también disfrutaba del momento. Había sido un día grandioso: recuperar a Caroline y fundar un proyecto que los uniría cada día más en el amor hacia su tierra.
―¿Estás feliz?
―Muy feliz, Luan.
―Yo también lo estoy.
―¡Quiero ver a los cachorros! ―pidió ella.
―Dentro de poco, mi amor.
Llegaron al hotel, todo estaba como antes, como si hubiesen estado esperando por ella. Kande y Quentin se despidieron por el momento para dejarlos a solas. El matrimonio estaba también orgulloso y feliz de verlos crecer tanto y conquistar sus sueños. ¡Tantas veces habían visto la tristeza en los ojos de Luan, que les parecía mentira que todo hubiese quedado atrás!
Caroline fue directamente hacia la casa de Luan. Ahora vivirían allí. El biólogo la tomó de la mano hasta que salieron al patio, donde en un área cercada se encontraban los tres leones. ¡Habían crecido mucho, pero a sus seis meses continuaban siendo cachorros! Carol no podía imaginar cómo sería cuando fuesen finalmente adultos y se integraran a una manada…
―¡Hola, chicos! ―Las imágenes del nacimiento llegaron a su mente. ¡Cuánto los había amado desde que los tuvo en sus brazos y les dio los primeros biberones! ¡Le había dolido tanto dejarlos!
El trío se acercó curioso. Luan dio un paso hacia ellos, y se dejó caer en la hierba como siempre hacía. Llevaba dos días en Pretoria y por tanto sin verlos, así que los tres lo saludaron a su manera: Caroline mordió su pantalón, Sneeu le lamió la cara y Simba le colocó sus patas en la espalda.
Carol ganó confianza y se sentó junto a Luan. Los leones la olfatearon y Carol frotó su cabeza contra su brazo.
―Hola, princesa. ―Rio ella.
Con cariño y algo de respeto, Carol acarició sus cabezas y ellos reciprocaron el afecto. Tal vez algo de su olor se hubiese quedado impregnado en sus cerebros desde entonces. ¡No lo sabía! Lo cierto es que de ahora en lo adelante crearía un nuevo lazo con los chicos, hasta que pudieran ser libres e independientes como debía ser.
―Bienvenida a casa, Carol ―le dijo Luan con una sonrisa.
―¡Al fin! ―respondió ella.
Luan la acarició la mejilla antes de darle un beso.
―Gracias. Gracias por todo… ―En su voz se notaba que estaba emocionado.
―Yo también tengo que agradecer, por una nueva vida que me hace plenamente feliz.
―No reinarás en Liechtenstein, pero sí en Timbavati. ¡Te lo prometo!
Ella sonrió, hacía mucho tiempo que había abandonado sus ambiciones sucesorales. ¡Max había nacido para ello! Sin embargo, vivir en Timbavati era un reto que la emocionaba y seducía completamente.
―Amaré vivir aquí, y espero serle útil a Timbavati.
―Lo serás, Timbavati prinses ―le susurró en afrikáans.
Su voz la estremeció. Caroline se abrazó a él sin esperar que Luan la levantaría en sus brazos como si fuese una pluma y la llevaría dentro. Tenían demasiadas ansias que colmar, ¡se habían necesitado mucho! Caroline lo besó lentamente, mientras Luan acariciaba todo su cuerpo, sin prisas, sabiendo que al fin podrían unirse de aquella manera tan íntima que ambicionaban.
―Te amo, Caroline.. ―murmuró.
―Yo también te amo.
Se entregaron el uno al otro, sabiendo que iniciaban una vida de amor y trabajo que estaría llena de retos, pero que los haría también profundamente dichosos.
👉👉👉Epílogo
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro