Capítulo 42
Luan sentía que estaba viviendo un sueño… Ver a Caroline de nuevo lo era. Bastó mirarla a los ojos para que todo el resentimiento y dolor que había acumulado durante su ausencia se borraran del todo, dejando espacio a su amor que crecía fuerte con casa instante que pasaban juntos. Ahora se sentía avergonzado de no haberle hablado más, o de no haberle dicho ni siquiera un “te quiero” en los últimos meses. Lo peor es que continuaba sin saber cómo poder decírselo.
La cena en casa de Jus había sido muy agradable, pero apenas pudieron conversar. Un rato después, Max y Caroline se marcharon al departamento que había rentado esta última, y él se quedó a solas con los chicos, reflexionando sobre todo lo que había vivido durante esa velada.
Al parecer, Caroline quería regresar a Sudáfrica; sus padres deseaban conocerlo, y ella no había dejado de amarlo. ¿Qué se oponían a que estuvieran juntos? Pues él, que aún no le había hablado de sus sentimientos, aunque creía que debían conversar acerca de lo sucedido. Luan entendía que Caroline se había marchado bajo presión, pero debía estar convencido de que eso no fuese a suceder en el futuro.
Tenía miedo que ante el más mínimo problema ella regresara a casa. Vivir en Timbavati no era lo mismo que residir en Ginebra. Por mucho que se amaran, debían llegar al acuerdo de que nada ni nadie podría interponerse en su relación.
―Estoy feliz de que se hayan vuelto a encontrar ―le dijo Jus a sus espaldas.
―Yo también.
―Y si tenía alguna duda acerca del futuro de ustedes, al verlos juntos me he percatado de que se pertenecen el uno al otro y que nada, esta vez, se interpondrá en su camino ―prosiguió el director mientras tomaba asiento frente a él.
―Te has vuelto un romántico desde que estás con Charlie ―se burló Luan, aunque sus palabras habían calado realmente en su corazón.
―Tienes razón, pero también yo la tengo respecto a lo que te he dicho…
―Tal vez. Yo sigo enamorado de Caroline como desde la aquella vez nos subimos al globo ―confesó sin vergüenza alguna―, pero soy cauteloso. No quiero que las cosas salgan mal de nuevo. He pasado meses muy duros sin ella, Jus.
―Lo imagino, pero tienes que confiar en ella. Todo saldrá bien. ¡Te han invitado incluso a Liechtenstein! ―exclamó―. Por mi parte, puedo decirte que durante este tiempo Caroline no ha hecho otra cosa que pensar en ti y planear su futuro a tu lado.
―¿Es cierto que Charlie cambió de trabajo porque… ? ―Ni siquiera podía decirlo en voz alta.
―Sí, es cierto. Caroline… ―No quería traicionar la confianza de su mejor amiga―. Caroline te prometió que regresaría, y lo hará, salvo que tú ya no desees lo mismo.
Luan se quedó unos instantes en silencio, no porque tuviera dudas, sino porque le era difícil expresar en voz alta sus sentimientos.
―Por supuesto que lo deseo ―dijo al fin.
―Entonces haz todo lo posible porque ella lo comprenda ―le recomendó Jus dándole una palmada en la espalda.
―Gracias, Jus. Me iré a acostar un rato, ahora comienzo a sentirme el cansancio…
―Estás en tu casa, ya conoces el camino. Yo iré a encender el lavaplatos, todos alaban a Charlie como el gran cocinero, pero soy yo quien va tras él arreglando los desastres y el desorden ―se quejó con una sonrisa.
Luan sonrió también pero no demoró en meterse a la cama. Tomó el teléfono en sus manos y… Antes de que pudiera pensarlo mejor, estaba pasando un mensaje:
“Estoy cansado, y es probable que después de escribir estas líneas apague el teléfono y duerma como un niño feliz.... Te he visto de nuevo luego de cinco largos meses, Carol, y no puede haber razón más grande para mi felicidad que esa. Aunque no hemos hablado mucho, he leído en tus ojos lo que sientes y tengo esperanzas de que regreses a casa. Es lo que yo desearía, si tuviese la facultad de dibujarnos el futuro…
Perdóname por no habértelo dicho en todo este tiempo, pero te quiero, Caroline. Y esta noche soñaré contigo en Timbavati, en el baobab, en el globo… En todos esos recuerdos iré a buscarte desesperadamente, hasta que pueda besarte de nuevo y para siempre”.
Luan ni siquiera lo leyó de nuevo, solo lo envió. Estaba nervioso, pero cumplió con lo dicho: apagó el teléfono y, unos minutos después, no pudo evitar quedarse dormido.
A Caroline le temblaban las manos cuando leyó aquel mensaje. Tuvo que leerlo varias veces hasta comprender todo lo que estaba sintiendo Luan. ¡Le parecía que estaba soñando! “Perdóname por no habértelo dicho en todo este tiempo, pero te quiero, Caroline”. La princesa se llevó el teléfono al corazón, mientras una silenciosa lágrima bajaba por su mejilla…
―Ay, Luan…
Ojalá pudiese tenerlo tan cerca de nuevo para darse ese beso prometido. ¡Cuánto ansiaba aquel momento! ¿Sería posible que todo estuviese tomando su curso luego de meses tan duros de separación? El sacrificio valdría la pena si su amor continuaba tan fuerte como antes.
Carol sabía que él dormía, pero no quiso dejar de responderle. Fue escueta, pues realmente no sabía qué decir… ¡Había tanto por contar, por explicar, por entender!
“He estado todos estos meses dibujando ese futuro para los dos, con la esperanza de volver a Timbavati, a casa, a tus brazos… Es lo que deseo. Te quiero mucho, Luan”.
Cuando llegara el momento le contaría lo que había hecho para “dibujar” ese futuro. La ONG sería un proyecto de los dos. Ella amaba cada detalle pensado, concebido, y Luan se realizaría con todas las oportunidades que, desde la ciencia, la organización le otorgaría. Unidos en el amor y en el trabajo, esperaba que pudiesen seguir su camino y que fuese tan largo y duradero, como la vida del baobab.
A diferencia de Luan, Caroline no pudo conciliar el sueño tan fácil. Fue a prepararse un té, y por el camino se topó con su hermano. Max notó el brillo en sus ojos que era de lo más elocuente. El príncipe solo le sonrió y le dio un beso de buenas noches.
―Que sueñes con Luan ―le dijo antes de cerrar la puerta de su habitación.
La princesa se rio. ¡Eso haría! ¡Cómo si hubiese dejado de soñar con él en todos esos meses! Pensar en Luan era su refugio, la manera que tenía para no perder el rumbo, la brújula, el camino… Cada vez que creía que se le agotaría la fuerza, lo recordaba a él y los deseos de estar a su lado. No había sido fácil para ella tampoco, pero lo había logrado. Y cuando Luan la viese en Sudáfrica, constituyendo la organización, sabría que desde la distancia siempre lo tuvo presente, a pesar de haber creído, alguna vez, que lo había abandonado a su suerte.
Despertó con su respuesta, y eso multiplicó su felicidad y los enormes deseos que tenía de verla. Sin embargo, Luan no tendría oportunidad hasta la tarde noche cuando se presentara en el documental. Jus estaba algo ajetreado con los preparativos de la presentación y Caroline debía estarlo también respecto a sus libros.
Luan dio un paseo por Ginebra, y luego en la tarde se vistió con un traje para ir a la presentación. No había nadie en casa, pues Jus se había marchado desde mucho antes, ansioso como estaba porque todo saliera bien.
El biólogo se dirigió en taxi hacia el cine Les Scala, en rue des Eaux-Vives. Había bastante concurrencia, como mismo unos meses atrás cuando la exposición de Caroline en el Museo de arte. Luan tenía invitación, así que no tuvo problemas para entrar. El salón principal estaba ambientado con las fotografías del libro. Varias personas conversaban de ellas mientras lo recorrían.
Luan se topó con parte del equipo de Jus. Eva, Kate, Mila y Percy lo saludaron con mucho cariño y no dudaron en darle un abrazo.
―¡Jus nos dijo que vendrías! ―exclamó Mila―. Nos alegra mucho que puedas estar hoy en la presentación.
―A mí también me hace mucha ilusión estar aquí. ¡Muero de deseos de ver el documental!
―Es hermoso ―apuntó Eva―, pero no adelanto nada más. Te llevarás una sorpresa cuando lo veas.
―De acuerdo. ―Luan sonrió. Dudaba que algo de Timbavati pudiera sorprenderlo, pero no quiso ser antipático.
―¡Ya veo que traes contigo el libro de Caroline! ―señaló Kate―. Imagino que quieras su firma. Ya nosotros pasamos por su mesa.
―¿Dónde está ella? ―Luan necesitaba verla.
Percy le indicó el camino, estaba a pocos metros de allí, pero la larga fila impedía que la princesa se divisara entre la multitud. Luan se colocó al final, con paciencia. Se alegraba mucho de que su libro tuviese éxito. Los comentarios que escuchaba a su alrededor eran todos buenos.
La fila fue avanzando, hasta que pudo verla a cierta distancia. Caroline estaba sentada en una mesa, firmando con una hermosa sonrisa para cada persona. Para su sorpresa, estaba usando el vestido que le había regalado su madre, que le sentaba perfecto. ¡Sí que la princesa llevaba a Sudáfrica en su corazón!
Caroline no se percató de su presencia hasta que lo tuvo delante. Levantó la mirada y se encontró con la sonrisa de Luan y aquellos ojos verdes que la hacían estremecer. Ella se ruborizó de inmediato y tomó el libro que él le tendía.
―¿Me lo firma por favor? ―pidió él―. Es maravilloso. ¡Me encantó!
―Gracias, Luan. No tenías que haber hecho la fila, podría habértelo firmado después ―le dijo sonriente.
―¿Y perderme de esto? ¡Qué va! Estoy orgulloso de ti. ―Tomó su mano por un instante antes de recuperar el libro, y luego se marchó. La fila continuaba y era momento de retirarse.
Luan entró al salón de proyección y se dirigió a la primera fila, donde tenían asientos reservados. Ya Max se hallaba sentado y no dudó en saludarlo con afecto cuando lo vio.
―He ido a que Caroline me firme el libro ―le dijo el biólogo sentándose a su lado.
Max sonrió de oreja a oreja.
―Solo el amor es capaz de llevarte a hacer una fila tan larga…
Luan no replicó, lo había hecho con gusto y también porque estaba muy enamorado.
―Mañana pasaremos temprano por casa de Jus a recogerte ―le recordó el príncipe―. Iremos hasta Vaduz en mi auto.
―De acuerdo. ―Luan tragó en seco, le daba cierto temor conocer a los padres de Caroline―. Por cierto, Max, quería decirte algo…
―No te irás a arrepentir, ¿verdad?
―No, no es eso… Es que yo… ―Sentía pena de hablar―. Solo he viajado con dos trajes, ¿crees que sea suficiente?
Max le sonrió y le dio una palmada en el hombro.
―¿Era eso? ―Se Rio―. ¡Por supuesto que es suficiente, amigo! En casa no somos tan formales. Te aseguro que todo estará perfecto. Papá te hará pasar algún que otro trago amargo ―bromeó para asustarlo―, pero todo irá bien.
Unos minutos más tarde, casi a la hora de comenzar, llegó Caroline al fin hasta ellos. Se sentó al lado de Luan, quien le había estado guardando un puesto.
―¿Ya te dije lo hermosa que te ves? ―le dijo Luan al oído.
Ella se ruborizó.
―Gracias. El vestido era perfecto para esta ocasión, ¿no crees?
Se apagaron las luces, Luan le tomó la mano y se iluminó el escenario. Apareció Justin, vestido de impecable etiqueta, quien iba a dar un pequeño discurso.
―Buenas tardes a todos ―comenzó el director―. Es un placer para mi equipo y para mí presentarles este documental que honra a la figura más emblemática de la sabana africana: el león. En un momento donde la protección de la biodiversidad toma fuerza en las políticas públicas y agendas internacionales, la importancia del león y de su reproducción, se torna también en un tema de innegable relevancia ante los peligros que le acechan. Este no es un documental más sobre la especie, es un documental que recoge un hecho científico pionero en el mundo: el nacimiento de los primeros cachorros fruto de la inseminación artificial. A Timbavati, a la pericia y talento científico de nuestro amigo Luan Edwards aquí presente, debemos agradecer siempre. Sin más, espero que les guste, pero sobre todo que se comprometan con las ideas que en él defendemos. ¡Gracias por estar aquí!
Justin fue aplaudido, Caroline tomó con más fuerza la mano de Luan, y se preparó para el momento que vendría después.
En la blanca pantalla, las imágenes de Timbavati se sucedieron, mostrando a la variedad de animales que allí habitaban. Semejando el comienzo del Rey León, desfilaron bajo los acordes de una música tradicional, búfalos, elefantes, guepardos, aves, hasta llegar a la imagen de primer plano de un majestuoso Oliver.
“Los leones blancos son el corazón de Timbavati” ―dijo una conocida voz. Luan se estremeció al reconocerla.
―Caroline, ¡eres tú! ―exclamó Luan sorprendido al escucharla.
―Sí ―le dijo ella―. Era una sorpresa para ti.
Él se giró y le dio un beso en la frente, emocionado, mientras continuaba escuchándola. La voz de Caroline, suave y bien timbrada, fue narrando la historia de los primeros leones encontrados en el siglo pasado. Luego, en un dramático momento, expuso los alarmantes números que indicaban que en los últimos años se había vuelto una especie amenazada. Aquella exposición, planeada en cada palabra, iba acompañada de impactantes imágenes que resaltaban por su muy cuidada fotografía. Era un documental maravilloso, hecho para conmover, hacer reflexionar, y sobre todo, trascender.
No faltaron los momentos en los que Luan explicaba por sí mismo los procedimientos hechos en Gertrude; Leila y John también aparecieron en varias ocasiones dando sus impresiones, y la querida leona se volvió muy pronto el centro de la atención.
“Cuando la ciencia seguía su camino y el nacimiento estaba próximo a ocurrir, sucedió un hecho que nos haría estremecer a todos: a Gertrude la habían envenenado. Su vida corría peligro, sus cachorros también, y, con ellos, el proyecto que con tanto sacrificio Luan Edwards y su equipo habían llevado adelante, estaba en riesgo también de perecer”.
El corazón de Luan dio un salto cuando vio las imágenes, tomadas por Justin, de una Gertrude enferma. Era como si lo viviera todo de nuevo, y tembló cuando las llamas comenzaron a devorar su clínica. Caroline, quien comprendía su dolor, estrechó una vez más con fuerza su mano.
“No importó el peligro que le rondaba, Luan corrió hacia dentro del edificio en búsqueda de lo necesario para salvar a Gertrude. En momentos así, comprendes el valor que tiene una vida, la vida de Gertrude y de sus cachorros. ¿Cómo puede el ser humano ser capaz de actos tan atroces? La justicia se encargaría de darle su merecido a los responsables de estos hechos, sin embargo, hoy no queremos hablarles de ellos… Hoy queremos mostrarles el milagro…”
Las imágenes de la cirugía, con mejor calidad, inundaron la pantalla, emocionando a todos.
“Creíamos que no sería posible, pero tras una cesárea: Simba, Sneeu y Caroline llegaron al mundo. Gertrude se salvó, pero su larga recuperación le impidió amamantar a sus cachorros, como hubiese hecho por su instinto de madre”. ―Una imagen de Gertrude recuperada, y libre en la naturaleza, alegró a todos.
“Los cachorros querían vivir ―prosiguió Caroline―, y respondieron a las atenciones recibidas. Luan se convertiría más que en su padre científico, él sería un verdadero padre de crianza y de corazón para los recién nacidos ―las imágenes de Luan y los cachorros, creciendo fuertes y felices, hicieron suspirar a más de uno―. ¿Quiénes somos los hombres para cazar, matar e imponer nuestra supremacía en la naturaleza? Si algo nos muestra esta historia, es el derecho que tienen los leones a reproducirse, por sí mismos o con ayuda humana, pero, sobre todo, el derecho que tienen todas las especies de vivir”.
Los créditos aparecieron en pantalla, y con ellos, la ovación del público. Cuando las luces se encendieron, muchos tenían lágrimas en sus ojos y Caroline advirtió que Luan también lloraba… Verlo así la impresionó tanto que intentó tocar su brazo, para saber si estaba bien. Luan se giró hacia ella, las lágrimas bajaban aún por su piel de bronce, pero no le importaba. Su corazón lo guio hacia ella, con un rápido ademán la estrechó contra su cuerpo y le dio, al fin, un beso en los labios.
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