final
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Jane sentía las cálidas corrientes de aire golpeando su rostro, resultaba más que reconfortante en un momento como ese. Su mirada estaba perdida en algún punto del horizonte sin poder ordenar sus pensamientos. Su cabeza era todo un lío en ese momento. Instintivamente se abrazó a sí misma y de pronto regresó a la realidad, escuchó las olas del mar golpeando contra las rocas y a las gaviotas sobrevolando cerca de allí.
Nunca se cansaba de esa perfecta vista, Regulus había escogido muy bien su hogar. Su hogar. Después de mucho tiempo lo sentía como tal.
Todo había acabado finalmente, pero esa sensación de angustia y miedo junto con algo parecido al vacío permanecía en la parte baja de su estómago y en su pecho.
Había perdido todo, absolutamente todo.
Primero perdió a Regulus, su amado y luego a James, su hermano. Ni siquiera fue capaz de hacerse cargo de su sobrino cuando se lo pidieron, era demasiado dolor para ella en ese momento y sabía que sólo le haría más daño que bien a esa pobre criatura. Y el dolor incrementó cuando decidió no tener a ese hijo que tuvo junto a ese monstruo.
Sus manos presionaron más fuerte alrededor de sus brazos y cerró los ojos mientras un gran suspiro se apoderó de sus pulmones, los recuerdos resultaban dolorosos cuando llegaban a su mente.
El aire movió con gentileza su cabello, acariciando su mejilla en el proceso.
El atardecer estaba próximo y no se lo quería perder, sin embargo, escuchó que llamaban a la puerta. No esperaba a nadie, nunca esperaba a nadie.
A regañadientes entró a la casa, cerrando las puertas del pequeño balcón y caminó aprisa por toda la casa. Si era de nuevo uno de esos vendedores ambulantes, pondría un hechizo para que ningún muggle se acercara.
Pero era Jane, ella nunca podía decir que no cuando alguien le vendía algo. Seguía siendo demasiado blanda y amable pese a todo, sólo que esa radiante sonrisa había desaparecido.
Abrió la puerta y sus ojos se cristalizaron al momento.
Una, dos, tres lágrimas se deslizaron desesperadamente por sus mejillas. Tuvo que dar un paso atrás para no perder el equilibrio, se sintió tan aturdida y confundida. El aire casi se esfuma por completo de sus pulmones, tuvo que dar grandes bocanadas de aire para estabilizarse.
Las piernas le temblaron, igual que las manos. Por supuesto, ya estaba tan loca que comenzaba a alucinar.
Pero lo único que podía ver en ese momento, eran esos tormentosos ojos grises que tanto amaba.
Regulus.
Él sonrió apenas. ¿No era una ilusión? Parecía realmente convincente.
Jane abrió la boca para hablar, pero ninguna palabra salió. Su mente estaba hecha un lío... ¿cómo? ¿era real?
Sin embargo, tuvo que poner los pies en la tierra cuando el hombre frente a ella se desplomó, alcanzó a tomarlo de los hombros antes de que se encontrara con el suelo. Fue cuando se dio cuenta que estaba muy sucio y sangrando. Lucía realmente terrible.
Y fue cuando se dio cuenta de que no era ninguna clase de ilusión creada por su cerebro.
Lo llevó a la cama para atender sus heridas, Regulus parecía realmente deshecho, Jane se preguntaba qué le había pasado pero por ahora sólo se preocupaba por curarlo.
Fue la noche más larga de su vida. Aún cuando amaneció, ella permaneció a lado de la cama, sentada en una silla tomando con fuerza la mano de su amado esperando a que despertara.
—Te lo prometí —casi se queda sin aire cuando lo escuchó hablar, sus ojos seguían rojos e hinchados pero sin importar su aspecto, lo miró sorprendida— que siempre volvería a ti.
La chica volvió a estallar en llanto y sin poder evitarlo un segundo más, saltó a la cama para abrazar a su esposo por el cuello, él evitó quejarse pues necesitaba tanto del contacto de ella como ella de él.
Black aspiró el dulce aroma que desprendía del cabello de su amada y permanecieron de ese modo un par de minutos. Su suave piel, su dulce aroma, era justo como lo recordaba... tal vez mucho mejor.
—Regulus —consiguió hablar entre sollozos.
Él la presionó aún más contra su cuerpo.
—Mi Jane, mi pequeña Jane... lo siento tanto.
Se separó para mirarlo, lo tomó de las mejillas, seguía sin poder creerlo.
—En serio estás aquí —sus ojos estaban nublados por las lágrimas que no dejaban de salir con increíble desesperación.
Él asintió, dejando ver una diminuta sonrisa.
—Te lo prometí, ¿no es cierto? Que siempre volvería a ti sin importar nada. Y yo nunca rompo mis promesas.
La chica se quedó muda por un instante. Estaba ahí, realmente esta Regulus, su esposo... frente a ella.
—Eres un idiota, ¿lo sabías? —habló apenas con un hilo de voz.
—Lo siento, cariño —acarició su mejilla con el dorso de sus dedos— en serio lo siento por dejarte sola por tanto tiempo.
La chica sonrió mostrando los dientes antes de estampar sus labios contra los de su amado esposo. Al separarse, permaneció con los ojos cerrados pero con la frente unida a la de él.
—Te amo, Regulus y nada en el mundo hará que eso cambie. Nada.
Los ojos de Regulus se llenaron de lágrimas. Era todo lo que necesitaba escuchar para olvidar el tormento que vivió los últimos meses.
—¿Qué fue lo que pasó? —volvió a hablar Jane luego de un momento.
Él acarició la mejilla de la chica con su nariz, sobrevivió por ella, sólo para volver a verla. No podía lastimarla, no se lo perdonaría jamás, no de nuevo.
—No quiero hablar de eso, Jane... —murmuró, si no fuera porque estaban tan cerca el uno del otro, seguramente ella no lo hubiera escuchado— fue realmente horrible y sólo quiero olvidarlo.
—Lo siento, entiendo —ella asintió efusivamente, volviendo a unir sus labios con los de él.
Sí, había sido terrible y más que agotador sobrevivir a los inferi cuando lo intentaron ahogar, aún no estaba muy seguro de cómo fue capaz de sobrevivir a todo ese terror y agonía. E incluso cuando salió de la cueva, tuvo que esconderse durante poco más de un año para que no le hicieran daño a Jane. Si no fuera porque Voldemort había sido vencido, seguramente seguiría oculto y lejos de su amada.
Estaba completamente seguro de que fueron los peores meses de su vida, tanta agonía y dolor. En más de una ocasión pensó que iba a morir, pero luchó y sobrevivió.
Ahora ya estaba en casa, con su esposa y nada los volvería a separar. Nunca.
El asunto del guardapelo (razón por la que había arriesgado su mundo entero en primer lugar), ya había quedado en segundo plano. Ahora sólo quería disfrutar de una verdadera vida a lado de su esposa y al fin formar una familia.
[UN AÑO DESPUÉS]
Jane caminó desde la cocina por toda la casa hasta llegar al balcón de su habitación, era poco más de las siete y había una perfecta y maravillosa vista al mar, el agua estaba iluminada por los rayos naranjas del sol, advirtiendo a la puesta del sol.
Las puertas estaban totalmente abiertas, las delgadas cortinas se movían un poco gracias a la cálida brisa, y una gran sonrisa se asomó en el rostro de la chica al ver a Regulus, cargando a su hija y mesiéndola entre sus brazos con suavidad mientras le hablaba.
Se quedó un momento recargada en el marco de la puerta. Nunca antes había visto a Regulus tan feliz. Pero le encantaba.
El dolor en su pecho comenzaba a desparecer y la radiante sonrisa regresaba de vez en cuando. Justo en momentos como aquel.
La niña de castaños cabellos igual que su madre y profundos ojos grises iguales a los de su padre, reía cada vez que el hombre pasaba sus largos dedos por su pequeña cara.
Elina Black, nació como una niña fuerte e increíblemente hermosa. Claro, había heredado los increíbles genes Black y Potter. Regulus había asegurado que sería la niña más hermosa de su generación y Jane estaba completamente de acuerdo.
Jane se acercó, abrazando por el costado a su esposo y mirando después a su hija. Regulus dejó un suave beso en la coronilla de la chica antes de volver a poner toda su atención en su pequeña.
Era el atardecer más hermoso que hubieran visto jamás.
fin.
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