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catorce


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Era más sencillo para Sirius fingir que odiaba a Regulus que admitir que lo seguía queriendo. Después de todo, era su pequeño hermano, su primer compañero de travesuras por el que daría la vida sin dudar. Pero era mejor mantenerse alejado, ambos tenían opiniones completamente distintas sobre la vida y eso sólo los llevaría a una catástrofe.

No estaba completamente seguro de cuándo comenzó el distanciamiento, pero en algún punto, ambos se dejaron de hablar, se dejaron de mirar, dejaron de reír juntos y se separaron por completo.

Por su parte, Regulus aparentaba ser ese chico valiente y medianamente seguro, pero lo cierto era que tenía celos de Sirius. Sirius podía elegir, ser libre, hacer cualquier cosa que se le diera en gana, pero él no.

Siempre tan solitario, hablando sólo con algunas personas cuando era necesario pero siempre tan inmerso en sus pensamientos.

Tener a Jane en su vida, lo hizo sentirse amado por primera vez. Aquella chica tan risueña que podía hablar de cualquier cosa durante horas le alegraba infinitamente y podía sentir una gran calidez en su corazón.

Pero, cuando sus inseguridades lo golpeaban, se preguntaba: ¿por qué una chica tan linda, amable y divertida como Jane Potter estaría con alguien como él? Ella podía escoger a cualquier chico que quisiera pero lo había escogido a él y sólo a él.

¿Era alguna especie de broma cruel? ¿Enamorarlo y romperle el corazón?

Definitivamente, Regulus odiaba divagar en todo aquello. Jane lo quería, tanto como él a ella y no debía dudar nunca de ello. Esa chica tenía el corazón más puro que hubiera conocido nunca y ser cruel no era parte de ella.

Las vacaciones de navidad habían dado inicio, Jane no le había dirigido palabra alguna a James desde su última pelea e incluso lo evitaba en todo lo posible. También a Sirius, quien no paraba de seguirla a todas partes tratando de excusarse. Lo peor esra que ni siquiera era capaz de pedir disculpas.

Lo que lo hacía aún más idiota de lo habitual, pero al menos esos últimos días de clases tuvo a Remus y él resultaba una excelente compañía cuando no estaba con Regulus, además de que el chico había guardado su secreto. No tenía manera alguna para agradecérselo.

—¿En serio vas a seguir ignorándome?— preguntó James con molestia mientras veía a Jane dirigirse al comedor.

Ella ni siquiera lo miró cuando pasó a su lado. Al llegar a la mesa, tomó asiento en su lugar habitual y miró su el pequeño florero en el centro de la mesa, aquella mañana había ido en busca de pequeñas flores para adornar.

James se sentó a su lado y se dedicó a mirarla fijamente, sus padres sabían de primera mano que Jane nunca dejaba de hablar y les parecía muy raro que su hija llevara más de veinte minutos en silencio y además ignorando a James. Era a él a quien le contaba absolutamente todo.

—Nos llegó una invitación para la fiesta de navidad que organizan los Black— habló el señor Potter, cortando el ambiente tan tenso que se había formado gracias a sus hijos.

Jane y James miraron a su padre. James rodó los ojos con disgusto.

—¿Y realmente iremos? No me agrada la madre de Sirius.

El mayor miró mal a su hijo.

—Por supuesto que iremos.

—Mañana iremos a comprar ropa nueva— esta vez habló la mujer.

Jane ahogó su sonrisa, lo único que le emocionaba de aquel evento, era que podría estar cerca de Regulus e incluso tal vez bailar con él.

Por su parte, James dejó salir un bufido de total disgusto. Lo único que podía pensar, es que al menos estaría con Sirius y podría encontrar alguna manera de arruinar la fiesta y salirse con la suya haciendo enojar a Walburga Black.

A primera hora de la mañana, los hermanos Potter ya estaban más o menos despiertos, con la cara hinchada y aún con sueño. Su madre había mencionado algo sobre tomar medidas para mandar a hacer su ropa y también algo parecido a que iba a tardar todo el día.

Los tres habían salido de su casa después de despedirse del mayor de los Potter y llegaron a una famosa boutique mágica que era bastante frecuentada por las grandes familias. Los Black, los Malfoy, los Lestrange, entre otros y ahora también los Potter.

Una muy elegante mujer con un maravilloso atuendo se acercó a los recién llegados y después de indicarle lo que buscaban, llamó a un par de sus asistentes. Uno se llevó a James y el otro a Jane.

Fue muy incómodo para la chica cuando le pidieron que se quitara la mayor cantidad de ropa que le fuera posible y que se subiera a una tarima. Frente a ella, había un medio círculo de espejos de cuerpo completo. Eso la intimidó bastante y no pudo evitar darle la espalda a su reflejo y cubrirse con sus propios brazos. No, no estaba desnuda pero tampoco le encantaba que desconocidos la mirasen con poca ropa.

Claro que aquellos desconocidos, ni siquiera prestaban mucha atención. Aquel era su trabajo y eran profesionales. James estaba a un par de metros de ella, él parecía mucho más cómodo y se miraba al espejo sólo vestido con sus calzoncillos haciendo algunas poses ridículas.

—Bien, cariño. Mi nombre es Cécile— una chica bajita y con cara amable se acercó a ella— necesito que te pares recta y te muevas lo menos posible, mi cinta métrica te tomará algunas medidas.

Jane hizo lo indicado.

—Ahora, estira tus brazos a los lados. Tomaré las medidas de tu cintura, cadera y pecho.

Bueno, al menos la incomodidad comenzaba a desaparecer.

—¿Ya sabes de qué color quieres tu vestido?— preguntó con amabilidad mientras revisaba sus notas y le dirigía una cálida sonrisa.

Ella mordió con suavidad su labio inferior al mismo tiempo que sus mejillas comenzaban a enrojecer.

—Quisiera que fuera color rojo, con algunos detalles en dorado.

La mujer sonrió ampliamente.

—El rojo te quedará perfecto y creo que te puedo hacer una tiara que estoy segura te lucirá espectacular— terminó con las medidas— muy bien, cariño. Ya te puedes volver a vestir y puedes esperar, quiero buscar algunas telas que están en el almacén y debo ir por los patrones para tu vestido.

—Gracias— Jane le sonrió mientras tomaba de nuevo su ropa.

Definitivamente había sido un día increíblemente agotador, le mostraron al menos diez diferentes telas del mismo color, pero que según Cécile cada uno tenía su propio nombre. A Jane le encantó discutir al respecto y no se guardó ni una pregunta cuando la mujer mencionó que el rojo granate era mejor que el cereza, aunque pensaba que el rojo carmesí le vendría mejor.

Resultaba más que interesante descubrir que un mismo color podía tener más de veinte tonos diferentes. Además de las telas, tuvo que estar de pie varias horas mientras le ponían los patrones y ajustaban con agujas todo lo necesario.

Descubrió que Cécile era una excelente persona con la que podía conversar. Nunca antes había hablado con una estilista y ella parecía encantada de hablar sobre todo lo que sabía.

Para el final del día, moría de hambre y de sueño pero aún tenía que ir al día siguiente para perfeccionar algunos detalles y que por fin se pudiera llevar su vestido.

Todo fue un poco más sencillo para James, pues aunque era un traje a la media y él resultaba muy exigente respecto a lo que quería, la mayoría de los trajes para hombre eran similares. Él también debía regresar al día siguiente para recoger su traje.

Jane no podía esperar a que llegara el día de la fiesta y usar tan maravilloso vestido con el que se sentía como una auténtica princesa de cuentos.

Fue alrededor de la medianoche cuando Jane escuchó que daban suaves golpes a su puerta. Estaba medio dormida, pero aún así se dirigió a abrir, debía admitir que le sorprendió ver a James. Su hermano tenía una expresión de tristeza.

—¿Podemos hablar?— preguntó con suavidad, casi en un susurro.

Ella liberó un corto suspiro y se hizo a un lado para dejarlo entrar.

—¿Estás bien?— James no dejaba de ver el suelo. Le dio un poco de pena verlo de esa manera.

—Jane, vengo a pedirte perdón— la miró a los ojos— no debí haber hecho lo que hice y me está matando que me ignores y no me hables de cualquier cosa que se te ocurra.

La chica se cruzó de brazos.

—No es a mi a quien debes pedirle perdón.

—No me voy a disculpar con Regulus— dijo a la defensiva.

Jane enarcó una ceja y lo retó con la mirada.

—Bueno, entonces te puedes ir ya mismo.

—Jane... —

—No, James. Es suficiente de creer que tienes el mundo a tus pies y puedes hacer lo que se te de en gana— había comenzado a levantar la voz y tuvo que volver a susurrar— casi matas a Regulus y lo peor es que ni siquiera pareces un poco arrepentido por eso. Es el hermano de Sirius, James. Y ni tú ni él se contuvieron.

Se quedaron en silencio un largo momento. Era una noche bastante fría, afuera se podía ver la nieve caer con suavidad, cubriendo todo a su alrededor. James cerró los ojos por un momento mientras respiraba profundamente. Haría cualquier cosa por su hermana, siempre.

—Bien, me disculparé con ese...—cortó sus palabras al darse cuenta de lo que estaba por decir— con Regulus cuando lo vea.

—¿Lo prometes?

Asintió con suavidad.

—Lo prometo.

Jane sonrió un poco y se acercó para abrazar a su hermano, ocultando su rostro en su pecho. James acarició su cabello y cerró los ojos. Debía comenzar a aceptar que Jane ya no era aquella pequeña que necesitaba protección de todo.

Puso sus manos en la cabeza de su hermana para alejarla un poco y dejar un beso en su frente.

—Gracias, James.

—Siento ser un idiota a veces.

Ella dejó salir una fuerte risa.

—Tú siempre eres un idiota.

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