Prólogo
Algunos aseguran que la evolución biológica es un hecho, otros debaten esas ideas y se oponen rotundamente a ella, lo cierto es que quienes afirman lo primero se han esforzado por explicar cómo se dio este proceso para diversas especies incluyendo los humanos, pues bien se han esmerado en mostrarnos como desde un chimpancé se culminaría en la actualidad.
Puesto que a la fecha esta teoría parece estar conquistando aun más cabezas, nos quedaremos con qué sería la presión selectiva la que llevó a distintas especies a adaptarse a su entorno para transformase en lo que conocemos hoy o bien a desaparecer. Claro que el debate aún existe luego que se hace imposible traer a la primera especie de la línea para confirmar que efectivamente desde ahí se dio la evolución, aun ni siquiera tenemos certeza de cuantas especies tenemos en la tierra, solo imagina de cuantas nos enteraríamos si pudiéramos llegar al fondo del océano, en definitiva sabemos que hay más, pero no sabemos cuánto.
Si partimos de esa premisa, podríamos llenarnos de preguntas de por qué, cómo e incluso cuándo sucedió entre otras, pero lo que realmente me gustaría que se cuestionaran es por qué es que siguen tan convencidos de que el Homo sapiens es el último fruto de la evolución humana. Debe reconocerse el mérito de las teorías que proponen de cómo continuaría el desarrollo, pues sin duda encuentran bastante sentido considerando la marcha de la sociedad, supongo que nunca sospecharían que estamos entre ellos.
Posiblemente la primera persona que empezó a contar historias callejeras sobre criaturas complejas que aveces se encuentran en cuentos de fantasía, no los inventó sino que los vio. Claro que algunos se extinguirían, escaparían o se harían visibles entre otros iguales a ellos y se decidieran por esconderse hasta desvanecer de una sociedad mundana que no dudaría en perseguirlos bajo distintas etiquetas, parasitos, brujas, entre otras.
Ante una minoría absoluta de humanos modernos o evolucionados y a pesar de ser dos especies muy parecidas, eran lo suficientemente diferentes para que con discreción se fuesen dividendo una de la otra hasta que estas sociedades se transformarían en una comunidad, aunque por supuesto que sin que el grupo mayoritario lo supiera, o más bien que se recordara de la existencia de ellos.
En la actualidad los tiempos eran densos para todos, los días abanicaban olas de estrés y otras sensaciones, era una de esas épocas que parecía que la vida florecía a pasos retardados.
Esa noche era lluviosa en la capital, las calles yacían casi vacías a esa hora pues era tarde y mañana sería un día laboral por lo que gran parte dormía al igual que lo hacía la ministra de seguridad y orden o popularmente llamada como ministra de la Paz Virginia L.C, no sería hasta que una llamada entrante la haría desadormecerse lentamente, restregó sus ojos para identificar que de donde provenía era del Consejo razón que le hizo pensar que debía ser importante aunque sin nunca imaginar que marcaría el inicio de una noche infernal.
Una angustia avasallante al escuchar la razón de la llamada la haría salir velozmente de su cama, colocarse su abrigo, agarrar su maletín y encender la luz – Lucio debo irme, me necesitan urgente en el Consejo– exclamó a su esposo mientras se hacia su camino al vestíbulo de su casa.
Aun algo adormilado Lucio la siguió alarmado– ¿Qué es lo que está pasando?
Sin querer entregar detalles al respecto, se limitó a atenuar la presión del momento asegurando de que no había nada de lo que preocupare ahora, así tras la prisa que demandaba la ocasión, se despidió antes de salir escoltada por guardias hacia su transporte que la llevaría directo al edificio principal.
Encendió su portátil del cual se desplegaría de inmediato la información, además de una sesión virtual del Consejo y asesores –¿Cuántos guardias tenemos ahí?– la respuesta no sería alentadora sin embargo era consciente de que estos lugares contaban con todas las medidas posibles de seguridad lo que sabia les daría tiempo para que la asistencia llegara.
–¿Cuánto les tardará en llegar ahí?– inquirió otro ministro en el transcurso.
Ampliando el mapa y revisando con cautela respondió ella misma–De seguro alrededor de unos cincuenta minutos.
–Cuarenta y siete minutos para ser exactos—asintió uno de los encargados–. Es lo más rápido en lo que pueden llegar, se han desplegado vía área tan pronto se recibió la alarma, estarán rodeados.
La ministra indagaba en las imágenes y todo lo que se tenía de los sucesos con máxima premura, identificaba perfectamente de quienes se trataban pero no entendía la razón, cómo es que se arriesgarían en ir hasta ahí, por qué lo harían, algo como lo que sucedía sólo podía tener un propósito valioso y por supuesto que meticulosamente planeado. Se le saco de sus pensamiento ante el llamado de uno de los integrantes de la sesión– Consejo, puedo asegurarles que ellos también saben que ese es el tiempo que nos tardaremos en llegar.
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Los leo 🤍
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