Capítulo 1 -Esa noche
Descansaba mi cabeza en la ventana del copiloto mientras iban a dejarme a mi hogar, pues a esas horas las calles no eran para que yo las caminara. Habíamos dedicado las primeras horas del domingo a celebrar nuestra última junta antes de que empezaran los deberes de la semana, y ciertamente después de este suceso hubiese deseado tener un día más de descanso.
Me despedí para adentrarme y cerrar la reja que nos separaba de la calle, desde ahí en mi camino a casa escuché como los árboles se movían y el viento parecierese tratar de deshacerse de sus hojas, no había mucha luz y las ventanas hacia este lado eran oscuras, por la hora era de esperarse así que intenté hacer el menor ruido posible al abrir y cerrar la puerta principal.
Dentro de esos primeros segundos, sentí un cosquilleo llegar a mis oídos desde mi lado derecho, colgué mi bolso y camine con precaución para no hacer la madera crujir, así me encontraría con un par de objetos caídos y uno de nuestros cuadros a medio caer.
Con pasos cargados de extrañeza, llegué a la cocina en donde prendí por inercia la luz lo que me llevaría a encontrarme con un rostro malévolo mirándome entusiasmado, sentí mi corazón estrangularse en cuanto vi a mis dos hermanos sentenciados en una silla frente a frente alrededor de nuestra mesa, callados por un amarre que desviaba las lágrimas salir de sus ojos, los vi ahí por un tiempo efímero así como si fuese un sueño para que luego retumbaran mis oídos y pudiese verlo con claridad.
Sentí ese gatillo atravesar mi carne, lo vi fascinado sostener esa arma y observar lo que me había hecho en mi estómago, escuché el chillido de ellos mientras se quejaban en esas sillas.
Caí de rodillas y luego mi cabeza tocó el suelo, toqué mi herida mientras ardía pero no reaccioné, sé que mantuve mis ojos abiertos todo ese momento sin embargo no había nada, después de un momento no había ruido, temor o incertidumbre, me sumergí en un trance que fácilmente me hacía dejado la vida recostada con mi abdomen ensangrentado.
Mi dolor ya no existía, pero si podía sentir al filo como el aire pasaba por mis oídos, como mi piel tocaba las telas de mi ropa e incluso el peso de las gotas coloradas que se demarraban por ellas, como los líquidos en mi cuerpo se colaban, sentía que rugia por dentro bravamente, así un cosquilleo que recorrió mi columna hasta llegar a mi cabeza me hizo adentrarme a mi reciente herida y sacar ese objeto metalizado que perforó mi piel.
No sabría con exactitud cuánto tiempo estuve en ese estado, solo sé que me esforcé por colocar una de mis manos al costado e intenté recomponerme hasta quedar de la misma manera en la que entre, de pie y mirando ese magullado rostro desconocido.
Ahora pude divisar mejor la escena, las cosas estaban por doquier, él llevaba ropa amarronada ya mugrienta, estaba herido lo que me informó que había salpicado sangre aquí antes.
Escuché un rugido de palabras que no pude distinguir proveniente de la mesa en cuanto nuevamente me vieron frente a ellos, nuestro asaltante, dio una risa nerviosa mostrándome su arma— Así que esta es la herencia que dejó—descargó—. Tendré que usar esta entonces— sacó un cuchillo de su antebrazo mostrándomelo.
Él sabía de nosotros, la forma en que sus pupilas se dilataron, con la velocidad que dirigió esa arma blanca hacia mi, sería ese el instante en que nuestro asaltante me revelaría que no era un mortal corriente, no de los que estábamos acostumbrados a convivir, por lo que supe que no tendríamos mucha oportunidad.
Escuché un pataleo antes de que se abalanzara hacia mi con ímpetu, con dificultad reaccioné lo más rápido que pude fuera del marco de la puerta, había identificado un adorno metálico colgado el cual arranqué para golpear su cabeza, la cual idea no prosperó.
Caí al suelo luego de que el me empujara y se dispusiera terminarme con esa punta afilada, lo esquivé y arrojé objetos que ni identifiqué estaban esparcidos en el suelo, escuché su quejido mientras gatee para alcanzar un pedazo de madera quebrado en la cera, mi atacante lo descifro agarrando mi hombro con brusquedad, pero no fue suficiente para impedir que con un impulso aprovechara para desgarrar sobre la cuenca de su ojo.
Tuve tiempo para ponerme de pie y propinarle golpes con el mismo objeto, los intentos por arrebatarle el cuchillo todavía no eran exitosos y cuando pensé que lo tendría logro deshacerse de mi arma.
Se dispuso a perseguirme y como si el miedo hubiese consumido mi dolor, me apresuré por las escaleras. Ya casi en la cima él agarró mi tobillo y me jaló haciéndome caer quedando casi a su altura, ahí aprovechó de golpearme repetidas veces y no pude detener lo que sucedió, solo tuve que limitarme a desclavar un chillido, dejar que pasara.
Cuando finalmente se detuvo no logré divisar con exactitud cuáles fueron sus siguientes movimientos, no era capaz, no hasta que estuvo lo suficientemente cerca y de un solo agarre me dejara mirando de frente colándose sobre mis muslos.
Experimenté una sensación que jamás había sentido y no quisiera que alguien lo hiciera, miedo, pero un miedo que aceptaba la derrota al desenlace que se avecinaba.
Un pensamiento se coló en mi mente con fuerza, tal vez fue la forma en que mi cuerpo buscó una salida en lo que parecía no haberla "esta es tú casa" "nuestra casa", era como si alguien me hablara.
Aunque si bien aturdidamente perdí la noción de la situación, con las únicas ganas que aún no había logrado extraer de mi, leve pero lo suficientemente fuerte golpee una de las patas de la mesa que estaba a la altura de mi cabeza provocando que se cayera un jarro que por años estuvo ahí, agarré un trozo que iría directo a su garganta pero lo detuvo y dejó escapar una carcajada lo cual no hubiese imaginado que le causaría un descuido fatal, pues con mi otra mano arremetí contra su estomago donde estaba ensangrentado ya.
Escuché su quejido de dolor lo que aflojó su agarre sobre mi, y ahora si que ese pedazo de cerámica llegaría a su tráquea. Vi sus ojos amenazar con salirse, sostuvo su cuello mientras la sangre se colaba por sus dedos y las gotas teñían aún más su camisa, y finalmente, se desplomaría hacia un costado perdiendo su peso en mi.
Temblorosa coloqué una mano de apoyo para recomponerme, separé mis piernas del cuerpo ya sin vida del atacante para empeñarme a salir de ahí, pero difícilmente lo conseguía y creo incluso más bien resbalé en esa batalla por las escaleras.
Arrastre los pasos de mi cuerpo maltratado a la cocina para encontrar a mis hermanos que aún yacían ahí intentando zafarse de la atadura, cuando me propuse desatarlos descubrí que todavía sostenía ese pedazo de cerámica en mi mano la cual ahora utilizaría para cortar otra vez.
Teresa me agarró por unos segundos para verificar que estuviera estable, antes de proceder a ayudar a nuestro hermano a liberarse, en un instante nos abrazó y luego Augusto corrió dejando la cocina, lo que imitaríamos una vez que mi hermana llamara a la policía, ahí descubrí por qué su prontitud y hubiese deseado nunca haber tenido que hacerlo.
Los siguientes pasos de esa escena siguen teniendo lagunas en donde la conmoción había cegado mis sentidos, pero jamás podré olvidar esa imagen, ese recuerdo de ver a mi padres tirados en la sala la cual roja habían teñido su alfombra, paredes, ahí yacían, sin vida.
Mis hermanos se desplomaron sobre ellos, se descuajarían en lágrimas deseando que no fuera real todo lo que sucedía. Me sentía muerta y honestamente quería estarlo.
Nuestro hogar se había rodeado de residentes, la policía local, los médicos, etc. Sin embargo ninguno de ellos era realmente lo que parecían, no eran locales pero lucían como si lo fuesen, incluso las ambulancias donde nos revisaban eran iguales a las del hospital más cercano.
Todo pensado para camuflarnos en una sociedad mundana, incluso aunque donde vivíamos era puramente de familias mixtas como nosotros, es decir, compuestas por gente común y otras genéticamente algo más diferente.
Teresa y yo apoyábamos nuestras cabezas con la otra mientras éramos revisadas por el personal médico en una de las ambulancias, a Augusto en cambio, lo miraban por separado en cuanto notaron que el no era como nosotras dos, y por ende lo atendía un doctor común y corriente, todo sin perjuicio de que se negara en un principio a separarse de nuestro lado.
Reaccioné en cuanto sentí la cabeza de mi hermana separarse de la mía. La enfermera me había hablado pero estaba tan aturdida que tuve pedirle que repitiera, me había pedido para levantar mi camisa y así poder ver la herida que cubría con mi brazos.
Hice lo pedido y ella observó meticulosamente— impresionante— exclamó analizando la cicatriz de mi estómago—. Puedes sanar muy rápido.
En los siguientes horas sentí lo eterno que era el tiempo, no mucho después de lo sucedido algunos de nuestros familiares cercanos habían podido llegar y esperaban fuera de esta sala pálida y fría en donde éramos interrogados por la policía uno por uno.
Se me hizo increíblemente difícil no divagar en mis pensamientos mientras hacían preguntas y aseveraciones, anteriormente había escuchado el relato de los hechos antes de que llegara a casa por parte de Teresa, lo que me carcomía la cabeza.
—¿Quienes eran esas personas? ¿Por qué estaban en nuestra casa?—solté por primera vez en esta habitación.
El detective a cargo de la interrogación quien se había presentado como Ulises, un hombre alto y achocolatado, se enderezó en su silla esparciendo tres fotografías en la mesa que nos separaba— Respecto a la primera pregunta, el equipo identificó sin dificultad que estos eran los sujetos que estaban en su hogar.
"Asesinos" le corregí en mi mente.
Observar sus rostros fatigaba mi cuerpo, sentía como la rabia alcanzaba a devorar mi pecho y lo hacía arder. Aquellos de nombres extravagantes confirmó lo que ya sabía, no eran de aquí, no, estos eran de los que se camuflaban en este mundo y lo usaban a su favor.
Asaltaron nuestra casa, nuestra familia, quien sabe que cosas querían de nosotros, pero lo cierto es que nos arrebataron mucho más, pensé entonces como una ráfaga que pasó por mi cabeza, de qué si se habrían sorprendido al darse cuenta que éramos como ellos, o si ya lo sabían.
De todas formas algo más llamó mi atención— Según escuché provenir desde esta misma silla antes, eran cuatro...— me detuve en cuanto mi garganta se clavó— y aquí solo veo tres.
Él recolectó las imágenes para guardarlas en una carpeta amarillenta— Así que puedes escuchar incluso a través de estas paredes— ignoró mi pregunta—no se supone que puedas hacer eso, una habilidad muy útil— se miró las manos y luego conectó sus ojos con los míos preparándose para las siguientes palabras— No lo tenemos, pero la investigación recién comienza.
—Escapó— solté y asintió, mi estómago se arremolinó.
—Puedo asegúrate que ustedes estarán a salvo, me aseguraré especialmente de eso, cómo que también de la búsqueda de este cuarto rostro.
Me descomponía con la facilidad que soplas un dandelion—¿Y respecto a la segunda?— inquirí.
—Y respecto a la segunda— repitió—eso es lo que quiero me ayudes a descubrir.
Callé y no fue hasta que Ulises me ofreció pañuelos, que noté que habían lágrimas regando mis mejillas.
Levante mis manos sin saber que decir, mi aporte a este cuestionario estaba resultando efímero, y más bien, aunque irrisorio sonara, era yo quien cuestionaba al detective.
Intento recomponerme haciéndome saber lo impresionados que estaban por cómo enfrente al asesino de mi familia, claro que no ocupó esas últimas palabras, de hecho tuve la impresión que no se queria enfrentar a decirlas ni siquiera a mencionarlos a ellos, a quienes había perdido para siempre.
—Él... dijo algo cuando me vio— tartamudee—, que esta era la herencia que había dejado.
Él subió las cejas y lo anotó, me atrevía a decir que algo sorprendido, pues escuché como su corazón se alteró con esas palabras—¿Tienes alguna idea a qué se refería?— negué.
—¿Usted?
—Todavía hay que juntar todas las piezas del caso— se limitó a contestar e hizo una seña llamando hacia la ventana—, nos veremos otra vez para tratar sobre el caso— apareció por la puerta una mujer de bata blanca—. Por el momento necesitaremos que sigas ciertas instrucciones.
Tuvimos una pequeña introducción con la doctora, quien siempre muy sonriente me extendió por sobre la mesa un frasco con pastillas blanco azuladas.
Extrañada las tomé y no encontré etiqueta alguna— ¿Qué es esto y por qué es que las necesito?
—He revisado tu expediente médico y veo que desde siempre has tenido que amortiguar tus cualidades para que se adapten con las del resto. Verás Lia, tu herida ha funcionado— vaciló ella— digamos que como un interruptor de encendido, ahora empezarás a notar que tú cuerpo percibe las cosas con mayor intensidad, tus sentido estarán incluso más vivos que antes, todo eso puede llevar a reacciones que queremos evitar.
Ante mi extrañeza el detective complementó —Sin duda que has logrado matizar tus habilidades entre los demás con éxito, sin embargo, ahora será bastante más complicado. Sabras bien que el anonimato es nuestra mayor fortaleza, no podemos ponerlo en riesgo ahora.
No quise recibir a nadie, esa fue mi tajante postura en esos días así que mis amigos me hacían llegar sus condolencias a través de recados o mensajes a mano los cuales verdaderamente atesoraba, pero no quería verlos.
No deseaba transmitir mi pesar a otros, aunque de todas formas si hubo alguien que estuvo aquí en todo momento y logró escabullirse desde la primera entrevista con los detectives a casa lugar en el que estuve, Simón, él estaba ahí siempre aún cuando no intercambiábamos casi ninguna palabra e incluso esas tardes en que su compañía se resumía en que sus pulgares almendrados, filtraran mi llanto.
Nos conocíamos desde hace años pues también viene de una familia mixta como la mía, pero no el no era como yo, por lo demás vivíamos en el mismo barrio aunque casi de un extremo a otro, esto claro, no impediría que nuestra amistad se hubiera fortalecido a tal punto que ya era mucho más que eso.
A veces tener que aplicar crema sobre la herida en mi estómago gatillaba los recuerdos que intentaba encapsular para que no me descuajaran, por eso es que Simón lo hacía por mi que no solo ayudaban a tranquilizarme sino que también a no reexperimentar los sucesos de forma permanente.
Cuando terminó se acostó a mi lado y yo me acurruqué a él, acarició mi cabello oscuro mientras mirábamos el techo de mi habitación temporal en casa de mi tía Lila.
Caímos dormidos y desperté de golpe tras lo que estaba siendo el inicio de una pesadilla, mire a Simón quien se veía tan lozano aún sumergido en el sueño, su nariz respingada siempre se me había hecho tan fascinante.
Lo dejé para dirigirme al baño, ahí me encontré con el mismo rostro deprimente de hace un par de semanas, incluso me desagradaba verme, tenía mi cabello alborotado y unas ojeras que llegarían hasta tocar en el suelo si pudiesen.
Me acerqué para notar como el iris de mis ojos seguían acameralizandose aunque mis pupilas aveces se agrandaran tanto que parecía se lo comía, uno de los primeros cambios visibles que estaba teniendo.
Por lo demás, mi vista era aún más aguda que antes, podía incluso ver los como los pájaros se acomodaban en su nido en el árbol al otro lado de la calle aunque fuera de noche, podía escuchar los latidos de Simón desde aquí como si aún estuviera a su lado, aunque ciertamente desde hace mucho ya podía distinguir ese sonido entre los demás.
Cuando me dispuse volver a la habitación, llegó a mis oídos la discusión de mis hermanos, me atrapó ya que ellos no solían hablarse con esa intensidad, descubrí entonces que nuestro paradero era incierto pues la razón que seguíamos donde nuestra tía no sólo era por los sucesos, sino también porque no podíamos mantener la promesa de compraventa sobre nuestro hogar, o el que solía serlo.
Sentí como la idea de lo que solía ser mi vida seguía encontrando maneras de desvanecerse, aunque claro, no teníamos mucho tiempo para procesarlo ya que todo se nos venía encima y no encontrábamos como sostenernos más que con nosotros mismos, así fue como me enteré de la noticia que no querían darme ellos, escuché todo lo que se dijo en ese despacho y supe entonces que la próxima vez que viera esa casa sería para empacar mis cosas.
Hice notar mi presencia y acepté los hechos queriendo darles tranquilidad, pero la penuria que delataban sus rostros lo hacía difícil—Hay muchas cosas que solucionar ahora y después de todo lo que ha ocurrido, lo último que debería preocuparme es de si vamos a vivir allí o no— les dije mientras mi garganta luchaba por quebrar mi voz y aguar mis ojos, aún así una lágrima cayó y me odié por eso, pues vi como la mirada de ellos decaía y sus cuerpos se afligían.
—Lo sentimos tanto por no poder darte ese lugar, nuestro lugar. De verdad que...— corté las palabras de Augusto, mientras hablaba, no quería que se disculparan así que los abracé con furor.
—Gus, no hay nada más qué quiera que esto, aquí ahora y siempre— me acerqué para unirnos a los tres en un abrazo, de esos que no quieres que termine.
Me hicieron reconsiderar mi idea de volver a la que ya no sería nuestra casa más, varias veces y la verdad es que me lo replantee todas ellas, una parte de mi quería ir por última vez y la otra era débil a su recuerdo. Claro que no era la única, pude escuchar la pena de Augusto a la vez que empacaba sus cosas, los latidos más pausados de Teresa e incluso los sollozos de algunos de nuestros familiares, amigos, que quisieron ayudarnos en esta misión.
Me mantuve fuerte pues presentía que en el momento que uno de nosotros cayera en el llanto, desataría lágrimas grupales por doquier. En modo casi automático empecé por colocar mis pertenecías en cajas al paso que desvestía el guardarropa, vaciaba las estanterías y liberaba las murallas de todos mis recuerdos apuntados en fotografías.
Le dediqué tanta urgencia que no me enteré del paso del día y del cansancio de mis brazos, así que me dispuse tomar descanso y contemplar la vista que había tenido por mi ventana por tantos años, ahora la atesoré más que nunca y dolió, intenté resistir pero fallé.
Navegué en los pensamientos que remontaba mi cabeza, cuantas veces había bajado por esta ventana sin que nada me delatara, el día cuando ayude a Simón a hacer lo mismo, esa vez cuando iba en la cima dispuesta a abrir la ventana y mi madre lo hizo por mi, furiosa por supuesto. Sin duda me había aprovechado de mi genética para hacer algunas travesuras cuando fui adolescente.
Me atosigué de pensamientos hasta que una ráfaga de viento voló mi cabellos y me percaté de unos pasos más pesados de los que reconocía, acercarse hasta aquí.
Una figura alta que luego asimile, se apoyó en el marco de la puerta, Ulises —¿Necesitas ayuda con lo que queda?
Restregué mis lágrimas hacia un lado, que solo hasta ese momento me percaté que existían para contestar negando con la cabeza— Puedo asegurar que no es esa la razón por la que vino detective— dije y le sonreí.
Me devolvió la sonrisa dejando ver sus dientes blanquecinos—No me importaría salir un poco de mis labores.
La verdad era que no quedaban muchas de mis cosas por acabar de envolver y guardar, y lo cierto era que me intrigaba saber la razón por la que había venido hasta aquí— ¿Se han enterado de algo más?— solté.
Su expresión ya podía responder la pregunta, bajé mi cabeza y no pude evitar dejar la rabia me alcanzara, sin embargo me limité a continuar con mi cometido— No olvidó tu segunda pregunta Lia, y puedes confiar que estaré haciendo todo lo posible por responderla.
—Gracias— ladré sin mirarlo, sentía que si decía algo más me descompondría.
Luego de unos segundos de silencio continuó —¿Qué sabes de la comunidad?
Su pregunta me detuvo, ciertamente no esperaba que sacara ese asunto pues de cierta forma seguía siendo algo que no se hablaba mucho, un tipo de tabú para personas que vivíamos aquí y no allá teniendo nuestras características, sin duda un tema que lograba incomodar en las mesas.
—Bueno que no es para familias mixtas, así que no hay mucho que podría decirle, no es para mi.
—Bueno sé que tu hermana mayor Teresa estudió ahí por un tiempo. Al igual que tu madre— aseveró y noté cómo nombrarla hacia que su voz se suavizara— De seguro algo te habrán comentado.
Yo arremetí con las últimas de mis cosas que aún quedaban por empacar mientras buscaba algo que pudiera satisfacer su consulta, pero la verdad era que nunca había sido algo de lo que se comentase mucho entre nosotros, no como algo malo claro, sino más bien siempre tuve la impresión de que se evitaba por mi padre y Augusto que por supuesto jamás podrían acceder a ella siendo humanos corrientes.
— ¿Nunca te ha interesado saber? Digo, después de todo es un lugar nuevo por descubrir en el cual tienes pase libre— indagó.
—Pues claro que he tenido mis momentos de curiosidad— admití—, pero nada que fuera muy lejos. Como mencioné, no es un lugar para mi, digo, no lo es sino es para mi familia— aunque quedara la mitad de ella pensé.
Hubo unos segundos de silencio en donde la conversación se detuvo mientras yo sellaba lo que parecía sería mi penúltima caja— La verdad es que es que si creo que es para ti, y no soy el único que lo cree, es mas, quienes me mandaron aquí hoy creen que esta hecha para personas como tú— exclamó y yo fruncí el ceño en confusión.
—¿Quiénes lo mandaron aquí?— repetí— ¿a qué se refiere exactamente?
—El Consejo— contestó en seco— Ya sabrás qué hay distintos órganos que trabajan en su delegación, uno de ellos ha estado bastante interesado en ti...
—¿En mi?— interrumpí desorientada.
—Si Lia, en ti. Si debo ser honesto contigo, te diré que no estaba exagerando cuando te mencioné lo sorprendido que estaba por lo que hiciste esa noche del atraco. No solo me sorprendiste a mi.
—¿Ellos saben lo que sucedió aquí?
—Pero claro que si, puede ser que no vivan en la Comunidad como tal, pero una parte tuya siempre tendrá lugar ahí. Por eso es que se empeñan es disfrázanos a todos para poder camuflarnos a nosotros y estar aquí para ustedes, donde sea que estén, cuál sea las decisiones que tomen, el Consejo siempre estará ahí y al tanto, sin importar si viven en la comunidad o no.
No contesté a esas palabras, si bien las digerí lo que realmente quería saber era por qué le estaba dando vueltas a este asunto, aunque una parte de mi creía que lo sabía— Sé que funciona de manera independiente, pero que está en todos lados, las costumbres son muy diferentes — solté vagamente—. La verdad hasta aquí no llega mucha información tampoco.
—Eso es cierto, como también lo que mencionas así que te pregunto ahora ¿No sientes aveces el deseo de querer saber hasta donde podrías llegar tus habilidades?
—Detective— llamé sosteniendo una mirada brava sobre él — ¿cuál es la razón por la qué vino hoy?
Me dedicó una mueca simpática y luego sacó un sobre desde su traje grisáceo para extendermela—Vine para hacerte una oferta.
Sostuve el papel el cual era áspero y tenía un aspecto como si estuviese plastificado aunque no era así, añadido de un sello metalizado. Me dispuse a abrirlo pero no le encontré modo, momento preciso en el que mi acompañante me indicara presionar mi pulgar sobre esa figura metalizada que lo sellaba.
El sobre tomó diseño desplegando figurillas como si recién lo estuviesen decorando, ese broche se soltó dejándome que lo estirara para leer su contenido— ¿Y esto?
—Es lo que he venido a ofrecerte, una beca. Es temporal pero puede extenderse dependiendo de cómo vayan las cosas claro y sobretodo lo que tú decidas hacer.
Era una carta directamente desde la Comunidad aunque desconocía la institución que me hacía la invitación, solo reconocí la insignia de la "Fletcher" que era como le llamaban al gobierno, por lo menos así lo había mencionado mi Madre alguna vez.
—Ahí reciben muchas personas que provienen de distintas partes del mundo, así que de seguro podrás llevarle el ritmo— agregó y al no corresponderle continuó—. Puede ser una gran experiencia Lía, con gente como tú, no con personas que debes medicarte para convivir.
Esa última frase retumbó en mi mente, conecté nuestras miradas de modo que casi le comuniqué el efecto de ellas—Pero son lo que tengo— dije en un susurro casi inaudible, pero sabia que al ser de mi especie igualmente lo había escuchado— Es una decisión difícil de tomar ahora.
—O tal vez el mejor momento de hacerla.
Negué con la cabeza sin saber mucho más que agregar, mi mente no era clara en estos momento y honestamente se empezaba a recalentar.
—Si quieres saber más y sobre todo si llegas a cambiar de opinión— sacó una tarjeta de su chaqueta y me la extendió— no dudes en llamar.
El detective parecía haber terminado, pues acto seguido procedió a despedirse y desearnos suerte con el resto de la mudanza, lo que me quedaba por estar aquí en mi casa.
Sostuve con fuerza ese trozo de papel en mis manos, luego lo tiré a mi cama y se cerró de un impulso desapareciendo los detalles que antes yacían cincelados sobre el. Sin embargo, la tarjeta que me había dado, la guardé bien en mi bolsillo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro