18 - Encuentros
Rafael camina por los pasillos del centro de comando en busca de Bolívar, ha pasado algunos días desde que lograron rescatar a la gente de Amec y mañana partirán nuevamente a Nitel, después de hablar y reorganizar a algunos líderes para el siguiente movimiento, así cómo las indicaciones de Mariana sobre el sector Jaime. Se siente alegre pues las cosas marchan bien y los pronósticos es que pronto Feiro caerá. Desea pasar un tiempo con su amigo, ya que los días han sido agotadores y ha visto que ahora habla más con Marina.
Llega a su cuarto, pero no está. Recorre el comedor y los otros lugares, mas no lo encuentra. Saluda a algunos compañeros para preguntar por él y la mayoría le dice que no lo han visto, seguro en el área de entrenamiento. Pero ha revisado y nada.
El ya no tiene acceso al rastreador de Marina porque Bolívar se lo pidió. De principio no puso peros, sin embargo, ahora su mente le juega trucos misteriosos. Endurece el rostro por suponer que están juntos, se niega a la idea yendo en dirección al cuarto de la excapitana. Frente a la puerta coloca su mano. Puede entrar sin tocar para tomarlos infraganti, pero por respeto a su amigo, toca. No hay respuesta y lo intenta un par de veces más. Sin pensarlo mucho abre. El cuarto está vacío, Rafael deja salir el aire contenido en sus pulmones.
—Habrán salido.
Pero ese pensamiento tampoco lo reconforta, cree que ambos están juntos en algún lugar de Linna. Sin embargo, se equivoca, Marina y Bolívar han salido por separado.
Ella ha dejado el sector para visitar una pequeña casa abandonada, pues su visitante cumplió con su palabra, por fin tuvo noticias de Geral, y gracias a eso han podido programar una cita.
Está parada en la puerta, viste una capa andrajosa que le quitó a un granjero de Amec para no ser reconocida, ansiosa de que él llegue sin ser atrapado. Le costó mucho aceptar verlo, pese a su deseo de estar con él, no quiere que vuelva al infierno de ser encarcelado.
A la distancia ve una silueta, va en su dirección con la mano en la cintura para desenfundar su arma, cualquier cosa puede pasar en medio de una guerra. Afortunadamente, con su usual caminar despreocupado, lo distingue.
Durante el tiempo que la cuidó, no hubo cabida para sentimentalismos, pero él admiró su resiliencia, mientras que ella siente agradecimiento por toda la enseñanza que compartieron. Si bien es cierto que son solo amigos, hay un cariño muy fuerte por ambas partes. Geral pensó que después de la muerte de su esposa, no habría nadie más que hiciera latir su corazón.
Marina corre en su dirección mientras él siente en aquel acto como todo su cuerpo vibra. La recibe con los brazos abiertos y se funden en un interminable abrazo. Ella recarga su cabeza sobre su pecho, al tiempo que él se llena de su aroma.
—Gracias —dice de manera íntima.
Marina niega con la cabeza sin despegarse de él.
—Esto aún no termina, hay muchas incógnitas que necesitan respuestas, Feiro todavía...
—Oye, oye —la interrumpe colocando su dedo sobre sus labios y acariciandolos, ansia probarlos, y aunque estén juntos ahora, no tiene la certeza de que Iván esté en el pasado, le dolería un rechazo—, he venido para estar contigo, dejemos que Los Primeros y mi gente hagan el trabajo, ahora, en este momento paremos el tiempo para nosotros.
Marina ha trabajado muy duro como guardia, va adquiriendo más agilidad así como reforzando sus habilidades de combate, le ha funcionado para distraerse pues siente mucha presión. El tema de que un amigo cercano a la familia de Iván esté buscándolo, Ángela sin dar indicios de vida y Krisal libre, la tiene al borde de la desesperación.
—Tengo miedo. —Salió de ella sin pedir permiso, sin el menor asomo de vergüenza por aceptarlo, solo Geral tiene el privilegio de escucharlo.
—Yo también —confesó. No lo dijo, pero su miedo nada tiene que ver con la guerra, él teme no ser capaz de cuidarla; en la situación en la que se encuentran no hay promesa que pueda hacerse, ninguno tiene garantía de vivir para contarlo, en un acuerdo tácito saben que harán lo imposible por volverse a ver—. Pero recuerda que no estás sola. Yo estoy contigo.
Marina sonríe, había extrañado la fortaleza que le transmite. Se siente segura a su lado, capaz de expresar sus más profundos pensamientos.
—Hay mucho que me falta aprender.
—El conocimiento es infinito, una vida no es suficiente para saberlo todo —Geral toma su mano para caminar—, es matemáticamente imposible poseerlo todo.
—¿Hay, acaso, algo que yo pueda enseñarte? —dijo riendo. Sus ojos perdieron la dureza de su carácter dejando ver la sensibilidad de su alma. De nuevo Geral experimentó la sensación de no poder tenerla, es un hombre analitico, conoce la historia de Marina así que compararse le es inevitable. Ni en sus mejores sueños podría parecerse a Diego, fue un escolta, pero hace tanto que no levanta un arma. No tiene la juventud o belleza de Iván. Y tampoco está seguro de si decirle todas esas inseguridades—. Me alegra tanto que hayas aparecido en mi vida —Marina se para frente a él y sonríe sin darse cuenta.
Y sin evitarlo más, Geral expresa en un verso sus sentimientos.
—"Eres más bella que el pecado, que si Adán te hubiese conocido, cielo y paraíso habría dejado por sentir el roce de tu vestido"(1 ).—Su voz se apagó en la última frase, su garganta se secó por el anhelo de una promesa que no sabe si decir—, Yo soy un...
—¿Acaso tenemos tiempo o derecho de ocultarnos? —Lo interrumpió—. Sin palabras, sin promesas que no me gustan, solo nosotros y este momento, porque me desgastaría intentando darte una explicación de mis propios sentimientos, lo cierto es que no quiero pensar más, no en Iván, ni en esta estúpida guerra. El mañana es impredecible.
Marina acaricia su rostro, con la punta de sus dedos toca las pequeñas arrugas que empiezan a delatar su edad, cada una le recuerda el tiempo que ha pasado sufriendo por la pérdida de su hija y su esposa. Pero prefiere ver en él la posibilidad de un nuevo comienzo, para ambos.
—Es verdad, no hay tiempo que desperdiciar —Entonces, él acorta la distancia entre ambos, la toma por la cintura y acaricia su espalda provocando un escalofrío en ella—. Muchos buscaron en el cielo la felicidad que hay en la tierra, esa dulce sensación que te provoca ver la noche estrellada, inalcanzable y sublime —Marina miró hacia arriba, el domo es imperceptible, refleja una luz artificial, que no le permite ver si hay o no estrellas, él le mira el rostro. Sin previo aviso besa su frente, sus mejillas, sus ojos y finalmente sus labios; los fuegos artificiales se encienden en ambos cuerpos y recorren cada centímetro de su ser—. Pero ahora lo sé —dice muy cerca de su boca—. Tu sabes a estrellas.
Se quedaron así, disfrutando de aquello que se les ha negado por tanto tiempo, de su propia libertad.
—Este lugar apesta. —Dijo debido al hedor que se desprende.
Spíti y Chaco recorren parte del sector Nitel para buscar alternativas a sus planes, han llegado a los límites de lo que fue una esplendorosa ciudad. Su amigo le contó detalles de cada sector con la intención de saber cuáles podrían ser los puntos débiles de cada uno.
Para abarcar más terreno se han separado, pero tiene un lugar y hora para reunirse. Ella ha llegado a donde Nitel tiraba los cuerpos de sus peleadores, no lo sabe, pero está sobre un cementerio. Y tampoco contaba con que ahí hay un intruso.
—Es el olor de los muertos —obtuvo como respuesta.
Spíti intentó distinguir el lugar de donde proviene la voz. Solo una intermitente luz que el domo provoca es la claridad que tiene, gracias a eso de vez en cuando puede observar sombras.
—No te conviene jugar a las escondidas. —Advirtió.
Y Bolívar soltó una carcajada. Spíti giró en el preciso momento en que un haz de luz reveló sus rostros, apenas duró unos segundos, el suficiente para que ellos se identificaran. Ella sonrió.
Se había contenido tanto para no ir a buscarlo y obligarlo a cooperar con el aparato que le robó. Y ahora él aparece de la nada, puede saborear este momento como un triunfo. Solos, sin testigos.
—¿Me estás siguiendo? —preguntó el líder.
—No eres tan importante para desperdiciar mi tiempo.
—Me alegra, me hubiera sentido muy desilusionado de mis guardias de ser el caso. —Spíti no pudo evitar una mueca irónica, ella conocía la "eficiencia" de esos parásitos. Estaba por hacerle ver su error, pero Bolívar continuó hablando—. Sígueme, puede interesarte.
Ella se sorprendió. Se supone que deberían estar atacándose o intentando sacar información uno del otro. ¿Por qué le pide que lo siga?, ¿qué pretende? Spíti no es una mujer que obedezca órdenes y menos de un desconocido con uniforme de Ritma.
—Por favor —pidió al ver que ella no se movía—. Mira, se nota que eres una chica con agallas, y ambos tenemos mucho de qué hablar, pero ninguno está dispuesto a mostrar sus cartas. Ahora no tengo tiempo para la acción, hay algo importante que debo ver. —Spíti no quiere seguirle la corriente, sin embargo, el tipo no parece peligroso, ya una vez lo derribó y lo más importante, ¿qué hace un guardia solo y por la noche, teniendo la autoridad de hacerlo en mejores condiciones? —Si no quieres ir, no importa, tengo la esperanza de que nos volveremos a ver.
Y Bolívar continuó su camino. Spíti lo dudó unos segundos más, piensa en la posibilidad de tenerlo de nuevo en la misma posición. ¿Qué quiere ver? Tiene curiosidad, así que decide acompañarlo.
—Te estaré vigilando.
Durante un rato caminaron en silencio, pues ella no es una mujer que empiece las conversaciones. Y él tiene muchas cosas en que pensar. Presiente que su acompañante no trabaja con Feiro, de ser el caso no le hubiera robado un vehículo, ellos tiene medios para eso, además Marina le dio su mensaje y Rafael la mencionó en su encuentro cerca del límite del domo. Le gusta conocer a sus enemigos antes de derrotarlos.
—Hace mucho tiempo, cuando el hombre vivía en la Tierra, crearon un concepto llamado súper héroe. —Spíti todavía estaba pensando en dejarlo y seguir su camino por separado o incluso golpearlo para llevárselo—. Eran seres extravagantes, vestían trajes exóticos y su objetivo era cuidar de los demás.
—No tiene sentido, entonces ellos no tendrían vida.
—Era un concepto, la idea era dar esperanza. Imagina a una persona capaz de dar su propia vida por el bienestar de otro ser humano, además de ser valiente, un líder al que seguir de fuerte convicción.
E irremediablemente pensó en Amilcar, su gesto cambió adoptando una posición amenazante.
—¿Qué pretendes?
—Eso nos hace falta, alguien capaz de dar esperanza a nuestro pueblo.
Ella enarcó una ceja, está demás decir que ambos quieren cosas diferentes. Ella desea ver destruida ciudad Ritma, mientras él busca levantarla. No hay esperanza para una civilización tan egoísta, mucho menos piedad para las personas que le quitaron lo más preciado. Pero Spíti no es tonta, no se deja llevar por banalidades ni sentimentalismos, si esa fuera la intención de su acompañante, hacer que sintiera lástima por Ritma.
De frente hay un estructura resguardada por rocas, en lo alto una torreta con dos guardias y abajo un sistema de alarma con sensor de movimiento. Él lo sabe por las luces amarillas parpadeantes.
—¿Qué diablos es aquí? —Se aventuró a preguntar.
Pero él no respondió. Echó un vistazo a su alrededor para asegurarse de que estaban ocultos de las cámaras. No tiene intención de lastimarla, ni es una trampa pues él mismo está rompiendo varios reglamentos al ir al Sótano sin previa autorización. Le da la espalda para poder tener un panorama más amplio.
—Parece que tampoco estás enterada, y eso me pone nervioso —no entendía nada—, sería más fácil si tuvieras parte en lo que está a punto de pasar, así podría evitarlo quitándote la vida o amenazando a la persona responsable.
Entonces, una pequeña ranura se abrió del lugar y algunos hombres de negro salían empujando una gran jaula cubierta. Bolívar le indicó que debían ocultarse, él no tenía idea de la cosa que llevaban dentro, hasta que un alarido horroroso se escuchó y después, las personas azotaron lo que sea que llevaban. En cambio, ella lo supo de inmediato, eran destripadores.
Bolívar escuchó el rumor de que estaban sacando a los presos, además de que de la lista de expulsados, solo la mitad salieron, entre ellos algunos empresarios. Pensó en la posibilidad de que fuera un error, pero nadie de los involucrados iba a decirle la verdad, así que investigó. Por las noches es cuando hacen sus movimientos.
Krisal ya no está en su sector para seguir con sus experimentos, pero la Junta no invierte tiempo y dinero para darlo por perdido. Se quedó con toda la investigación documentada. Con ayuda de algunos científicos sigue probando, ya no con la intención de que el humano resista fuera del domo, lo hace para crear un arma que puedan usar como amenaza cuando la guerra termine y tenga el control del pueblo sin miedo a otro ataque.
—Jamás tendrán esperanza —dijo asqueada. No se quedó más tiempo, no lo necesitaba. Se fue sin despedirse.
Él la vio marcharse, tenía tantas preguntas para ella, pero a simple vista sabe que es inútil preguntarle de manera directa. De sus conocidos, ninguno puede darle información, solo Marina porque ambos la están buscando. Puede deducir dos cosas, la primera es que esa mujer es igual de extraña que las balas con las que mataron a sus guardias y la segunda, que igual que esas balas ella no parece ser de Ritma porque todos saben la ubicación del Sótano, es una información que ya es pública. Pero en su lógica, Bolívar se sigue preguntando, de dónde viene. Sonríe, tiene la certeza de que se volverán a ver, solo se lamenta no haber tenido la oportunidad de decirle que en su mente, Spíti tiene toda la pinta de ser una heroína, pero es una pena que sea la villana a sus ojos.
Aclaraciones:
(1) Verso de Mario Rincón.
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