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09 - Viejos aliados


Cristela terminó en el Sótano porque alguien la delató, y Gregorio enloqueció, Oscar sabía que bien en el fondo, sentía algo por la ladrona.

Entonces, fue el turno de Oscar para entrar en acción. Su misión no era difícil, entraría a la casa de la capitana Jaime, ya que en su sector estaba el Sótano, y buscaría la información pertinente de Cristela y su hermano para poder liberarlos.

La recepcionista rubia terminó siendo una muy buena hacker, ella fue quien desconectó todos los sistemas de seguridad y le dio acceso libre a la vivienda de la capitana. Todo estaba saliendo de maravilla, hasta que no fue así.

—Tienes compañía —susurró Lila por el comunicador que tenía en la oreja.

—¿La capitana? Se supone que no estaría esta noche —contestó en medio del pánico, no quería ser atrapado.

—No es la capitana, son otros. Escóndete, intentaré que no noten tu presencia —ordenó la rubia y a Oscar no le quedó otra que obedecer.

No conocía a los que habían entrado a la casa de Jaime, pero le pareció vislumbrar un cabello morado. No estuvieron mucho tiempo, pero Oscar tampoco pudo permanecer ahí y tuvo que salir sin conseguir lo que quería. Desgraciadamente, el otro grupo también tenía un buen hacker porque Lila perdió por unos segundos el control del sistema. Solo fueron segundos, pero una cámara había captado el rostro de Oscar y eso fue todo.

Al día siguiente, estaba en el Sótano y lo culpaban de robar una motocicleta de la capitana Jaime. Él no lo había hecho, pero nadie le creyó, no había imágenes de los otros invasores que seguramente eran los culpables, así que Oscar no tenía evidencia.

Fue una semana infernal de torturas y solo una vez, pudo tener visitas, su hermano Iván quien le prometió que todo saldría bien y encontraría la forma de sacarlo y demostrar su inocencia. Quería creerle, pero sería como mentirse a sí mismo.

Un día, una guardia se presentó en su celda.

—En quince minutos, hay cambio de guardias, River tomará el control del sistema por tres minutos, espero que corras rápido por el sistema de desagüe —acto seguido se marchó sin esperar respuesta.

Fueron unos minutos de confusión, pero Oscar lo comprendió al instante, "River" era el seudónimo de Lila. Eso significaba que su escape estaba planeado.

Fueron los quince minutos más largos de su vida, pero todo valió la pena cuando pudo respirar el aire puro de Ritma. Pero no duró demasiado.

Unas horas después, estaba otra vez bajo arresto y frente a la capitana más temida: Krisal.

—Oscar González, eres un hombre demasiado interesante y estoy segura que el destino planeó algo grande para ti —dijo la capitana con un tono que no supo identificar.

—Si me llevó frente a la gran capitana Krisal, supongo que sí. A menos, que seas la luz al final del túnel.

La capitana soltó una carcajada que resonó en todo el lugar.

—Eres demasiado adulador, todos suelen temerme cuando están de pie frente a mí, pero tú —lo miró divertida—, pero tú lo estás disimulando muy bien. No me equivoqué contigo, eres demasiado interesante.

Oscar intentó disimular el miedo que le recorría el cuerpo, la capitana Krisal era realmente intimidante. Los rumores sobre ella no eran nada buenos y toda la sociedad sabía que era mejor evitarla.

—Mientras ese "interesante" sea positivo para mí —dijo intentando apelar a su vieja chulería.

Krisal volvió a reír.

—Eres un prisionero, te aseguro que no habrá nada positivo para ti —respondió Krisal con burla.

Oscar se mordió el interior de la mejilla para no responder, sabía que su vida estaba condenada. Nunca pensó que terminaría así.

—Pero como me caes simpático, te propongo un trato —dijo ella mientras se acercaba a él.

Oscar no se movió de su lugar, parado frente a Krisal con su overol verde, mientras ella lo miró fijamente.

—¿Y qué gano yo? —se atrevió a preguntar, en un instante ridículo de valentía.

Krisal volvió a mirarlo divertida y se tomó un momento para fingir que lo estaba pensando.

—La posibilidad de brindarle un gran aporte al conocimiento y estar en el libro de honor de Ritma.

Esta vez fue Oscar quien soltó una carcajada carente de humor.

—Eso me parece una estupidez si al final del día termino expulsado —respondió irónico.

Krisal no borró su sonrisa pero estaba realmente sorprendida de las agallas del joven.

—Serás un expulsado honorífico —contestó ella con diversión cruel.

Oscar solo hizo una mueca, pero ya no siguió, no tenía sentido.

—No tengo opción, ¿verdad? —interrogó ya sin ánimos.

—¿Ves? Eres realmente interesante porque comprendes todo rápidamente.

Oscar la miró ya sin fuego en los ojos y rendido, aceptando el destino que le tocaba.

Krisal ensanchó mucho más su sonrisa si eso era posible, siempre era agradable dominar a alguien que ponía resistencia porque al final del día, todos se rendían ante sus deseos.

Le hizo seña a un guardia para que se acercara, el hombre tomó las manos de Oscar con brusquedad y con gran rapidez y maestría, como si llevara años haciéndolo, sacó los grilletes que tenía y le colocó nuevos. Luego salió de la sala y los dejó a los dos solos.

Oscar miró sus nuevos grilletes y luego, a la capitana, sin entender muy bien lo que estaba pasando.

—Los nuevos grilletes tienen un sistema para que puedas comunicarte conmigo —dijo como única explicación.

Él frunció el ceño y la siguió mirando.

—No entiendo, ¿de qué me sirve si cuando me expulsen estaré muerto?

Krisal se acercó demasiado, como si fuera a contarle un gran secreto.

—Algunos creen que no es tan así, y que hay muchas posibilidades de que exista vida fuera de Ritma y yo, quiero comprobarlo.

Oscar abrió los ojos con total sorpresa y se quedó sin palabras.

—Tu única tarea será contactarme si logras sobrevivir y, a partir de ahí, me aseguraré de traerte de vuelta.

Oscar no le creía una palabra, pero sabía que estaría muerto de todos modos, así que no perdía nada. Y en caso de que la capitana estuviera en lo cierto, él sabría aprovechar eso al máximo.

—Trato hecho —respondió.

Krisal volvió a sonreír.

—Sabía que eras interesante.

Y fue así como terminó expulsado de Ritma.

Pasó mucho tiempo hasta que logró recuperar los grilletes que tenía Paco y hasta que arregló el comunicador. Primero se contactó con Lila e idearon un plan para regresar.

Pero Oscar siempre fue conocido para saber aprovechar sus oportunidades y sacar tajadas de ella. Cristela no se había equivocado al decir que era una rata porque lo era, pero una inteligente.

Debía mantener todas sus posibilidades abiertas y no quemar ningún puente, así que sin que nadie lo supiera, también llamó a Krisal y le informó que estaba vivo y que junto a un grupo de sobrevivientes pensaban entrar a Ritma, pero que todavía no tenían un plan. Era mentira, pero él no confiaba en Krisal, solo la mantenía como posibilidad si el plan de Lila y Amílcar fallaba.

No falló, ellos entraron, así que no tuvo la necesidad de volver a contactar a la capitana. Además, la susodicha ya había caído en desgracia y no le era útil, ya no tenía poder. Pero cuando fue a Amec a buscar a su familia y no los encontró, la única posibilidad que pensó, fue que Krisal podría saber algo. Después de todo, la capitana estaba prófuga y debía tener buenos contactos para que los Primeros todavía no la hayan encontrado.

Así que lo hace.

Ajusta el comunicador y lo intenta de nuevo, no ha tenido respuesta en días. Pero de repente hay un cambio en la estática.

—Por fin me contactas Oscar —la voz sale dulce y seductora, algo tan alejado a su verdadera personalidad.

Oscar suelta una carcajada, él también puede jugar y mucho más si necesita información.

—Hola capitana Krisal, oh, mi error, excapitana Krisal —dice con burla.

Escucha el ruido molesto del otro lado, pero no obtiene respuesta a su ataque. Krisal se está conteniendo porque sabe que ya no tiene el poder aquí, lo necesita a él, a un delincuente.

—Mucho tiempo, ¿qué tienes para contarme? —responde a cambio Krisal.

Oscar niega con la cabeza aunque la mujer no pueda verlo.

—Sigues siendo tan encantadora como la última vez, pero tú más que nadie sabes que las cosas no funcionan así. Si quieres algo, tienes que ofrecer otra cosa a cambio. Salvo, que tengas demasiado poder para amenazar y obtenerlo, pero...—hace una pequeña pausa dramática solo para jugar con ella—, pero según el boletín de las últimas noticias, eres un desecho que la Junta quiere eliminar —termina con sorna.

Ella ríe pero sin humor.

—Estás bien informado, así que puedo deducir que lograste entrar a Ritma, sino no entiendo cómo obtuviste esa información —dice presuntuosa.

Oscar debe darle esto, ella también sabe jugar muy bien, así que más que nada debe andar con cuidado.

—Debo reconocer que también eres interesante, pero no de mi estilo. Así que busca otra forma de ofrecerme algo.

Krisal vuelve a reír, casi como cuando fue capitana, debe reconocer que no se ha divertido hace mucho tiempo. Se siente viva otra vez y no solo una estúpida prisionera de Ángela y del estúpido de Iván.

—No te ilusiones, tampoco eres mi estilo, tienes partes de más. Así que seré directa, ¿qué quieres? —interroga.

No tiene demasiado tiempo. Ángela e Iván la han dejado sola por unos minutos, pero sabe que volverán pronto y no quiere que el chico sea testigo de esta conversación, no todavía, porque lo necesita mantener controlado y agarrado de algo. Y este es su único boleto de vida.

—Estuve en Amec hace un tiempo, muchos de sus habitantes ya no están ahí —comienza casi con desinterés Oscar.

Bingo. Krisal sonríe internamente, Oscar quiere saber sobre su familia, y ella se encargará de usar eso a su favor. Muy pronto volverá a ser la gran Krisal.

De repente se escucha un pequeño ruido del otro lado, pero ella no le da importancia.

—Algo de eso escuché —dice desinteresada.

Pero no obtiene respuesta.

—¿Oscar? —pregunta.

Un sonido característico de que la comunicación se cortó.

Krisal lo atribuye a un fallo en la comunicación y nada más, pero del otro lado, Oscar está inconsciente en el suelo, mientras Siete esquiva los trozos desperdigados del jarrón que utilizó para desmayar al otro hombre. Escucha la voz de la mujer que pregunta por Oscar, pero termina cortando la comunicación.

Luego, busca su propio grillete y lo enciende.

Generala Spíti, descubrí al traidor.



Spíti corta la comunicación.

Así que era Oscar —resopló Chaco.

Spíti solo asiente. Debió imaginarlo, hizo mal al confiar en él, pero ahora eso no es importante, ya le dijo a Siete lo que tiene qué hacer.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó a cambio.

Chaco sonríe.

—Si las cosas no cambiaron durante quince años, aquí debería vivir un viejo amigo mío —dijo con nostalgia.

—¿Y sí cambiaron? —interrogó. Chaco se encoge de hombros.

—Ambos sabemos usar perfectamente nuestras armas.

Están frente a una vieja casa que parece totalmente descuidada, pero de todos modos, sigue siendo mejor que cualquier vivienda de los Jaguares o de la Frontera que estaban bajo tierra.

—¡¿Quién demonios se atreve a interrumpir mi tranquilidad?! —resonó una voz rasposa.

Ambos voltearon a sus lados, pero no vieron a nadie.

—Sigues siendo un viejo gruñón —respondió Chaco a la nada.

Spíti lo mira como si fuera un bicho raro.

Hay un pequeño silencio hasta que se vuelva a escuchar la voz.

—¡¿Quién demonios eres?! —exclamó la voz, esta vez se notaba un poco el pánico que se filtraba.

—Oye, sé que el tiempo me ha pasado factura, estoy un poco más gordo y me están apareciendo las canas. Pero estoy seguro que sigo siendo el más guapo del grupo —soltó Chaco con diversión.

La puerta de la desvencijada casa se abrió de golpe y un hombre mayor salió y se quedó congelado al instante. El hombre tendría cerca de unos cincuenta años, estaba calvo y tenía una prominente panza. Su aspecto tampoco lo ayudaba, ya que tenía una bata abierta y debajo de ésta, unos calzoncillos con una sudadera blanca manchada con algo marrón.

—Definitivamente el tiempo no fue amable contigo —dijo Chaco sorprendido.

—¡Qué diablos! —gritó estupefacto el hombre.

Spíti atinó a tomar su arma, pero Chaco la frenó y negó con la cabeza, él se encargaría de esto. Ella aceptó.

—Te explicaré todo, pero antes necesito que me ayudes a ocultar esto —señaló a una nave que tenía forma de zapato, a la cual se la habían robado al sujeto que había estado hablando con la capitana Linna—. Y también que la revises por si tiene algún rastreador. Luego nos invitas a entrar, pero no nos des de tu café porque es horrible, nunca supiste hacer un buen café —terminó casi con tristeza, como si los recuerdos fueran dolorosos.

—Creo que sigo borracho —contestó el otro hombre aun anonadado.



—Entonces hay vida fuera del domo —dijo Mikeas, así se llamaba el hombre que aparentemente era amigo de Chaco en sus años como delincuentes.

Chaco asintió. Mikeas tomó otro trago de café y siguió pensando y tratando de asimilar todo lo que le habían contado.

Chaco lo esperaba paciente, ya lo conocía. Pero Spíti estaba nerviosa, su fuerte nunca fue ser sociable con las personas, ella amenazaba y arremetía. Ella obtenía lo que quería por medio de la intimidación y la violencia, pero ahora debía estar sentada en una silla manteniendo la calma y escuchando a un viejo ser estúpido. No entendía por qué no podía usar su arma para que se mueva más rápido.

—¿Y ella es...? —comenzó a preguntar Mikeas, pero Spíti se puso de pie y sacó rápidamente una navaja de algún lugar.

—Soy la mina que te despellejará vivo si te sigues comportando como un idiota y no colaboras —dijo con voz fría.

Chaco comenzó a reír mientras tomaba a Spíti del brazo y la volvía a sentar, Mikeas se veía totalmente aterrorizado.

—Ella es mi dulce hija —mencionó con diversión.

Mikeas asintió y tragó con fuerza, mientras intentaba recuperar un poco la tranquilidad o al menos disimular el miedo que sentía.

—Está bien. Lo comprendí, es intocable, no hay necesidad de ser rudos —dijo nervioso intentando aligerar el ambiente.

Chaco decidió compadecerse de él y sacó un objeto rectangular de su bolsillo trasero, lo puso sobre la mesa y lo acercó a Mikeas para que lo agarrara. Éste tomó el objeto sorprendido y luego miró a su viejo amigo con interés.

—¿Dónde lo conseguiste? —preguntó realmente curioso.

Spíti miró a Chaco, pero no dijo nada. Esta parte la manejaría él, ella se mantendría apartada, solo intervendría si la violencia era necesaria.

—Le robamos a un tipo que estaba hablando con la capitana Linna, tenía esto entre sus ropas —contestó Chaco.

Mikeas murmuró algo y eso ponía más nerviosa a Spíti, este hombre se tomaba todo con mucha tranquilidad.

—Es un aparato que sirve de comunicador, localizador, decodificador y no sé cuántas cosas más. Solo altos mandos dentro de los guardias lo tienen. ¿El tipo que asaltaron era uno?

—No —Chaco lo pensó mejor—. No estaba vestido como uno y la nave que usaba no era característica de los guardias, pero estaba hablando con Linna. Supongo que estaba de civil —razonó.

Mikeas silbó divertido.

—¡Son bravos eh! Desarmaron a un guardia con mucha facilidad —soltó con alegría—. Me alegro no ser su enemigo.

—Si sigues siendo estúpido, te prometo que serás uno —intervino Spíti, ya estaba cansada. Sentía como los nervios se arrastraban por su piel.

Mikeas miró a Chaco en busca de ayuda, pero el otro decidió cambiar de tema.

—¿Hay algo interesante en él? —preguntó haciendo referencia al objeto.

Mikeas volvió a sonreír emocionado.

—¡Claro que sí! Esto es una mina de oro puro —exclamó emocionado—. Pero te advierto que tendrá muchos códigos cifrados y me llevará tiempo, tal vez sería más rápido si tuviera a su dueño real para desbloquearlo.

Ambos invitados lo miraron con duda.

—Tal vez —dijo Chaco rompiendo el silencio—. Además, si logró hablar con la capitana Linna debe ser alguien bastante importante. Así que podríamos ir a buscarlo —terminó.

Pero miró a Spíti inmediatamente. Ella sonrió, para esto era excelente, amaba estas partes de los planes. Ella tal vez no era la mejor pensando, siempre dejaba esa parte a Amílcar o a Chaco, pero era la mejor para actuar.

—O podríamos dejar que nos encuentre, en un terreno que nos favorezca —sonrió con crueldad y Chaco se la devolvió.

—Ustedes son un dúo perfecto, me aterran un poco, pero también me agradan —mencionó Mikeas con simpatía.

Ambos lo miraron, pero fue Chaco quién volvió a romper el silencio.

—Está bien, si nos vamos a meter en esto, necesitamos conocer toda la situación. Y con eso, me refiero a saber cómo básicamente desaparecieron las capitanas y ese tal Feiro se hizo con la mitad de Ritma.

Mikeas lo miró totalmente emocionado y se puso de pie inmediatamente, yendo directo a su cocina y trayendo una nueva jarra con más café. Un café que solo había tomado él, a pesar de invitar a los otros dos.

—Esto es demasiado largo y va a requerir mucho café —Chaco suspiró derrotado—. Comenzaré con la gran traición de la antigua capitana Jaime.


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