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07 - Chaco


Había nacido en el sector Nitel hace ya más de cuatro décadas, no importaba qué capitana comandara el sector, siempre era demasiado excéntrico. Parecía riguroso, pero era el que daba más espacio a las libertades delictivas. Sus calles y edificios con una arquitectura que algunos considerarían grotesca, llena de colores que no combinaban y demasiadas luces. Supuestamente, todo había llegado a un nivel mucho más alto cuando asumió la última capitana Nitel, al día de hoy ya fallecida. Las malas lenguas decían que era una niña insolente y caprichosa y que jamás debió ser capitana, que no tenía ni idea, incluso alentaba a los dueños de lo ajeno para ampliar sus negocios. Chaco siente que debió nacer en este tiempo, no hubiera terminado expulsado, pero ya no es momento de lamentarse.

Las decisiones que tomó en su vida y sus propios actos lo llevaron al lugar que se encuentra, caminando junto a una desconocida que bajo amenaza y fuerza física, lo está llevando al sector Jaime sin ser visto. Y todo esto solo para encontrar a Spíti, a la chica que está pasando por un momento difícil pero que aun así, temiendo que tal vez nunca vuelva a ser la misma y continúe con su estado catatónico, no puede abandonarla. Desde que la conoció, apenas una adolescente totalmente perdida y huraña con todos, la cuidó. Spíti es como una hija para él, así que desde el día uno se juró que nada malo le pasaría y que él siempre estaría a su lado. En momentos como este, siente que falló. Que volvió a fallarle a su segunda hija.

Antes de ser expulsado, Chaco no era el mejor hombre para las leyes de Ritma, él robaba y tenía una pandilla que disfrutaba causar destrozos, así que definitivamente no era el mejor. Pero dentro de su hogar trataba de ser diferente, adoraba a su pequeña hija, ella su orgullo y trató de brindarle todo lo que necesitaba y más. Su pequeña Úrsula solo lo tenía a él, su madre había muerto casi al poco tiempo de dar a luz por una sobredosis de drogas. Así que se desvivió por ella.

Cuando lo atraparon y le dictaron su sentencia, no temió porque estaba a punto de morir fuera del domo, sino que sintió terror por lo que podría pasarle a su pequeña de apenas seis años. Suplicó por ella, pero quién fue la capitana Nitel en aquel entonces, solo sonrió y le deseó un buen viaje.

Vivió estos quince años en una angustia eterna, no sabe si su hija sigue viva o muerta. Ahora que regresó, teme buscarla ya que no sabe si soportaría descubrir que murió y, tampoco tiene las agallas de presentarse ¿qué le va a decir? Su hija creció sin él, tal vez ni lo recuerde, tal vez ya no sepa que es su papá...y eso duele mucho más.

—Y este es el final del camino —interrumpe la joven que dice llamarse Alicia—. No daré ni un paso más, está lleno de guardias y no arriesgaré mi pellejo por ti viejo insolente —escupe al final.

Todavía enojada por haber sido vencida por un viejo desagradable que no debería representar ser un rival para ella, pero lo es. Eso la molesta bastante.

Chaco suelta una carcajada por su tonta rabieta, claro signo de que es una niña que juega a ser adulta pero no tiene noción de nada.

—Está bien, pero ¿dónde exactamente está el Teatro Digital? —pregunta porque él no está viendo nada.

Ella cuadra los hombros, cansada de ser su mascota para guiarlo.

—Tomas esta calle y haces tres cuadras, luego una a la derecha y ¡voila! Ahí tienes tu tonto Teatro Digital —dice rodando los ojos ya exasperada de todo.

Chaco esboza una sonrisa simpática.

—Gracias por su ayuda desinteresada jovencita —dice con amabilidad.

No le da tiempo a Alicia para reaccionar, con un golpe certero en el lugar correcto de la cabeza y la niña cae inconsciente. Suspira mientras vuelve a guardar su arma, la segunda persona en pocas horas que tiene que desmayar. La arrastra atrás de lo que parece un monumento que venera a los Primeros para que no llame la atención, se está por ir pero se le ocurre una idea antes.

Durante el tiempo que Paco intentó ganarse la confianza de Spíti para evitar ser acusado de traidor, estrategia que al final no le funcionó, les enseñó algunos trucos. Entre ellos, les mostró los pequeños rastreadores que tenían todos los grilletes de los expulsados, además de los comunicadores, y les enseñó cómo activarlos. Antes de emprender este viaje de búsqueda de Spíti, Chaco se llevó la mayoría de todos los grilletes y ahora está feliz de su decisión.

Cuidadosamente saca el pequeño chip de rastreo, no es más grande que la pupila del ojo, pero aun así debe estar atento. Escanea a la chica dormida a sus pies y sopesa su mejor opción, la ropa puede cambiársela, igual que los zapatos. Observa el arete en forma de argolla y como cuelgan cuentas de diferentes colores en él.

Chaco sonríe, siente que hoy es su día de suerte. Hace todo lo posible para esconderlo en el aro de la chica y que no sea visible a simple vista, está seguro que lo logra.

La joven seguramente no es más que algún peón, pero debe tener un jefe y apuesta todo a que está del lado de los rebeldes. Cuando se despierte tendrá que ir a algún lugar, aunque sea a un punto de reunión insignificante, pero él ya tendrá algo.

No sabe qué pasará con él o con Spíti, pero siempre es bueno estar atento y abierto a todas las opciones. Tal vez encuentren algún aliado o alguien que debe ser eliminado. Se pone de pie y sigue las instrucciones de la niña, ahora lo importante es encontrar a Spíti.



—No entiendo por qué seguimos haciendo esto —comienza Cristela—. Ya entramos a Ritma, dejamos ese lugar de mierda y ahora estamos bien. Pero no, estamos metidos en otra guerra más. ¡¿Cuándo demonios todo se fue al carajo?! —exclama fastidiada.

Oscar suspira cansado. Esto parece un bucle, se repite una y otra vez.

—Volvimos, es lo importante y será otra guerra que enfrentar. Si sobrevivimos a ser expulsados, sobrevivimos a cualquier cosa —contestó Oscar—. Además, se veía venir, los Primeros presionaron mucho y la gente explotó. Acaso, ¿nunca deseaste esto?

—Cada maldito segundo de mi vida —responde sin dudar.

—Entonces no te quejes y continúa caminando, no nos pueden ver —le contesta Oscar.

—Lo que no entiendo es porqué estamos en Amec —expresa, aparentemente no puede quedarse callada.

Oscar rueda los ojos.

—Spíti y Chaco escaparon, Gregorio quiere que los encontremos. No pueden estar solos y libres por Ritma, no tienen idea a donde ir y pueden descubrirlos y eso sería un gran problema —pronuncia él mientras no deja de caminar.

Se han alejado bastante del centro de Amec, no es que tampoco sea una gran urbanización ya que esa no es su función. Amec no está diseñada para ser una metrópolis, sino un centro de producción agrícola-ganadera. Transitar los largos y desolados caminos de tierra, bordeados por inmensas extensiones de suelo sembrado le trae recuerdos de su infancia. Siente que retrocedió en el tiempo, tal vez nunca debió dejar el sector, está seguro que no estaría en esta situación.

—¿Pero por qué estarían aquí? No le encuentro sentido, está lleno de rebeldes que podrían matarlos —expresa Cristela.

No es tan así, si bien el sector fue el que inició la revuelta, no lo hicieron sus habitantes. En Amec, la mayoría son granjeros pacíficos que no les interesa la política, solo acatan y siguen trabajando. Pero Feiro sabía que era el sector y la capitana más débil, movió a la mayoría de sus rebeldes a este lugar y los infiltró entre los habitantes del sector, luego convenció a algunos residentes autóctonos y arrojó la bomba. Amec cayó y el sector está en su poder. Pero después, con la revuelta finalizada, se fue a Krisal y ahí instaló su centro de control. Hoy en día solo quedan algunos rebeldes que controlan las fronteras del sector porque después de todo es el que proporciona la comida, pero los verdaderos habitantes de Amec siguen trabajando porque si no mueren de hambre, es lo único que conocen. Y por eso, Oscar siempre lo odió.

—Además, Amec huele a estiércol y es horrible. Así que por qué no me dices tus verdaderas intenciones —Cristela se planta y Oscar también frena, derrotado—. Ambos sabemos que ellos no están aquí —dice seria.

Oscar desvía su mirada a la lejanía donde algunas vacas pastan tranquilamente, ajenas a todo el caos que se vive.

—Quiero ver a mi familia —responde con melancolía.

Nunca se llevó muy bien con sus padres, pero siguen siendo su familia y los ama.

—Está bien, solo tenías que decírmelo y no mentirme. Andando vamos —contesta Cristela con humor.

Oscar no la entiende.

Cuando llegan, solo encuentran una casa abandonada. No hay nada ni nadie, parece haber sido víctima del saqueo. Los campos están llenos de pastos que crecen como cizañas, ya no hay animales. Parece que hace mucho tiempo que nadie vive aquí.

Cristela no pronuncia ni una palabra y Oscar siente que algo está mal, muy mal y que tal vez es demasiado tarde para arreglarlo.



Spíti está apoyada contra una de las paredes exteriores del Teatro Digital, sin hacer nada, solo abrazando el jarrón y mirando un pequeño hoyo que cavó en la tierra.

Se arrodilla a su lado y se mantiene en silencio, acompañándola. Está oscureciendo y la mayoría de las personas teme quedarse en la calle, ya no hay capitanas que las cuiden. Eso les da algo de privacidad, sumado a que el Teatro Digital nunca fue un lugar concurrido, ibas una vez y luego se pasaba la emoción.

—Le encantaban las estrellas, siempre me hablaba de ellas, se las conocía de memoria —su voz está quebrada por el llanto, pero se filtra un cariño infinito por quien fue su pareja—. El único día en todo el año que podíamos verlas, pasaba toda la noche contándome historias sobre sus orígenes. Era tan feliz en esos pequeños momentos —se queda callada porque un sollozo la ahoga y abraza con más fuerza el jarrón—. ¡Lo perdí, Chaco, lo perdí! —exclama mientras ya no intenta contener las lágrimas—. Me siento tan perdida, ya nada tiene sentido sin él. Entré a Ritma porque era su sueño regresar, no el mío. Y ahora no lo tengo a él y solo me queda esta ciudad maldita que detesto —termina con rencor y dolor.

Chaco le aprieta el hombro, pero no se gasta en palabras tontas de aliento que no sirven para nada, menos en una mujer como Spíti.

—Entonces deshazte de esta ciudad infernal —contesta con calma.

Ella se ahoga con otro sollozo pero eso llama su atención y lo mira. Chaco tiene el valor de reconocer que extrañó tanto esa mirada, odiaba verla perdida. Tal vez no sea la mejor, hay un dolor que no puede describir ahí, pero hay vida, no están vacíos.

—¿Qué hacemos con las cosas que nos lastiman? ¿Dejamos que vivan sin un castigo? —interroga a la callada Spíti.

Ella continúa mirándolo hasta que parece reaccionar.

—Las eliminamos —contesta con una calma fría—. Todo lo que nos hace daño no puede continuar existiendo —tiene una mirada salvaje, casi como la primera vez después de llegar a la Frontera, cuando Amílcar la había rescatado de su tormento—. Él quería eliminar a todas las capitanas y a los Primeros, yo cumpliré su último deseo, pero también reduciré a cenizas esta ciudad.

Chaco sonríe, no porque Spíti esté sufriendo sino porque vuelve a ser ella misma.

Hace quince años, antes de ser expulsado, tenía una casa, dinero y una pequeña hija que adoraba. Hoy, ya no tiene nada de esas tres cosas, pero tiene a Spíti. Siempre que pensaba en cuando volvería a Ritma, se imaginó yendo a buscar a su pequeña Úrsula, pero hoy sabe que no lo hará. Han pasado quince años, no sabe si está viva o si está muerta. Si está muerta, solo le queda recordarla con cariño y si está viva, seguramente fue criada por otra familia, tiene otro padre y no lo recuerda.

Así que Chaco ya no la buscará, no tiene sentido, su pequeña Úrsula ya no existe, la mujer en la que se haya convertido no es su hija, él no la crió.

Su única hija es Spíti, esta mujer tan destruida y sin poder unirse de vuelta, una niña que no tendrá un final feliz. Pero que ve en él a un padre y él ve a una hija.



La cálida noche ya está presente y no hay nadie en las calles, solo ellos. Después de que Spíti tomara la determinación de destruir a Ritma y a todos los que la habitan, hicieron lo que fue a hacer en un principio.

Spíti dijo que Amílcar amaba las estrellas y en Ritma, el Teatro Digital era el lugar donde más cerca podías estar de las estrellas, así que decidieron enterrarlo ahí. Spíti con todo el dolor se despidió de él y depositó el jarrón que contenía sus cenizas en el hoyo que antes había cavado.

Ahora están yendo a un lugar más seguro, hace años que no está en Ritma y ha cambiado demasiado, pero él fue un ladrón y traficante así que conoce algunos lugares que pueden servirles. Pasarán la noche y mañana comenzarán a idear un plan, hay muchas cosas que hacer.

Escuchan un pequeño ruido y se alarman. Una joven que no supera los veinte años sale de entre las sombras.

—Vaya, que tenemos por aquí —pronuncia la niña no tan niña, su cabello morado llama la atención.

Ninguno de los dos contesta, esto los tomó por sorpresa. A pesar de todo, han evitado a la mayoría de las personas hasta ahora o las que se han cruzado, no representaban un verdadero peligro, salvo la tal Alicia, pero al final fue pan comido. Pero esta joven, tiene algo que la vuelve peligrosa, Chaco sabe reconocerlo, tal vez no pasó por el mismo infierno que ellos, pero la vida no fue amable con ella.

—¿Extranjeros en Jaime? Nunca antes los había visto —vuelve a hablar con un tono cantarín—. No parecen encajar dentro de ninguno de los habitantes de Ritma, tampoco forman parte de los peones de Feiro porque los conozco a todos —resopla divertida—. Al tenerlos frente a mí, casi creo en los rumores que hay personas vivas fuera del domo y quieren entrar —suelta con burla.

Esta última frase los alarma, es Spíti la primera en moverse. Avanza hacia adelante y trata de sujetar a la niña y reducirla, pero es hábil y la bloquea, Spíti tiene frente a ella a una buena peleadora. Sin embargo, ella cuenta con Chaco, ese hombre que con su aspecto regordete siempre logra que lo subestimen y lo dejen en segundo plano. Chaco se desliza detrás de la extraña, mientras las dos mujeres se enzarzan en una pelea que no tiene una clara ganadora, pero Spíti se crió en un mundo hostil y no en una ciudad ordenada. Saca su navaja con una habilidad innata y con una rapidez alarmante, corta una parte del brazo de la chica morada.

Ésta jadea de dolor y sorpresa, Chaco aprovecha y la sostiene de atrás. Ella forcejea pero es inútil, la tienen controlada.

—¡¿Quién demonios son?! —exclama intentando liberarse.

Spíti sonríe por primera vez después de la muerte de Amílcar, pero no es dulce sino terrorífica. Se acerca al oído de ella y Ángela se congela.

—Te prometo que nunca nos olvidarás, todo tu mundo, el que conociste y esta maldita ciudad será destruida y yo, me encargaré de eso.

—¿Quién eres? —vuelve a preguntar, pero esta vez ya no tan altanera.

—La muerte —susurra en su oído y se aleja sin que su sonrisa abandone su rostro.

Chaco aplica fuerza en el cuello de la joven, está dejándola sin aire y ella se desespera, pero no puede hacer nada. Pierde la conciencia y antes de que pase a mayores, él la suelta.

Chaco niega con la cabeza, es la tercera persona a la que tiene que desmayar.



Se metieron en una casa que no tenía dueños. Es extraño, pero ellos solo pasaran la noche y mañana continuarán. Además, se turnarán para vigilar.

—¿Qué te tiene pensando? —interroga Chaco al verla tan meditativa.

—Lo que dijo esa chica —contesta ella—. Dijo que escuchó rumores sobre que había personas del afuera que querían entrar... ¿cómo se enteró?

Chaco se queda callado, Spíti tiene un punto. Se supone que los únicos que sabían sobre ellos eran Gregorio y Lila, Amílcar solo se había conectado con ellos. Pero esta chica dio a entender que pertenecía al bando del líder rebelde conocido como Feiro, es imposible que supieran sobre eso. Nadie los había descubierto.

—Me estás diciendo que hay un traidor —responde Chaco.

Siempre tenía que haber traidores, eran ratas desagradables, ya se estaba cansando de eso.

—Que puede haber dos traidores, solo dos personas se contactaron antes de que nosotros nos enteremos —sostiene ella.

—Oscar y Cristela —dice drenado de fuerzas.

Oscar fue el primero en contactarse con personas en Ritma, él lo promovió, pero Cristela lo descubrió y no dijo nada inmediatamente. Cualquiera de los dos podría ser.



Ajusta el comunicador y lo intenta de nuevo, no ha tenido respuesta en días. Pero de repente hay un cambio en la estática.

—Por fin me contactas Oscar —la voz sale dulce y seductora, algo tan alejado a su verdadera personalidad.

Oscar suelta una carcajada, él también puede jugar y mucho más si necesita información.

—Hola capitana Krisal, oh, mi error, excapitana Krisal —dice con burla.

Algo está mal y él hará todo lo posible para solucionarlo.


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