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XXI - La última batalla

En cuanto la cabeza había hecho su entrada a la habitación, se dispuso a mirar los cuerpos que yacían tirados en el piso. Pero su atención se desvió por completo al descubrir al tremendo animal que había dentro junto con él. Evander lo estaba mirando con ojos furiosos y sus dientes filosos comenzaban a aparecer tras el levantamiento de sus labios superiores.

Con rabia comenzó a gruñirle a la cabeza flotante, que no dejaba de mirarlo. Fue entonces que, aprovechando que el sujeto estaba desconcentrado, Aikanaro sacó una daga y la lanzó directo al cráneo. La cabeza dio una vuelta para esquivar el ataque y luego dirigió su mirada hacia el alto hombre, sorprendiéndose tal vez por su presencia, pero después regresó a tener una mirada seria y serena.

—¿Acaso piensas que soy tan estúpido como para creer que ese oso de los bosques vino solo? —rio la cabeza.

El individuo comenzó a carcajear en frente de los que estaban en la puerta, mientras que Nume tomaba una daga de las suyas para intentar lanzarla. La situación volvió a repetirse, puesto que el sujeto esquivó otra vez el nuevo ataque.

—¡No tienen idea de con quién están tratando, estúpidos!

—¡Lo sabemos muy bien! —Aikanaro preparó su arco y flecha— Maldito Nursling.

Con la tensión perfectamente dispuesta, el alto hombre disparó su flecha al mismo tiempo que Nume con otra daga más. El hechicero esquivó nuevamente los ataques de los viajeros y mientras se preparaban para lanzarle más, él reía de la emoción.

Les mencionó con voz firme que nunca podrían salir de su guardia, que los niños de Shurlle eran suyos para siempre. En la ciudad nunca más habría infantes que le otorguen un futuro a sus habitantes, porque esas tierras ahora le pertenecían a él.

Aikanaro disparó otra flecha y Nume usó otra de sus dagas, pero el hechicero volvió a esquivarlas sin ninguna complicación, dando vueltas de un lado para el otro en señal de burla. A Nume sólo le quedaba una daga, no podía seguir participando más en la confrontación mientras que al alto hombre le quedaban un montón de flechas para disparar.

El pequeño ladrón miraba a todas partes, buscando qué cosas podía lanzarle al villano. Sus ojos viajaban muy rápido, mirando el suelo y al hechicero con tal de no perder ni un solo detalle de sus intenciones. Aikanaro ya estaba listo con otra flecha, la cuerda de su arco estaba sumamente tensada y solamente bastaba con atinarle un disparo certero en el cerebro.

En cuanto Aikanaro gritó un "ahora" con voz potente, Evander se lanzó directo contra la cabeza flotante con tal de atraparlo con su hocico, pero otra vez el Nursling volvía a esquivarlo. Mientras la cabeza aun daba una vuelta, el alto hombre soltó la flecha y salió disparada en la dirección correcta.

El Nursling alcanzó a reaccionar para moverse, pero la punta de la flecha le dejó un pequeño rasguño en una de sus alas. Una mirada de preocupación se asomó en la cara del hechicero, que parecía haberse incomodado bastante con ese ataque. Aikanaro sonrió con satisfacción, sabiendo que su ataque había sido un poco más efectivo que los otros disparos.

Le ordenó a Nume y a Evander que lo atacaran con lo mejor que tuvieran, esa era la oportunidad que había que aprovechar entre todos. El Nursling se puso muy molesto y comenzó a gritar tan fuerte, que todos en la habitación cayeron de rodillas para quejarse del dolor en sus oídos.

Evander no era capaz de cubrir sus orejas, el dolor que estaba sintiendo era demasiado grave de pronto sus oídos comenzaron a sangrar. Con un rugido agónico, el oso se retorcía en el suelo indicando que el dolor era tan inmenso que era prácticamente insoportable.

Nume, por su parte, quitó una mano de su oreja y tomando la daga con firmeza, se concentró lo mejor que pudo y le lanzó la daga a la misma ala que Aikanaro dañó. Su ataque fue certero y exitoso, la cabeza se tambaleaba y ya no emitía ese poderoso grito, sino que ahora se estaba quejando del dolor. Una de sus alas estaba herida y había sido cortada por el arma del enemigo.

—¡Me las vas a pagar, maldito humano! —miró a Nume— ¡Tú serás el primero en morir!

Aikanaro tensó otra flecha, aprovechando que el Nursling se había desconcentrado lo suficiente como para fijar la vista en otro individuo. Nume estaba aterrado al ver que el hechicero lo tenía en la mira y que pronto sería el momento de su muerte. La flecha del alto hombre salió disparada y en cosa de un reflejo, el Nursling voló hacia abajo para esquivarla. Aikanaro gruñó con mal humor, pero lo que llamó su atención fue que Lux iba corriendo con su laúd con la intención de golpear la cabeza.

Sin darse cuenta, Lux le asesta un potente golpe y la cabeza se aleja lo suficiente de Nume, dándole un suspiro de seguridad.

—¡Malditos, voy a matarlos a todos!

Con un grito furioso, la cabeza se lanzó contra los dos hombres que ya se habían asustado lo suficiente, hasta que el Nursling tuvo que desviar su camino porque Evander se había levantado de su sufrimiento y lanzado contra él con el hocico abierto. El Nursling se veía bastante molesto, estaba teniendo dificultades para enfrentarse a los intrusos y lo peor de todo, era que su cuerpo ya no le servía para nada. La única opción que le quedaba era cortarle la cabeza a uno de ellos y utilizar su cuerpo para aprovechar su poder al máximo.

Aikanaro ya tenía preparada otra flecha para lanzar, Evander gruñía mientras tenía cubiertos a Lux y Nume, que miraban la cabeza con sus rostros temerosos. Sólo bastaba con un potente y certero ataque y la victoria por fin podría ser del Nursling.

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