XX - El culpable
Tras levantar ambos brazos con la intención de llamar la atención de Evander, el oso miró al alto hombre, quien tenía la cara totalmente pálida y hacía muecas muy raras con su boca. Los brazos se movían de lado a lado para hacerle entender al animal que no era muy buena idea lo que tenía pensado hacer.
El oso escondió los dientes y miró fijo al cuerpo que se acercaba a los muros para revisar a los prisioneros. El mayor terror del grupo se afirmó cuando vieron que las manos del individuo sin cabeza, buscaba con las palmas sobre la planicie de roca sin hallar nada. Sus brazos se movían de un punto a otro sin descanso, mostrando el nerviosismo que llevaba dentro.
Los niños estaban desatados y tirados en el suelo, de eso se había logrado percatar el cuerpo y lo siguiente que hizo fue ponerse de pie y correr raudo en dirección a la entrada del domo. Con los brazos estirándose lo más que podía, el cuerpo sin cabeza estaba pronto a huir del grupo, seguramente para ir a avisarle a los demás, pero sin pensárselo dos veces, Evander se lanza sobre él para moderlo con sus fieros dientes. Tras cada mordisco, un gran trozo de su torso se separa de su estructura original y un chorro de sangre sale expulsado al insante.
El cuerpo parecía estar quejándose, a pesar de no tener cabeza, se notaba el cómo se retorcía del dolor mientras la gran bestia lo hacía trizas en cosa de segundos.
—¡Suficiente! —Aikanaro alzó su palma extendida con el ceño fruncido.
Evander dirigió sus ojos hacia el alto hombre mientras poco a poco separaba sus dientes del cuerpo ahora convertido en cadáver. Un poco de calma se hallaba en el interior de Nume, que con un suspiro se dejó caer junto el muro de piedra a sus espaldas.
Lux estaba tan asustado que no era capaz de moverse ni hacer nada, parecía que ni siquiera era capaz de pensar tras lo que había visto, pero cuando vio al alto hombre acercándose al cuerpo muerto, decidió hacer lo mismo. El alto hombre le invitaba a revisar el resultado del poderoso ataque de Evander.
Los niños aun permanecían en el suelo, inconscientes. El cadáver parecía una muestra de museo para los viajeros y poco a poco la calma fue llegando a ellos. Sin embargo, un mal presentimiento acongojaba a Aikanaro, que cerró sus ojos para ver si lograba percibir algo en el interior de la cueva. Era imposible que un cuerpo sin cabeza anduviera por ahí solo sin una cabeza que lo controlara. Una idea se le había aparecido y agachándose, levantó la chaqueta del cadáver para revisar sus bolsillos interiores. En uno que estaba en el pecho izquierdo, encontró una libreta de aspecto extraño. No era cuero lo que lo cubría, sino que se asemejaba demasiado a la piel humana. Se lograban ver unos cuantos vellos canos que sobresalían de ella y parecía mantenerse en un perfecto estado. A pesar de la sensación de repulsión que sintieron los demás, Aikanaro abrió la libreta y encontró un montón de páginas con dibujos y una letra que no había visto hace tiempo.
Los miembros del consejo de los altos bosques le habían instruido para comprar ese tipo de idioma que estaba escrito. Parecía tratarse de una escritura tan antigua que la terminó considerando como lo más valioso que había visto hasta ese momento. Creía haber descubierto el verdadero origen de la "maldición" que cayó sobre Shurlle. El hecho de que los niños desaparecieran de sus casas no era acto de alguna especie de ladrón o algo parecido, sino que, de un ser tan antiguo y perverso, que parecía imposible que aun siguiera con vida.
Le comentó a los demás lo que sabía, lo que había visto en medio de sus memorias. Nume prestaba tanta atención como un niño cuando le cuentan una historia de héroes y villanos. Lux intentaba mantenerse concentrado, el miedo había pasado y el alto hombre le enfundaba más aliento para seguir ahí.
A pesar de que aquella libreta le señalaba algo importante, Aikanaro prefirió mantenerse en guardia y vigilar la entrada en caso de que el responsable se acercara al domo, lo que era muy posible luego de que Evander destrozara el cuerpo sin cabeza.
El alto hombre tenía una alta sospecha sobre la verdadera identidad de la criatura que vivía en la cueva y que secuestraba a los infantes de la ciudad. Pero ¿de qué forma era capaz de robarle las almas a los padres de familia que sufrían el atentado?
Uno de los niños se había despertado, Nume se percató de eso y se acercó lo más rápido que pudo para averiguar si estaba bien. El pequeño parecía estar luchando por mantenerse con los ojos abiertos, estaba sin energías y apenas podía levantar los dedos de sus manos.
Acercándose más a él, Nume escuchó en dos palabras el mensaje que aquel muchacho tenía para ellos: Ya viene.
—Hay que esconderse —aconsejó Nume.
—Será inútil hacerlo en esta habitación —dijo Aikanaro—, estamos muy expuestos.
—Y mucho más con ese oso aquí —comentó Lux.
Nume les sugirió esconderse y usar a Evander de señuelo, si a lo que el niño se refería era a una persona, podemos ganarle sin problemas. Aikanaro se sentía incómodo, enfrentarse a una criatura tan poderosa y antigua de esa forma, sin siquiera un plan de ataque, resultaba demasiado peligroso.
De todos modos, Nume y Aikanaro se escondieron junto a la entrada de la habitación y Lux se escondió tras una pila de niños que había ahí. El momento estaba lleno de tensión, entre el olor a sangre y la putrefacción que tenía el suelo de la cueva, era realmente casi imposible poder concentrarse para una pelea. Pero los muchachos estaban listos, sujetando el mango de su espada con firmeza.
Tras unos segundos, los que estaban en la puerta escucharon el sonido de un aleteo suave, como si se tratara de un pajarito. Pero lo que se encontraron de frente, fue a una cabeza flotante que tenía alas sobre sus orejas.
Finalmente, Aikanaro se había dado cuenta de que lo que había estado raptando a los niños no era un ladrón común, sino que se trataba de un hechicero Nursling. En los pocos detalles que pudo contemplar de la cabeza, era sus venas muy marcadas y sangre que sobresalía de su boca, seguramente era la sangre de los niños que tenía atrapados. La batalla final estaba a punto de comenzar.
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