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XVII - La criatura de la cueva

       Tras ponerse de pie, Nume se sacudió para limpiar su ropa y la capa que colgaba de sus hombros. El viento que antes había escuchado ya no estaba más y todo se vio nuevamente sumergido en un profundo silencio. Dio media vuelta para vigilar y cerciorarse de que la cueva que había descubierto aún estaba ahí, y para su satisfacción, el lugar estaba tal y como lo vio desde la cima del acantilado.

Tras unos momentos, Aikanaro, Lux y Evander se aparecieron detrás del pequeño ladrón, quien se había mostrado bastante sorprendido por su repentina llegada. No habían usado su cuerda ni tampoco habían dado un salto para llegar hasta el suelo.

—¿Cómo lo hicieron para llegar aquí?

—Había un sendero a unos metros de la muralla, bajamos por ahí —contestó Aikanaro.

Nume contempló el camino que le había señalado el alto hombre, y dentro de sus pensamientos se le apareció una mini versión de sí misma comentándole sobre lo idiota que había sido. Había usado una cuerda para descender, sin haberse asegurado del entorno en el que estaba. El sendero del costado estaba justo en frente y ni siquiera se había dado cuenta.

Aikanaro propuso que era mejor avanzar, no había tiempo que perder y debían llegar pronto a esa cueva para investigarla. Lux sujetaba su laúd con tanta fuerza que parecía que en cualquier momento la podía romper. Evander gruñía para sí, en silencio mientras caminaba junto a su compañero de viajes y Nume tenía una mano firme en el mango de su espada corta.

El no escuchar ningún ruido, algún gemido de animal o las simples hojas moviéndose, volvía muy tensos a los muchachos que cada vez se acercaban más hasta el objetivo. En cuanto llegaron, se encontraron con una enorme estructura hecha de piedra con una entrada ovalada que se dirigía como un gran túnel hacia el interior.

De pronto, los oídos de Aikanaro oyeron un sonido bastante extraño e incómodo. Abrió ambos brazos para detener el avance de sus compañeros y se quedó de pie, esperando a ver qué pasaba.

Desde la entrada se apareció a paso lento una criatura de aspecto muy grotesco. Un ser de baja estatura, su rostro estaba desfigurado como si se la hubieran quemado, las extremidades estaban en una posición contorneada, casi pareciendo como si sus huesos estuvieran fracturados. Sus rodillas estaban volteadas al revés y de la boca con pocos dientes del ser, se emitían balbuceos llenos de saliva de color café.

Nume tenía los dientes apretados, intentando aguantar el enorme terror que lo gobernaba por dentro. No podía permitirse un susto en aquel momento, estaban llegando a la resolución de su investigación y no pretendía ser recordado como un cobarde una vez que lo lograran. Si es que lo lograban.

En cuanto la criatura se hubo quedado quieta, guardó silencio y miró fijamente a los extraños. Los sujetos que tenía en frente estaban sujetando sus armas con firmeza, preparados seguramente para un combate directo. Sin embargo, la extraña y horrenda figura comenzó a abrir la boca hasta formar una gran sonrisa, enseñando de esa forma, los pocos dientes que le quedaban puestos.

Asustando a los viajeros, comenzó a reírse como un verdadero lunático y sus brazos empezaron a ladearse de un lado para el otro, como si sus codos no tuvieran freno alguno. Se lograban escuchar los huesos rozándose, como si se estuvieran trizando por dentro, pero a la criatura parecía no molestarle en absoluto.

Luego de eso, el ser cerró la boca y hacía muecas como si estuviera masticando algo. Después se irguió e inclinó un poco para atrás y con mucha fuerza, lanzó una especie de vómito que cayó sobre Lux.

—¡Aaahh! ¡Auxilio, esta cosa me está quemando! —Lux intentaba limpiarse la cara con las manos.

El líquido viscoso que tenía sobre sí mismo parecía estar torturándole como nunca nada lo había hecho antes. Se mantuvo de pie mientras seguía quejándose y Aikanaro junto con Nume se decidieron por lanzarse al ataque.

El alto hombre sacó su arco y una flecha y la disparó en dirección al cuerpo de la criatura que se reía de forma burlesca. Nume sacó dos dagas y las lanzó con la intención de atinarle en la cabeza, de esa forma lo callaría para siempre y les dejaría el paso libre de una buena vez.

Con gran precisión, el pequeño ladrón tuvo éxito en su ataque y las dos dagas acabaron en el rostro de la criatura. Con un quejido suave, el monstruo cayó al suelo y los dos aventureros desviaron la mirada en dirección a Lux, que había comenzado a balbucear y vomitar.

Pasados unos segundos, el bardo volvió en sí y con una mirada llena de descanso, contempló a sus nuevos compañeros.

—¿Qué pasó?

—Acabamos con ese monsturo —dijo Nume.

—¿Por qué se tardaron tanto? —se veía molesto.

—¿De qué hablas? —interrumpió Aikanaro— Si apenas nos ha tomado menos de un minuto.

Lux les explicó que se había visto envuelto en una dimensión extraña, en donde lo torturaron durante lo que parecieron ser dos horas. Los otros se quedaron perplejos ante su comentario y se preguntaron por qué había ocurrido eso. ¿Acaso esa criatura era alguna especie de ser místico? ¿Sería ese ser la respuesta a lo que estaban buscando?

Como Lux ya se sentía un poco mejor, Aikanaro le compartió un trozo de pan de los bosques para que se recuperara. Y ahora que los tres estaban en mejor estado, el alto hombre los invitó a que ya era momento de adentrarse en los misterios de la caverna.

¿Qué otras cosas horrorosas habrá en el interior? ¿Podrán acaso descubrir el por qué de la extraña maldición?

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