XVI - Otra oportunidad
Mientras los guardias les apuntaban con sus lanzas, Aikanaro tomó la iniciativa y le habló con voz suave a los nerviosos guardias. Con la mano derecha tomó un pequeño broche dorado que pendía de su capa, con la insignia del gobernador Gork. De esa forma, cuando los hombres la observaron detenidamente, se demostraron mucho más preocupados que antes. Porque si tenían el permiso de la gobernación, quería decir que esas personas eran más importantes de lo que pensaban.
Volviendo sus lanzas a tierra, hicieron una leve inclinación a modo de disculpas y siguieron su rumbo por la calle. Nume tenía su mano puesta en el mango de su espada corta, en caso de que las cosas se salieran de control y hubiera que lanzarse al combate. Pero como los hombres los dejaron en paz, ya era mejor respirar un poco y relajarse. Ahora sólo había que seguir al alto hombre y a Lux, quienes habían descubierto la manera de seguir a los niños perdidos.
En cuanto llegaron a la empalizada, Nume se sintió realmente ofendido al pensar que su tamaño era casi igual al de un infante, pero, por otro lado, se sintió importante al saber que él era necesario para seguir con la investigación. Se encontró frente al hueco de la muralla y con sumo cuidado se decidió a pasar, mientras que los otros dos lo ayudaban sujetando la viga suelta.
Una vez fuera de la ciudad, Nume se encontró con que el viento se había levantado de manera extraña, una presión de aire lo estaba arrinconando contra el muro y lo mantenía quieto mientras observaba el gran bosque que había en frente. El silvido del viento era tan potente, que le era imposible oír lo que le decían los demás en el interior de la ciudad. Lo que más le llamó la atención fue que, la ciudad tenía un acantilado en aquel costado y el suelo estaba a unos cuantos metros de distancia. Indagando un poco más, en medio de los árboles descubrió algo que de seguro les ayudaría a resolver el misterio.
—¡Aikanaro, voy a bajar!
—¿Qué? ¿Por qué?
—¡Hay una cueva en el bosque! —señaló sin que el alto hombre lo notara— ¡Seguramente ese es el lugar que estamos buscando!
—¡No te muevas de ahí! —ordenó Aikanaro— ¡Daremos la vuelta!
Cerrando el pequeño espacio en el muro, el alto hombre, Lux y Evander desaparecieron, dejando a Nume ahí solo en medio del fuerte viento que se había levantado.
El pequeño ladrón no quería estar ahí parado sin hacer nada, por lo que sacó una soga de su bolsa y la amarró con fuerza a una roca que había muy cerca. Hizo un nudo tan firme que debía ser imposible que se soltara, la caída era muy peligrosa y debía tener el mayor cuidado posible si es que no quería morir en el intento.
Arrojando el resto por el acantilado, Nume se dispuso a bajar mientras tomaba la cuerda con sus dos manos. Prefirió no mirar hacia abajo, porque desde niño siempre les había temido a las alturas. Respirando rápido e intentando concentrarse, bajó paso a paso mientras le temblaban los brazos.
El viento había comenzado a rugir con furia, pareciendo que trataba de tirar al pequeño ladrón, quien se mecía de lado a lado en su esfuerzo por descender. Sin embargo, a pesar de que Nume se sentía demasiado nervioso, hacía todo lo posible por mantenerse bien sujeto.
Luego de bajar unos cuantos metros, aun faltaba mucha distancia para llegar al suelo. Su frente había comenzado a sudar y su rostro se enrojeció como si de un tomate se tratara.
De pronto, el viento lo golpeó otra vez y su mano derecha resbaló debido al sudor. Tuvo tanto miedo que se sujetó como pudo hasta que por fin había conseguido algo de estabilidad, pero su nerviosismo había aumentado en gran manera. Giró la cabeza para mirar cuánto le faltaba por descender, pero se preocupó más al notar que faltaba demasiado. Sus ojos vieron como la tierra se alejaba de él, tal vez habría sido el efecto del vértigo.
Cuando el viento volvió para atacarlo, las manos de Nume se resbalaron y su cuerpo sintió un cosquilleo que le impidió seguir sujetándose, haciendo que cayera directo a tierra.
Como un silvido, Nume oyó que el acantilado se iba muy lejos de él, como si estuviera creciendo una enorme montaña. Pero en cuanto sintió que chocaba con el suelo, sus ojos se cerraron al instante y todo el ruido que provocaba el viento desapareció.
—Nume...
Los oídos del ladrón de pronto escucharon una suave voz que le llamaba. Decía su nombre una y otra vez entre pausas. Era una voz femenina y muy dulce, similar a la que había escuchado en aquella cabaña hacía unos momentos.
Sus ojos no podían ver nada, porque estaba todo en oscuridad y sólo podía usar sus oídos.
—Aún no es tu momento, Nume. Concluye con tu misión, mi valiente.
De pronto un pequeño círculo de luz muy potente se le apareció en frente, se agrandó poco a poco hasta que los ojos de Nume vislumbraron el acantilado sobre él y los árboles meciéndose muy cerca. El viento había desaparecido y ya no estaba ese rugido que emitía con fuerza.
Nume se sentó en la tierra y comprobó que todas las partes de su cuerpo estaban donde correspondiera. Sintió un gran alivio al saber que aun estaba vivo y que la caída parecía no haberle afectado en nada, era más bien como un milagro.
Pero en su mente se preguntaba, ¿de quién era esa voz que le hablaba? ¿acaso se trataría de alguna deidad o algo por el estilo?, en su emoción al descubrir su cuerpo sin daño alguno, escuchó la voz de Aikanaro que lo llamaba buscándolo. Nume contestó desde el suelo cuál era su posición, lo que provocó asombro en los dos sujetos que miraban desde lo alto.
Ciertamente había sido una nueva oportunidad para el pequeño ladrón, que había caído desde una gran altura y ahora estaba como si nada, preparado para descubrir el origen de la extraña maldición.
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