XIV - La Empalizada
Se hacía bastante extraño que un Bardo estuviera intentando ganarse la vida en una ciudad como Shurlle. Estaba más que claro que el rumor se había vociferado por todas partes, y los gritos silenciosos de auxilio de la gente se escuchaban desde lejos. Aunque el hombre se veía bastante preocupado por la presencia de Evander, intentó disimular para hacerles pensar que no estaba del todo asustado, como si fuera muy normal ver osos vagando por la ciudad.
Aikanaro le preguntó cuáles eran los verdaderos motivos de su visita, a lo que Lux le insiste que intentaba ganarse la vida cantando. Nume le dejó en claro que era imposible hacer que los habitantes lo escucharan, porque una terrible maldición había caído sobre ellos y no podría oír sus cantos, a pesar de tener un mal tono de voz.
Lux decidió agitar sus dedos entre las cuerdas de su laúd, haciendo que sonara una melodía de aspecto lúgubre. Desde su boca se escuchó un suave canto que hablaba sobre un ladrón que intentaba robarle a los demás, pero que a pesar de que perseguía grandes botines, su absurdo tamaño le impedía conseguirlo todo.
El pequeño ladrón escuchó con el ceño fruncido y los ojos bien abiertos. Exhaló rápido y se acercó con la intención de golpear al sujeto, se había sentido bastante ofendido, sabiendo aun que la canción claramente se refería a él. Aikanaro intentó detenerlo, porque no era ni el momento ni el lugar como para armar una pelea, menos en la ciudad de Shurlle.
Eso llamó la atención de Lux, si la presencia del alto hombre en la ciudad era por el motivo que pensaba, era debido a que la situación era muy grave. El pequeño ladrón ya le había comentado sobre la maldición y ahora el terrible rumor estaba más que confirmado con la presencia de Aikanaro.
Ahora que sabía la verdad, Lux les comentó que en realidad estaba en la ciudad porque la idea de descubrir el misterio de la maldición era algo realmente fenomenal. El hallar al responsable y saber quiénes serían los héroes que resolverían el misterio sería una gran canción para sus visitas a otras ciudades. Todo el mundo escucharía de la boca de Lux, la historia de las desapariciones y el gran triunfo de los viajeros.
Nume no pudo evitar sentir un poco de satisfacción y orgullo en su interior, en su mente se estaba imaginando en la gloria después de haber hallado al culpable de todo. Junto al alto hombre, recibiendo medallas por parte del rey, y seguramente siendo considerado nuevamente un hombre sin delitos en su hoja de vida.
Pero las ideas se le fueron en cuanto Aikanaro le dijo que debían seguir investigando. Tras sacudir la cabeza, todos sus pensamientos se fueron para dejar espacio en la búsqueda de más pistas de los niños. Debían encontrar huellas que les indicaran por dónde habían ido.
Lux no hizo ningún comentario y se dispuso a seguirlos, sujetó el laúd con una mano y miraba a todas partes como para asegurarse de que nadie más los estaba mirando. Sentía como si estuviera dentro de una misión muy especial y él era parte del escuadrón.
Aikanaro le ordenó a Evander que se asegurara de olfatear el suelo, de esa foma podrían descubrir el lugar en donde estarían los niños. El oso inclinó su cabeza y comenzó a oler de lado a lado, como si se tratara de un enorme sabueso buscando a su presa. Por suerte, luego de un rato, Evander encontró un aroma que se le hizo bastante familiar, por lo que emitió un gruñido en aviso a su compañero y siguió olfateando con tal de que lo siguieran.
De pronto Nume escuchó algo que llamó su atención, era un sonido similar al oro cuando alguien movía una caja. ¿Sería que alguien estaba trasladando un tesoro en medio de la ciudad? Sus ojos se abrieron tanto que finalmente se dejó llevar por el deseo de averiguar de qué se trataba.
Se separó del grupo diciendo que investigaría algo importante y los demás siguieron al oso mientras olfateaba aun el suelo. El sonido atrajo a Nume hasta la entrada de una casa vieja, con muros de madera apolillada y bastante descuidada.
El pequeño ladrón seguía oyendo un montón de monedas de oro que retumbaban desde el interior, así que se acercó y observó por medio de la cerradura para averiguar si había más de una persona. Lo extraño de todo fue que no había nadie ahí, el estruendo desapareció en cosa de un segundo y descubrió que estaba todo oscuro en la habitación. Apenas y lograba vislumbrar un par de muebles viejos y muy maltratados.
De una bolsa que colgaba en su cinturón, sacó una ganzúa que utilizaría para forzar la cerradura y finalmente abrir la puerta. Ese tesoro debía ser suyo, el oro lo mantendría asegurado durante un largo tiempo.
Mientras tanto, Aikanaro, Evander y Lux habían llegado hasta el final de la calle, teniendo en frente una enorme empalizada que les impedía el paso. El oso había comenzado a gruñir porque necesitaba pasar entre medio para seguir el rastro. Aikanaro se agachó para revisar un poco más el suelo y descubrió que había marcadas un par de huellas de niño. Seguramente ellos habían pasado por ahí durante la noche, pero lo que se hacía mucho más extraño, era que durante su guardia no escuchó pasos ni el rechinar de las escaleras en la casa del señor Diggorn.
¿De qué modo pudieron haber salido de casa, si después hubieran aparecido caminando por este lugar? Era bastante extraño todo, no tenía mucho sentido y el alto hombre comenzaba a sentirse muy confundido.
Después de haber encontrado una gran pista, estaban atrapados entre la ciudad y el muro de madera. Ni con Evander en sus dos patas habrían podido alcanzar la cima, la otra forma que les quedaba era dar media vuelta y salir para recorrer el muro de nuevo.
Intentando hallar una solución, sus pensamientos fueron un interrumpidos por el crujir de la madera y la voz suave de Lux, que parecía estar algo sorprendido.
—¡Señor! —gritó el Bardo— ¡Mire esto!
Incorporándose, el alto hombre se acercó para descubrir de qué se trataba el aviso de Lux. Su sorpresa se hizo aún mayor cuando notó que una estaca de la empalizada estaba mal ubicada y se podía girar. Con todas sus fuerzas empujaron ambos con tal de remover la gruesa estaca, sin embargo, era demasiado pesada para dos personas.
Evander se acercó curioso para ver qué era lo que hacían, y tras la orden de Aikanaro, puso una mano en la viga para empujarla. Después del esfuerzo del oso, lograron mover por fin el objeto para poder ver hacia el otro lado del mundo. Estando agachados, descubrieron un frondoso bosque y un sendero que dirigía hacia allá.
Aikanaro estaba muy interesado en saber hacia dónde llevaría aquel camino, pero el paso parecía hecho sólo para alguien del tamaño de un niño. Era para alguien pequeño, tan pequeño como el ladrón Nume. Pero ¿dónde estaba Nume?
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