VII - Shurlle
Con el cielo lleno de nubes, los dos hombres no sabían ni siquiera qué hora era. A lo lejos se lograba ver algo enorme, entre medio de los árboles se podía contemplar unos muros de madera con puntas en la parte superior, estructuras de piedra y torres muy altas en los vértices formados por la ciudad.
Aikanaro lograba escuchar el movimiento de algunas personas, seguramente la ciudad estaría en una actividad normal a pesar de todo. Sobre los muros había soldados vigilantes, con la mirada fija en el horizonte y sin siquiera mover un solo músculo. Aunque habían llegado dos visitantes, ellos ni se inmutaron y siguieron sin prestar atención. Los dos hombres se acercaron hacia los altos muros y se quedaron quietos frente al portón que permanecía cerrado.
—¡Venimos en nombre del rey Gule! —proclamó Aikanaro ante la falta de atención de los guardias— ¡Les pido que abran la puerta, por favor!
No había respuesta de ninguna parte, los guardias seguían observando el horizonte, como si nada más los preocupara. Hasta de al cabo de unos segundos, un rechinido llegó hasta los oídos de los tres visitantes. La enorme puerta se había partido en dos para abrirse hacia el interior, dando a conocer el pasadizo que los llevaría a Shurlle, la ciudad maldita.
Nume le propuso al alto hombre que fuera él el primero en avanzar, que él lo seguiría muy de cerca desde la espalda. Evander soltó un leve gruñido cerca del oído del ladrón, obligándolo a ahogar un grito de temor para no llamar la atención. Pero, aunque él hubiera gritado con toda la fuerza de sus pulmones, estaban seguros de que nadie les diría nada.
Aikanaro dio los primeros pasos hacia adelante, seguidos por Evander y Nume, quien no quería quedarse atrás por nada en el mundo. El ambiente en el lugar era aterrador, una niebla estaba comenzando a caer sobre la ciudad y hacía mucho frío. Era como si el invierno estuviera aterrizando para recostarse sobre la zona por mucho tiempo.
Cuando cruzaron por el muro, los tres se quedaron quietos en una fila horizontal, dirigiendo sus miradas de manera independiente a cualquier lado, buscando algo que estuviera fuera de lugar en el lugar, pero lo que descubrieron fue que los rostros de los habitantes del lugar eran similares a los de aquellos hombres con los que se encontraron en el camino.
Miradas perdidas, vacías, la piel se les había vuelto pálida y sus rostros no demostraban ninguna emoción en ellos. Había una mujer vieja correteando unas gallinas, otro les tiraba granos para que comieran, pero apenas y se comunicaban entre sí. Era como si alguien o algo les hubiera arrebatado el habla. ¿Serían ellos parte del grupo de padres que perdió a sus hijos durante los raptos?
De pronto, un hombre se acercó a paso firme hacia los tres extranjeros. Vestía una chaqueta de cuero y cargaba un garrote de madera en sus manos. El rostro del sujeto era distinto al resto, se veía muy serio y su color de piel estaba muy cerca de la normalidad común.
—Bienvenidos, caballeros —dijo el hombre—. Me temo que tendrán que dejar a ese oso afuera, podría hacerle daño a alguien
—Lo lamento, pero no puedo. Evander es mi compañero, donde yo voy, él va —dijo Aikanaro
—Lo entiendo, entonces, ¿qué los trae a la bella ciudad de Shurlle?
—Venimos...venimos en nombre del rey Gule— contestó el alto hombre.
—Soy Rosen, Comandante en Jefe de la Guardia de Shurlee —se puso firme con el rostro alzado—. ¿Podrían decirme a qué los ha enviado nuestro querido rey?
—Nos dieron malas noticias de este lugar, nos enviaron para investigar un problema con respecto a unas desapariciones que han ocurrido —explicó Aikanaro mientras movía sus manos.
—¿Desapariciones? Creo que les tomaron el pelo, aquí no ha ocurrido algo como eso. Es imposible. —reía Rosen sin comprender.
—Alguien envió una carta el rey, avisándole sobre niños raptados a mitad de la noche. —dijo Aikanaro con tono serio.
—Creo que cayeron en una broma horrible, mis queridos viajeros. Su viaje ha sido en vano, aquí no ha pasado nada de lo que ustedes mencionan.
Aikanaro y Nume se miraron a los ojos sin entender nada, luego volvieron la vista a Rosen, quien parecía bastante preocupado por la información que les habían dado.
—Les sugiero que pasen la noche aquí para descansar, de esa forma, a la mañana siguiente pueden regresar a casa.
Rosen hizo una reverencia y se retiró para irse marchando por una de las calles hacia el interior de la ciudad. Y a pesar de que el sujeto les había comentado que la situación era una mala broma, ninguno de los dos viajeros se sentía conforma con la respuesta. Se comentaron entre sí que algo extraño estaba sucediendo en el lugar, y que seguramente Rosen tenía más conocimiento al respecto, o estaba ocultando algo más.
Nume propuso la idea de pasar a la taberna de la ciudad para beber un poco y así ver si lograban sacar un poco de información a alguien que deseara hablar con ellos. Aunque claro, viendo el cómo se comportaban los demás habitantes, resultaría bastante difícil sacarles algo sobre lo que estaba pasando en Shurlle.
Más increíble resultaba que nadie más, salvo Rosen, se había percatado de que había un gran oso grizzly en medio de la entrada, ningún ciudadano se veía asustado o siquiera asombrado por ver a tal bestia.
La situación se volvía cada vez más sospechosa, la actitud de los habitantes y del Comandante en Jefe de la Guardia dejó bastante dubitativo al alto hombre de los bosques, que seguía los pasos del pequeño ladrón en dirección a la taberna.
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