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4 - No importa cómo, hay que sobrevivir

El par de ojos de diferente color le pertenecían a una mujer, ahora estaba seguro de eso, la tenía de frente. Ella se dirigió a su izquierda y para su sorpresa, arrastró una piedra de gran tamaño con una facilidad increíble. La ubicó frente a él y se sentó mirándolo fijamente.

—Te escucho. —Tenía una voz dura y era clara la advertencia en su tono. Pero desgraciadamente, Oscar no sabía a qué se refería.

La postura de la mujer era relajada e intimidante. Ambos sabían que era ella quien tenía el control de la situación, era su terreno y él estaba totalmente perdido.

Ella, porque aún no sabía su nombre, además de tener los ojos diferentes y de los cuales aún intentaba descifrar su color, tenía el cabello castaño por los pocos mechones que podía ver o eso creía porque se notaba bastante sucio, el polvo parecía haberse asentado en él. El resto de su cabellera estaba cubierta por un turbante que en sus mejores tiempos había sido de un rojo brillante, hoy eso era cosa del pasado y solo era un color opaco que pasaba desapercibido.

Su rostro, también surcado por finas capas de polvo, era afilado. Sus pómulos sobresalían y llamaban la atención, igual que sus gruesos labios. Cualquiera pensaría que era lo primero que uno podía notar de sus rasgos, pero ahora que Oscar podía verla bien, no era así. La cicatriz que comenzaba desde la mitad de su frente descendía por el comienzo de su nariz, atravesaba su mejilla izquierda por la mitad y se perdía por su cuello que estaba cubierto por lo que parecía una bandana. Eso, definitivamente se llevaba el primer puesto.

— ¿Dónde estoy? —le contestó a cambio.

Miró a su alrededor, algo que tuviera que haber hecho desde un principio. Pero no podía ubicarse, el lugar le era totalmente ajeno. Estaba oscuro, solo tres velas ubicadas estratégicamente, iluminaban para que la visión sea apenas posible.

El aire se sentía pesado y el espacio sofocante, Oscar siempre había sido un poco claustrofóbico, por eso había odiado el sótano e hizo todo lo posible para poder huir. Pero nunca imaginó que terminaría en un lugar peor, porque esto se parecía al sótano, mas sus instintos le gritaban en advertencia y el ambiente era definitivamente pesado. En el sótano, a pesar del encierro, siempre pudo respirar, aquí eso le costaba demasiado como si faltara el oxígeno.

Aunque tal vez era solo él porque la mujer frente suyo estaba perfectamente. Bueno, no tan bien, Oscar notó como apretaba su mandíbula por unos escasos segundos hasta que una sonrisa terrorífica adornó su rostro.

—Esa no es la respuesta que estoy esperando. Te daré una segunda oportunidad, así que aprovéchala —sus palabras parecían cuchillos muy afilados y dispuestos a rebanarlo en los trozos más pequeños, mientras él todavía seguía vivo.

Comenzó a sentirse nervioso. Esta mujer no estaba jugando, si esto fuera el mundo animal, ella sería la depredadora y él la presa, con cero posibilidades de salir con vida.

Miró una vez más a su alrededor, no tenía ni la menor idea de donde se encontraba y sabía que era estúpido tener la esperanza de poder reconocerlo al sitio, eso era imposible porque él nunca había estado en el lado de afuera.

Con nada a su favor ni siquiera con algo para defenderse y sintiéndose agotado, solo había una cosa para hacer. Desde su niñez había aprendido que, si no tenías las posibilidades de ganar —pero sí las ganas de seguir viviendo— la única opción de lograrlo dentro de un territorio hostil era mostrándote inofensivo.

Dejó caer sus hombros resignados y miró a la mujer, no debía mostrarse como una amenaza, esa era la primera regla.

—No sé qué quieres que te diga— dijo tentativo y a pesar de su acto a la mujer claramente no le gustó su respuesta.

Pero ella pareció calmarse y una serenidad aterradora y alarmante la invadió. Esto no era bueno.

—Algo que me sirva —y Oscar tenía la total certeza que nada saldría bien para él.

La mujer se estaba impacientando y él se estaba alarmando cada vez más según pasaban los segundos y no encontraba una respuesta. Al menos algo, pero su cerebro seguía en blanco.

—Si no sé qué es lo que quieres saber, no puedo encontrar la respuesta que esperas —y se la estaba jugando, casi colocándose la soga al cuello él mismo.

Debió escucharla, ella no daba segundas oportunidades y apenas terminó de hablar, en una milésima de segundo y antes de que él pudiera parpadear, la mujer sostenía un cuchillo en su garganta.

La piel aun le ardía y el contacto con el frío metal le ocasiona dolor. Intentó tranquilizarse, mostrarse vulnerable, se lo repetía una y otra vez.

—Mira niño, no hagas un juego de palabras conmigo. Si yo te pregunto algo, tú respondes, si yo te digo que saltes tú preguntas cuánto —apretó con más fuerza el cuchillo contra su garganta y sentía cómo le cortaba la piel—. Podría rebanarte en miles de pedacitos antes de que tuvieras tiempo de suplicar por clemencia. No me pruebes —sabía que no estaba jugando, ella decía la verdad.

Tenía que cambiar de estrategia, sino realmente sería asesinado aquí y en este momento.

—Soy Oscar —probó, pero ella entrecerró los ojos y apretó un poco más el cuchillo.

Esto estaba yendo mal.

—¿Para qué mierda a mí me sirve tu nombre? —Este tampoco parecía el camino que debía tomar.

—Está bien —comenzó totalmente resignado. No estaba seguro de lo que la mujer había visto, pero el cuchillo se alejó de su garganta y ella dio un paso atrás, pero se mantuvo firme en su postura de parecer intimidante. Estaba cumpliendo con un éxito impresionante su propósito— Mira, acabo de despertar en un lugar desconocido y aún estoy mareado y con la necesidad de obtener algunas respuestas sobre donde me encuentro realmente. —No estaba mintiendo, realmente se encontraba más perdido que Luis Alejandro Velasco Sánchez.

Ella pareció darse por vencida porque suspiró mientras negaba con la cabeza.

—Eres un inútil, lo mejor será entregarte a los Jaguares o incluso a los Destripadores, tal vez podamos sacarte algo de provecho porque a nosotros no nos sirves —¿Jaguares? ¿Destripadores? No le gustaba como sonaba eso. Era mejor intentar quedarse aquí.

Quiso hablar e intentar un nuevo tipo de respuesta, tal vez era lo que ella esperaba y él conseguía seguir con vida un día más. Pero no le dio tiempo.

Con la misma rapidez que minutos antes había sacado un cuchillo directo a su garganta, esta vez le pegó tremenda trompada en la nariz que lo mandó al suelo.

Lo peor, escuchó un ruido proveniente de su hueso que no le gustó.

Un fuerte dolor lo atravesó y se llevó la mano a la nariz en un pobre intento de mitigarlo, pero fue peor. El contacto con su piel le provocó una nueva ola de dolor.

Quiso respirar, pero no podía. Se asustó, sintió que estaba otra vez en ese suelo arenoso cuando sentía que se quemaba. No, no quería estar allí. Intentó aspirar por la boca, pero el deja vu lo volvió a atravesar, solo sintió el sabor oxido de su sangre.

—Estás respirando tu propia sangre —las palabras atravesaron su comprensión y no pudo contener el pánico.

No podía respirar.

Alguien tocó su hombro, pero por instinto se alejó.

—Cálmate, solo quiero ayudarte —intentó enfocar el rostro que le hablaba, solo vio cabello rubio y barba similar. Se quedó quieto, el extraño volvió a intentarlo —Spíti te rompió la nariz, lo que te provocó una hemorragia interna y te imposibilita respirar —Oscar se estaba desesperando, el aire no ingresaba a su cuerpo, pero intentaba prestar atención al hombre frente a él. —Necesito regresarla a su lugar, solo así podrás respirar.

Respirar, eso era lo único que quería. Intentó asentir, pero no sabía si lo había logrado porque comenzaba a marearse.

—Te dolerá— fue lo único que dijo antes de sentir sus manos en el área y luego, otro terrible dolor.

Gritó y maldijo, pero pasado el shock inicial, se percató que algo caliente descendía de su nariz, pero lo más importante era que estaba respirando otra vez.

Pasaron algunos minutos que parecieron horas hasta que logró tranquilizar su respiración, que la sangre dejara de brotar por sus fosas nasales y hacerle saber a su cerebro que el aire ya estaba circulando por su cuerpo. Sólo entonces, tuvo la oportunidad de enfocarse en el hombre que seguía mirándolo curioso.

"Se está ahogando en su propia sangre". Las palabras que había escuchado durante su delirio agonizante volvieron a él, era la misma voz.

—Eres el mismo de la otra vez —logró pronunciar cuando estuvo seguro de que su voz saldría.

El hombre que rondaba los cuarenta y pico, según los cálculos de Oscar, primero lo miró confundido hasta que pareció comprender.

—Veo que no estabas tan fuera de sí el otro día —no pudo interpretar el tono de su voz—Soy Dimitri, el médico oficial de la Frontera, es un placer poder hablar contigo finalmente Oscar.

Entrecerró los ojos, pero supuso que la mujer que casi lo asesina había mencionado su nombre al resto. Su duda ahora era cuántas personas estaban en este lugar.

Algo pareció regresar a su cerebro.

— ¿Spíti? —interrogó curioso.

El hombre, Dimitri, lo miró de una forma indescifrable, le producía escalofríos.

—La joven que te rompió la nariz se llama Spíti, deduje que lo sabías, pero debí suponer que era imposible que ella mostrara modales —dijo mirando fijamente su nariz rota.

—Si no los aprendió después de casi treinta años, no creo que lo haga ahora —contestó, a pesar de que el hombre era extraño, no se mostraba abiertamente hostil y él sentía que podía hablar.

— ¿Treinta años? Spíti no tiene esa edad, suponemos que ronda los veinte, pero tampoco tenemos la seguridad. Ni ella lo sabe —terminó un poco pensativo. Oscar lo miró sorprendido, él le daba más edad a la tal Spíti, pero no debía sorprenderse ya que, con ese nombre extraño, podía esperar cualquier cosa. —Pero puedo entender tu sensación, estar aquí afuera y con este clima, sin todas las cremas y los tratamientos que existen en ciudad Ritma, la piel envejece mucho más rápido. Incluso yo debo parecer más viejo, pero apenas tengo treinta y siete— dijo casi con gracia.

Oscar no contestó nada. Primero porque no sabía qué decir y segundo porque necesitaba resguardarse, este hombre era un desconocido y debía andarse con cuidado.

Dimitri pareció comprender que el tiempo de bromas había terminado porque de repente parecía mucho más serio y profesional.

—Puedo conseguirte algo para aliviar el dolor y que te ayude a sanar, pero hay posibilidades que queden cicatrices.

Oscar no sabía de qué estaba hablando y el médico le hizo una seña hacia su cuerpo en general. Entonces, por primera vez miró sus manos, llenas de ampollas y con heridas a carne viva. Se alarmó y levantó las mangas de su overol, sus brazos estaban igual. Con otro incipiente ataque de pánico, se tocó el rostro desesperado y le dolió, lo sentía del mismo modo.

—No te toques tanto, te lastimarás mas de la cuenta y será peor.

— ¡¿Qué es esto? ¿Qué me pasó? ¿Qué me hicieron?!— soltó todo al mismo tiempo.

Dimitri conservó la calma que parecía caracterizarlo.

—Es lo que ocasiona el ambiente de afuera, así lo llaman en la ciudad, ¿no? —Oscar no podía calmarse y ni se molestó en contestarle, igual parecía que el rubio de prominente nariz no esperaba una respuesta—. No debes preocuparte, eso no es contagioso. Tu piel se lastimó por el clima extraño, pero con los cuidados adecuados comenzará a sanar. Imagínate que es varicela o sarampión, nada que no tenga solución. El milagro es que sobreviviste.

—¿El milagro es que sobreviví? —Interrogó irónico y con ira—. Parece que me hubieran cortado y arrancado la piel y luego, la quemaron con un hierro al rojo vivo. ¿Y a ti te parece algo bueno que haya sobrevivido?

El médico ni se inmutó por su arranque de ira.

—Eres el primero que logra sobrevivir en los últimos cinco años. Definitivamente tienes mucha suerte y fortaleza, no la desaproveches.

Oscar no pronunció ninguna palabra, pero estaba seguro que había escuchado bien. Era la primera persona expulsada en cinco años que lograba sobrevivir, lo que lo llevaba a pensar que más personas sobrevivieron antes de esos cinco años. Debía encontrarlas.

—Sobreviviste, no desperdicies esa oportunidad, no quemes todos los puentes que te brindan esa esperanza.

— ¿Qué oportunidad? —Interrogó más calmado y curioso. El médico sonrió.

—Spíti —esa no era la respuesta que esperaba y tampoco la comprendía— brindale la información que quiere y ahórrate un camino de sufrimiento —él se indignó.

—¡Esa loca me quiso matar! —gritó ofuscado—. Y todos piden información, pero nadie me dice de qué tipo —frunció el ceño molesto.

—Tienes razón, Spíti es capaz de matarte por la información, pero te aseguro que ella es mucho mejor que Amílcar.

—¿Amílcar? —era la primera vez que escuchaba ese nombre. Bueno, tampoco es que haya hablado con tantas personas.

—Amílcar maneja la Frontera y todos nos reportamos con él.

—¿Y qué diferencia existe entre una mujer que me quiere matar y el hombre que maneja este lugar? —Necesitaba información y dado los últimos eventos, el médico ruso parecía la fuente más accesible.

—En que Spíti te matará y Amílcar —Oscar quiso golpearlo por la pausa dramática, comenzaba a odiar su lado zen—, Amílcar te hará desear estar muerto.

Drimiti comenzó alejarse, quiso preguntarle más, pero había otro interrogante que lo carcomía por dentro.

— ¿Dónde estoy?

Drimiti parecía otra vez curioso y divertido. Este hombre lo sacaba de sus casillas.

— ¿Qué es lo que ves? —Le contestó a cambio.

—Oscuridad, una cama que en realidad es una piedra tallada y más oscuridad, ni siquiera hay ventanas. Realmente, la decoración deja mucho que desear.

Drimiti sonrió y parecía que le causaba gracia sus palabras.

—Es lo único que tienes que saber en este momento— y dicho esto se marchó, la oscuridad se lo tragó.

Quiso gritar y reclamarle, pero su garganta seguía lastimada y decidió dejarlo.



—Inútil, parece que alguien aún tiene un poco de confianza en ti. Si me lo preguntas a mí, es una pérdida de tiempo —la voz de Spíti sonaba enojada.

Se había tumbado sobre la piedra que hacía de cama y se levantó hasta sentarse al escuchar a la chica.

—Mi nombre es Oscar, no inútil —dijo cansado. Además de todo el cuerpo, ahora también le dolía su nariz quebrada.

—Y yo te dije que tu nombre me importa una mierda —le contestó a cambio—. Anda, come que no tengo todo el tiempo.

Al oler lo que parecía un caldo de carne, fue consciente del hambre que sentía. ¿Cuánto tiempo llevaba sin comer? No lo sabía con seguridad, pero estaba seguro de que mucho más de lo que imaginaba.

—¿Cómo sé que no está envenenado? —Preguntó a cambio, aunque quería lanzarse y devorarse todo. Pero no confiaba en la mujer.

— ¡Me lleva Hades! —exclamó ofuscada— no está envenenado —dijo de forma dura, al mismo tiempo que metía los dedos y sacaba un trozo de carne para llevárselo a la boca— Si no comes, es tu problema, no el mío —Oscar la observó mientras se chupaba los dedos.

Dudó, pero con calma se fue acercando al plato con comida. Cuando lo probó, fue una explosión de sabor dentro de su boca, realmente estaba hambriento.

Cuando pudo hacer una pausa, notó que la mujer seguía ahí parada, mirándolo con odio.

Mostrarse vulnerable, seguía siendo la mejor opción.

—Está delicioso, hace mucho que no comía carne —dijo para cambiar el ambiente.

Y funcionó, la chica estaba sonriendo y aunque era espeluznante, era una sonrisa. Eso era un punto.

Además, no mentía. En el sótano nunca le dieron carne para comer, solo sobras.

—No comemos carne muy seguido, considéralo un honor que te estemos dando —eso lo hizo dudar—. Pudimos sacar mucha carne cuando despellejamos a tus compañeros, así que disfrútalo —escupió todo de inmediato.

Con su horrible sonrisa se marchó.

—¡¿Qué dijiste?! —Gritó aunque sentía la garganta en carne viva, pero solo obtuvo el sonido de la risa macabra de esa mujer mientras se alejaba.



No se atrevió a tocar la comida. No sabía si era cierto o no, pero prefería morirse de hambre antes que tener la sensación de que se estaba comiendo al calvo degenerado de overol amarillo o a la mole de color violeta.

—Llegó la hora de que hablemos —una voz profunda rompió el eterno silencio de varias horas—. Te escucho.

Oscar intentó no asustarse, pero fracasó en el primer intento. Un hombre de estatura mediana y buena musculatura emergió de las sombras. Cuando la luz de las velas iluminó su rostro, un cabello azabache lleno de polvo y una incipiente barba le dieron forma a un rostro serio que tenía su lado derecho con cicatrices, que estaba seguro era producto de quemaduras.

—Todos quieren escucharme, pero nadie me dice sobre qué debo hablar —le contestó a cambio.

Sabía que en territorio desconocido debía andar con cuidado, pero estaba cansado, dolorido y hambriento. Harto de todos estos juegos.

—Disculpa mis modales, no me he presentado, soy Amílcar.

No servía de nada tener un plan, no saldría con vida de esta situación.



¡Gracias a todos por su lectura, espero que les haya gustado!

*Luis Alejandro Velasco Sánchez es el protagonista de "Relato de un náufrago" de García Márquez.

Las autoras prohibimos cualquier tipo de copia ya sea parcial o completa de esta historia, así como también cualquier tipo de adaptación. NO AL PLAGIO.

Tanto la historia como los personajes nos pertenecen.

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

seulRN  Dulce-Miyuki


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